Este artículo fue publicado originalmente en el ejemplar de otoño 2022 del NACLA Report, nuestra revista trimestral.
El retroceso en materia de derechos sexuales y reproductivos de mujeres y personas gestantes en Estados Unidos empezó a materializarse a nivel nacional el 2 de mayo de 2022. Ese día circuló el borrador de una sentencia escrita por Samuel Alito, un juez de la Corte Suprema, que anularía el histórico fallo Roe vs. Wade que estableció el derecho constitucional al aborto en ese país en 1973, hace casi 50 años. Y se concretó el 24 de junio cuando seis jueces conservadores se impusieron a tres liberales y Roe vs. Wade y el fallo Planned Parenthood vs. Casey de 1992 quedaron anulados.
Sin duda la noticia no fue una completa sorpresa —activistas pro-aborto ya se estaban preparando para este escenario. En los últimos años, en diversos estados como Mississippi, Oklahoma y Alabama se habían aprobado leyes y regulaciones muy restrictivas en torno al derecho a decidir y un total de 26 estados crearon "leyes de activación" que restringirían aún más el acceso al aborto si Roe fuera anulado. Cuando en septiembre de 2021 se estableció una ley que declaró ilegal el aborto en Texas, sí representó un fuerte golpe y alerta para las mujeres y personas gestantes en el país.
En días previos a la anulación de Roe vs. Wade, el Instituto Guttmacher, enfocado a temas de salud sexual y reproductiva, publicó un informe que perfilaba datos para dar dimensión a por qué importaba garantizar el acceso al aborto. De acuerdo a este informe, en 2020 se registraron 930,160 abortos en Estados Unidos, lo que representó un incremento del 8 porciento respecto a 2017 cuando ocurrieron 862,320 interrupciones de embarazo. Citando esta tendencia, en el informe se alertó que la anulación de Roe “podría ser aún más devastador de lo que se predijo en análisis previos”.
Tras la derogación, empezaron a expresarse reacciones y preocupaciones ante el impacto que tendría esta determinación en mujeres y personas gestantes, sobre todo aquellas pertenecientes a poblaciones vulnerables: migrantes con situación irregular, mujeres latinas, negras, hispanas, indígenas, personas trans y no binarias. También circularon con más velocidad referencias de organizaciones de la sociedad civil que apoyan el aborto en el país.
En medio de ese incertidumbre, empezó a llamar la atención de organizaciones y medios una alternativa para hacer frente al retroceso legislativo proveniente del otro lado de la frontera sur de Estados Unidos: una red transfronteriza de colectivas que hacen acompañamiento de aborto en México.
Los primeros momentos de una red que se expande
"México miró a Estados Unidos como el ejemplo,” cuenta Verónica Cruz, activista y una de las fundadoras de Las Libres, una organización que desde el año 2000 se dedica al acompañamiento del aborto y la promoción de su despenalización en México. “En el movimiento de aborto en particular siempre estudias el caso Roe vs. Wade. Entonces era impresionante ver cómo el 1 de septiembre [2021] vienen las restricciones para Texas y, en contraste, el 7 de septiembre nuestra Suprema Corte de Justicia de la Nación, SJCN, derriba todos los obstáculos jurídicos y…de manera unánime decide sobre aborto, que no es un delito".
La conversación con Cruz la tuve a finales de enero de este 2022 en Matamoros, Tamaulipas, tras culminar las jornadas de trabajo del encuentro en el que se anunció la creación de una red transfronteriza entre colectivas del norte de México, principalmente, y organizaciones texanas para garantizar el acompañamiento de aborto ante las restricciones impuestas en aquel estado.
La idea de esta red transfronteriza se gestó en la mente de Cruz durante una entrevista con el periodista Jorge Ramos, quien le preguntó si el modelo de Las Libres para acompañar abortos seguros en Guanajuato, uno de los estados más restrictivos y conservadores de México, podría servir para Texas. “Y sí, la respuesta es sí. Y a mí ahí se me ocurre que, claro, que una respuesta puede ser una red”, relata Cruz.
La SCJN declaró inconstitucional criminalizar el aborto en México el 7 de septiembre de 2021. Si bien eso no equivale a que el aborto sea legal, seguro y gratuito en el país —la despenalización se va dando paulatinamente, actualmente el aborto es legal en 9 de 32 estados— sí generó cambios para que Las Libres y otras colectivas que acompañan abortos en el territorio mexicano puedan articularse de otras maneras.
Así, lo que se convertiría en la red transfronteriza empezó a organizarse en octubre de 2021. A distancia se dieron las primeras reuniones logísticas y más colectivas mexicanas de la frontera México-Estados Unidos levantaron la mano. Acordaron que se tendría que dar un encuentro presencial, “Porque de eso se iba a nutrir la estrategia, de encontrarnos, de pensar, de idear juntas”, explica Cruz.
Entonces se buscaron fondos para realizar el encuentro, se determinó que sería en Matamoros. Transcurrió otro mes en el que obtuvieron los recursos. El escenario, pese a los retos por el Covid-19, estuvo a su favor y la idea de la red empezó a tener impacto mediático. Ya en diciembre The New York Times dio cuenta de esta iniciativa: “En México se forma un plan: ayudar a las estadounidenses a abortar”, se tituló el artículo.
“En ese momento nadie estaba pensando en cómo plantear una alternativa a las mujeres [de Texas] para que no pensaran que ‘se me acabó el mundo’”, relata Cruz. “Tenemos mucha experiencia con el aborto con medicamentos en casa y en Texas muchas mujeres nacieron con el derecho a la clínica, entonces están llegando muy tarde al aborto con medicamentos en casa porque pensaron que nunca lo iba a ocupar”, agrega.
La red quedó establecida, y el primer encuentro permitió intercambiar experiencias de lo que significa acompañar abortos en México, de los retos por venir a las mujeres de Texas. “Pese a todas las adversidades dijimos: vale la pena hacerlo…pero además, en lo que se daba el encuentro, empezaron a llegar las mujeres a pedir abortos, a pedir acompañamiento y medicamento”, señala Cruz y añade: “Para nosotras ya es algo inevitable, algo que hay que hacer, que es necesario hacer, pero sobre todo eso, tenemos la experiencia, la certeza de que estamos asistiendo a las mujeres al ejercicio de un derecho”.
Ante la urgencia, la red como alternativa
Cinco meses después de la creación de la red transfronteriza el escenario en Estados Unidos se modificó. Ya no era solo Texas, tras la derogación de Roe vs. Wade, las colectivas integrantes de la red, que mantienen su trabajos de manera paralela a dicha articulación binacional, basadas en estados como Tamaulipas, Coahuila, Nuevo León, Baja California y Guanajuato, empezaron a recibir más solicitudes de acompañamiento de mujeres de distintos lugares de Estados Unidos. Las Libres desde Guanajuato han estado atendiendo muchos casos.
Marcela Castro, de Aborto Seguro Chihuahua e integrante de Marea Verde Chihuahua, comenta que desde finales de junio también observa un incremento de las solicitudes de mujeres de Estados Unidos hacia la Red Transfronteriza y hacia Marea Verde de esta entidad.
“Por ser un lugar de estrategia histórica, por estar en medio y por pertenecer a un estado que colinda con Estados Unidos y más específicamente del estado de Texas y de sus ciudades sureñas, hemos tenido bastante repercusión. Hemos logrado atender de manera más estructurada…Hemos logrado tener casas de acogida, nos hemos estado capacitando más, hemos podido atender de una manera bilingüe”, comparte.
Aunque han logrado enviar medicamentos (misoprostol o mifepristona) es consciente de que “si alguien porta los medicamentos o lo maneja o lo tiene en posesión pues puede ser sujeta de una investigación” si es un lugar donde el aborto se prohibe.
La tendencia se ha visto similar en Tijuana, Baja California, en otro punto de la frontera con Estados Unidos. Crystal P. Lira, integrante de Las Bloodys, una colectiva que hace acompañamiento desde hace tres años, explica que si bien el aumento no ha sido masivo, sí es representativo: “De 2019 a 2021 tuvimos 6 casos, pero de finales de 2021 a la fecha ya van 30 casos”.
Lira detalla que apoyan a mujeres también de California y otros estados. “Aún antes de [la derogación de] Roe vs. Wade, sabíamos que tenía sus propios retos para mujeres de contexto latinoamericano”. Comparte que de las mujeres que las han contactado el 99 porciento habla español.
Y subraya algo que es importante para Las Boodys: “Estamos partiendo de respetar, de decir, sí, tenemos experiencia, pero respetamos sus propios procesos. Algo que nos interesa cuidar y garantizar es que el acceso al medicamento siga estando y que las mujeres sepan que existimos fuera de Estados Unidos, que es una opción viable”.
En enero, Cruz vislumbraba retos a considerar: “Entendemos el contexto de las compañeras, de cómo se viven las prohibiciones. Entendemos el temor y el miedo. Pero ese es el gran reto, no nos podemos quedar con el miedo, porque si nos quedamos con el miedo ellos ganan, y eso es lo que quieren”.
“Segundo reto es cómo hacer para trabajar en el territorio con las mujeres que más lo necesitan, que son nuestras migrantes, nuestras hispanas, que no tienen la posibilidad de la movilización, pero tampoco de los recursos y tal vez ni tengan acceso a un teléfono o a internet”, señalaba.
Vanessa Jiménez, de la Red Necesito Abortar, Monterrey, también desde los días del primer encuentro de la red transfronteriza observó el reto del temor. “Lo más complicado es destejer la parte social del miedo, porque yo como mexicana, aclaro, también lo pasé. Es importante tejer, pensar en cómo proteger a las mujeres y a las activistas para que sigan trabajando en lo que venían haciendo”.
Además de los estigmas culturales y sociales respecto al aborto, están presentes aquellos respecto al acompañamiento del aborto voluntario con medicamentos. Cruz explica que cuando empezaron a hacer los acompañamientos en Guanajuato muchas personas, incluida feministas, les decían que llevaba demasiado riesgo y preguntaron si no les ponía en peligro a las mujeres. Su respuesta: “Claro que no”.
“El protocolo que se sigue es de la OMS, yo no me lo inventé. En lo que hicimos invención fue en cómo se desarrollan estas redes orgánicas de solidaridad entre mujeres”.
¿De qué hablamos cuando decimos acompañamiento?
Si bien la solidaridad entre mujeres para apoyar a otras a interrumpir un embarazo no deseado se ha dado desde mucho tiempo en México, ha sido desde el año 2000, con el precedente de Las Libres de Guanajuato, que se le empezó a situar desde otras perspectivas que incluyen el activismo, la articulación de redes con profesionales de la salud o abogadas, abogados y cada vez más también desde un enfoque de cuidados.
A la aportación de Las Libres se han ido sumando otras iniciativas. Desde 2009 con la creación de la organización Fondo de Aborto para la Justicia Social MARÍA, en Ciudad de México, se gestaron más espacios de capacitación para mujeres de diferentes estados. Gradualmente se han ido conformado otros grupos y colectivas como Morras Help Morras (Aguascalientes, 2016), la Red Necesito Abortar (Nuevo León, 2017), Saltillo Decide o Red de Aborto Seguro (Coahuila, 2018), a partir de 2019 empezaron a organizarse más en distintas entidades del país.
Así como se han gestado más y nuevas colectivas y cada vez se han integrado más jóvenes a ser acompañantas, el concepto mismo de “acompañanta” —usado en femenino por buena parte de las colectivas—y del “acompañamiento” se han ido puliendo a partir de los contextos de cada territorio. En esto México tiene sus diálogos también con países de América Latina.
Es un trabajo que diferentes mujeres —en México la mayor de las acompañantas son mujeres— realizan de manera voluntaria, sin esperar una remuneración. Es una labor que se combina con otras actividades académicas o profesionales. Esta actividad les ha llevado a capacitarse a veces en grupo, otras en solitario, en temas de salud, de psicología, procesos legislativos, de autocuidado, a reflexionar sobre conceptos como autonomía reproductiva, derechos sexuales y reproductivos, y en diseñar estrategias de seguridad, ya sea por el estigma social o el acoso de grupos antiderechos, y varias han tenido que moverse en el anonimato o la clandestinidad ante la criminalización.
La labor de las acompañantas, que tiene sus variaciones según la región del país en la que nos ubiquemos, tiene además una fuerte carga de sororidad, de un “sostenernos entre todas”, de un pensar en esta actividad de manera a veces paralela o independiente de las decisiones legislativas o las políticas públicas de salud, es decir, el acompañamiento no para ante acciones u omisiones del Estado mexicano. Y trata de ubicarse en una dinámica distinta con respecto al trato que se da a las mujeres y personas gestantes en las instituciones de salud públicas y privadas. Las acompañantas anteponen la escucha, cuidan no emitir juicios, respetan los sentimientos de quien decide abortar; han abonado a poner en perspectiva (y cada vez más) ejes como el antirracista, el clasismo, entre otros.
“No es que las acompañantes se tengan que adaptar, es que todo un sistema se tiene que adaptar a su existencia”, me dijo la abogada Ninde MolRe para la historia de las jóvenes de Coahuila.
Esto que resumo lo he aprendido y documentado, sobre todo a partir de 2018 que empecé a cubrir más acciones pro aborto en calle como fotógrafa, luego como reportera en 2021 me acerqué a jóvenes acompañantas de aborto en Coahuila y otras investigaciones, no necesariamente para medios, me han llevado a conversar con mujeres que hacen esta labor en Veracruz, Sinaloa, Puebla, Estado de México, Hidalgo, Chiapas, Quintana Roo, y edité una historia sobre las acompañantas en Guerrero.
La figura de la acompañanta no es igual en Estados Unidos, en ese país ha prevalecido el sistema de clínicas para abortar. Aunque existe la figura de abortion doula, para prestar apoyo emocional durante y después del procedimiento quirúrgico, o que hay una Red Nacional de Fondos de Aborto que trabajan para reducir barreras logisticas y financieras respecto al acceso al aborto en el país, la idea del acompañamiento tiene aún distancias a cómo se le construye en México.
“En cincuenta años de historia con el aborto legal en Estados Unidos se creó un imaginario clínico, de atención clínica para estos procesos”, apunta Castro de Mara Verde Chihuahua. “Entonces, el tratar de trabajar con las mujeres de manera desmedicalizada en espacios virtuales y que, a pesar de ser seguros, porque seguimos los protocolos de la OMS, de IPAS, sí es complicado desmitificar y ayudar y que ellas se vean beneficiadas”.
Pero esta figura, la de la acompañanta, y la red transfronteriza son ahora una opción, una alternativa ante el retroceso.
Una voz desde Texas
El 24 de junio por la mañana, A. —como pide ser citada para garantizar su anonimato— estaba haciendo sus acompañamientos de aborto con medicamentos en Texas. Siguió con su labor varias horas. De pronto vio que su teléfono empezó a sonar una y otra vez. “Eran puras personas que tenían citas en clínicas”, cuenta. “Lloraban porque les habían cancelado…y no sabían qué iban a hacer”. La anulación de Roe se había concretado.
“Básicamente ahora cada estado tiene el derecho de elegir qué restricciones pone al aborto,” dice A. “En este escenario lo que es ilegal es ayudar o proveer un aborto”. Por ello, opta por no darme el nombre de la red con la que trabaja en territorio texano.
A. tiene 22 años y empezó a acompañar abortos desde 2019. Una conocida le comentó que estaba embarazada y no sabía qué hacer. “Para ese momento yo ya sabía cómo funcionaban las pastillas y tenía unas y le dije que se las podía dar y le explicaba cómo tomarlas'', relata. “Ese fue mi primer acompañamiento no oficial y un año después empecé a hacer acompañamientos con una red”.
A. nació en México pero vive en Texas desde hace algunos años. No estaba familiarizada con el modelo de acompañamiento que hay en México, pero empezó una red con compañeras texanas y su actividad se afianzó durante la pandemia por Covid-19.
Este año al compartir espacios con redes latinoamericanas A. y sus compañeres se dieron cuenta de que los procesos eran muy similares. “Nosotras tratábamos de hacer acompañamiento y no actuar solo como otras organizaciones, fondos, que ayudan a mujeres a moverse de un estado a otro. Pensamos en cómo ayudar a la persona, cómo se siente, cómo está su situación en su casa”, dice.
A. comparte que ha visto un incremento en los casos que acompaña y considera que seguirán creciendo. Ella atiende entre 15 y 20 personas a la semana. “Hay más inmigrantes que no pueden salir del estado, personas hispanas, personas sin hogar, trabajadoras sexuales, personas de raza negra, personas trans, básicamente minorías que han tenido de por sí dificultades para acceder a una clínica. No me han llegado casi mujeres blancas”, explica.
Para A. el panorama es complejo. “El riesgo siempre ha estado, pero sí han estado agarrando más confianza los antiderechos. Han estado haciendo más campaña no solo contra nosotras sino para tener más gente para su causa”, observa. “Ya he visto varias clínicas falsas que han estado fingiendo ser otras clínicas…Hay personas que están buscando cacharte, sí ha sido bastante difícil seguir con la seguridad”. A su red han llegado cartas de antiderechos diciendo que “le paremos o vamos a terminar en la cárcel”.
“Cuando pasó lo de la Corte, al interior de la red que tenemos nos juntamos y dijimos: quien quiera salir por su seguridad, sálgase, y nadie se salió y estamos aquí listes para seguir ayudando a las personas que lo necesitan”, comparte.
Acompañar “es un acto político”
Cuando A. llegó a Estados Unidos se sintió sola. Estaba acostumbrada a tener una red de apoyo con su familia. Empezó a trabajar en un club de noche, ahí conoció a la mujer con la que haría su primer acompañamiento y decidió seguir y eso la llevó a conformar una red de apoyo, que ahora se ve articulada con otras provenientes de México.
Aunque el retroceso legislativo tiene un impacto, A. sabe que cuenta con el apoyo de otras colectivas y de la red transfronteriza. “Habíamos estado muchos años confiando en que las clínicas iban a estar y que iban a ser una opción siempre y no es así”, dice. “Pero en México y América Latina tener un aborto seguro en casa ha sido una opción segura y ha estado ahí confiablemente. Ha sido muy valioso que las redes en México se tomen el tiempo y los recursos para apoyarnos a nosotros”.
Uno de los retos que todas las aquí entrevistadas observan es la relevancia de quitar el estigma hacia los abortos seguros en casa.
“Sé que es importante hablar con los políticos…pero la verdad a mí eso no me mueve, no es una solución inmediata”, apunta A. “Si tengo a alguien que me está hablando por teléfono, que ocupa un aborto ya, no me puedo esperar…Entonces, quitarle el estigma a tener un aborto seguro en casa y poder poner el medicamento en las manos de quienes lo necesitan es una solución inmediata”.
Para Lira de Las Bloodys, un golpe legislativo no marca el ritmo del acceso al aborto. “Al final el trabajo queda en manos de las mujeres organizadas, lo vamos a hacer como lo sabemos hacer desde Latinoamérica, con nuestras propias manos”.
Y para Cruz de Las Libres todas estas acciones tienen un gran impacto: “Cada acompañamiento es un acto político…es el ejercicio de la libertad”. Para muchas que abortan, recibir el apoyo de acompañamiento: “cambia radicalmente la concepción de la carga negativa del aborto, de ‘está mal’ a ‘es mi decisión’, ‘acompañaron mi decisión’… es mi cuerpo, es mi autonomía’”, explica. “Y nadie tiene que meterse en eso, ni el Estado”.
Lizbeth Hernández es periodista, editora y fotógrafa independiente mexicana y lesbiana. Es fundadora de Kaja Negra. Desde 2011, ha hecho una cobertura del movimiento feminista, de las mujeres que luchan y defienden sus territorios, de la agenda LGBTI+ y otros temas de derechos humanos en diferentes lugares de México.