Mario Vargas Llosa: El vendedor de ideas neoliberales más influyente de América Latina

¿Cómo se convirtió uno de los escritores más célebres de la literatura latinoamericana del siglo XX en impulsor y mentor de la nueva derecha reaccionaria de la región?

April 2, 2024

Mario Vargas Llosa dando un discurso en Porto Alegre, Brasil, 2016. (FRONTEIRAS DO PENSAMENTO / LUIZ MUNHOZ / CC BY-SA 2.0 DEED)


Este artículo fue publicado en inglés en la edición de primavera de 2024 de nuestra revista trimestral NACLA Report.


¿Cómo ser un intelectual de derechas en América Latina? Hasta hace unas décadas, el dilema al que se enfrentaban los escritores de esta parte del continente americano, y los intelectuales en general, era “la pluma o el fusil” para luchar junto a los revolucionarios de izquierda. Sin embargo, si miramos objetivamente desde una perspectiva politológica a los distintos gobiernos de América Latina desde principios del siglo XX hasta nuestros días, son las derechas las que han ejercido un poder casi hegemónico, ya sea bajo regímenes democráticos o dictatoriales. El examen de esta amplísima familia política también pone de manifiesto la pluralidad de los actores que la caracterizan, lo que hace necesario utilizar el plural “derechas” para definirla, al igual que ocurre con “izquierdas”. Todos estos gobiernos y actores se han inspirado en pensamientos y teorías también plurales.

Aunque no menciona a ningún intelectual latinoamericano, Edmund Fawcett mostró en dos libros fascinantes —Conservatism: The Fight for a Tradition (2020) y Liberalism: The Life of an Idea (2018)— que existe un cuerpo muy rico y diverso de pensamiento de derecha. Cabe resaltar que estas dos tradiciones intelectuales, conservadurismo y liberalismo, estructuraron la vida política e intelectual de América Latina en el siglo XIX. Sin entrar en las vicisitudes de su evolución respectiva, la síntesis entre estas dos corrientes, durante mucho tiempo opuestas, se hace bajo la égida de pensadores como Milton Friedman y, sobre todo, Friedrich Hayek después de la Segunda Guerra Mundial. Desemboca en los años ochenta del siglo XX en la “revolución conservadora” liderada por Ronald Reagan y Margaret Thatcher. Algunos países latinoamericanos, como Chile, Uruguay y Argentina, gobernados por juntas sanguinarias en las décadas de 1970 y 1980, se percibieron como precursores de esta evolución.

Mario Vargas Llosa tuvo una lenta conversión al liberalismo que comenzó a principios de los años setenta. Vargas Llosa en Porto Alegre, Brasil, 2016. (FRONTEIRAS DO PENSAMENTO / LUIZ MUNHOZ / CC BY-SA 2.0 DEED)

En su libro en forma de biografía intelectual y testamento político, La llamada de la tribu (2018), el célebre escritor hispano-peruano Mario Vargas Llosa califica a Thatcher y Reagan como “grandes estadistas, los más importantes de su tiempo”. Si bien es posible identificar a intelectuales de derecha en América latina ya desde la primera mitad del siglo XX, estas ideas rara vez salían de las aulas universitarias, de los cenáculos del poder o de las instituciones internacionales. Contrasta con la postura asumida por Vargas Llosa que ha sido el más reivindicativo, polémico y radical de los que se han opuesto a la izquierda, y especialmente a los intelectuales conservadores, a los que no ha dudado en calificar de “baratos”, despertando las iras de sus innumerables contrincantes. Aunque criticara a Thatcher y Reagan en cuestiones sociales (Vargas Llosa ha expresado su apoyo por la legalización del aborto, del matrimonio homosexual, de las drogas y de la eutanasia) y que nunca defendiera a los dictadores latinoamericanos—a diferencia de Thatcher que siempre mantuvo relaciones amistosas con Augusto Pinochet, y Reagan que apoyó a los regímenes militares de la región—, el escritor agasajó a los dos líderes de la revolución conservadora. Forma con José Luis Borges y Octavio Paz, el trío de grandes escritores críticos de los movimientos y las ideas defendidas por las izquierdas radicales desde la Revolución cubana de 1959, aunque la asociación de estos tres nombres no está exenta de problemas.

En el contexto latinoamericano como en la familia plural de los partidos de derecha, el término “derecha” no es evidente y no siempre es aceptado como tal por ser percibido como una importación de Europa. Junto con ello, el apoliticismo es muy a menudo la forma con la que los derechistas se definen a sí mismos. Además, los liberales actuales, que militan para que se supere la dicotomía derecha/izquierda, no reconocen su valor político. Ven el campo político dividido entre “soberanistas y/o populistas defensores de una sociedad cerrada” y “liberales y/o demócratas partidarios de una sociedad abierta”. En este contexto, pregunto: ¿por qué Mario Vargas Llosa, a quien he estudiado durante muchos años, ha sido uno de los intelectuales públicos más influyentes de las derechas en América Latina desde los años 1980?

El más radical “dealer in second-hand neoliberal ideas”

Para comprender el papel y la influencia de Vargas Llosa, hay que recorrer el largo y tortuoso camino que le llevó de la extrema izquierda de los años sesenta a la extrema derecha actual. Su lenta conversión al liberalismo a principios de los años setenta, una especie de camino de Damasco, le llevó a presentarse a las elecciones presidenciales peruanas de 1990 bajo los auspicios de Margaret Thatcher. Tras su hiriente derrota a manos de Alberto Fujimori, Vargas LLosa decidió abandonar la política y América Latina. Tras trasladarse temporalmente a Inglaterra y Alemania en la década de 1990, fue en España, donde reside desde principios de la década de 2000, que puso en práctica su estrategia de lobbying político hacia líderes de la derecha europea y estadounidense. Para ello contó con la ayuda de José María Aznar, jefe del gobierno español de 1996 a 2004 y líder del Partido Popular en aquella época, con quien comparte un estrecho vínculo personal e ideológico.

Vargas Llosa no es un pensador ni un teórico de derechas, pero en numerosos ensayos ha ofrecido una síntesis intelectual a favor de un capitalismo sin concesiones inspirado en Friedrich Hayek y Karl Popper, entre otros. Su libro La llamada de la tribu es un perfecto ejemplo del paciente trabajo que ha realizado para dar a conocer a estos pensadores. En este sentido, y a pesar de que su público sea un lectorado culto desde un punto de vista sociocultural, Vargas Llosa puede ser visto como un “second-hand dealer of neoliberal ideas” (“vendedor de segunda mano de ideas neoliberales”). Este término no tiene ninguna connotación peyorativa cuando lo acuñó Friedrich Hayek para referirse a los intelectuales y periodistas que deben transmitir sus ideas a las masas.

Vargas Llosa comparte con su maestro una concepción del liberalismo que va mucho más allá de una simple cuestión de economía. Como lo explica el economista Gilles Dostaler: “Para [Hayek], el liberalismo no es ante todo una opción política, sino una necesidad basada en la naturaleza del funcionamiento social y del espíritu humano. El socialismo, al igual que la socialdemocracia que defiende el intervencionismo estatal en la economía que es su antesala, es fruto de un error intelectual compartido por las mentes más grandes de la historia, de Aristóteles a Keynes y Einstein, pasando por Descartes, Rousseau y Hegel. Los fundamentos intelectuales del liberalismo no se encuentran únicamente en la economía, aunque es una disciplina fundamental que abrió los ojos de Hayek a la verdadera naturaleza de la libertad. Se encuentran, por supuesto, en la política, pero también en el derecho, la psicología y, en última instancia, en la filosofía, especialmente en la ética y la epistemología”.

En las últimas décadas, Vargas Llosa se ha convertido en un actor transnacional central en la circulación de las ideas neoliberales en el mundo hispanohablante, y ha invertido en esta lucha todo su capital simbólico como escritor de fama internacional. En este sentido, Vargas Llosa es una especie de Jano de dos caras, tan apreciado por su brillante literatura como denostado por sus posiciones políticas “libertarias” radicales. En el plano literario, Vargas Llosa es cuentista, novelista, poeta, periodista, dramaturgo, crítico literario, guionista de cine y televisión, premiado desde su primera novela La ciudad y los perros en 1962 (Premio Seix Barral) y multipremiado desde entonces, poseedor de más de 90 doctorados honoris causa, presidente del PEN Club Internacional de 1977 a 1979 y, last but not least, galardonado con el supremo reconocimiento para cualquier escritor: el Premio Nobel de Literatura en 2010.

En el ámbito político, es miembro desde 1997 de la sección española de la Comisión Trilateral y ganador del premio Irving Kristol del American Enterprise Institute en 2005. Fue en la ceremonia de entrega del premio cuando pronunció su famoso discurso “Confesión de un liberal”, que lo consagró como uno de los principales representantes de la derecha neoliberal mundial. Entre otros honores, es Atlas Templeton Fellow desde 2010 y miembro de la Mont Pélerin Society desde 2014. Por último, mantiene estrechos vínculos con el think tank neoconservador estadounidense Atlas Network, con el que ha creado un premio de periodismo para artículos favorables a sus opiniones políticas. Una de las herramientas que ha utilizado Vargas Llosa para consolidarse como uno de los principales intelectuales de derechas de América Latina es la creación de la Fundación Internacional para la Libertad en 2003, de la que es el presidente vitalicio. Inscrita en sus estatutos, la misión de la FIL ha sido defender y promover los principios de la libertad individual, la democracia, el gobierno limitado, el libre mercado y el Estado de Derecho mediante la promoción de organizaciones, foros y eventos; el otorgamiento de becas y ayudas económicas; la organización de convenciones, concursos y premios para fomentar la investigación; y la promoción de publicaciones, exposiciones y eventos de obras que contribuyan a sus objetivos fundamentales. Esta fundación ha permitido vincular a think tanks y políticos de derechas de Europa, América Latina y Estados Unidos, que Karin Fischer y Dieter Plehwe consideraron una contraofensiva tras las sucesivas crisis de los años noventa.

De una postura pragmática a la defensa de las derechas latinoamericanas radicales

Aunque Vargas Llosa dio muestras en el pasado de pragmatismo en sus opciones políticas, pidiendo el voto para Tony Blair en el Reino Unido en los años 90 o Barack Obama en Estados Unidos en los años 2000, asumió posiciones cada vez más “radicales” tras ganar el Premio Nobel de Literatura en 2010. Justificó los golpes de estado —llamados “constitucionales”— contra el presidente hondureño Manuel Zelaya en 2010, contra Fernando Lugo en Paraguay en 2015 y contra Dilma Rousseff en 2016. A continuación, apoyó a Jair Bolsonaro, afirmando que su ministro de Economía, Paulo Guedes, un ultraliberal formado en Chicago, y su ministro de Justicia, Sergio Moro, que “derrocó” a Lula da Silva, serían sólidos baluartes contra el “populismo” del presidente. También tuvo palabras amables para el ex presidente colombiano Iván Duque y para su mentor político, el sulfuroso ex presidente Álvaro Uribe.

En España, participó activamente en el movimiento Libres e Iguales, organización fundada por Cayetana Álvarez de Toledo, y se presenta como un defensor de la actual presidente de la Comunidad de Madrid, Isabel Ayuso, ambas situadas a la derecha del Partido Popular español.

Mario Vargas Llosa junto al entonces presidente argentino Mauricio Macri, en febrero de 2017. (CASA ROSADA / CC BY 2.5 AR DEED)

Vargas Llosa se distinguió luego por apoyar a la hija del ex dictador peruano, Keiko Fujimori, contra el candidato de izquierdas Pedro Castillo en 2021, y al candidato chileno José Antonio Kast, abiertamente nostálgico de la dictadura de Augusto Pinochet, en contra del candidato Gabriel Boric. Por último, firmó recientemente, en compañía de ocho ex presidentes—entre ellos el español Mariano Rajoy, el mexicano Felipe Calderón y el argentino Mauricio Macri—, una carta a favor del candidato de extrema derecha Javier Milei a la presidencia de la Argentina.

Incubador de nuevas generaciones

En el ocaso de su vida, Vargas Llosa es hoy adulado por dos nuevas generaciones de periodistas y lobbyists políticos, a menudo ubicados a “la derecha de la derecha” y puede afirmarse que ejerce un “monopolio de poder consagratorio” para todo aquel que desee implicarse en la derecha “libertaria” latinoamericana. De este modo, contribuye a incorporar y avalar a jóvenes investigadores, periodistas y militantes políticos que comparten sus ideas, especialmente en sus columnas periodísticas.

Vargas Llosa, Octavio Paz, y el escritor venezolano Carlos Rangel, entre otros pocos, fueron los primeros intelectuales quienes defendieron públicamente y fieramente sus ideas liberales y neoliberales. Sin poder mencionarlos a todos, es posible distinguir una siguiente generación en la que se encuentra su propio hijo Álvaro Vargas Llosa, acompañado por el colombiano Plinio Apuleyo Mendoza y el cubano Carlos Alberto Montaner. Estos tres autores publicaron varios best sellers como Manual del perfecto idiota latinoamericano y Últimas noticias del nuevo idiota iberoamericano sobre un supuesto “idiota latinoamericano” reconocible por su impenitente defensa de ideas de izquierda como el Estado de Bienestar o el reparto de la riqueza. Podríamos añadir a esta generación de “intelectuales” de derechas en América Latina al peruano Enrique Ghersi, abogado personal de Vargas Llosa y coautor con Hernando de Soto y Mario Ghibellini del libro seminal sobre el pensamiento liberal latinoamericano de los años ochenta, El otro sendero. También podríamos añadir al historiador y ensayista mexicano Enrique Krauze (actual director de la revista Letras Libres creada por Octavio Paz), a los chilenos Mauricio Rojas (hombre político) y Cristián Larroulet (economista formado en Chicago, secretario general de la presidencia de Sebastián Piñera de 2010 a 2014 y uno de los fundadores de dos centros de la derecha neoliberal chilena más influyente, la Universidad del Desarrollo y el Instituto Libertad y Desarrollo), y a los escritores Roberto Ampuero y Arturo Fontaine, así como el periodista Andrés Oppenheimer de origen argentino y miembro de The Miami Herald, presentador del programa Oppenheimer Presenta de CNN en Español. No es casualidad que muchos de los miembros de esta segunda generación se encuentren en el Consejo de Administración de la Cátedra Vargas Llosa creada en el seno del Instituto Cervantes y en el de la Fundación Internacional para la Libertad.

En la última década ha surgido otra nueva generación de “lobbistas reaccionarios”, entre ellos el chileno Axel Kaiser, director de la Fundación para el Progreso, la guatemalteca Gloria Álvarez, la periodista y bloguera cubana Yoani Sánchez, los investigadores estadounidenses del Cato Institute Ian Vásquez y L. Jacob Rodríguez, y los argentinos Agustín Laje y Nicolás Márquez. Aunque no comparten necesariamente las mismas ideas sobre cuestiones sociales que Vargas Llosa, ya que algunos son abiertamente homófobos y racistas, todos tienen en común la adulación del mercado como único principio rector de la sociedad, un declarado negacionismo climático y un odio visceral a la izquierda “populista”, a la que ven como el último avatar del comunismo de la Guerra Fría. Lo cierto es que Vargas Llosa, que contribuyó a dar a conocer a esta generación promoviéndola y prologando muchas de sus obras, ha conseguido ahora asegurar su posteridad y la sucesión de las batallas de su vida.

Mario Vargas Llosa, 1988. (UNIVERSITÄTSARCHIV ST. GALLEN / REGINA KÜHNE / CC-BY-SA 4.0)

Un legado complicado

Estemos o no de acuerdo con las ideas y posiciones defendidas por Vargas Llosa, es innegable que la literatura y la política se han conjugado en toda su trayectoria para edificar su estatura intelectual. Por un lado, nunca se ha desviado de la misión que se impuso de describir el mundo y el ser humano a través de la literatura. En esto es un digno heredero de Gustave Flaubert y Benito Pérez Galdós, a los que admira profundamente. Pero por otro lado, fue un hombre de la Guerra Fría que osciló entre dos posiciones antagónicas, al apoyar con una misma fe ciega la Revolución cubana a partir de 1959 y la Revolución conservadora de Margaret Thatcher y Ronald Reagan a partir de 1980. Aunque discrepó antaño con su admirado Friedrich Hayek que ensalzó a la dictadura chilena del general Pinochet durante las dos visitas que efectuara en Chile durante los años 1970, Vargas Llosa termina su vida apoyando a líderes políticos latinoamericanos escépticos con la democracia, cuando no abiertamente antidemocráticos.

Su doble posición de escritor internacionalmente reconocido y de “second-hand dealer of neoliberal ideas” le permitió convertirse en un intelectual orgánico que dio expresión y coherencia a la derecha liberal latinoamericana sin abandonar la imagen tradicional del “intelectual comprometido” en el sentido que le dio Jean-Paul Sartre. Como señaló el historiador francés François Dosse, la historia de los intelectuales y la historia intelectual deben comprenderse como una interacción de ideas, discursos y prácticas sometidos al desgaste del tiempo y que pueden desaparecer, cambiar y desplazarse en el marco de las dinámicas de circulación, recuperándose en función de los contextos, los acontecimientos y las posibles alianzas en un escenario siempre cambiante. Fruto de la trastornada historia de la Guerra Fría, Vargas Llosa ejemplifica esta aserción con su vida y el papel clave en el mundo intelectual latinoamericano que ha despeñando, dejando hoy día a una nueva generación de activistas políticas la tarea de defender, seguramente con menos brillo que él, sus ideales. Más que estas posiciones políticas, hoy muy discutibles, cabe esperar que su obra literaria le sobreviva, pues seguirá siendo un monumento de la literatura latinoamericana del siglo XX.


Stéphane Boisard es profesor de historia latino-americana contemporánea del Institut National Universitaire Jean-François Champollion y miembro titular del equipo de investigación FRAMESPA (UMR 5136) del Centre National de la Recherche Scientifique en Francia. Sus temás de investigación abarcan las derechas latino-americanas de la segunda mitad del siglo XX hasta nuestros días.

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