Otros periodismos son posibles

Reflexionando sobre su experiencia con en el medio independiente Kaja Negra, una periodista mexicana cuestiona las bases opresivas de nuestros medios. La llamada: reimaginar.

December 16, 2021

Una marcha contra la violencia de genero en la Ciudad de México, el 15 de agosto 2019. Las feministas destacaron como los medios de comunicación suelen silenciar las demandas de las mujeres y desacreditar sus protestas. (UNA ISLA / CC BY-SA 4.0)

Este artículo fue publicado originalmente en inglés en NACLA Report, nuestra revistsa trimestral.

Todo cambió con la Covid-19: el mundo, nosotras, nosotros, nosotres. Algunos de estos cambios son más perceptibles que otros. A más de un año de la vida en pandemia, en nuestros diversos contextos vivimos con diferentes emociones, preguntas, duelos, dolores, temores, necesidades, alegrías y sorpresas. La constante sigue siendo la incertidumbre. ¿Qué sigue? ¿Cómo situarnos ante el presente y ante una idea sobre el futuro? Estas preguntas, emociones e incertidumbres también implican a periodistas y a medios de comunicación.

De acuerdo al informe “El periodismo y la pandemia,” realizado por el Centro Internacional para Periodistas (ICFJ) y el Centro Tow para el Periodismo Digital de la Universidad de Columbia, durante la primera ola de la pandemia se halló que el 70 por ciento de encuestados (se obtuvieron 1,406 encuestas en inglés) señaló el alto impacto psicológico y emocional de lidiar con la crisis por la Covid-19. A eso se sumaron preocupaciones por la intensa carga laboral, el aislamiento social y el riesgo de contraer el virus. La “desinfodemia” y proliferación de noticias falsas también agudizaron el estrés en el panorama periodístico. Un escenario similar hemos visto en América Latina en donde hemos visto, además, despidos masivos, falta de recursos y/o capacitación para que periodistas sigan haciendo su labor en pandemia. Todo esto en contextos de luchas sociales, polarizados o en países en los que de por sí ejercer el periodismo implica riesgos mayores debido a las agresiones que hay por parte de gobiernos locales y grupos criminales, tal es el caso de México.

Todo lo anterior enmarca el surgimiento de diversas preguntas. ¿Qué periodismo queremos y necesitamos en el presente? ¿Qué tipo de medios y periodistas necesitan (necesitamos) las personas hoy? ¿Cuántos medios y proyectos independientes subsistirán en los próximos años? ¿Vendrán transformaciones profundas al interior de los medios en lo que respecta a derechos laborales? ¿Seguirán las obsesiones y desesperación de muchos medios, tradicionales y nativos digitales, por rebasar o triunfar en Twitter, TikTok y Instagram? ¿Cómo se están transformando los conceptos de información, verdad y noticia, entre otros? ¿Podemos trazar nuevas o rutas más creativas para el periodismo? Estas son algunas de las preguntas que he visto pasar y que yo misma me he formulado.

Quienes trabajamos en medios alternativos solemos decir que buscamos romper con las lógicas impuestas por los medios tradicionales y “el verdadero periodismo”. ¿Realmente podemos hacer efectivo esto? ¿Qué implica? En Kaja Negra siempre hemos buscado contar historias desde múltiples ángulos, formatos, lugares de enunciación y a ritmos muy distintos a los de los medios tradicionales y corporativos.

Nos llevó años poder marcar de manera más clara lo que es nuestra apuesta no solo en términos de contenidos/historias sino también más allá: de estructura, motivaciones más esenciales como la filosofía detrás del proyecto y lo que cada integrante quiere en lo personal y colectivo. El proceso sigue.

Por eso, a pesar de la pandemia, decidimos iniciar otra transformación profunda ya habíamos experimentado otra en 2014: pasamos de analizar y tener una base autocrítica de lo que habíamos hecho hasta agosto de 2020 para reimaginar nuevas rutas para gestionar el proyecto. Uno de los cambios fundamentales que hicimos fue borrar la estructura vertical a nivel interno, es decir, dejó de existir una dirección y pasamos a crear una coordinación general que en este momento incluye a tres mujeres que nos ubicamos en diferentes países del mundo: México, Uruguay y Haití.

A partir de esto también hemos puesto foco a cómo colectivizar los procesos internos de Kaja Negra y de qué manera plantear un esquema más horizontal en el que también las periodistas, fotógrafas y demás creadoras que colaboran tengan una participación más creativa con un piso de remuneración y retribución claro. En este camino de transición el eje de los cuidados, a lo interno y externo, ha sido clave para no caer en prácticas que no deseamos como la precarización o la explotación laboral de nadie.

La etapa de cambios que sigue en Kaja Negra también está impactada por la pandemia. Las coordinadoras lo sabemos y hemos hablado de ello. Las vidas de cada una están atravesadas por diversas circunstancias. De ahí que optáramos por hacer una pausa para tener espacio y tiempo para respirar y pensar qué deseamos hacer. Sabemos que hay dudas e inquietudes sobre lo que sigue para los medios o lo que es la normalidad en el mundo, pero también estamos claras de que es un momento propicio para atrevernos a ir más allá en nuestra propuesta. Si todo cambió, vayamos por ese camino: la transformación.

Kaja Negra: El periodismo que queremos (Kaja Negra)

Debo decir que mi lugar de análisis, enunciación y propuesta periodística y de medio no se sitúa dentro de los esquemas tradicionales, aunque tampoco estoy completamente fuera del ecosistema de medios ni de algunas de sus dinámicas. Estoy en una especie de no lugar, lo cual en esta pandemia me brinda ciertas posibilidades para delinear propuestas y reflexiones. Resumo mi andar profesional para explicar a qué me refiero.

Soy periodista, editora, fotógrafa y consultora independiente y autogestiva mexicana. Mis temas eje son movimientos sociales, feminismo, agenda LGBTI+, cultura pop. En 2010 fundé con otres estudiantes universitarios Kaja Negra, un proyecto que ha tenido diversas transformaciones y que actualmente tiene tres áreas: una plataforma periodística, una editorial de libros y un área de aprendizaje e imaginación. Tuve un paso exprés en una agencia de noticias, trabajé de 2007 a 2013en un periódico tradicional, tras los cuales inicié mi trayectoria freelance; tuve otra etapa de 2017 a 2019 como colaboradora y editora en una organización y medio con perfil latinoamericano.

Desde 2011, como fotógrafa autodidacta, hago un seguimiento de las protestas de las mujeres contra la violencia machista en México. Al principio me centré en Ciudad de México y en los últimos años he podido recorrer otros lugares del país.

A lo largo de mi trayectoria, he compartido diálogos e intercambios con colegas de diferentes países, principalmente de América Latina. Hago parte de distintas redes de periodistas en la región. Algo crucial ha sido vincularme —en mayor parte gracias a mi trabajo freelance y al que he impulsado en Kaja Negra— con fotógrafas, escritoras, creadoras y académicas de diferentes lugares del mundo.

Toda esta experiencia me ha llevado a realizar múltiples preguntas y a explorar otros caminos que, como decía, me colocan en una suerte de no lugar, posición desde la que observo, converso, propongo y escucho.

A poner en cuestión el sistema

Sé que estamos ante un punto de inflexión global. La pandemia agudizó e hizo más visibles problemas estructurales y sistémicos en nuestros países y en los medios tradicionales y digitales. Se volvió (más) urgente hablar de dinero, de innovación, nuevos formatos, alianzas, formas en que consumimos noticias, acceso a fondos, becas y membresías, por mencionar algunos tópicos.

Ya en marzo de 2020, Sembramedia, una organización que pone foco al desarrollo de modelos de negocios de medios digitales de Iberoamérica, abordó cómo medios de la región estaban encarando la crisis. Entre los factores comunes estaban ya nuevos esquemas de trabajo a distancia y la creación de nuevos servicios. Muchos medios también exploraron trabajo conjunto en alianzas. Por ejemplo, para combatir la desinformacion sobre el coronavirus, decenas de proyectos de fact checking a través de América Latina se aliaron para crear una base de datos con cientos de verificaciones de falsidades virales y otros datos de interés público. Otro proyecto transnacional y colaborativo involucró a periodistas de toda la región para investigar la violencia contra las mujeres durante el confinamiento.

La Red Internacional de Periodistas (IJNet), al igual que otras organizaciones, ha dado seguimiento a herramientas y discusiones sobre cómo hacer periodismo en pandemia en múltiples temas: de la cuestión del sensacionalismo en la cobertura de las nuevas variantes de la Covid-19 al papel del periodismo cara a los discursos de odio. También en junio de este 2021, salió el reporte del Reuters Institute sobre tendencias globales de consumo de noticias. El informe, que abarca a seis países de América Latina, incluye temas como fake news y consumo de noticias. Un dato que seguramente está dando vuelta a varios tomadores de decisiones en medios es que TikTok llega al 24 por ciento de menores de 35 años.

Durante la pandemia también hemos visto la proliferación de charlas, mesas de análisis, foros y talleres sobre periodismo y medios. Sin embargo, hay aspectos que, considero, quedan por fuera o no se abordan con la suficiente atención.

Comprendo la urgencia por el dinero, vaya que la entiendo siendo freelance. La necesidad de mantener el empleo o el medio es apremiante. La lógica de la competencia pone más tensión. El reajuste de las redacciones, los despidos, el despegue de los podcasts y las newsletters, los contextos de polarización en diversos países, podría enumerar más cosas, conforma otro escenario para quienes nos dedicamos al periodismo. Sí, se sacudió todo. Pero importa mirar otros aspectos.

¿A qué me refiero? A ir más allá y poner en cuestión el sistema capitalista, neoliberal y colonial en que se fincó la industria de medios que conocemos. Es decir, ir a la raíz para transformar el paisaje, por decirlo de algún modo. El periodismo, sobre todo el concebido desde y para la industria, el que aún tiene mayor alcance, está cimentado en estructuras verticales y patriarcales que han dejado por fuera otras posibilidades de narrarnos e informarnos, de ejercer el periodismo. Esto ha quedado más claro en los últimos años, incluso antes de la pandemia. Tenemos elementos para decir que ese modelo, lógica, estructura y dinámicas en las que se fincó la industria luce cada vez más caduco y problemático.

¿Podemos seguir dirigiéndonos a las personas como lo hemos venido haciendo desde esa verticalidad? La verticalidad de la que hablo se expresa de diferentes maneras: desde las estructuras organizativas al interior de las empresas de medios hasta colocar a las/los/les periodistas dentro de un modelo star system, el cual tiene también su versión en redes sociales con influencers. Esta verticalidad también tiene que ver con salarios: un redactor/redactora, una reportera/reportero —más si es freelance— no tendrá el mismo pago un columnista o analista. Incluso influye en casos de denuncias de acoso laboral o sexual.

Recordemos el #MeToo en México que en marzo de 2019 dejó evidencia de la violencia machista que han sufrido mujeres al interior de empresas periodísticas, por lo regular reporteras, fotógrafas, becarias o empleadas en algún puesto como subalternas. Pese a las denuncias públicas, “no pasó nada”, varios de los señalados no fueron removidos de cargos o no perdieron espacios en los medios. Al contrario, varios de ellos, se mantienen sólidos dentro del ecosistema de medios, respaldados en buena medida por el pacto patriarcal. Si bien la discusión pública respecto a las denuncias fue urgente en su momento, poco a poco fue menguando y muchas de las que se atrevieron a hablar se quedaron con una sensación de impotencia ya que, salvo pocos casos, no hubo cambios sustanciales en sus lugares de trabajo, así me lo han expresado.

El esquema vertical y patriarcal que está presente en buena parte de los medios, muy propio del sistema capitalista, neoliberal y colonial, es muy funcional a sistemas políticos, lógicas de partidos y empresariales; se han desarrollado casi en paralelo. Y eso ha delineado por mucho tiempo qué vale ser contado en los medios.

Quiosco de periódicos, Ciudad de México, 2014. (Pablo Andrés Rivero / CC BY-NC-ND 2.0)

Por fortuna, las posibilidades que brinda internet permitieron que otras propuestas existan y en nuestro presente tenemos más opciones de medios con nichos muy variados: feminismo, ambientalistas, híbridos, LGBT+, migrantes, tecnólogos, científicos, etc. Aunque esto no significa que un medio digital no tenga esquemas verticales y patriarcales. Eso se ha discutido en espacios como el Festival Zarelia, una iniciativa internacional enfocada a periodismo y medios desde un eje feminista impulsada por colegas ecuatorianas.

Precisamente la presencia en medios, sobre todo nativos digitales, y redes sociales de periodistas feministas —y agreguemos activistas antirracistas, trans, no binaries, indígenas, negras— ha marcado la importancia de integrar voces más diversas sin caer en la condescendencia. Estas presencias también han motivado que se aborden ejes interseccionales y temas como los cuidados, los derechos laborales y la relevancia de que los esquemas de los medios sean más horizontales.

Desde lo que he podido proponer en Kaja Negra, apoyada por quienes han formado parte del equipo y quienes son coordinadoras hoy día, ha estado el impulso por explorar esa horizontalidad, no es algo que se logre de un día a otro. Hemos tenido que conversar profundamente sobre lo que eso implica, asumir errores; pensar lo que es apostar por lo colaborativo, las alianzas creativas y preguntarnos más que por un modelo de negocios, por qué economía necesita el periodismo.

Todo eso nos llevó a que en 2020, como mencioné antes en este texto, arrancamos un proceso de transformación, parte de ello nos llevó a crear una nueva hoja de ruta: la Manifiesta: Colectivizar para resistir, sostener, crear e imaginar en donde decimos cómo ha sido nuestro camino, la influencia que ha tenido el feminismo en nosotras, qué buscamos, poniendo al centro a las personas, optando por la exploración desde la economía feminista y otras economías solidarias, teniendo un eje desde los cuidados y de escucha a nuestro propio ritmo. De hecho, en un gesto de cuidado hacia quienes coordinamos el proyecto, hacia quienes nos acompañan, decidimos hacer una pausa para respirar y replantear cómo queremos seguir. Parar para resistir.

A más de un año del inicio de esta nueva transformación, hemos visto que logramos un diálogo mucho más franco entre quienes coordinamos el proyecto. La horizontalidad la seguimos problematizando ya que no se limita a nombrarnos coordinadoras. Estamos delineando rutas para que las tres coordinadoras tengamos la misma agencia y poder de toma de decisiones y de gestión de locuras. Eso quiere decir tener claro todos los procesos y tareas de cada área, de arranque. También nos ha llevado a dialogar sobre qué necesita cada una de nosotras para sentirse más libre y creativa. La escucha ha sido fundamental, hacia el interior (de nosotras y como equipa) y hacia el exterior en charlas con colegas y aliadas.

Tras la pausa sigue re-conectar. Siempre teniendo presentes nuestros principios: 1) La Kaja se habita; 2) A las personas se les escucha; 3) Otras narrativas periodísticas son posibles; 4) Imaginamos futuros más vivibles; 5) Los feminismos, el antirracismo y la apuesta por trascender el odio y la violencia nos interpelan, nos atraviesan; 6) Creemos en impulsamos a distintas creadoras/creadores; 7) Creemos en el trabajo colaborativo y también lo problematizamos; 8) Vamos por la sostenibilidad de la vida, de nuestras vidas.

Hacia un periodismo que pone al centro la vida

Otro aspecto que he estado revisando en los últimos meses es también lo pertinente que es replantear cómo concebimos el periodismo no solo desde quienes lo ejercemos sino también desde las personas de a pie, es fundamental. En la Manifiesta, escribimos: “A las personas se les escucha.” Es decir que no vemos a las/los/les lectores/as y comunidades como entes pasivos sino personas con opiniones y experiencias que puedan alimentar los temas que abordamos.

Deseamos trascender el concepto de audiencias, situando la relación periodistas/medios-comunidades desde otros escenarios: más abiertos a un diálogo y a una escucha más activa. Dar otro lugar a lo local sin olvidar lo global, es decir tener presente nuestro entorno inmediato, barrio, hogar, sin perder de vista que tenemos relación con el mundo. Ir más allá de la búsqueda de clics y premios. Hablar más de qué tan libre y conveniente es crear en el internet corporativo, el de los grandes conglomerados, y qué tanto importa apoyar alternativas como la del internet feminista, por ejemplo. Replantear qué condiciones laborales necesitamos quienes trabajamos y/o colaboramos en medios, sin olvidar a las/los freelance; no olvidar la violencia criminal y proveniente del Estado que enfrentamos periodistas y medios, no dejar por fuera nuestra salud, incluida la mental.

Con todo esto me encamino a una pregunta más amplia y para mí trascendental: ¿Cómo poner al centro la vida desde el periodismo?

Si todo cambió con la pandemia y vemos cómo el sistema en que vivimos nos oprime/condiciona de múltiples formas, cómo este mismo sistema nos ha llevado a, por lo general, no sentirnos en vinculación con nuestra tierra/territorio/cuerpo, a estar más propensas/os a la polarización, la evasión, la ansiedad, ¿por qué no dar la vuelta?

Una herramienta puede ser el lenguaje. Las palabras (nuestro lenguaje/lenguas) expresan el cómo nos situamos en/ante el mundo, cómo nos lo explicamos, vivimos y vinculamos. El periodismo tiene como materia prima el lenguaje. Entonces, observemos cómo damos cuenta de las historias, con qué enfoques, ángulos. Qué privilegiamos y qué no.

Sigamos. Confrontemos nuestra visión sobre lo que es el periodismo, si bien vale no olvidar lo que construyeron quienes nos antecedieron, diseccionemos si queremos seguir esa ruta. ¿Qué periodismo queremos?

Sigamos. Apuntemos a disentir. A no minimizar denuncias de precarización laboral, a no admitir chantajes en pos de “ponerte la camiseta”.

Sigamos. Pongamos en el centro a las personas, no al funcionario. Escuchemos. No estigmaticemos. Dejemos de lado narrativas y estereotipos que revictimizan.

Sigamos. Exploremos. Pongamos en perspectiva la potencia de las alianzas creativas. Hablemos de qué buscamos: modelo de negocios o sostenibilidad. ¿Qué hacemos con la dependencia de pautas oficiales? ¿Qué tan sano es depender de fondos filantrópicos o grants?

Explorar la pregunta de ¿Qué implica poner al centro la vida desde el periodismo? genera muchas mas preguntas a su vez. Son preguntas difíciles, generativas, y esenciales. 

Por ejemplo, ¿Cómo hablamos de lo que nos duele, nos impacta? ¿Cómo hablamos de las violencias estructurales? ¿Cómo romper la hegemonía de la violencia? ¿Cómo creamos puntos de encuentro y no solo de peleas viscerales? ¿Esto lo tenemos que hacer solo medios y periodistas? ¿Qué agencia tienen otros actores sociales?

No hay una respuesta única, incluso mis preguntas pueden estar dejando otros elementos por fuera; se pueden agregar más para explorar o seguir haciéndolo desde distintos contextos, geografías y territorios, todo está sacudido. Es el momento de arriesgar. Vayamos por otros medios y periodismo(s) posibles. El futuro que buscamos lo amerita.


Lizbeth Hernández es periodista, editora y fotógrafa independiente mexicana y lesbiana. Es fundadora de Kaja Negra. Desde 2011, ha hecho una cobertura de las movilizaciones y acciones feministas y LGBTI+ en la Ciudad de México y otros territorios del país.

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