Aspirante presidencial Tamara Adrián: por una Venezuela donde caben todos

En una Venezuela con los ojos puestos en las elecciones presidenciales de 2024, la abogada y activista trans propone un futuro inclusivo como candidata a las primarias de la oposición en octubre.

June 15, 2023

Tamara Adrián, candidata de la oposición en las primarias venezolanas de octubre, en una visita a Nueva York en mayo. (Imágen cortesía de Tamara Adrián)

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“Yo digo las cosas que nadie dice”, proclama Tamara Adrián mientras clava su mirada en el lago de Central Park en Nueva York. La abogada y activista por los derechos LGBTQI+, elegida como primera diputada trans en Venezuela en 2015, contempla algo más allá del cuerpo de agua que tiene enfrente: su candidatura en las primarias presidenciales de los partidos en oposición a Nicolás Maduro. Desde que en 2004 introdujo un recurso al Tribunal Supremo de Justicia para que se reconociera legalmente su cambio de género y de nombre—cosa que, hasta el momento, no ha sido admitida—, ha luchado contra el Estado venezolano. Ahora, lucha para lograr los cambios estructurales que ve necesarios en la Venezuela futura desde sus entrañas.

Las elecciones de 2024 llegan tras años de asediada política de oposición. Para nadie es secreto que el gobierno interino que encabezó Juan Guaidó, pensémoslo jurídicamente válido o no, fracasó. Si bien en 2019 el lema de “cese de usurpación, gobierno de transición y elecciones libres” tuvo el apoyo de la mayoría de la oposición venezolana y de varios actores internacionales—principalmente, el gobierno de los Estados Unidos y la Unión Europea—, los desacuerdos entre sus facciones y la inflexibilidad de Nicolás Maduro progresivamente redujeron su relevancia. De tal manera, tras la inacción política que conllevó la pandemia de Covid-19, en diciembre de 2022 quienes compartieron las calles y la administración pública con Guaidó optaron por destituirlo. Hoy, pues, la estrategia va por el camino de las elecciones presidenciales: si la abstención en las últimas no logró retar la legitimidad del chavismo lo suficiente para producir un cambio, parece que es hora de salir a votar.

En estas primarias, Adrián se postula contra dirigentes muy conocidos en el país: María Corina Machado, líder conservadora del partido liberal Vente Venezuela, tal vez la voz más radical contra Chávez y Maduro desde que fue electa a la Asamblea Nacional en 2011; y Henrique Capriles Radonski, dos veces ya candidato presidencial, el contrincante principal de Maduro y una de las caras del partido demócrata-cristiano Primero Justicia.

Adrián representa un movimiento político bastante reciente llamado Unidos por la Dignidad; se volvió noticia cuando, en noviembre de 2022, varios de sus activistas se encadenaron en unos bancos cercanos a la Defensoría del Pueblo para protestar la violencia contra las personas LGBTQI+ en Venezuela y buscar que se les reconozca adecuadamente. Adrián lo describe como “un movimiento de movimientos, donde caben todos” y resalta que varios de sus miembros son del chavismo disidente, personas que apoyaron el gobierno de Chávez pero que están en contra de las políticas cada vez más autoritarias de Maduro. Es un espacio para que distintas comunidades—como las mujeres, los adultos mayores, los discapacitados, las personas LGBTQI+, entre otras—construyan las soluciones que correspondan con sus necesidades y las inserten en lo que Adrián llama “una política pública más amplia”. Después de todo, considera que “todo se interrelaciona y hay interseccionalidades”.

Liderazgo e inclusión

Adrián no quiere ser jefa de la oposición, ni se piensa jefa de Unidos por la Dignidad: quiere ser la líder. “El jefe instruye, los subordinados obedecen y todo ocurre más o menos en una estructura jerárquica: es lo que se aprende a hacer en Venezuela”. El líder, en cambio, “no ordena, el líder instruye. El líder lidera una idea hacia un determinado fin, pero nunca un líder, por ejemplo, se convierte en un embudo, que es lo que ha pasado en casi todos nuestros países”, dice. Parte de su misión como cara de Unidos por la Dignidad y candidata a las primarias es, pues “dar la mayor libertad posible a muchos otros liderazgos, con la finalidad de que estos otros liderazgos también puedan desarrollarse”.

Adrián, quién además es Profesora Jubilada de la Facultad de Derecho de la Universidad Católica Andrés Bello, ve la educación como clave para el desarrollo económico de Venezuela: “¿cómo hacer en Venezuela, donde hay 85 por ciento de pobreza, donde la mano de obra y la educación quedaron desactualizadas? Los pocos que salen de bachillerato y la universidad salen hoy en día con una información que no está adecuada a las nuevas realidades, como la inteligencia artificial, el desarrollo tecnológico, los servicios técnicos”. En consecuencia, Adrián propone un plan urgente de formación que dé pie a nuevas empresas, entrene a personas ya formadas en nuevas tecnologías y resulte en una fuerza de trabajo más cualificada.

“Hay que eliminar las barreras de todas las personas con discapacidad, adultos mayores, personas LGBTQI+ y otras minorías—que si las sumas, serían una mayoría—que han quedado excluidas de alguna manera del sistema educativo y laboral”, agrega. Así, su candidatura apuesta por programas inclusivos de enseñanza que integren los saberes técnicos y tecnológicos que Venezuela ha rechazado tras años de aislamiento.

Para Adrián, las reformas educativas y la fuerza laboral que el país necesita van más allá de sus fronteras, de reformas educativas. Como resultado de la crisis migratoria de Venezuela, afirma que “hemos perdido toda la capacidad productiva de personas entre 20 y 45 años, que se ha reducido a una mano de obra no-cualificada”, aunque algunos regresarán, Adrián estima “alrededor del 20 o 30 por ciento, no más. Con eso no tenemos capacidad de producción. Por lo cual tenemos que abrirle las puertas de nuevo a la migración”. Se refiere a las políticas migratorias que sostuvo el país a mediados del siglo xx—pro-europeas durante la dictadura de Pérez Jiménez durante los años 50, pan-americanistas después de que la democracia logró instalarse en el año 1958—las cuales varios acreditan como razón del temprano desarrollo económico y enriquecimiento cultural del país.

Tamara (centro) celebra el Día Internacional contra la Homofobia, la Bifobia y la Transfobia en las Naciones Unidas con representantes de ONU Mujeres y las embajadoras de Holanda y España. (Imagen cortesía de Tamara Adrián)

Chavismo y derechos LGBTQI+

¡Si yo fuera homosexual, lo asumiría con orgullo a los cuatro vientos!,” dijo Maduro en la apertura de la Feria Internacional del Libro de Venezuela en 2013. Pedía disculpas por referirse a los seguidores de Henrique Capriles, candidato presidencial entonces, con un insulto homofóbico y reafirmaba su compromiso con la comunidad sexodiversa de su país. Dijo también, sin dar mayor detalle, que el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) propuso una enmienda a la Constitución para que se reconocieran a las personas LGBTQI+, pero que la oposición votó en contra. No obstante, el chavismo había tenido la mayoría absoluta de la Asamblea Nacional desde su fundación en 1999, luego de que se renovaran los poderes públicos del país por la Asamblea Constituyente el mismo año.

Si bien podemos dudar de la sinceridad de sus disculpas, parecía que el gobierno de Maduro propondría avances legislativos en relación a la comunidad LGBTQI+. Esto, a diferencia del gobierno de Chávez, quien estuvo públicamente en contra del matrimonio gay, tal como gobiernos que lo precedieron. En 1998, primer año que Chávez obtuvo la presidencia, se promulgó un Código Orgánico de Justicia Militar que penalizaba “actos sexuales contra natura” dentro de las Fuerzas Armadas con hasta tres años de prisión. Apenas en marzo de 2023 se anuló el artículo del Código que contemplaba la cuestión, lo cual fue parte de las demandas de Unidos por la Dignidad ante la Defensoría del Pueblo el año pasado.

Ante esta realidad, a Adrián le frustra que grupos como los Socialistas Democráticos de América se expresen a favor del gobierno de Maduro, pero también sean precisos en su apoyo a los derechos LGBTQI+ y la confrontación a la homofobia: “están más acostumbrados a reunirse en un café a hablar tonterías, que a meterse en el terreno a cambiar las cosas”. Lamenta que sus miembros no verifiquen la praxis de partidos como el PSUV, las contradicciones entre sus acciones y su retórica, cuando son tan capaces de hacerlo en sus propios terrenos. Después de todo, Venezuela “es un país donde todos los partidos de izquierda están en contra del chavismo y de Maduro”. Esto incluye el Partido Comunista—que retiró recientemente su apoyo al gobierno venezolano—así como el Movimiento al Socialismo, Bandera Roja y La Causa R. Hasta Voluntad Popular, el partido de Juan Guaidó, que también apoyó la candidatura de Adrián a la Asamblea Nacional, solía pertenecer a la Internacional Socialista.

Pero Adrián también ve con claridad que la lucha por los derechos LGBTQI+ va más allá de denunciar la discriminación a manos del chavismo, que ha vivido en carne propia. Alerta que ciertos grupos de los Estados Unidos—entre los que cuenta la Family Policy Alliance, los supremacistas blancos, la alianza de los pentecostales y la alianza del ala más radical del Partido Republicano—están financiando planes de reversión de derechos sexuales y reproductivos, tanto en América del Norte como en el globo. “Su gran problema es que se hable de educación sexual integral, que se permita educar en sexualidad, en raza, en odio, en interseccionalidades”, dice, lo cual ha influenciado movidas como la promulgación de la ley “No digas gay” en el estado Florida y la derogación de Roe vs. Wade el año pasado. Adrián ve la popularización del término “ideología de género” en partidos profundamente conservadores del mundo hispanohablante, como los Republicanos en Chile y Vox en España, como otra movida. Al enfatizar los orígenes religiosos del término, se pregunta: “la fe, las ideas religiosas, ¿no son una ideología también, no tienen aspectos ideológicos?”

El rol del nuevo estado venezolano

Aunque la plataforma de Adrián presenta rasgos fuertemente progresistas, su visión sobre el mercado vis-a-vis las empresas del estado venezolano es muy heterodoxa. “Para mí, PDVSA debería ser otro actor en competencia con otros actores privados”, dice respecto a la compañía petrolera estatal, “no debería tener ningún privilegio especial por ser una empresa del estado”. Sin inversión privada, sin un mercado libre, no ve que Venezuela avance en los próximos años. El apoyo de entes internacionales como el Banco Mundial de Desarrollo también es clave: lo cita particularmente como necesario para reestructurar el sistema eléctrico, fallido, del país.

Adrián está consciente, claro está, del temor que sustantivos como privatización y apertura puedan infundir en la población; el fantasma del Caracazo, del segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez, todavía ronda las calles de Venezuela. Explica entonces que para generar cambio dentro de una crisis económica y política que ha madurado, las medidas económicas deben incluir una red acompañamiento social: “no puedes tener el riesgo de implementar medidas que sean traumáticas para una población que está hoy en una situación tan dolorosa, de una exclusión tan grande y una pobreza tan caótica”. Por lo tanto, serán necesarias “unas guías de para donde debe ir la nueva economía venezolana para que no haya anarquía en la producción”.

“Hay que superar la política para entrar al estadismo. Lo que se requiere en Venezuela son estadistas, no políticos”, Adrián dice. Insiste en que los políticos y votantes no deberían ver la carrera presidencial como una elección competitiva, sino como un juego colaborativo para construir un nuevo liderazgo en un país que no ha visto alternativas viables al poder en casi un cuarto de siglo. “Si no se ve el proceso de manera coordinada, en una coalición amplia, nacional e internacional, no hay manera de que esta situación terrible que vivimos se mejore en un periodo razonablemente corto”.

Adrián reconoce que la maquinaria electoral de su movimiento no puede compararse con la de partidos de larga data, como Acción Democrática, el partido de centro-izquierda fundado en 1941 que jugó un rol central en los comienzos de la democracia venezolana: “es una piedra de tranca, pero eso no impide”. Resalta pues a Francia Márquez, vicepresidente de Colombia, y a Gabriel Boric como personas con poca maquinaria electoral que han ganado los escaños de gobierno más importantes. No obstante, está segura de que “ya se ganó,” pues los otros candidatos “están hablando de todos los temas que de otra manera no hubiera podido poner en el mainstream.”

Tras nuestra conversación, la acompaño a la estación de metro de la Calle 86, en la Avenida Lexington. Me cuenta con entusiasmo sobre las reuniones que había tenido esa semana con miembros del senado de los Estados Unidos y con embajadores de distintos países ante la ONU. No tenemos mucho tiempo para ponernos al día con otros temas, pues va a ver Leopoldstadt en Broadway en un rato. “Tengo un plan claro de cambio estructural de Venezuela, ¡vamos a ver si me lo compran!,” me dice antes de montarse en el tren. Queda, pues, el suspenso de los próximos meses—y también la posibilidad de que, si su campaña no la compran los venezolanos que voten en las primarias, tal vez sus ideas las compre el candidato que gane. 


Carlos Egaña (Caracas, 1995) es profesor de espanglish. Se graduó recientemente de la maestría en Escritura Creativa en Español de la Universidad de Nueva York. También ha sido profesor de Estudios de Género y Narrativa Norteamericana Contemporánea en la Universidad Católica Andrés Bello. Tres libros suyos en español han sido impresos: una novela titulada Reggaetón (2022), y dos poemarios, hacer daño (2020) y Los Palos Grandes (2017). Y escribe sobre artes plásticas, política latinoamericana y cultura pop en varios medios venezolanos y estadounidenses.

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