Este artículo fue publicado en inglés el 2 de noviembre de 2023.
Inmediatamente después del letal ataque de Hamás del 7 de octubre, muchos líderes mundiales calificaron la violencia de Hamás contra civiles como una barbarie, y afirmaron que Israel tenía “derecho a defenderse” sin condiciones, y sin mencionar la ocupación. A medida que el gobierno israelí ha respondido con desplazamientos forzados, llamados a una limpieza étnica y bombardeos indiscriminados que han cobrado la vida de casi 9.000 gazatíes, la mayoría de los cuales eran mujeres y niños, se ha vuelto claro que la respuesta inicial de la comunidad internacional al ataque inicial fue deficiente.
Uno de los líderes que no siguió el guion fue el Presidente de Colombia, Gustavo Petro, quien inmediatamente hizo un llamado a la negociación y el reconocimiento del estado de Palestina. Aunque no condenó a Hamás, Petro compartió publicaciones lamentando las “terribles muertes en Israel”, pero también advirtió sobre los peligros de una respuesta desproporcionada por parte de Israel. En las últimas semanas, Petro se ha convertido en uno de los críticos más vehementes de Israel.
El hecho de que un presidente colombiano utilice su posición para criticar al gobierno israelí representa un cambio radical en un país con profundos lazos contemporáneos e históricos con Israel. A medida que la situación humanitaria se ha ido deteriorando en Gaza, otros líderes latinoamericanos han empezado a denunciar la respuesta de Israel y a pedir un cese al fuego: Bolivia rompió lazos diplomáticos con el país, y Chile y Colombia llamaron a sus embajadores a consultas. También han surgido protestas en toda la región, desde Chile a Colombia, e incluso México. Aunque los medios de comunicación israelíes y destacados grupos judíos han afirmado que las protestas de solidaridad con Palestina tienen sus raíces en el antisemitismo, un examen más detenido de la historia de los intereses y la intervención israelíes en América Latina revela un panorama más complejo.
Israel como proveedor de armas de la Guerra Fría
Es posible que el propio Estado de Israel no se hubiera fundado sin el apoyo de América Latina. Excluyendo a Europa Occidental y Norteamérica, ninguna región apoyó tanto el proyecto sionista en sus inicios como América Latina. El bloque regional aportó 13 de los 33 votos totales a favor del plan de partición de 1947 del que, tras una guerra, nació el Estado de Israel. Poco después, los 18 gobiernos latinoamericanos representados en las Naciones Unidas también votaron a favor de la admisión de Israel en la ONU.
Con pocas excepciones, este apoyo continuó durante los años cincuenta y sesenta, cuando el bloque latinoamericano en la ONU apoyaba a menudo a Israel incluso más que los gobiernos occidentales. Las cosas empezaron a cambiar con el auge del Internacionalismo del Tercer Mundo, la guerra árabe-israelí de 1967 y la guerra del Yom Kippur de 1973, en la que Cuba proporcionó tropas a Siria. En el contexto de guerras consideradas por muchos como actos de agresión israelí, la creciente importancia del petróleo árabe y un distanciamiento de Estados Unidos cada vez más grande y enmarcado en un movimiento global de no alineación, el sentimiento de los gobiernos latinoamericanos hacia el sionismo empezó a cambiar.
El rol de Israel en la perpetuación de la violencia en toda la región en las décadas de 1970 y 1980 —mediante la venta de armas, la formación directa de dictaduras militares y la financiación de movimientos contrarrevolucionarios violentos— fue fundamental para reconsiderar el apoyo al proyecto sionista. A menudo considerado como un representante de los intereses de seguridad de Estados Unidos en la región, Israel estaba allí para proveer apoyo diplomático y militar a los regímenes represivos que se volvían demasiado extremos como para que el país norteamericano los apoyara.
Este fue el caso de la dictadura chilena del general Augusto Pinochet. En 1976, tras el embargo sobre la venta de armas estadounidenses a Chile, el gobierno israelí se convirtió inmediatamente en el mayor proveedor de armas al régimen chileno. Israel también armó y entrenó de forma encubierta a los Contras nicaragüenses a principios de la década de 1980, en parte por petición de Washington, durante su brutal guerra contra los sandinistas. El entonces ministro de defensa israelí, Ariel Sharon, visitó Honduras en 1982 para reunirse directamente con los Contras que estaban financiando.
Del mismo modo, Israel intervino después de que Estados Unidos sancionara a la brutal dictadura militar argentina. Entre 1978 y 1983, los israelíes proporcionaron más de 1.000 millones de dólares en equipamiento militar a la dictadura argentina, que era extremadamente antisemita y atacaba de forma desproporcionada a sus ciudadanos judíos y torturaba a los sospechosos en cárceles militares decoradas con imágenes de Hitler. El antisemitismo argentino era tan evidente que los académicos han planteado la idea de que Israel se alió con el régimen porque representaba una oportunidad para captar a más judíos, quienes huían de la violencia en su país, para el estado de Israel.
Además de los embargos de armas impuestos por Estados Unidos, el principal atractivo de la experiencia israelí era su continuo control colonial sobre los palestinos, ejercido a través de políticas y tecnologías que podían venderse a gobiernos autoritarios interesados. No hubo ningún lugar en el que la exportación del modelo israelí fuera tan evidente como en Guatemala, donde los líderes de la derecha hicieron llamados explícitos para la "palestinización" de la población Maya. Importantes funcionarios guatemaltecos encargados del desarrollo rural volaron a Israel y, al regresar impresionados por el uso de los colectivos agrícolas (kibbutzim) como herramientas de vigilancia, los incorporaron a la campaña de tierra arrasada emprendida por el general Efraín Ríos Montt en 1982. Los funcionarios israelíes también estuvieron presentes en el terreno para ayudar a implementar la reorganización de la vida rural en nombre de la lucha contra la insurgencia guerrillera. En la práctica, la campaña aterrorizó a los campesinos y buscó "nada menos que 'la transformación definitiva de la faz del altiplano indio'" en el modelo de "un pequeño Israel en el altiplano", como escribió George Black para NACLA en 1983. "Comités comunitarios armados en asentamientos israelíes" sirvieron de modelo para las Patrullas de Defensa Civil de Guatemala, mientras que las abundantes metralletas Uzi de fabricación israelí contribuyeron a la masacre de decenas de miles de personas, la mayoría de ellas Mayas.
Israel también suministró armas a los violentos regímenes autoritarios de El Salvador y Honduras, así como a países en ambos lados de sangrientas guerras limítrofes como Ecuador y Perú. A mediados de la década de 1980,18 países latinoamericanos habían comprado armas israelíes y la región representaba una tercera parte de todas sus ventas de armas.
Hoy en día, a pesar de su continua injerencia en la región, el apoyo a Israel persiste. Israel proporcionó ayuda militar al régimen golpista de Honduras que, respaldado por Estados Unidos derrocó en 2009 al presidente democráticamente electo, Manuel Zelaya. Recientemente, ha proporcionado software de vigilancia, como Pegasus, a los gobiernos de México, El Salvador y República Dominicana, que lo han usado para espiar a periodistas y activistas de derechos humanos, a veces con consecuencias mortales.
En los últimos años, Israel se ha convertido también en un símbolo del resurgimiento de la derecha. Una creciente base populista evangélica en todo el continente ondea con orgullo banderas israelíes y exige que los países trasladen sus embajadas a Jerusalén. Como revela la historia de Colombia, la guerra contra el terrorismo y la privatización de los estados de seguridad nacional también han proporcionado al gobierno israelí amplias oportunidades para seguir beneficiándose de la inseguridad de la región y contribuyendo a ella.
Los Estados de seguridad privatizados unen sus fuerzas
Aunque las relaciones oficiales entre Colombia e Israel se establecieron en la década de 1950, la colaboración israelí con las fuerzas armadas colombianas despegó en la década de 1980, cuando éstas empezaron a comprar armas a Israel. En aquella época, el Estado colombiano libraba una guerra contra un número de insurgencias guerrilleras de izquierda, como las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). El gobierno colombiano dependía en gran medida de fuerzas paramilitares para combatir a las insurgencias, reflejando la estrategia de seguridad israelí de utilizar contratistas militares privados para monitorear a las poblaciones subversivas.
Mientras la venta de armas crecía, Israel también proporcionaba entrenamiento a los paramilitares colombianos en Israel. De hecho, Carlos Castaño, el cofundador del grupo paramilitar más conocido de Colombia, las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), recibió más de un año de entrenamiento militar en Israel en la década de 1980. Incluso señaló que la idea de las unidades de autodefensa fue "copiada de los israelíes; cada ciudadano de ese país es un potencial soldado".
A medida que las organizaciones paramilitares —que luego se convertirían en las AUC en los años 90—, empezaron a crecer, israelíes como Yair Klein, un antiguo teniente convertido enmercenario que creó la empresa de seguridad Spearhead, estuvieron allí para proporcionar entrenamiento directo y armas. Cincuenta de los mejores alumnos de las futuras AUC fueron enviados a Israel para recibir formación adicional. Las AUC, que entre finales de los 80 y principios de los 2000 cometieron el mayor número de violaciones de derechos humanos en el largo y complejo conflicto colombiano, se beneficiaron de una estrecha relación con el Estado colombiano.
Bajo el mandato del presidente Álvaro Uribe (2000-2008), la administración, al igual que sus homólogos paramilitares, mantuvo una estrecha relación con el gobierno israelí y con los contratistas y las empresas militares privadas que, en palabras del académico y activista Les Field, forman el "brazo paralelo privatizado del estado de seguridad israelí". Fue bajo el gobierno de Uribe cuando las similitudes de las guerras libradas por ambos países se hicieron más evidentes. Colombia perfeccionó una "política de derecha radical, contrarrevolucionaria y antiindígena promulgada por un Estado que también se manifiesta como un paraestado privatizado", según Field. De este modo, la "privación de derechos por parte del Estado, los paramilitares y las empresas" a las comunidades afrodescendientes e indígenas de Urabá y Chocó refleja el respaldo del Estado israelí a los colonos armados que desplazan a los palestinos de sus tierras en el valle del Jordán.
La relación ha generado ganancias políticas para Israel. En 2012, cuando 138 países votaron a favor del reconocimiento de Palestina en las Naciones Unidas, Colombia se abstuvo. En 2017, cuando 128 países votaron para condenar el reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel por parte de Estados Unidos, Colombia volvió a abstenerse. Hasta que el presidente Juan Manuel Santos reconoció sigilosamente a Palestina en su salida en 2018, Colombia era el único país suramericano que aún no lo había hecho.
"Un día nos pedirán perdón"
Incluso antes del último asedio israelí a Gaza, Gustavo Petro se pronunciaba a favor de los derechos de los palestinos. En sus críticas más recientes, sin embargo, Petro se ha referido directamente a la ayuda israelí a los paramilitares colombianos. Mientras amenazaba con suspender las relaciones diplomáticas con Israel porque " No apoyamos genocidios ", tuiteó que algún día el gobierno y el ejército israelí " nos pedirán perdón por lo que hicieron sus hombres en nuestra tierra desatando el genocidio ". Se refirió directamente a Yair Klein, condenado en ausencia a 10 años de prisión en colombiana, pero que ha permanecido a salvo en Israel.
La retórica de Petro ha sido incendiaria: después de que el ministro de defensa de Israel dijera que estaban luchando contra "animales humanos", comparó a los israelíes con los nazis. También ha denunciado el "terrorismo" israelí y, tras ser acusado de antisemita, replicó diciendo que nunca apoyó a Hitler "como hicieron la oligarquía y la prensa que me atacan". El 31 de octubre, Petro anunció que iba a convocar una reunión con el embajador de Colombia en Israel. "Si Israel no detiene la masacre del pueblo palestino", tuiteó, "no podemos seguir allí", aludiendo a una posible suspensión de relaciones diplomáticas. Colombia también tiene previsto abrir una nueva embajada en Ramala y se ha comprometido a enviar ayuda a Gaza.
Lo que se ha pasado por alto en la cobertura de la respuesta de Petro ha sido su reiterado énfasis en la necesidad de conversaciones de paz serias para lograr una solución de dos Estados. En el centro de la denuncia de Petro sobre el papel de Occidente en el bombardeo israelí de Gaza está su doble rasero cuando se trata de la guerra en Ucrania. Mientras que la resistencia ucraniana contra Rusia —que tiene importantes elementos neonazis— ha sido apoyada sin reservas, el apoyo a la resistencia palestina contra la ocupación israelí ha sido considerado antisemita. Petro ha insistido en esta contradicción en múltiples discursos.
Petro, antiguo guerrillero del desmovilizado Movimiento 19 de Abril (M-19), comprende profundamente la relación entre la opresión gubernamental y la violencia política. Su plan de "paz total", basado en reformas estructurales y negociaciones con los principales grupos armados de Colombia, fue un elemento central de su atractivo político. Petro se ha referido directamente a estas negociaciones en curso, tuiteando "Mientras el mundo se embarca de guerra en guerra, nosotros vamos por la Paz".
En estas negociaciones, el gobierno colombiano ha reconocido cómo sus propias acciones han contribuido a las desigualdades, el abandono y la violencia que, aunque no justifican el terror, proporcionan un contexto crucial para la aparición de las insurgencias armadas. Basándose en estas experiencias, Petro ha argumentado que para que la paz sea una posibilidad, la ocupación israelí tiene que terminar. Los manifestantes colombianos, que ven en la demonización de la solidaridad palestina ecos de sus propias experiencias al ser etiquetados como simpatizantes de las FARC por defender a los campesinos de la masacre, han argumentado lo mismo en sus frecuentes protestas públicas contra la violencia israelí.
Aunque imperfectos y todavía incompletos, los recientes intentos de paz en Colombia encierran valiosas lecciones que, junto con la postura inflexible de Petro en defensa de las vidas palestinas, el resto del mundo necesita desesperadamente tener en cuenta.
Nota del autor: Si quiere apoyar a organizaciones que realizan una gran labor sobre el terreno en Gaza, aquí hay un par de sugerencias: The Palestine's Children's Relief Fund, Medical Aid for Palestinians, ActionAid y Anera.
Gabe Levine-Drizin es estudiante de doctorado en Historia en la Universidad de Nueva York y se enfoca en la reforma agraria colombiana y las ocupaciones de tierras en las décadas de 1960 y 1970.
Este artículo fue traducido del inglés por Lara Susana Loaiza, una analista y periodista sobre seguridad y crimen en Latinoamerica.
Katerine Lara Rojas es periodista, fotógrafa y realizadora audiovisual en Bogotá, Colombia. Puede ver más de su trabajo en Instagram (@katlarojas) y en su página profesional.