¿Qué Ha Pasado Con Las Políticas Progresistas En Lima?

Cómo la alcaldesa de izquierda Susana Villarán retó al neoliberalismo durante su primer mandato

August 27, 2014

 

El presente artículo es la primera de tres entregas dedicadas a analizar las próximas elecciones municipales en Lima. Lea la versión en inglés de este artículo aquí

2800 Jr. Chota - Lima, Perú (Juegasiempre / Creative Commons)

El 5 de octubre del 2014 los ciudadanos de Lima (Perú) votarán en la elección por la alcaldía metropolitana, probablemente ésta conduzca o a la continuación por otro período de la actual titular en la alcaldía Susana Villarán o le devuelva el control de la alcaldía a Luis Castañeda, quien se desempeñó como alcalde del 2003 a 2010. Después de un período tumultuoso de cuatro años, este intento de reelección de Villarán ha llamado la atención internacional debido a su estatus como primera alcaldesa de izquierda en Lima luego de 20 años y como primera mujer que ocupa este cargo, pero al mismo tiempo las próximas elecciones—en la que compiten 13 candidatos—pueden desplegarse como un referente de los esfuerzos regionales para desafiar al neoliberalismo a nivel de gobiernos metropolitanos. A diferencia de la “marea rosa” del vecino Bolivia, donde los alcaldes de izquierda siguen el ejemplo anti-neoliberal promovido por la dirección nacional de Evo Morales, en el Perú la gran aceptación del neoliberalismo de los presidentes Alan García (2006-2011) y Ollanta Humala (2011-presente) ha dejado a Villarán por su cuenta en la tarea de articular una visión metropolitana progresista.

Villarán inicialmente articuló una visión progresista que desafió el paradigma neoliberal en Perú, pero posteriormente no pudo cumplir a cabalidad con esa visión, y perdió progresivamente el apoyo entre los pobres, la clase trabajadora y los profesionales de clase media, muchos de los cuales la habían apoyado en el 2010. Hay tres factores que ayudan a explicar esta trayectoria. En primer lugar, una implacable y bien financiada oposición sitió su administración, incluso antes que se inaugure. En segundo lugar, el esfuerzo de Villarán por reducir la informalidad fue concebido como pro-pobre y anti-neoliberal, pero este enfoque no-convencional no fue bien comunicado, poniendo a aquellos en los que Villarán buscó apoyarse en su contra. Y en tercer lugar, la propensión al pragmatismo de Villarán se aceleró a la par que se producía un fuerte ataque de los medios de comunicación, mientras la construcción de una colación mayor a lo largo del espectro político erosionaba su base.

En 2010, la inesperada elección de Villarán provocó el entusiasmo de diversos sectores descontentos con el liderazgo de Castañeda. La ex regidora municipal Marisa Glave explica que el equipo de Villarán esperaba reunir tal vez 8% de los votos, pero cuando la candidatura del gobernador del Callao Álex Kouri—que postulaba a Lima—fue invalidada por no cumplir con los requisitos de residencia, Villarán emergió para captar el 38,4% de los votos, superando a la favorita del establishment Lourdes Flores. Una vez en el cargo, Villarán intentó cambiar el eje de la gobernanza de la ciudad con nuevos proyectos enfocados en el emprendimiento empresarial, en la mujer y la niñez, y en la educación.

Mientras que la mayoría de los líderes de izquierda adoptan un enfoque permisivo hacia la informalidad, Villarán ha buscado domesticar la informalidad. Por ejemplo, su administración vio en la regulación una manera de ayudar a los transeúntes de bajos ingresos que se ven obligados a soportar una red de tránsito caótica, congestionada y peligrosa.  Sin embargo, la formalización y el traslado del mercado mayorista La Parada fue altamente costoso para ella.  El ex alcalde Castañeda había iniciado el proceso, pero no tuvo el valor de terminar el trabajo. Villarán abordó esta espinosa tarea metódicamente, pero la reubicación de octubre 2012 condujo a un choque entre la policía y una mezcla de manifestantes y matones, dejando más de 100 heridos y cuatro muertos. Una vez en su nueva ubicación en Santa Anita, el mercado se convirtió en un rápido éxito, pero la policía no pudo desalojar a los intransigentes últimos vendedores del antiguo sitio hasta mayo del 2014.

Aún antes de la entrega a regañadientes de las llaves la Municipalidad, Castañeda había asumido clandestinamente el liderazgo de una coalición agresiva destinada a la destrucción de la incipiente administración de Villarán. Esta oposición desleal se manifestó más visiblemente en la campaña de revocatoria 2012-2013 que fracasó en su intento de eliminar a Villarán de su cargo, pero provocó la remoción de sus regidores aliados en el Consejo Municipal de Villarán. La revelación de la maquinaria secreta de Castañeda en la campaña de revocatoria le causó vergüenza momentánea, pero Castañeda pasó por alto el escándalo rápidamente. En agosto del 2014 las encuestas señalan que éste mantiene una ventaja sobre Villarán—de 59% a 11% según el pro-empresarial diario El Comercio.

Mucho antes que Castañeda lanzara la campaña de revocatoria, la oposición vilipendió a Villarán a través de un sector de los medios de comunicación dominados por los intereses económicos y sociales de la derecha. Al poco tiempo de asumir la Alcaldía, los opositores afirmaron que la alcaldesa electa era “vaga” y no hacía nada por la ciudad. El Director Ejecutivo del Instituto Metropolitano de Planificación, Jorge Arce Mesia, recuerda que durante su primer año en el cargo, el joven equipo de Villarán luchó por su falta de experiencia en la gestión pública. Eduardo Zegarra, Investigador Principal del Grupo de Análisis para el Desarrollo (GRADE), añade que a pesar de iniciar numerosos proyectos orientados a un cambio sistémico, Villarán tenía poco que mostrar al final de su primer año en el cargo.

Los opositores retrataron con éxito esto en agudo contraste con el récord de Castañeda. Aunque es ampliamente visto como corrupto, Castañeda era conocido de manera simultánea por implementar visibles y rápidas obras públicas tales como las escaleras de hormigón que suben y bajan por las colinas densamente pobladas de los distritos pobres de Lima. En el 2012, los aliados de Castañeda utilizaron estas caracterizaciones negativas de Villarán para anclar la campaña de revocatoria y adquirieron las necesarias 400.000 firmas para forzar una elección. Bajo este asedio, Villarán publicitó obstinadamente su récord de planificación e iniciativa, tanto como su estilo transparente y libre de corrupción.

Sin embargo, de acuerdo a Anel Townsend, directora de la campaña contra la revocatoria de Villarán, la batalla prolongada consumió recursos políticos y financieros de la alcaldesa, paralizando su agenda. El fracaso de la revocatoria le dio a Villarán un pequeño repunte en su popularidad, pero este no duró, perdiendo un tiempo precioso durante su primer mandato. Una encuesta sobre la percepción de la calidad de vida en la ciudad de Lima mostró que mientras que en el 2012 Villarán registró un índice de desaprobación de 44,9%, en 2013 la desaprobación empeoró a 50,1%; por el contrario, en 2010 sólo el 17,2% de los encuestados desaprobó la gestión del saliente alcalde Castañeda.

¿Por qué Villarán provoca tan intensa hostilidad por parte de sus opositores? Como se preguntó el urbanista Pablo Vega, “¿A qué la derecha le tiene tanto miedo?” Mariana Alegre Escorza, coordinadora del observatorio ciudadano “Lima Cómo Vamos,” argumenta que el concepto de la “izquierda” ha perdido casi todo su significado en la política contemporánea de Lima, sin embargo, nuestras entrevistas con los políticos de Lima, el personal de la Alcaldía, y observadores académicos sugieren que Villarán articuló una visión progresista, y aunque no duró, planteaba una amenaza potencial para los intereses neoliberales atrincherados.

Dos elementos de esta visión se destacan. En primer lugar, a pesar de que nunca se materializó, Villarán y sus aliados imaginaron sus esfuerzos como una alternativa a la política económica y social neoliberal, replanteando una posición centrada en procesos inclusivos y resultados equitativos. En segundo lugar, el equipo de Villarán adoptó un enfoque menos ideológico y más pragmático. En contraste a la izquierda de Lima en la década de 1980, Villarán recurrió a aliados de todo el espectro político.

La política de transporte bajo Villarán ilustra su desafío no convencional al paradigma neoliberal. Villarán heredó un sistema de tránsito de la ciudad cuya privatización había sido profundizada en los 90s por el presidente Alberto Fujimori y los consecutivos alcaldes de Lima a través de la expansión de carreteras y servicios vehiculares. Villarán se propuso hacer el tránsito genuinamente público—bajo la supervisión del gobierno metropolitano. Sus propuestas de transporte destinadas a formalizar y modernizar el transporte público, al exigir que los autobuses fijen rutas, paraderos y horarios, y que las empresas de transporte paguen impuestos y salarios.

Dada la dependencia de más del 75% de los limeños al transporte público, el equipo de Villarán inicialmente se opuso a la norma de uso del dinero de los impuestos que subvencionaban el uso de vehículos privados. Como dijo Marisa Glave: “A nadie le importa que la gente viaje apretada, en accidents y se pueda morir en el camino porque son pobres…los que viajan en custers y los que viajan en transporte publico son ciudadanos de segundo categoria entonces que sufran, lo pasan fatal.”  En cambio, Villarán y Glave imaginaron una política en la que prácticamente todos los fondos de transporte apoyarían tranvías, autobuses de tránsito rápido, autobuses, uso de bicicletas, y el tránsito peatonal, e inversores privados que contribuyan a apoyar los proyectos de carreteras que beneficiarían principalmente a vehículos privados.

La adopción de alianzas público-privadas aparecía como neoliberales para algunos, ya que la oposición al neoliberalismo normalmente significa la expansión del presupuesto público. Pero de cara a un presupuesto metropolitano limitado, Villarán vio en el uso de fondos privados que apoyaban los objetivos de la elite citadina una manera de liberar fondos (públicos) metropolitanos para promover proyectos sociales y de infraestructura, tales como la expansión de actividades en espacios públicos y el aumento de la programación en los parques públicos.

A medida que continúa perdiendo apoyo, las posibilidades de Villarán de permanecer en la Alcaldía parecen escasas, pero su menguante grupo de partidarios apuntan al 2010, cuando ganó aunque las probabilidades eran peores. A pesar de que se desvió de su visión inicial cuando se enfrentaba a una potente oposición, nos parece una idea importante examinar lo que las políticas progresistas parecen ser en las ciudades metropolitanas en América Latina actualmente. Aunque su pragmatismo llevó su agenda lejos de sus objetivos, ella todavía articula un camino potencial para líderes metropolitanos para priorizar el acceso y la inclusión a través de un modelo que difiere de izquierda de Lima en la década de 1980. Si Villarán tendrá la oportunidad de dirigir este esfuerzo se ve dudoso. Cuando la periodista Rosa María Palacios preguntó a Glave por quién votará el 5 de octubre, ella respondió simplemente: “[Yo voy a votar por] quien sea que pueda ganarle a Castañeda y lo decidiré el 5 de octubre. Lo importante es que Castañeda no vuelva a Lima.”

 


 

Traducido por César Flores Unzaga. Paul Dosh es profesor e investigador de ciencias políticas en Macalester College. Julia Smith es una becaria Fulbright y estudiante en el Instituto Tecnológico Autónomo de México. Los autores agradecen a Ximena Rodríguez Medina por su ayuda con el trabajo de campo e investigación en biblioteca, y gracias a Mariana Alegre Escorza, Eduardo Dargent, y Steven Levitsky para los comentarios sobre los primeros borradores.

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