Adolfina Villanueva Osorio, presente

En Puerto Rico, más de 40 años después del asesinato de una mujer negra por la policía, la lucha contra el racismo antinegro y la brutalidad policiaca sigue siendo urgente.

June 19, 2021

Dra Bárbara I. Abadía-Rexach habla durante una manifestación convocada en Viejo San Juan el 2 de junio 2020 para solidarizarse con el movimiento Black Lives Matter y denunciar el racismo antinegro en Puerto Rico. (Mikey Cordero)

Este artículo fue publicado originalmente en inglés en la revista impresa de NACLA. 

Adolfina Villanueva Osorio tenía 34 años y era la madre de seis hijos cuando fue asesinada en su casa en Loíza, Puerto Rico, por el sargento de la policía Víctor Estrella. El 6 de febrero de 1980, la policía llegó con una orden de desahucio para Adolfina y su esposo, Agustín Carrasquillo, aunque la pareja se encontraba en un proceso judicial para intentar resolver la disputa de tierras. La iglesia católica buscaba adquirir el terreno, y el estado le exigía a la familia que abandonara su casa. Pero Adolfina y su esposo Agustín se rehusaron a que las aplanadoras derrumbaran su hogar de madera y zinc, espacio que les concedió el padre de ella.

De forma ilegal, la policía acudió rápidamente a la violencia extrema. “De aquí los vamos a sacar vivos o muertos”, gritó uno, según recuerda Agustín. Los policías rodearon la casa y abrieron fuego por las ventanas. Cuatro balazos le dieron a Agustín en la pierna. Dieciséis balazos golpearon a Adolfina, alcanzando su hígado y un pulmón; matándola.

El asesinato de Adolfina Villanueva Osorio, hace 41 años, es emblemático de los asesinatos, abusos de derechos humanos, violaciones y la demás violencia ocasionada a mujeres y hombres negrxs a lo largo de la historia de la colonia puertorriqueña. El caso de Adolfina no es único, no fue el primero y, desafortunadamente, no será el último. Su historia es clave en explicar las intersecciones de raza y género y como el racismo estructural opera en Puerto Rico.

La casa fue derribada poco tiempo después del asesinato. Estrella, el sargento identificado como el autor material de la muerte de Adolfina, fue absuelto por un jurado. Por las agresiones que recibió Agustín, no se acusó a nadie. El terreno, que en aquel tiempo sería utilizado por la iglesia católica para construir una estructura para el Arzopispo de San Juan Luis Aponte Martínez, permanece vacío.   

La demolición de la casa efectivamente destruyó la escena del crimen. Pero la hermana de Adolfina, Marta Villanueva, dijo a El Nuevo Día que la familia logró rescatar como evidencia una ventana acribillada a balazos. En 1985, se publicó una foto en un reportaje del El Reportero que mostraba una ventana perforada por ocho balazos. Aun así, la policía intentó ocultar la verdad. Dijeron que dispararon para defenderse porque, presuntamente, Agustín portaba un arma de fuego y Adolfina un machete. Agustín desmintió esta versión de los hechos.

La familia Carrasquillo-Villanueva quedó incompleta y destruida para siempre. Sus hijos —Agustín, hijo, Daisy, Juan, Merelin, Bethsaida (murió de cáncer a los 22 años) y César (fue asesinado a los 17 años)—, el ahora viudo Agustín y el resto de la familia jamás se recuperaron de la pérdida física de Adolfina.

Cuando llegan a Puerto Rico las noticias de casos de brutalidad policiaca en los Estados Unidos, se reciben con un asombro generalizado. Este tipo de reacción muestra la negación de la existencia del racismo antinegro en Puerto Rico, la incomprensión del colorismo y el privilegio blanco y la violencia rutinaria contra los cuerpos negros en Puerto Rico. Las comparaciones con el racismo estadounidense parecerían colocar el caso de Puerto Rico como uno insignificante y ajeno al territorio insular. 

En diciembre 2016, Alma Yariela Cruz-Cruz, una niña negra de 11 años con una discapacidad cognitiva, fue expulsada de su escuela luego de responder de manera agresiva al acoso racial por parte de otras dos menores. Fue esposada y llevada al Tribunal de Menores, y el caso fue publicado en la portada de El Nuevo Día, con el titular: “Niños enfrentando la mano dura en la corte”. Alma fue acusada de cinco delitos: uno por agresión simple, dos por amenaza y dos por alteración a la paz. Aunque todos los cuerpos son racializados, los cuerpos negros son racializados como inferiores, invisibilizados, violentados o vistos como amenazas. Así se manifiesta el racismo estructural.

Se piensa el racismo como una práctica individual aislada. La falta de análisis que incluya la intersección de raza no permite que se establezcan políticas públicas antirracistas que adjudiquen la responsabilidad al Estado. Algunas organizaciones no gubernamentales, como Kilómetro 0, y activistas antirracistas, como Colectivo Ilé y Revista étnica, son los que han hecho el trabajo de documentar la inequidad racial en el país.   

Hay muchas formas de matar. Asesinar, criminalizar y caricaturizar a cuerpos negros es parte del genocidio negro contemporáneo en la colonia puertorriqueña. El asesinato de Adolfina, la criminalización de Alma, y muchos otros casos forman parte de la brutalidad policiaca, violencia racista y hostigamiento racial que ocurre diariamente en Puerto Rico.

Racismo antinegro en el Puerto Rico colonial contemporáneo

Durante las Fiestas de la Calle de San Sebastián, en el Viejo San Juan, en enero 2020, la brigada de limpieza de las calles adoquinadas estaba compuesta por personas visiblemente negras. Cada madrugada, estos trabajadores uniformados esperaban con sus instrumentos de limpieza a que se vaciaran las calles para realizar sus tareas. Su presencia contrastaba con el resto de las personas, la mayoría gente mestiza o de piel clara, que ocupaba las calles y disfrutaba de las fiestas.

En Puerto Rico, las personas visiblemente negras sobreviven el racismo sistemático cotidianamente, pero se niega la existencia del racismo antinegro. Bajo el discurso de que los puertorriqueños son la mezcla de tres razas—del indígena taíno, del español blanco y del africano negro—se cancelan las denuncias y se acallan los reclamos. La retórica de celebración del mestizaje contrasta con los resultados de los censos administrados por la Oficina del Censo de los Estados Unidos. En 2000, 80 porciento de la población puertorriqueña se autoidentificó racialmente como blanca; 8 porciento dijo ser negra. Diez años después, en 2010, 76 porciento escogió la categoría racial blanca como única raza; 12 porciento eligió negra. A pesar de que el instrumento usa las mismas categorías que en EE. UU.—una imposición que no contempla la idiosincrasia racial insular—Puerto Rico se concibe como un país blanco.

Políticamente, para quienes persiguen el ideal de la estadidad, no conviene presentarse ante el Congreso de los EE. UU. como un archipiélago de personas no-blancas. A los EE. UU., les favorece que su colonia se declare racialmente blanca para no reconocer la existencia del racismo antinegro insertado en la relación colonial. Por ejemplo, en Puerto Rico, se eliminó la variable raza de las estadísticas de personas sin hogar y de personas encarceladas. Tampoco se utiliza esa variable para medir la pobreza ni la violencia de género que afecta a las mujeres negras. Contrario a los EE. UU., en Puerto Rico, no se ha determinado cómo el coronavirus ha impactado desproporcionalmente a comunidades negras y empobrecidas.

Cuando se examinan los currículos educativos y las representaciones en los medios de comunicación, se evidencia que la negritud es vista desde la esclavización y se representa de forma deshumanizada y homogénea desde el folclor y el deporte. Estas construcciones se asimilan socioculturalmente y propician que se perpetúen prejuicios y estereotipos; además, que se criminalicen y demonicen los cuerpos negros. También, el rostro de la deserción escolar es de niños y niñas negras. La mayoría de las escuelas que cerraron durante la administración de la convicta secretaria del Departamento de Educación Julia Keleher estaban ubicadas en comunidades negras y empobrecidas.

Al mismo tiempo, en el archipiélago puertorriqueño, se sufre el racismo ecológico. Es evidente en pueblos de la costa este (Loíza, Vieques, etc.) y sur (Guayama, Peñuelas, etc.) del país donde se usurpan terrenos para la construcción de complejos turísticos, hoteles, extracción de arena y el establecimiento de incineradoras de carbón, por ejemplo.

En las elecciones generales de noviembre de 2020, un solo partido político incluyó el racismo antinegro y la xenofobia como uno de los problemas que atendería bajo su mandato si resultaba victoriosa su candidata a la gobernación Alexandra Lúgaro. El Partido Nuevo Progresista, al que pertenece el gobernador electo, Pedro Pierluisi Urrutia, no contempla el racismo como un problema en Puerto Rico.

Los movimientos de base están trabajando para cambiar este panorama. De cara al censo de 2020, el Colectivo Ilé lanzó una campaña mediática para exhortar a los puertorriqueños a identificarse racialmente como negros, si así lucen visiblemente de acuerdo a sus rasgos fenotípicos; a seleccionar más de una raza, si así lo entienden, y a escribir Afrodescendiente en el espacio provisto. Esto con el propósito de que los resultados del Censo 2020 reflejen la realidad racial puertorriqueña, aumentando el porciento de personas negras y mestizas y bajando el número de personas que se autoidentifican racialmente seleccionando únicamente la opción blanca. Mas allá de las estadísticas, la meta es poder utilizar los datos para exigir que el gobierno desarrolle políticas públicas antirracistas.

La campaña de Colectivo Ilé de cara al censo del 2020 exhortó a los puertorriqueños a identificarse racialmente como negros, a seleccionar más de una raza, si así lo entienden, o a escribir Afrodescendiente en el espacio provisto. (Colectivo Ilé)

La necesidad de abordar temas de raza y racismo en Puerto Rico es urgente. Solo en 2020, hay numerosos ejemplos para demostrar la omnipresencia del racismo antinegro en los espacios públicos e instituciones del estado.

En febrero de 2020, Neulisa Luciano Ruiz, de 28 años, fue encontrada muerta en la calle, su cuerpo acribillado a balazos. Mejor conocida como Alexa, era una mujer negra trans, sin hogar, que sufría de depresión. La noche antes de su asesinato alguien llamó a la policía para reportar a un “un hombre disfrazado de mujer” en el baño de mujeres de un McDonald’s en San Juan. Había sido acusada de usar un espejo para mirar a otras mujeres. El policía que llegó al lugar la liberó sin canalizar ningún tipo de servicio de salud mental o vivienda. Horas después, a Alexa le dieron muerte a tiros en lo que pareció ser un crimen de odio.

En marzo de 2020, Messiah Bey, un bebé negro de tres meses de nacido, fue removido del hogar de sus padres afroestadounidenses, Chinyere Osuji y Ralphael Bey, por alegado maltrato. El niño, lactado por su madre vegetariana, estaba 1.5 libras por debajo del peso normal. Desde hace más de un año, sus padres han tratado en vano de recuperar a su hijo, según una página de GoFundMe con actualizaciones sobre su caso.

Al principio de la pandemia, el Departamento de Salud de Puerto Rico lanzó una campaña mediática que representaba personas negras como portadoras del virus, entre otros roles estereotipados. En mayo de 2020, activistas antirracistas denunciaron el racismo antinegro en la campana mediática y exigieron que se retiran las imágenes ofensivas.

En junio de 2020, una familia en el municipio de Canóvanas denunció ser víctima de ataques racistas por parte de su vecina. La mujer les insulta y les deja mensajes dirigidos a sus vecinos visiblemente negros. En ese mismo mes, Ana Irma Rivera Lassén, una mujer puertorriqueña negra, que presidió el Colegio de Abogados y Abogadas de Puerto Rico de 2012 a 2014 y senadora abiertamente lesbiana del partido Movimiento Victoria Ciudadana, fue caricaturizada en el extinto programa televisivo de chismes La Comay. Muchas personas apoyaron un boicot del programa por su racismo, homofobia y misoginia persistente.

Memoria colectiva: “Sin justicia, no habrá paz”

Históricamente, en Puerto Rico, mujeres no-blancas se han convertido en rescatadoras de terrenos, y han sido agredidas por la policía y criminalizadas por el Estado. Hay una imagen icónica de una mujer enfrentando a un policía en relación con un asunto de derechos territoriales. Mucha gente confunde a esta mujer con Adolfina. Es una fotografía que se ha utilizado erróneamente para referirse al caso de Adolfina. Esta es otra de las formas en las que se racializa a los cuerpos negros: se les homogeniza.

Sin embargo, en su pueblo natal Loíza, Adolfina vive, y varias iniciativas de artistas han creado obras para mantener presente su memoria. Adolfina vive, por ejemplo, en la pintura del artista afroloiceño Samuel Lind “Justicia Negra”, creada circa 1981, que representa a Adolfina con un vestido azul y una balanza de justicia en su mano.  

Su historia también le sirvió de inspiración al fenecido cantante afropuertorriqueño Catalino “Tite” Curet Alonso y el músico panameño Rubén Blades, que compusieron la canción “Desahucio”, que aparece en el álbum Tras la tormenta de Willie Colón y Rubén Blades. La letra proclama: “Luciendo uniformes de orden y proceso llegó un pelotón de fusilamiento. / La sangre inocente nos cubrió de duelo. / Los gritos de muerte despertaron a un pueblo. / Cuerpo acribillado, que lección encierras: para el pobre, el cielo: pa’l rico, la tierra! (Adolfina vive!) / Adolfina se dejó matar.”

Los homenajes a Adolfina continúan hoy en día. En 2015, la artesana afropuertorriqueña Teresa Meléndez Padilla lanzó el proyecto Mía Libertad, una serie de muñecas con historias que visibilizan las vidas de lideresas puertorriqueñas negras. Mía Libertad también honra la memoria de Adolfina Villanueva. En 2020, el artista Martín García Rivera le rindó homenaje a la vida de Adolfina con un dibujo.

Un dibujo y una muñeca que rinden homenaje a Adolfina Villanueva Osorio. (Mía Libertad)

También, algunos medios de comunicación, año tras año, recuerdan a Adolfina Villanueva Osorio a través de reportajes en los que sus familiares relatan la historia de su asesinato y denuncian la impunidad que permitió que su asesino quedara absuelto. Marta Villanueva Osorio, hermana de Adolfina, fue perseguida por la Justicia por reclamar que el asesino de su hermana pagara por su crimen. Agustín Carrasquillo Pinet, viudo de Adolfina, también, ha relatado los hechos una y otra vez con tristeza y frustración. Cada 6 de febrero, se revive la figura de Adolfina.

Sin embargo, 41 años después de su asesinato, hay generaciones de puertorriqueños que desconocen quién fue Adolfina Villanueva Osorio y cómo fue asesinada.

#LasVidasNegrasImportan y la lucha feminista antirracista en Puerto Rico

El 1ro de junio de 2020, en el área de El Ancón, en Loíza, se llevó a cabo una vigilia en memoria de George Floyd, Adolfina Villanueva Osorio y otras víctimas negras de brutalidad policiaca en Puerto Rico y los EE. UU. Muchas personas que dijeron presente confesaban que era la primera vez que visitaban ese municipio de la costa noreste del país. Loíza es el pueblo con el mayor número de personas evidentemente negras en el archipiélago. De una población estimada de 30,060 habitantes, en 2010, 19,314 personas se autoidentificaron racialmente como negras. Se le conoce como “la capital de la tradición”. Loíza es cuna de una gastronomía y prácticas culturales, como el género musical de la bomba, que lo arraigan a raíces y tradiciones africanas que no se exhiben en el resto del país. La brutalidad policiaca también permanece como un problema en esta zona. Un informe realizado por American Civil Liberties Union (ACLU) en 2012 documentó “múltiples casos de violencia policiaca injustificada contra los habitantes de Loíza”.

Durante la vigilia esa tarde, Marta Villanueva Osorio narró cómo asesinaron a su hermana, el impacto que causó en el padre de ambas e insistió en que el racismo de hace 40 años atrás sigue intacto. Para ella, ante este patrón de opresión antinegra: “la muerte nos libera”. 

Al día siguiente, en la Calle de la Resistencia, en el Viejo San Juan, la Colectiva Feminista en Construcción convocó una manifestación para solidarizarse con el movimiento Black Lives Matter y denunciar el racismo antinegro en Puerto Rico.

Cuando tuve la oportunidad de dirigirme al público, en representación del Colectivo Ilé, señalé la escasa presencia de personas visiblemente negras en la actividad. Estábamos allí señalando que #LasVidasNegrasImportan, pero ¿dónde están las personas negras en Puerto Rico? ¿Qué espacios ocupan? La lideresa feminista Shariana Ferrer Núñez hizo un llamado a que las personas visiblemente negras pasaran al frente. No alcanzamos las 30 personas en aquel círculo, de manifestantes. La actividad no logró aglutinar al nutrido grupo de activistas y aliados que suelen sumarse a protestas feministas ni mucho menos se comparó con las marchas del verano de 2019 para exigir la renuncia del ex gobernadora Ricardo Rosselló. El país que celebra el mestizaje y se proclama antirracista no se sintió convidado para denunciar el racismo antinegro que sobreviven los puertorriqueños visiblemente negros en el país.  

Hasta tanto no se reconozca el racismo antinegro en Puerto Rico, a la lucha antirracista se le seguirá haciendo difícil probar sus reclamos y lograr que se desaprendan los mitos que perpetúan violencias y hostigamientos raciales. El movimiento feminista puertorriqueño debe atender la intersección de raza. Todas las luchas sociales deben ampararse en principios antirracistas. Como dice Angela Davis, no basta con decir que no se es racista; hay que ser antirracista.

Mientras tanto, el Colectivo Ilé, desde 1997 en el archipiélago, ha liderado la creación de espacios de educación comunitarias antirracistas y descoloniales. A través de sus procesos, talleres e iniciativas, el movimiento contribuye al desmantelamiento del racismo antinegro en Puerto Rico. Uno de sus proyectos es el programa radial NEGRAS, lanzado en 2019 y transmitido en la Cadena Radio Universidad de Puerto Rico, en el que se realizan entrevistas a mujeres negras y Afodescendientes, para visibilizar sus voces y sus afrosaberes. Por su parte, la Revista étnica, fundada por Gloriann Sacha Antonetty Lebrón en 2018, es un proyecto multimedia dedicado a denunciar el racismo, visibilizar la diversidad de los cuerpos negros, levantar las voces, historias y conocimientos de las comunidades negras y representar las personas negras con dignidad. Además, la Colectiva Feminista en Construcción se destaca por su trabajo político transfeminista, particularmente el rol de denunciar los feminicidios y proponer políticas públicas para abordar el sexismo y otras formas de opresión.

A través de la Afro-sororidad, y con una demanda constante de justicia para Aldolfina, 41 años después de su asesinato, organismos descoloniales y antirracistas y aliados continuarán incansablemente combatiendo el racismo antinegro porque las vidas negras puertorriqueñas importan.

El 10 de diciembre 2020, unxs vecinxs del sector Tocones de Loíza sembraron una ceiba en memorai de Adolfina Villanueva Osorio en el lote donde fue asesinada. (Maricruz Rivera Clemente)

En memoria de Adolfina Villanueva Osorio.


Bárbara I. Abadía-Rexach es Assistant Professor de Afrolatinidades en el Departamento de Estudios Latina/os en San Francisco State University. Es autora de Musicalizando la raza: La racialización en Puerto Rico a través de la música (Ediciones Puerto, 2012). Es miembra de Colectivo Ilé y del Black Latinas Know Collective. Produce y modera el programa radial NEGRAS.

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