Aportes para un balance de las elecciones regionales en Venezuela

La creciente apatía de los votantes destaca la necesidad de cambiar la manera de hacer política en Venezuela.

November 26, 2021

El Consejo Nacional Electoral de Venezuela, 2008 (Victor Bujosa Michelli / Wikimedia / CC BY-SA 3.0)

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El pasado 21 de noviembre se celebraron elecciones regionales y municipales en Venezuela. Con un 42,26% de participación, el PSUV obtuvo 18 de los 23 estados y 205 alcaldías. Por su parte, las diversas fuerzas opositoras cuentan con tres gobernaciones aseguradas y 117 alcaldías hasta ahora. En el momento en el que se escribe esta nota hay dos gobernaciones en disputa y una decena de alcaldías por definir.

Ahora bien, los resultados electorales son una fotografía y no la película completa. Estas son unas elecciones en medio de un país que se está reconfigurando a pasos acelerados y que no hemos tenido el tiempo y los recursos necesarios para tomarle el pulso a los cambios. En consecuencia, los resultados electorales deben leerse en clave de bisagra, entre el país que es y el que está surgiendo.

La política frecuentemente va a la zaga de la sociedad, desde hace al menos tres años el país está dando un giro. Lo que algunos llaman el “colapso del modelo rentístico” y otros la “nueva crisis del viejo modelo de desarrollo” apunta a cambios sustanciales en la dinámicas de la vida cotidiana, la economía, los imaginarios sociales y políticos.

Hasta los momentos la polarización había permitido a la clase política surfear estas realidades. Por un lado, el gobierno había vendido a sus partidarios que encontraría una fórmula mágica para salir de la crisis. Por otro lado, la oposición había sostenido tener otra fórmula mágica para salir del gobierno en el corto plazo.

Ambos bloques se dieron contra el muro de la realidad. El gobierno totalmente aislado internacionalmente, sancionado, preso de sus propios errores macroeconómicos, con un ingreso petrolero muy menguado y presionado por intereses internos, tuvo que aceptar que había que flexibilizar la economía, negociar con los agentes económicos y darle garantías de respeto pleno a la propiedad privada. Actualmente el gobierno flexibilizó el control cambiario, genera mesas de diálogo con gremios empresariales, habla de facilidades a la inversión extranjera, permite transacciones en dólares y asoma posibles privatizaciones de empresas públicas.

Mientras que el retorno de la MUD a la vía electoral es el reconocimiento de facto de una realidad: no hay atajos posibles, ni cuartelazos, ni invasiones, ni la instalación de un gobierno paralelo, ni siquiera protestas masivas que puedan sacar al gobierno en el corto plazo. Aún en condiciones asimétricas, de mucha desventaja y con abusos de todo tipo, la oposición solo tiene como vía la opción electoral.

La campaña también anunció cambios interesantes en la narrativa de todo el espectro político. El chavismo llevaba varias elecciones haciendo una campaña de reforzamiento, con mensajes dirigidos fundamentalmente a sus bases duras, con especial énfasis en la unidad: “todos juntos”, “juntos podemos más”. Toda esta narrativa estaba asociada a mensajes de “resistencia antimperialista”, de mantener la “lealtad” en momentos difíciles. No obstante, en esta oportunidad da un vuelco con su slogan “Venezuela tiene con que”, que buscaba dar un mensaje más optimista, de valorización de lo propio, de filiación con la marca país y persuadir a sectores sociales tradicionalmente no vinculados con el chavismo.

En este sentido, pareciera que candidatos del PSUV como Rafael Lacava en Carabobo, José Alejandro Terán en Vargas o la candidata Georgette Topalían en Baruta, Miranda son las candidaturas que desde el chavismo están leyendo mejor los cambios que están operando en el país. Hicieron campañas persuasivas, de alianza con sectores comerciales y empresariales, de consenso y diálogo con sujetos sociales no afectos al chavismo. Lacava fue el candidato más votado del chavismo, Terán sacó una votación similar a la de su antecesor (Jorge García Carneiro, un líder regional chavista, que falleció recientemente y estuvo invicto en el estado durante diez años) y Topalían alcanzó una votación considerable en un municipio históricamente muy adverso al chavismo

Ahora bien, el resultado en términos de participación le recuerda al chavismo lo que ya todo el mundo en Venezuela sabe: cada día el desgaste es más grande, cada día su base dura merma; Pueden gobernar en minoría un tiempo más, pero la tendencia electoral es amenazadora del status quo. Por tanto, están obligados a pensar una gran renovación de su política. En sentido, se debe tener en cuenta que el chavismo perdió Cojedes y estuvo a punto de perder todo el eje los Llanos que tradicionalmente votaban a favor del oficialismo. Además, perdió municipios como El Vigía en Mérida, Zaraza e Guárico, e incluso perdió La Grita en Táchira, lugares donde había tenido total hegemonía. Asimismo, perdió la gobernación del Zulia que es uno de los circuitos electorales más importantes por el número de votantes.

Mapa de los resultados de las elecciones a gobernadores de Venezuela en 2021 (según el segundo boletín, donde aun no quedan asignados o adjudicados los estados Apure y Barinas). (LordBaluConsultant / Wikimedia / CC BY-SA 4.0)

Desde el punto de vista de los votos totales, el chavismo fue minoría frente a las diferentes fuerzas de la oposición unidas. No obstante, la oposición hizo una campaña muy tradicional, básicamente buscando capitalizar el descontento. La MUD no tuvo un mensaje claro sobre preguntas claves:¿Por qué antes no había que votar y ahora sí?¿Qué harían si el gobierno les arrebata las competencias de las gobernaciones y alcaldías una vez ganadas?¿Para qué ganar las gobernaciones y alcaldías? Esto generó divisiones internas, fisuras y sectores que decidieron abstenerse.

Por su parte, La Alianza Democrática, sector alternativo a la oposición, basó su campaña en algunos liderazgos regionales como Henri Falcón, quien había sido gobernador de Lara en dos oportunidades y mantenía un liderazgo importante. Sin embargo, las acusaciones de “oposición cooptada” u “oposición complaciente”, derivado de sus alianzas con partidos judicializados, tuvieron un peso negativo y dentro de la coalición no han tenido un discurso que logre desmotar esta matriz.

Por último, en estas elecciones hubo una enorme cantidad de “terceras fuerzas” o llamadas “independientes” con resultados bastante positivos como el de Antonio Ecarri en Libertador y otras candidaturas sumamente interesantes. Son candidaturas con nuevas narrativas basadas en la despolarización, el rechazo al gobierno, pero también a figuras opositoras tradicionales y discursos más cargados de tonos liberales y propuestas de gestión que sugieren mayor cercanía a la gente. Estas candidaturas perdiendo ganan, porque dejan una brecha abierta y lograron irrumpir en la escena electoral.

Dentro de la oposición hubo liderazgos como Roberto Patiño, candidatura fallidas en Caracas, Andrés “Chola” Schloeter, candidato a la alcaldía de Sucre y otros jóvenes opositores, muchos provenientes de la Universidad Católica Andrés Bello, formados en ONG más que con vida partidista, con trabajo social en sectores populares, La presencia de estas figuras pareciera ser síntoma, aunque embrionario, de cambios en la oposición. Sin embargo, los candidatos a gobernación que ganaron fueron liderazgos regionales como el caso de Manuel Rosales, Morel Rodríguez y Alberto Galíndez figuras de vieja data, con trayectoria política partidista, proveniente de partidos tradicionales y con discursos regionalistas .

A la oposición le afectó la división, la ausencia de un mensaje claro y unificado. Pero el mensaje que está mandando la sociedad venezolana a toda la clase política (incluyendo al chavismo) es la abstención. Es decir, la abstención se debe a muchas cosas —la migración, el abstencionismo militante de los sectores más radicales de la oposición, la abstención por razones religiosas— pero en general se viene imponiendo un signo de apatía.

Es importante considerar que dentro de Venezuela hay muchas Venezuelas y esto se puede decir de cualquier país. Ahora bien, en nuestro caso, la crisis económica, la crisis de servicios y los problemas de transporte hacen que las brechas sean mucho más grandes de lo que pudiéramos imaginar.

En el momento clímax de la crisis económica, el país esperaba que una solución política cambiara su vida. Los chavistas esperaban que el gobierno tomara alguna medida, los opositores que se lograra una ruta para salir del gobierno. Todas las expectativas estaban en la política.

Hoy esto ha cambiado, hay una Venezuela dentro de las burbujas urbanas, comerciales y de servicio, de las que se benefician diferentes estratos, que gracias a la dolarización de facto, a emprendimientos ha encontrado soluciones personales para paliar la situación. Esa Venezuela empieza a tener una gran apatía por la política. Ha encontrado mecanismos más eficientes para resolver sus problemas. Se refugia en su vida familiar y privada, intenta beneficiarse y aprovechar oportunidades.

Hay otra Venezuela en la que el internet llega muy de vez en cuando, la única señal que llega es la de TV oficial, pasa más de ocho horas sin luz al día y en la que hace tiempo no llega ningún programa de gobierno y tampoco ningún dirigente opositor, salvó a buscar votos. Esa Venezuela olvidada por los políticos, también se ha olvidado un poco de la política. Está sumergida en su sobrevivencia cotidiana y ya no quieren que los estafen con planes faraónicos, con propuestas irrealizables o con discursos aburridos.

Nuestra clase política está obligada a transformarse. Lo hará lentamente, pero lo hará. La gente no volverá a la política, si los políticos no nacen de dentro de la vida cotidiana de la gente. La única forma de cambiar la tendencia, es cambiar la manera de hacer política. Estas elecciones fueron un síntoma de los cambios.


Damian Alifa es sociologo venezolano.

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