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Ecuador vive una “tormenta perfecta” que incluye una inédita conmoción de la seguridad pública, una crisis económica que recuerda sus peores tiempos y un quiebre en la legitimidad del poder político que obligó unas elecciones adelantadas que se realizarán el 20 de agosto.
En ese terreno, la derecha neoliberal que llevó al banquero y actual Presidente Guillermo Lasso, quien disolvió el poder legislativo, se reinventa para hacer frente al correísmo. Al mismo tiempo la dupla formada por Luisa González y Andrés Arauz busca la victoria para el correísmo. Si lo consiguen, González se convertirá en la primera presidenta en ganar las elecciones.
El correísmo es un movimiento político ecuatoriano que surgió durante el primer ciclo de gobiernos progresistas de América Latina, en la primera década del siglo, y se promocionó como un sistema de gobierno que logró “a través de procesos profundamente democráticos, [convertirse] en el líder de Latinoamérica en la reducción de la desigualdad, [cuatro] veces superior al promedio de América Latina”, dijo Rafael Correa en su conferencia magistral en la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) en 2014.
Este movimiento posee una enorme potencia electoral demostrada en todos los eventos comiciales desde entonces, en los que se ha posicionado como la primera fuerza política del país.
Desde que comenzaron los gobiernos del ex presidente Rafael Correa, de 2007 a 2017, y luego con la victoria del ex presidente Lenín Moreno, de 2017 a 2021, el correísmo, o la Revolución Ciudadana como se le llamó oficialmente a este movimiento, se hizo hegemónica en el campo político y pudo vencer con facilidad y de manera continua hasta que su candidato, Andrés Arauz, ganó cómodo la primera vuelta de las presidenciales pasadas pero perdió por 5 por ciento en el balotaje frente al actual presidente Guillermo Lasso.
Junto con otros movimientos de América latina, como el chavismo, el peronismo, y el lulismo entre otros, representó en su momento una oleada de cambios en el continente y una cruzada contra la derechización a la que nos había acostumbrado los gobiernos de la región, especialmente después de las dictaduras militares. Estos movimientos representaron un aire fresco que reposicionó a la política, después de varios años de conservadurismo y reavivó las luchas de los pueblos porque demostró su capacidad para la toma y mantenimiento del poder político y para lograr conquistas sociales.
Pero el correísmo perdió el control político y la derecha supo castigarlo en el evento electoral de 2021, que aún ronda como una sombra en el imaginario ecuatoriano debido al ascenso del banquero y actual presidente Guillermo Lasso que ha tratado de imponer un paquete neoliberal pero con una férrea resistencia que ha llevado a levantamientos indígenas y a dos intentos de enjuiciamiento político por parte de la Asamblea nacional ecuatoriana.
Correa, su principal líder, se encuentra asilado en Bélgica, después de haber sido judicializado por la justicia de su país. Su antiguo aliado, el también ex presidente Moreno, emprendió durante su gestión una cruzada para reducir al correísmo a su mínima expresión, expropiando su partido y persiguiendo a sus principales líderes, como el ex vicepresidente Jorge Glass quien sufrió varios años de prisión.
Sin embargo, el correísmo se mantuvo activo y articulado. Ante la debacle del actual gobierno y el anuncio, por primera vez en la historia ecuatoriana, de la “muerte cruzada”, una herramienta constitucional para la convocatoria adelantada de presidenciales y legislativas según el artículo 140 de la Carta Magna, la Revolución Ciudadana se posicionó rápidamente como favorito en la contienda que tendrá una primera vuelta el 20 de agosto y, de ser necesario, un balotaje el 15 de octubre.
Ya el correísmo avanzó en las elecciones seccionales de febrero de este año en las que obtuvo 9 de las 23 prefecturas y 50 de las 221 alcaldías, logrando la victoria en espacios que eran feudos de la derecha, como el caso de la provincia de Guayas y la ciudad de Guayaquil en las que había gobernado el Partido Social Cristiano (PSC) por tres décadas consecutivas. También ganó en la capital, Quito. Para entender la magnitud de su victoria se puede comparar con sus históricos oponentes, los partidos de derecha, tanto CREO (de Lasso) que no consiguió ninguna prefectura y casi desaparece del mapa político, como el PSC que solo obtuvo 2 prefecturas, en el peor resultado de su historia como partido.
La derecha se encuentra en su peor momento, mientras que el correísmo viene en ascenso, y en este proceso ha decidido, para ganar las presidenciales del 20 de agosto, incluir una variante que podría impulsarlo definitivamente, como lo es una mujer de candidata presidencial, González, de 45 años, quien podría hacer historia de lograr convertirse en la primera presidenta del Ecuador.
El correísmo se prepara para la contienda
González, si bien forma parte del núcleo cercano de Correa y viene de transitar por varios cargos públicos, incluido un curul en la Asamblea Nacional en la que fue vocera de su movimiento en varias oportunidades, no se había desempeñado en alguno de los altos cargos, por lo que su escogencia resultó sorpresiva. Aun así, se ha citado a González diciendo "más allá de una candidatura, más allá de una opción, soy Revolución Ciudadana", afirmando su dedicación al correísmo.
En menos de un mes y con el apoyo del aparato correísta, ha logrado ubicarse en las encuestas en el primer lugar de preferencia, sacando más del doble de ventaja a sus contendores más cercanos.
Además, tiene un plus interesante puesto que es evangélica y va a tratar de desmontar el estereotipo del votante cristiano como uno de derecha radical, tal como lo ha caricaturizado el bolsonarismo en Brasil. También presume su procedencia campesina y de haber sido madre adolescente y soltera.
El ex candidato presidencial Arauz, quien viene de obtener el 47 por ciento en la segunda vuelta de 2021, será su compañero de fórmula vicepresidencial. A diferencia de las campañas anteriores en la que los candidatos correístas se mostraron un tanto distantes de su líder histórico, ambos en esta ocasión están apegándose a su lealtad, con el fin de pasar la página de la contundente “traición”. La traición que, a juicio del correísmo, propinó el ex presidente Moreno, quien llegó con los votos y el apoyo de la Revolución Ciudadana después de haber sido vicepresidente del gobierno, pero rápidamente montó tienda aparte y terminó convirtiéndose en el pivote de su persecución política.
Frente al caso de 2021 en el que ganaron en primera vuelta cómodamente, pero perdieron por poco en la segunda contra el candidato de la derecha representada por Lasso, esta dupla ha establecido el objetivo de ganar en la primera vuelta, cuya campaña es corta e intensa. Como estrategia, necesitarán obtener o bien más del 50 por ciento de los votos, o bien más del 40 por ciento y superar al menos por 10 por ciento a su más cercano rival.
Sus oponentes de derechas Otto Sonnenholzner, Fernando Villavicencio y Jan Topic se encuentran dispersos y disputándose, entre ellos, los votos conservadores.
Sin embargo, antes de cantar victoria o suponer un triunfo automático debido a las condiciones a favor que parece tener la formula de la Revolución Ciudadana, queda un recorrido, corto pero infartante, en el que se presentan obstáculos de peso que se asemejan mucho a los que tuvo en 2021.
Los obstáculos del correísmo
El movimiento correísta tiene como talón de aquiles su dificultad para establecer alianzas con las organizaciones indígenas con quienes ha tenido sonadas discrepancias. Ha sido realmente incapaz de digerir las críticas de los sectores más díscolos en un país sobrellevado, desde principios de los noventa, por las efectivas revueltas de los movimientos sociales.
Si bien, ni el partido indígena Pachakutik, ni la Confederación de Nacionalidades indígenas de Ecuador (Conaie) apoyan candidaturas, Yaku Pérez—quien logró en 2021 arrastrar un 19 por ciento en la primera vuelta que casi lo mete en el balotaje y luego convocó al Voto Nulo que consiguió más del 16 por ciento de los votos—ha decidido hacerlo por su propia cuenta. Su aspiración es un dolor de cabeza al correísmo porque le astilla su nicho sólido, y lo deja sin la base suficiente para arrasar, como lo hacía en su época dorada.
Debido a las posturas anti-neoliberales de ambos sectores, puede parecer previsible una unión coyuntural de cara al balotaje. Sin embargo, Pérez representa al ala dura del anti correísmo en el movimiento indígena y en varias ocasiones ha preferido aliarse a la derecha con tal de impedir que la Revolución Ciudadana vuelva al poder, lo que representa una división en el campo popular que puede darle la victoria al conservadurismo ecuatoriano. Su celebre frase “es preferible un banquero que una dictadura” es representativa de su posición política.
A favor de la Revolución Ciudadana, en esta ocasión, la gestión neoliberal de Lasso ha permitido encontrar similitudes entre las bases de ambas fuerzas políticas. El “voto útil” anti neoliberal, y la falta de apoyo de Pachakutik a Pérez, puede provocar un trasvase del “votante crítico” hacia la dupla González-Arauz, que representa el principal pilar de la lucha contra las medidas de ajuste macroeconómico que lleva a cabo el actual mandatario Lasso y que ha dejado revueltas indígenas y una amplia desaprobación.
Por otra parte, el voto joven también se manifestó en 2021 por otra opción, la de Xavier Herbas (15 por ciento) quien, aunque sin el partido Izquierda Democrática que le apoyó entonces, otra vez ha inscrito su candidatura.
Una de las incógnitas de la Revolución Ciudadana es su capacidad de convocar estos sectores, sobre todo cuando ha establecido un relato “restauracionista” que trata de convocar una vuelta a la “década ganada” de Rafael Correa, una gestión que muchos jóvenes no conocieron y podrían no entusiasmarse con esa “vuelta al pasado”.
Esto último tiene significación ya que las elites económicas, una vez fracasan políticamente con el gobierno de Lasso, ensayan con la candidatura de Otto Sonennholzner, un joven, empresario de medios, que las encuestas le conceden altas probabilidades de pasar a la segunda vuelta.
No se juega cualquier cosa. El otrora país aislado de las mafias criminales de sus vecinos y con envidiables datos macroeconómicos parece ser cosa del pasado. El neoliberalismo se ha instalado tanto en el gobierno de Moreno como de Lasso y ha producido la profundización de la exclusión social.
Por su parte, el correísmo ofrece modificar el rumbo del país y encajar en el nuevo ciclo progresista que se vive en América Latina.
Este 20 de agosto y de ser necesario, en el balotaje del 15 de octubre, Ecuador decidirá su futuro en medio de las peores amenazas que recuerde. El apoltronamiento de las derechas puede llevar a una crisis mucho más profunda. ¿Podrá el correísmo revertir esta tendencia? Esto lo sabremos las próximas semanas.
Ociel Alí López es sociólogo, ganador de los premios Clacso/Asdi para jóvenes investigadores y del premio municipal de literatura de Caracas, profesor de la Universidad Central de Venezuela y escribe sobre América Latina.