Cazar a Drácula, incubar monstruos

Una red transnacional conservadora ha ayudado a impulsar el ascenso de la ultraderecha. En primera fila de la ofensiva se encuentra la Fundación Internacional para la Libertad.

April 2, 2024

Las imágenes de Javier Milei y Victoria Villarruel impresos en billetes falsos en dólares estadounidenses en Buenos Aires antes de la segunda vuelta presidencial. (OLIVER KORNBLIHTT / MÍDIA NINJA / CC BY-NC 4.0)


Este artículo fue publicado en inglés en la edición de primavera de 2024 de nuestra revista trimestral NACLA Report.


Días antes del triunfo de Javier Milei en la elección presidencial en Argentina, una nota de apoyo firmada por nueve ex mandatarios y un Premio Nobel circuló por los medios de comunicación y redes sociales digitales. Además del ex presidente argentino Mauricio Macri, los mexicanos Felipe Calderón y Vicente Fox, los colombianos Iván Duque y Andrés Pastrana, el boliviano Jorge Tuto Quiroga, el puertorriqueño Luis Fortuño, el chileno Sebastián Piñera y el español Mariano Rajoy se sumaban al novelista peruano Mario Vargas Llosa y a una lista de thinktankers liberales como Álvaro Vargas Llosa (hijo del nobel de la literatura) y Gerardo Bongiovanni de la Fundación Libertad de Argentina, todos ellos optimistas a la candidatura del anarcocapitalista.

Aunque la nota pueda entenderse de forma aislada como un típico repertorio electoral, su inscripción al proceso histórico regional la presenta como una nueva puntada del tejido liberal transatlántico que ha venido articulándose y disputando la mente y los corazones de amplios sectores de la opinión pública y votantes latinoamericanos, en paralelo, y como respuesta, al ciclo de impugnaciones al neoliberalismo y la emergencia de gobiernos de izquierda y centro-izquierda a comienzos del siglo XXI.

Sea por los suscriptores, el tono y los encuadramientos movilizados, resulta difícil eludir los vínculos entre esa manifestación de apoyo y la nota de vasta difusión lanzada por la Fundación Internacional para la Libertad (FIL) el 23 de abril de 2020, intitulada “Que la pandemia no sea un pretexto para el autoritarismo”. El texto antecedió al ciclo de protestas abierto en Argentina en nombre de la libertad individual y contra las medidas sanitarias de lockdown implementadas por el gobierno kirchnerista de Alberto Fernández, apenas iniciada la pandemia de Covid-19.

Aunque Milei no estaba entre los firmantes, si lo estaban varios de los futuros apoyadores y su referente intelectual, el economista Alberto Benegas Lynch (h), maduro adalid de una familia antiperonista con larga trayectoria en la divulgación del liberalismo en la región.

Y si bien, en su momento, la nota fue ridiculizada por numerosos sectores de la izquierda argentina, pasados los años no son pocos los analistas que ven en ese episodio y las protestas subsecuentes un punto de inflexión en el avance de las ideas libertarias. Ideas estas que acabaron canalizando parte del descontento delante de la grave crisis, alimentando con utopías regresivas y estadofóbicas la contradictoria percepción de que la garantía y reconocimiento de derechos representa una amenaza a las frágiles conquistas y/o privilegios individuales. El resultado electoral de 2023 se inscribe en ese proceso.

Comprender el surgimiento de figuras como Milei no puede omitir las explicaciones en clave nacional, así como tampoco la actuación y el acumulo de una serie de dispositivos articulados en redes transnacionales que crean escenarios, conectan e incuban esas derechas a la derecha, o derechas radicalizadas.

Desentrañarlas requiere un trabajo analítico casi siempre inacabado por la propia dinámica del fenómeno. Con todo, un ejercicio que parece válido en este contexto es tirar de uno de sus hilos hasta llegar a esos nudos por veces nebulosos o inadvertidos, amarrados a partir del trabajo continuo de organizaciones como la FIL.

La FIL a contramarea

La Fundación Internacional para la Libertad compone las listas de un tipo de organización orientada a la búsqueda de incidencia política a partir de la movilización de ideas en un juego de malabarismos entre el capital político, el económico/empresarial, el mediático/comunicativo y el académico. Asociadas al saber experto y denominados genéricamente como think tanks, este tipo de instituciones y sus redes han conseguido consolidarse a lo largo del siglo XX alrededor del mundo, como actores políticos orientados a la defensa de ideas, creación de encuadramientos discursivos/argumentativos e influencia en los tomadores de decisiones, sean estos legisladores, juristas, periodistas, asesores, empresarios, consumidores, votantes, estudiantes, activistas, dependiendo de las circunstancias concretas y sus objetivos institucionales. Aunque este tipo de organizaciones presentan diversos formatos y movilizan ideas de campos ideológicos y tradiciones teóricas diferentes, los estudios abocados a esta forma política evidencian que los defensores de la sociedad de libre mercado han sido eficientes en el desarrollo y consolidación de este tipo de aparatos de ideas, tanto en los países del Norte como del Sur Global.

La FIL fue creada en octubre de 2002. Su nacimiento se enlaza a lo que se entiende como el segundo boom de think tanks liberales en América Latina y a lo que Karin Fischer y Dieter Plehwe consideran como una contraofensiva en el plano continental tras las sucesivas crisis de los años noventa y el avance de la llamada “marea rosa”. Recientemente había sido superado el intento de golpe de estado en Venezuela contra el presidente Hugo Chávez, el líder del Partido dos Trabajadores, Luiz Inácio Lula da Silva había ganado las elecciones en Brasil y la convulsión social en Argentina y Bolivia continuaban dando muestras de impugnación al modelo neoliberal.

“Cuando se plantea la necesidad de defender algo es porque ese algo está en peligro”, decía uno de sus miembros fundadores, el economista español Lorenzo Bernaldo de Quirós, en un artículo publicado en la página del instituto estadounidense Cato Institute a pocos días del lanzamiento de la FIL. “Un modesto y ambicioso esfuerzo para defender lo elemental frente a la irracionalidad que parece haberse apoderado de extensas capas de la opinión pública mundial”, agregaba.

Inscripta en el Registro de Fundaciones de España con sede en Madrid, la FIL se encuadra en lo que la literatura específica denomina como think tanks de segundo orden, dedicadas a apoyar otras entidades en la red y cuyo objetivo no es simplemente participar en el movimiento de defensa, sino también fomentarlo: incuban, conectan, transfieren información y dan influencia a otros think tanks y thinktankers.

En palabras de su presidente Mario Vargas Llosa, “la FIL aspira a servir como sombrilla relacionando y coordinando las actividades en España, Estados Unidos y América Latina de fundaciones, institutos y centros que promueven la cultura democrática, defienden el estado de derecho, la convivencia pacífica, los derechos humanos, la economía de mercado y combaten con resolución el terrorismo, la violencia, el totalitarismo y el autoritarismo en todas sus formas y variantes”. Para ello asumió entre sus tareas el patrocinio de organizaciones, foros y actividades, la concesión de becas y ayudas económicas, la organización de concursos, certámenes y premios para incentivar estudios, y la promoción de ediciones y publicaciones de trabajos, exposiciones y manifestaciones comprometidas con la defensa y difusión del liberalismo.

Un panel presenta el nuevo libro de Álvaro Vargas Llosa sobre el populismo durante el Foro Atlántico, organizado por la Fundación Internacional para la Libertad, 6 de junio de 2017. (CASA DE AMÉRICA / CC BY-NC-ND 2.0 DEED)

La FIL se declaró desde su inicio contraria al gobierno de Cuba. Se alineaba así al novelista peruano, público opositor del proceso revolucionario cubano desde los años setenta tras el “Caso Padilla” que conmocionó al campo intelectual internacional por el encarcelamiento del poeta cubano Heberto Padilla. La FIL veía en el llamado Socialismo del Siglo XXI y el proceso bolivariano encabezado por el presidente venezolano Hugo Chávez, la renovación del peligro comunista en la región. Para ellos, la amenaza no era aparente, estaba viva y en un ambiente favorable a propagarse. Aunque los planes conspirativos y el apoyo material soviético eran asunto del pasado, ahora los recursos venidos del petróleo venezolano encendían alertas frente al creciente poder material del emprendimiento enemigo. “Drácula ha salido de su tumba y hay que salir a cazarlo”, afirmó el escritor cubano y miembro fundador de la FIL Carlos Montaner, en su contribución a la serie de artículos que anunciaban la creación de la red liberal.

El Patronato de la FIL se compuso inicialmente por directivos de think tanks liberales latinoamericanos la mayoría fundados en los años 1980 y 1990 como el Centro de Divulgación de Conocimiento Económico de Venezuela, el Centro de Estudios Públicos y el Instituto Libertad y Desarrollo de Chile, el Centro de Investigaciones y Estudios Legales de Perú, la Fundación Libertad y la Escuela Superior de Economía y Administración de Empresas de Argentina, el Instituto Ecuatoriano de Economía Política de Ecuador, la Fundación Libertad, Democracia y Desarrollo de Bolivia, el Instituto de Ciencia Política, Colombia y el Instituto Liberal de Brasil. Así como también por la mayor red estadounidense de institutos de pensamiento liberal Atlas Network, dirigida entonces por el economista argentino Alejandro Chafuen, y por la Fundación Iberoamérica Europa, presidida por Pablo Izquierdo Juárez, vinculada al Partido Popular de España. Sus demás consejos de dirección articularon periodistas, empresarios, políticos, intelectuales y referentes del campo cultural, todos unidos bajo el lema de la incondicional defensa de la libertad de mercado con un nítido recorte territorial trazado por el histórico y asimétrico vínculo atlántico entre España, Estados Unidos y América Latina.

Del levantamiento de actividades entre 2002 y 2016, contabilizamos la organización de una veintena de eventos internacionales que podrían ser ordenados en dos tipos: Seminario o Conferencia Internacional, generalmente coorganizado con otras instituciones de carácter nacional donde se desarrolla la actividad; y los Foros Atlánticos, celebrados en todas sus oportunidades en Madrid y que mantuvo una secuencia anual, con excepción del periodo 2009-2012 donde no existen menciones al evento. En todos los casos contó con el apoyo o la colaboración de la Fundación Iberoamérica Europa y en la mayoría de Atlas Network, principales soportes de la red de ambos lados del Atlántico. Sean de uno u otro tipo, los eventos mantuvieron una misma modalidad: transcurren a lo largo de una o dos jornadas con inscripción anticipada o invitación especial; se desarrollan en torno a exposiciones, conferencias, paneles y mesas redondas compuestas por miembros de la FIL e invitados; y luego, se convierten en contenidos vehiculizados por reconocidos medios de comunicación y portales digitales.

Si como indica su nombre la FIL se proyecta a nivel internacional, los asuntos abordados en la mayoría de las oportunidades tuvieron foco en América Latina; aunque vale señalar la realización de dos eventos sobre Medio Oriente con personalidades de Israel y Palestina, en 2006 y 2007 en Madrid. Con una agenda afinada al acontecer regional, los más de 120 paneles levantados se organizaron en torno al tríptico amenazas, desafíos y oportunidades que sintéticamente podemos organizar como: las amenazas que interponen los populismos, los nacionalismos y el comunismo a la democracia liberal (apuntando prioritariamente contra los gobiernos de Cuba y Venezuela, pero también Evo Morales en Bolivia, el kirchnerismo en Argentina y Rafael Correa en Ecuador); los desafíos para garantizar la seguridad de los mercados y la guerra al narcotráfico; y las oportunidades de las democracias de mercado y la reactivación del proyecto de libre comercio en América.

Es posible notar la predominancia de actividades celebradas en España siendo Casa de América en Madrid el escenario predilecto, seguido por Colombia, Perú y Argentina, que a partir de 2012 recibió en la ciudad de Rosario la sede administrativa de la FIL. Entre 2002 y 2016 registramos la participación de 230 expositores, en su gran mayoría hombres blancos, muchos de los cuales estuvieron en más de un evento, principalmente cuando se trataba de miembros de la FIL o de entidades adheridas.

En los casos estadounidenses, la mayoría lo hicieron como académicos o especialistas en asuntos económicos o de seguridad, periodistas y miembros de organizaciones privadas (fundaciones, think tanks, ONGs), como Ian Vásquez de Cato Institute y Alejandro Chafuén de Atlas Network (ambos miembros de la FIL), pero también Mary O´Grady, editora del Wall Street Journal  y columnista de “The Americas”, John Goodman del Nacional Center for Policy Analysis, Robert Lieber  de Georgetown University, Jeane Kirkpatrick ex miembro del Council on Foreign Relations y embajadora en la ONU durante los años Reagan, y Hugo Llorens, embajador de Estados Unidos en Honduras entre 2008 y 2011, periodo que comprendió la destitución del presidente hondureño Manuel Zelaya.

En el caso español, se sumaban empresarios como el ya referido Lorenzo Bernaldo de Quirós, ex mandatarios como José María Aznar, ministros y parlamentarios principalmente vinculados al Partido Popular, como Esperanza Aguirre y Pablo Izquierdo Juárez. Entre los latinoamericanos, encontramos representantes de los think tanks afiliados a la FIL y un staff más amplio de presidentes, algunos ya mencionados, como Jorge Quiroga de Bolivia, Luis Alberto Lacalle de Uruguay, Felipe Calderón de México, Álvaro Uribe de Colombia, Sebastián Piñera de Chile, Mauricio Macri de Argentina, Guillermo Lasso de Ecuador y Pedro Pablo Kuczynski de Perú. Además de la participación de grupos de opositores/denunciantes, como los venezolanos Leopoldo López, Mitzy Capriles, María Corina Machado y Lilian Tintori de López, o miembros de las Damas de Blanco de Cuba, un movimiento de esposas y familiares de opositores encarcelados.

De los eventos consultados, el asunto más frecuente fue la supuesta amenaza populista y comunista en América Latina, seguida por la cultura de la libertad, la batalla de ideas y los think tanks; el narcotráfico, el terrorismo y la seguridad internacional; y en menor medida la globalización, inmigración y pobreza. De esta forma les fue posible construir una cartografía relativamente móvil, donde ir situando amigos y enemigos, victimas, canallas y héroes, desafíos y oportunidades a partir del cual se garantizó la retención y el reclutamiento discursivo, y la elasticidad y difusión regional de sus ideas como gramática política de la guerra cultural emprendida desde el Atlántico, en lo que entienden como la defensa de los valores occidentales.

Pero es evidente que no se trata de un repertorio novedoso. Sea por el uso casi exclusivo de la escenificación de encuentros y reuniones como por los discursos movilizados por sus miembros, la acción de la FIL parece emitir un eco (muchas veces distorsionado o descontextualizado) de los repertorios anticomunistas desplegados entre los años 1950 y 1970 de la mano de organizaciones transnacionales. Tal es el caso del Congreso por la Libertad de la Cultura, apenas concluida la Segunda Guerra Mundial, o la Confederación Anticomunista Latinoamericana, surgida en 1972 al ritmo de la Doctrina de Seguridad Nacional y el Plan Cóndor. Recuperando el análisis formulado por el historiador Rodrigo Patto Sá Motta en Em guarda contra o perigo vermelho, aunque la copia y repetición histórica resulta improbable, la FIL puede ser entendida como parte de la industria anticomunista aún vigente o reciclada en escenarios adversos a imagen (generalmente desproporcionada) de la Guerra Fría.

Como fue argumentado junto al profesor André Kaysel, es posible entender la reactivación del léxico político de la Guerra Fría llevada adelante por la FIL a partir del proceso de  traducción del anticomunismo para un nuevo contexto marcado por la crisis, impugnación y por la apertura del ciclo de gobiernos progresistas latinoamericanos, que reforzó en la opinión pública los anclajes de un atlantismo como cosmopolitismo limitado según el régimen de verdad neoliberal, confirmando a los Estados Unidos y a la Península Ibérica como tutores de los procesos políticos latinoamericanos.

Aunque las proyecciones a futuro eran poco auspiciosas para las democracias en la región, no fueron pocos los sorprendidos en 2023 con la llegada a la presidencia argentina de un economista ultraliberal cuya trayectoria enhebró el mundo académico y empresarial alcanzando popularidad a partir de su desempeño como conferencista internacional y panelista en los medios de comunicación portando un lenguaje abiertamente belicoso.

Derechas, pasados y presentes

En la actualidad regional es posible observar el crecimiento y la consolidación de dos generaciones de derechas que conviven fortaleciendo la capacidad de incidencia en el escenario regional y haciendo que la auto-identificación con el campo político de la derecha deje de ser una referencia peyorativa, como lo era antes.

Sintéticamente, caracterizamos a la primera familia como una derecha liberal-conservadora, hegemonizada por el campo liberal, germinada al final de la Guerra Fría y los procesos dictatoriales, y consolidada junto a los frágiles y tutelados procesos de transición democrática. Se trata de una derecha que, sin perder los valores católicos conservadores, priorizó la defensa de un Estado subordinado a los intereses del capital internacional y de democracias limitadas. Una derecha que sigue la cartilla diseñada por los Estados Unidos para asuntos estratégicos de seguridad hemisférica reciclando la Doctrina Monroe al escenario de posguerra fría.

Su consolidación implicó la resignificación de la idea del enemigo comunista y el diseño de otros tipos de injerencia política, económica y militar en la región. Las guerras no convencionales, el soft power y el control a través de las deudas externas se expandieron junto a la reprimarización de las economías que rediseñó el problema de la seguridad, del control territorial y de los recursos naturales. Y con ello fueron definidos nuevos peligros como el llamado narcoterrorismo, los indigenismos, el marxismo cultural, la teología de la liberación y los movimientos campesinos, aunque sin perder de vista el régimen cubano y su influencia regional aparentemente actualizada en el Foro de São Paulo.

Es posible afirmar que parte de la articulación en torno a esta familia liberal-conservadora es el resultado del trabajo acumulativo realizado principalmente por agencias públicas y privadas estadounidenses, aunque, como visto hasta aquí, la influencia europea no debe ser subestimada. La National Endowment for Democracy (NED), la U.S. Agency for International Development (USAID) y fundaciones como Atlas Network y Heritage Foundation, desempeñaron un papel destacado en la articulación y financiamiento de una serie de organizaciones, institutos y personas que, al ritmo de la puerta giratoria, fueron ocupando cargos en el ámbito público, empresarial, académico, cultural y mediático.

Su carácter conservador apela no sólo a las costumbres, sino, sobre todo, al perfil moderado en relación a los cambios que amenacen el desigual orden internacional de libre mercado y los privilegios de clase. Una derecha aparentemente adaptada al frágil juego de la institucionalidad democrática, revitalizada después de los años 2000 para colocar los primeros obstáculos al avance del ciclo progresista levantando las banderas de la anticorrupción, perfeccionando los esquemas de lawfare y ampliando sus canales de incidencia y difusión.

Sin duda, la FIL se encuadra como un ejemplo del repunte de estas derechas que no apenas auspició y aplaudió las interrupciones de las democracias en países como Honduras, Paraguay, Brasil y Bolivia, sino que también abonó al nacimiento de la otra generación de derechas, una derecha alternativa y radicalizada. Esta supuesta novedad ha sido asociada al fenómeno conocido como alt-right (en español, “derecha alternativa”), popularizado después de la victoria de Trump en los Estados Unidos y traducido al ámbito sudamericano de manera ejemplar a partir del llamado bolsonarismo. Un fenómeno que, con ecos también en países de Europa (Vox en España, Fratelli d’Italia en Italia y Fidesz en Hungría), permitió que una serie de voces y grupos reaccionarios hasta entonces marginalizados canalizaran sus ideas, alcanzando una repercusión exponencial.

Relacionada al auge de las redes sociales digitales y la consolidación de contra-públicos con espacios virtuales de socialización política, a la nueva crisis del capitalismo y reacomodaciones geopolíticas volcadas para Oriente, la irrupción de estas derechas alternativas evidenció la ruptura de los consensos en torno a lo políticamente correcto.

Grupos neonazis, racistas, xenófobos, antifeministas, homofóbicos, fundamentalistas, tradicionalistas, armamentistas y antiambientalistas fueron amplificando sus canales de difusión y en algunos casos se amalgamaron al antiestatismo ultraliberal a partir de la movilización radicalizada de encuadramientos disonantes y contradictorios entre pasados, presentes y futuros que resultó efectiva en su masificación. Un contexto favorable para la difusión de teorías conspirativas y la reactivación de organizaciones como la Conservative Political Action Conference (CPAC), renovada con la gestión del ex asesor de George W. Bush (h) y líder de la American Conservative Union, Matt Schlapp, con participación destacada durante la campaña y presidencia de Donald Trump.

Esta derecha a la derecha es producto de un clima que entrelaza una nueva crisis generalizada y que, como argumenta Pablo Stefanoni en el libro ¿La rebeldía se volvió de derecha?, se presentan como antisistema, contestatarios al orden, lo que resulta efectivo para canalizar la indignación ante la falta de respuestas de las democracias actuales a las incumplidas promesas de ascenso o de justicia social. Esto no significa que actúen fuera del sistema político, mucho menos que desprecien la movilización de los imaginarios anticomunistas o silencien los pasados autoritarios. Como un joven reaccionario, en apariencia rebelde, continúa los pasos de las generaciones anteriores de forma disruptiva y acelerada.

Incubar el shock

El 26 marzo de 2019, la Fundación Libertad de Argentina celebraba su 31° aniversario con una cena organizada junto a la FIL en la ciudad de Rosario. El evento tenía como atracción principal un diálogo entre Mario Vargas Llosa y el entonces presidente Mauricio Macri. Anticipando las dificultades para la reelección, Vargas Llosa no ahorró palabras para cuestionar la gestión del empresario argentino y entre preámbulos y citas abstractas decía: “la equivocación tiene un nombre, el gradualismo”. Y con ello llamaba a un “sinceramiento de la economía, por más dramático que eso fuera”. A lo que Macri respondió, “muchos acá piensan lo mismo”. Y agregó, “[si gano las elecciones] voy a tratar de ir en la misma dirección que estamos, lo más rápido posible”, provocando los aplausos de los comensales. ¿Un eufemismo para hablar de un ajuste de shock?

Ratificando los signos de tedio expresados en el rostro del novelista peruano durante el diálogo, Macri salió derrotado de la contienda presidencial de 2019. Sin embargo, ese episodio alcanzó cierta repercusión, abriendo caminos para una serie de posicionamientos que no demorarían en ser asimilados por nuevos actores que parecieron rejuvenecer los aires de las derechas liberal-conservadoras algo exhaustas tras un quindenio navegando a contramarea. Una derecha más radical, sin eufemismos para anunciar el shock bajo el visto bueno de los viejos lobos de mar ahora impacientes.

Tal vez la irrupción de Milei ejemplifique ese desplazamiento dentro del propio campo de las derechas latinoamericanas que, parafraseando a Antonio Gramsci, ni nuevo ni viejo son como los monstruos que surgen en el claroscuro. Observar la actuación de redes como la FIL puede ser un camino para desentrañar una serie de nudos transnacionales que, como incubadoras, crean condiciones para su potencial emergencia.


María Julia Giménez es Doctora en Ciencia Política (Unicamp). Es graduada en la licenciatura y el profesorado en Historia (UNS). Realizó una maestría en Historia y Memoria (UNLP) y otra en Ciencias Sociales (UFRRJ). Actualmente realiza un posdoctorado en la UFRRJ con el apoyo de la Fundação de Amparo à Pesquisa do Estado do Rio de Janeiro (FAPERJ).

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