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Cuando Verónica Gago y Silvia Federici convocaron en marzo una conversación sobre dinámicas feministas de politización y reencantamiento en el Centro Rey Juan Carlos de la Universidad de Nueva York, el auditorio estaba tan lleno que mucha gente no pudo entrar. Gago y Federici han mantenido una larga amistad y un diálogo intelectual, uniendo las corrientes feministas radicales de los años setenta, de las que Federici fue pionera, con los florecientes movimientos feministas latinoamericanos. En los últimos años, Gago—que ayudó a liderar el movimiento #niunamenos en Argentina—se ha convertido en una de las teóricas y activistas feministas más reconocidas de las Américas.
En el acto público celebrado en marzo, Gago reconoció la obra de Federici como "un río que ha dado forma al movimiento feminista actual en todo el mundo". El lenguaje que evoca la tierra y el cuerpo no es casual; ambas mujeres han sido fundamentales a la hora de ampliar el terreno de la lucha feminista más allá de reivindicaciones aisladas—trabajo no remunerado, derecho a decidir—hasta una constelación coordinada de luchas que están creando alianzas entre cuerpos y geografías y dando forma a nuevos vocabularios de resistencia. El libro de Gago La Potencia Feminista (2019) sirve como mapa de ese terreno ampliado. La mobilización feminista, escribe Gago en su libro, "es la composición de un cuerpo común que produce una especie de resonancia: una política que hace del cuerpo de una mujer el cuerpo de todas". La clave para abrir esa resonancia es a la vez primaria y calculada: "la desobediencia en sentido amplio".
La investigación actual de Gago examina los mecanismos capitalistas de la deuda y la financialización como la iteración más reciente de la desposesión patriarcal, una política de guerra lenta a través de la austeridad, el empobrecimiento y la erosión de los servicios sociales que tiene como objetivo la reproducción cotidiana de la vida social. Las mujeres y los cuerpos feminizados están en el centro de estos procesos de precariedad y financialización. También lideran los movimientos y las luchas para combatirlos.
La conversación de Gago y Federici forma parte de una serie de actos públicos, seminarios y prácticas feministas llevadas a cabo por Gago la pasada primavera como Cátedra Andrés Bello de Culturas y Civilizaciones Latinoamericanas en NYU. Además del diálogo con Federici, Gago también impartió una charla sobre las variaciones neoliberales en América Latina a través de una genealogía feminista crítica; un seminario de posgrado titulado "Prácticas feministas: Tiempos y territorios de revuelta"; y un taller de tres días sobre metodología y experimentación de la investigación feminista en el que participaron una docena de académicas y activistas feministas de toda América Latina. Esta serie cuidadosamente elaborada es el núcleo de lo que hace que el trabajo de Gago sea tan apasionante y transformador: unir teoría y práctica, satisfacer el deseo de los movimientos feministas autónomos de las Américas tanto de acción como de investigación, y articular alianzas transnacionales que fortalezcan cada movimiento y ejemplifiquen las conexiones innatas entre las luchas y los sistemas de opresión.
Como Gago y Federici nos recordaron durante su conversación, el capitalismo desencanta, destruyendo nuestro conocimiento y creatividad colectiva a través de ciclos cada vez más profundos de deuda, extracción, empobrecimiento, aislamiento, e "incluso el conocimiento sobre nuestro propio cuerpo". Es a través de la lucha colectiva que recuperamos la sensación de encantamiento con el mundo, hacemos circular ideas entre otros cuerpos y territorios en lucha e imaginamos futuros colectivos alternativos. La complejidad y pluralidad de la noción de potencia feminista que plantea Gago también nos permite fortalecer y visibilizar procesos emergentes de articulación de lucha entre nuestros feminismos y nuestros ecologismos, antirracismos e indigenismos desde abajo.
El 1 de mayo, Día Internacional del Trabajador, nos sentamos con Gago para reflexionar sobre su estancia en Nueva York, los temas que animan su investigación actual y los contornos de la militancia en alegría en tiempos reaccionarios y de renovación radical.
Esta entrevista ha sido editada por su extensión y claridad.
Pamela Calla: Nos puede contar un poco de tus motivaciones, los objetivos logrados o no logrados en la cátedra Andrés Bello aquí en NYU. ¿Qué esperabas lograr con tu tiempo aquí en Nueva York?
El programa del seminario expresa muchas de las lecturas en las que vengo trabajando en los últimos años que son parte fundamental de los diálogos que me permitieron escribir el libro, La Potencia Feminista, en medio del ciclo de movilizaciones feministas en Argentina y en nuestro continente en particular.
El propósito era desplegar esos diálogos y usarlos para construir algunos problemas. Y esos problemas yo los ubiqué como territorios. Me interesa mucho pensar esta dinámica territorializada que las prácticas feministas hoy están poniendo en evidencia, pero también tensionando qué es lo que entendemos por territorio.
Esta noción de territorio es una de las que me sigue pareciendo muy fértil para entender cuáles son las dinámicas de lucha, de resistencia y de creación que hoy están poniendo en juego las prácticas feministas pensadas en su multiplicidad a distintas escalas.
Hablamos de un movimiento transnacional, pero a la vez con un énfasis muy fuerte en lo regional desde el sur, a la vez cual es la especificidad con las coyunturas políticas de cada uno de nuestros países con la que los feminismos se van tejiendo. Me parece muy interesante cómo se van enhebrando esos territorios y esas geografías y esas coyunturas, y por qué en esa complejidad tan grande las prácticas feministas logran tener un protagonismo muy potente en estos últimos años que ha alterado de manera sustancial lo que entendemos por política.
Estamos siendo contemporáneas de un proceso muy importante de movilizaciones feministas. Esos territorios que yo elegí desde los cuales armar el programa—que son el territorio del trabajo y del no trabajo, el territorio de las violencias, el territorio del saber, el territorio de la organización—son como nudos problemáticos que permiten ir mapeando, ¿qué es lo que se proponen cambiar estas dinámicas feministas? ¿Cuáles son los límites que nos hemos encontrado? ¿Qué se ha abierto como otra manera de pensar la conflictividad? Y a la vez, ¿cómo se produce saber colectivo desde esos momentos de conflictividad?
Julianne Chandler: Hablas de una especie de arte de la especulación, citando a la ensayista y crítica argentina Josefina Ludmer. Puedes explicar un poco más cómo conceptualizas las implicaciones múltiples de la especulación desde una perspectiva feminista? Y cómo esta conceptualización te sirve en tu activismo político, fuera y dentro de la academia?
VG: Es un término que me gusta mucho, como lo utilizó la Josefina Ludmer en un libro que se llama “Aquí América latina, una especulación.”
Lo que me gusta de ese término es poner una sintaxis, desde un lugar concreto, a las ideas de otres. Por un lado, explica la coautoría de todo lo que hacemos, y que a la vez hay algo de esa sintaxis, de esa manera de reutilizarlas que lo hacemos desde un territorio concreto.
A la vez, desde América latina, tenemos que trabajar en lo especulativo porque muchas veces se nos reduce a un lugar de pura experiencia, sin conceptos—como que los conceptos vienen de afuera o los recibimos—y eso replica el modelo de que América Latina tiene materia prima, pero no tiene capacidad especulativa-filosófica-conceptual. Me gusta mucho ese gesto desobediente de especulamos porque estamos conceptualizando, pensando, poniendo sintaxis, desde nuestro territorio.
También hay mucha literatura feminista que está pensando en esta fabulación especulativa, los gestos especulativos de Donna Haroway, de Isabel Stengers, que están tratando de entender cómo abrir formas de la imaginación para especular otros tiempos y otros territorios.
Y por otro lado, yo vengo trabajando mucho en la investigación del capital financiero, en particular en la deuda. La deuda y el capital financiero en general se los reconoce por ser un capital especulativo, no? Entonces hay una disputa por ahí. Especular significa por el tiempo y el trabajo a futuro. Entonces era un término que a mí me permitía cruzar justamente ¿quién está queriendo apropiarse de la especulación? ¿Por qué dejarle ese término solamente a capital financiero? ¿Qué significa que el capital financiero está interesado en especular, que en realidad es una disputa sobre nuestro tiempo y trabajo en el futuro?
JC: En qué sentido los feminismos latinoamericanos están ampliando y materializando esta noción de territorio. ¿Cuáles son los principales territorios de disputa y cómo esta clave nos ayuda a desarrollar estrategias para la transformación radical?
VG: Yo creo que lo interesante de las dinámicas y las prácticas feministas actuales es que intervienen en muchos niveles. Es decir que se ha dejado realmente de lado, aún si es una batalla permanente, esa idea de que tenemos una agenda limitada a cuestiones de derechos o a cuestiones de género o a cuestiones que involucran solamente dinámicas identitarias, no?
Cuando hablamos de los muchos territorios, de discutir qué es el trabajo, discutir quién se está apropiando de la riqueza, discutir con las corporaciones extractivistas, discutir con la deuda y la dinámica financiera de empobrecimiento, lo interesante es que no son simplemente temáticas, sino que son dinámicas de lucha. Entonces no solo es que amplió la cantidad de temas de los que se ocupa o sobre los que se pronuncia, sino que está haciendo un trabajo político de conexión entre estos territorios. Por qué cuando estás discutiendo qué pasa en la universidad con las violencias, estás discutiendo también cuál es el financiamiento público de las universidades y quién orienta la agenda de investigación. Y cuando estás discutiendo la deuda de los hogares más empobrecidos, estás discutiendo moralización de las mujeres a cargo de las tareas reproductivas, privatización de servicios públicos, y qué significa que el trabajo no pago recaiga sobre ciertos cuerpos, sobre las mujeres en particular.
Entonces cuando hablamos de lo feminismo hoy, estamos hablando de una dinámica que es antisistémica, porque justamente lo que está haciendo es desarmar esa parcelación, esa grilla la cual cada quien está ocupándose de su cosita, pero nadie hace la conexión estructural sistémica de ¿por qué hoy la violencia del capital va sobre todos estos territorios y está conectado, no?
JC: ¿Cómo los feminismos están problematizando el concepto de la violencia?
VG: Esto también podría pensarse en relación a la violencia. ¿Cómo dejamos de hablar solo de violencia doméstica—o de violencia entendida como una cuestión de vínculos interpersonales o privados—para conectar estas distintas violencias y tratar de hacer legible la matriz común? Creo que hay una reconceptualización de las violencias y a mí lo que me interesa pensar, es cómo se produce hoy una teoría de las violencias, la conceptualización y una narrativa de las violencias que no sea ni victimizante ni desmovilizadora.
Hay un desafío súper interesante y permanente de cómo los feminismos están produciendo narraciones sobre las violencias, digo, la violencia del desalojo, la violencia machista, la violencia en los ámbitos de trabajo, etcétera. Pero en el marco de un discurso de lucha, no de reivindicación de las víctimas. Es muy potente, a la vez que tienen que ver con una comprensión orgánica de cómo funcionan y cómo se vinculan esas violencias.
Y conectar estas escalas también. Cómo entender que lo que sucede en un barrio tiene que ver con una estructura de capital global que está decidiendo orientar de manera extractiva la valorización, y eso repercute directamente en cómo se reorganizan los vínculos y las relaciones de trabajo.
Al mismo tiempo, nos hace comprensible esto que siempre parece como muy abstracto, que es la violencia de capital, la violencia financiera. En este trabajo que hicimos con Luci Cavallero, decimos ¿cómo ir de las finanzas a los cuerpos y a los territorios como metodología feminista? ¿Cómo entender que las finanzas por sí mismas necesitan de cuerpo y de territorio? ¿Quiénes son las más endeudadas? Eso nos permite quitarle el poder de abstracción.
Lo que tenemos que hacer las feministas es leer en qué cuerpo y en qué territorios esa violencia financiera se está ejerciendo y de qué manera la podemos resistir.
PC: Si eso quedó claro en el evento con los slogans sobre el FMI, el Fondo Monetario Internacional.
VG: Si, la consigna es “Contra la extorsión del FMI, más organización feminista.” Y eso ha hecho muy popular, por lo menos en Argentina, qué es el discurso de la violencia económica. Es decir, bueno, ¿Por qué la deuda del FMI se va a traducir en que yo tenga que trabajar más horas para comprar alimento más caro o que me paguen menos porque el estado está endeudado? Entonces esa conexión entre deuda pública, o deuda de los estados, y deuda de los hogares ha sido, en el caso de Argentina, un trabajo político muy importante de parte de algunos colectivos feministas.
PC: Pero por otro lado, hay este poder de nombrar. Y ese poder de nombrar no te saca de la crisis, pero si te permite hacer que lo que estás nombrando, puedas desplegarlo a otro lado.
VG: Precisamente.
JC: La huelga se está convirtiendo en un tema transversal en los feminismos. ¿Qué podemos aprender aquí en el contexto del norte sobre la huelga feminista en términos de temporalidad y masividad?
VG: Lo que puedo contar de nuestra experiencia con la huelga feminista es que ha sido un enorme trabajo político de articulación, mucho esfuerzo por construir esos espacios asamblearios, por hacer que esos espacios asamblearios sean de elaboración colectiva y no simplemente de que cada quien dice lo que ya sabe que va a decir como especie de mímesis de asamblea, pero donde no pasa nada. Yo creo que ha sido muy importante para quienes hemos estado en las asambleas, de repente, escuchar a compañeras y compañeres que de otra manera no hubiésemos escuchado. Saber de luchas que de otra manera, tal vez no nos hubiésemos enterado. Fue un espacio —y lo decía muchas compañeras —para que algunas por primera vez hablaran en público. Yo creo que ha sido como una especie de escuela política. Y que, por supuesto, teniendo ese proceso cuando llegamos a la huelga, llegamos de otra manera.
No es que simplemente se pone una fecha y se dice el 8 de marzo, huelga feminista, nos vemos en las calles. Creo que lo más interesante es cómo se ha construido ese proceso, cómo se llega a ese momento y cómo se sostiene esa articulación política más allá del 8 de marzo? Por eso yo insisto tanto en el libro en hablar de la huelga como un proceso político y no como un acontecimiento o una fecha aislada.
Ha sido súper importante también el desplazamiento clave de que la huelga deja de ser reconocida solo desde el punto de vista del salario como trabajadores. Entonces, ¿cómo la huelga feminista tiene que incluir justamente a quienes históricamente no tenían el derecho a la huelga? No tenían la posibilidad de participar de esa herramienta colectiva. Y en ese sentido, la huelga ha sido un ejercicio práctico de cartografiar la precariedad. Y las múltiples maneras de lo que significa hoy trabajar con patrón, sin patrón, freelance, con remuneración, sin remuneración, de manera discontinua con derechos, a veces en una cooperativa de barrio, etcétera. En ese sentido ha sido muy, muy importante como experiencia colectiva.
Y creo que el otro elemento es la dimensión transnacional. Es decir, bueno, ¿qué pasa el 8 de marzo en México? Qué pasa en España? Y cómo se organizaron las compañeras en Italia? Y qué significa que las compañeras de Ecuador están diciendo que por primera vez este 8M convergieron con la CONAIE [Confederation of Indigenous Nationalities of Ecuador]? Y que pasa en Chile cuando el proceso de huelga ha sido fundamental para pensar la revuelta y ahora es el lugar donde construir un espacio colectivo donde claramente el protagonismo lo tienen los feminismos, que no es tan fácil.
Yo creo que podemos ver como un ciclo de huelgas después de las huelgas feministas que empiezan a ampliar quiénes son los sujetos de la huelga y que sobre todo la protagonizan trabajadores y trabajadoras que, digamos una izquierda más clásica, siempre le ha desconfiado. Porque estaban en proceso de formación, porque eran muy jóvenes, porque no tenían disciplina partidaria, etcétera. Entonces, creo que eso también es un desafío interesante. Y ahí yo pienso que hay algo del proceso trasnacional de la huelga feminista que abrió los sentidos de la huelga e hizo más inclusivo ¿quiénes son los sujetos trabajadores y trabajadoras que pueden apelar a reinventar también la estrategia de la huelga?
Julianne Chandler es editora en NACLA, titulada del programa de doble maestria en Periodismo Global y Estudios Latinoamericanos y Caribeños de la Universidad de Nueva York.
Dra. Pamela Calla es una antropóloga boliviana dedicada a cuestiones de género, raza, clase y formación del Estado en América Latina. Es profesora del Centro de Estudios Latinoamericanos y Caribeños de la Universidad de Nueva York. Es co-creadora y coordinadora de la Plataforma de Constelaciones Feministas y del Grupo de Trabajo sobre Racismos en Perspectiva Comparada del CLACS.