Este articulo fue publicado originalmente en ingles en la edición impresa de NACLA.
Mientras Eva Duménigo catalogaba y embalaba afiches, Santiago Feliú sacaba cajas de libros y revistas de su oficina, y Patricia Reyes seleccionaba las revistas que iban a ser trasladadas, sus rostros expresaban resignación, fuertes sentimientos de tristeza, y también nervios. Enfrentaban la incertidumbre de lo que sería su futuro laboral, y a dónde irá a parar el material gráfico y documental que ocupada el corazón de su trabajo. “Hay que darse prisa,” nos había dicho Eva el 6 de junio cuando nos divulgó la noticia que el gobierno cubano haría publico tan solo unos días después cuando anunció el 11 de junio que el Partido Comunista había tomado la decisión de cerrar la Organización de Solidaridad de los Pueblos de África, Asia y América, citando la consideración de que “la organización ha cumplido su misión fundacional de acompañar solidariamente las luchas de los países del Tercer Mundo en sus batallas por la descolonización y de favorecer su unidad alrededor de todas las causas justas de sus pueblos.” Así se ponía fin a 53 años de historia del principal organismo internacionalista que abogó por la revolución en estas tres regiones del mundo.
La OSPAAAL había nacido en la Primera Conferencia Tricontintal, celebrada en La Habana en 1966, donde se reunieron por primera vez delegados de movimientos de liberación nacional (MLN) y de partidos políticos que procedían de África, Asia y América Latina. La identidad común de todos ellos fue su firme posición contra el colonialismo. En el caso latinoamericano, se concebía la necesidad de combatir a las nuevas formas de dominación, conocidas como el neocolonialismo principalmente procedente de los Estados Unidos, para lograr la instauración de gobiernos socialistas autónomos, incluso también de la Unión Soviética. Fruto de la Tricontinental, la OSPAAAL tenía inicialmente el objetivo principal de coordinar todas las organizaciones revolucionarias a escala mundial, para lo cual se definieron distintas estrategias de la solidaridad política y la justificación de la vía insurreccional para derrocar al enemigo, para lo cual fue esencial la elaboración y el diseño de materiales propagandísticos.
Sus principales instrumentos de comunicación fueron la revista Tricontinental, publicada en español, inglés, francés e incluso árabe, y los afiches que se incluían doblados en su interior. La revista tuvo una gran importancia política y teórica, puesto que difundía información alternativa al contenido de las grandes agencias de prensa. A su vez, los afiches rápidamente se volvieron icónicos. Las razones son múltiples, pero de manera muy resumida se podrían comentar las más significativas. Por un lado, la colaboración de artistas gráficos con una excelente formación y una gran creatividad, y, además, con un fuerte compromiso político. Por otro lado, la fuerza que radicaba en la promoción de una causa global con la que fácilmente un sector mayoritario de la sociedad se podía identificar, la llamada liberación del Tercer Mundo, a pesar de las múltiples diferencias existentes entre los distintos países que lo conformaban. Gracias a la ingenuidad de sus imágenes y sus eslóganes lacónicos en cuatro idiomas, los afiches lograron cruzar con facilitad todo tipo de fronteras.
Nuestra estancia en La Habana, cuyo propósito era la recopilación de documentación sobre las relaciones de Cuba con los países de Medio Oriente y del Mediterráneo, coincidió con el desmantelamiento de la OSPAAAL, lo cual nos permitió ser testigos directos del proceso de desmantelamiento de su hermosa sede, que se encontraba en el histórico barrio del Vedado, un sector repleto de casas señoriales de estilo neocolonial, a pocas cuadras de la Plaza de la Revolución.
En cuestión de poco tiempo, el lugar se transformó por completo. Durante los primeros días de nuestra estancia, el espacio se mantenía intacto, con su rutina cotidiana, cumpliendo con sus tareas y recibiendo con el mismo entusiasmo a los visitantes que se iban acercando. Prácticamente en un abrir y cerrar de ojos, se retiraron los ordenadores, se hizo el inventario de los materiales del archivo y del almacén—donde todavía quedaban cientos de ejemplares de la revista Tricontinental y de afiches, y decenas de libros, y DVDs, entre otros objetos—, se desmanteló la biblioteca, y se donó una buena parte de la producción gráfica a varias de las embajadas de gobiernos amigos, especialmente de naciones que en algún momento atrás formaron parte de una causa solidaria. Los funcionarios iban de un lado para otro para poder cumplir a tiempo con todos los trámites necesarios para proceder a su cierre, las llamadas telefónicas eran constantes, como también lo eran las visitas políticas y de empleados públicos procedentes de otros organismos estatales.
Dadas las circunstancias de la importancia del momento que estábamos presenciando, decidimos de dejar registro de lo que estaba sucediendo, para lo cual nos pusimos a sacar fotografías y a realizar algunas entrevistas—posiblemente las últimas que fueron tomadas de la OSPAAAL antes de su cierre—. Estos testimonios visuales y verbales ayudan a reflexionar sobre el legado histórico, político, y cultural de la organización. Además, la transcendencia política y la gran difusión mundial de su producción—los afiches, archivo documental, revista, entre otras publicaciones—muestran el valor documental de su trabajo. Gracias a todo ello, se manifiesta que el trabajo que realizó esta organización durante su funcionamiento, poco o nada tiene que ver con la predominante narrativa simplista de la estrategia política cubana de esos años que prevalece en el exterior.
Cuba y la Guerra Fría más allá de Washington y Moscú
Tanto en los cursos universitarios como en los libros escolares de historia mundial contemporánea, Cuba está habitualmente asociada con tres acontecimientos: la revolución de 1959, que desembocó en la instauración de un régimen socialista alineado con la Unión Soviética; la invasión de la Bahía de los Cochinos por un grupo de cubanos exiliados organizados y financiados por la CIA; y la crisis de los misiles de octubre de 1962. Con este simple relato, la historia reciente de Cuba parecería ser un simple acápite de la Guerra Fría y de la confrontación entre Estados Unidos y la URSS. Sin embargo, entrados en el siglo XXI, historiadores como, entre otros, Tanya Harmer, Vanni Pettinà, Christine Hatzky, Piero Gleijeses, y Blanca Mar León Rosabal, han empezado a ofrecer una nueva reflexión de la historia posrevolucionaria cubana, enfatizando en su autonomía y su propia capacidad de acción, lo cual ha permitido demostrar que durante las décadas de los años sesenta y setenta, la política exterior cubana fue sumamente compleja. La revolución buscó su propia identidad, siendo materializada en alianzas internacionales diversificadas que no se limitaban exclusivamente a la URSS o los países socialistas. Sus esfuerzos estuvieron dirigidos más específicamente en establecer sus propias dinámicas en los vínculos con el Movimiento de Países No Alineados (MPNA) creado en Belgrado en 1961, y el entonces llamado Tercer Mundo.
Un acontecimiento central, generalmente ignorado por quienes no están verdaderamente inmersos en el tema, fue la Conferencia Tricontinental celebrada en La Habana en enero 1966, así como la subsiguiente creación de la OSPAAAL. Se trató, a muy grandes rasgos, de un intento de establecer una versión ampliada de la Organización de Solidaridad de los Pueblos de África y Asia (OSPAA) con Latinoamérica, la cual había sido creada en una conferencia El Cairo entre diciembre 1957 y enero 1958 y estaba integrada por los movimientos nacional de liberación (MLN) de esos dos continentes.
¿Alineamiento o autonomía? La revolución cubana más allá de sus fronteras
En Occidente se defiende la tesis del rápido alineamiento de Cuba con la Unión Soviética (URSS) tras 1959, sin embargo, una mirada más atenta en sus primeros años obliga a matizar dicha impresión. No fue hasta diciembre de 1961, casi tres años después de la huida del dictador Fulgencio Batista, y más de seis meses del fracaso de la operación de Bahía de los Cochinos, cuando Fidel Castro designó “marxista-leninista” a la revolución, una manera de hacer público su afín al socialismo soviético, como fruto de la necesidad del momento.
En ese instante, su aislamiento diplomático en América Latina era cada vez mayor, y simultáneamente las agresiones militares y económicas directas e indirectas desde EE. UU. seguían siendo constantes. En La Habana se concluyó que la supervivencia económica y política del gobierno revolucionario dependería, en buena medida, de sus alianzas internacionales. Por su condición insular en el Caribe, territorio transitivo entre Europa, África y América, Cuba ha tenido históricamente una larga experiencia insertada en dinámicas transnacionales, regionales y globales. Tras la revolución, la dirigencia política se percató que en esta peculiaridad se encontraría la solución al aislacionismo impuesto, por lo cual se decidió hacer uso de esta experiencia adaptándola a las nuevas necesidades políticas.
Por entonces, que el acercamiento a Moscú respondía a una estrategia política para sobrevivir. Sin embargo, en los años sesenta la dirección política cubana, especialmente aquella procedente del grupo inicial del Movimiento 26 de Julio más vinculado a Ernesto “Che” Guevara, quiso mantener una línea autónoma. El involucramiento activo de Cuba en el MPNA, así como en el afroasiatismo debe insertarse dentro dos objetivos centrales. Por un lado, la persistente tendencia a la internacionalización de la política cubana. Por otro lado, la búsqueda de alianzas internacionales que le permitieran preservar su autonomía interna y externa, a la vez que defenderse ante Estados Unidos. El tricontinentalismo parecía ser el lugar idóneo para lograr ambos objetivos a la vez, para lo cual, Cuba necesitaba estar presente en los primeros foros mundiales de discusión contra el colonialismo, el MPNA y la OSPAA, espacios en los que rápidamente se hizo presente.
Antes y después de la Conferencia Tricontinental
La ampliación de la OSPAA para integrar América Latina fue propuesta en 1961 por el representante de Cuba y fue finalmente aprobada en 1963. Pero aquel era un momento de tensión entre La Habana y Moscú, e igualmente entre los soviéticos y China. A causa de esta situación, la URSS estimó que México era un lugar más propicio para celebrar la Conferencia Tricontinental. Sin embargo, la candidatura cubana como sede fue apoyada por China. A pesar de la relativa cercanía en aquel momento en La Habana con la dirigencia china, el gobierno cubano veía con reservas las ansias de Mao de dirigir el afroasiatismo porque lo llevaría a priorizar sus propios intereses, y, a su vez, acentuaría el conflicto con la URSS. Una vez más, las alianzas cubanas apuntaban hacia la preservación de su autonomía y la colaboración con aquellos países cuyos gobiernos le eran más afines o bien con dirigentes revolucionarios con quienes tenían empatía, tales como Ahmed Ben Bella de Argelia, Mehdi Ben Barka de Marruecos, Kwame Nkrumah de Ghana, Amílcar Lopes Cabral de Guinea Portuguesa, Sukarno de Indonesia e, inicialmente, Youssef El Sebai de Egipto, quien fuera secretario general de la OSPAA desde su fundación en 1958 hasta su asesinato en 1978.
En ese momento se les concebía como los dirigentes radicales del afroasiatismo, más afines a los países socialistas que a Washington, aunque también se resistían a un alineamiento con Moscó o Pekín. Su mayoría compuso el Comité preparatorio de la Conferencia Tricontinental. Por el lado cubano, el protagonismo lo tuvo Osmany Cienfuegos, hombre de confianza y acompañante de Che Guevara a China y a el Congo, quien más tarde sería nombrado secretario general de la OSPAAAL en 1966. En cualquier caso, los obstáculos a su organización no faltaron. El más grave fue el asesinato de Ben Barka, ideólogo y motor del tricontinentalismo, a fines de octubre de 1965 en una acción conjunta entre los servicios secretos franceses y marroquíes, aunque el cadáver fue hecho desaparecer por el servicio de inteligencia israelí, el MOSSAD, tal como confesó el agente Rafi Eitan en el año 2015.
La importancia política de la conferencia, la cual coincidía con el séptimo aniversario de la Revolución, fue inmensa para Cuba. En primer lugar, en un período de aislamiento extremo de la isla dentro del hemisferio americano, este acontecimiento que reunió a más de 500 delegados de 82 países permitió recordar el excepcional alcance global que este pequeño país con escasos recursos. Asimismo, se recalcó el objetivo de La Habana de preservar su autonomía de la Unión Soviética, en parte gracias a su extensa red de alianzas con varios países del Tercer Mundo, que cada día estaban más consolidadas. Entre los representantes también se encontraban numerosos MLN de todo el planeta, a quienes se les había ofrecido una mayor visibilidad internacional, para que después acabaran integrándose en la OSPAAAL. En ese sentido, gobiernos y organizaciones de Medio Oriente estuvieron altamente representados, lo cual fue una positiva experiencia a la hora de fortalecer los vínculos, no solamente con Cuba, sino también con las organizaciones latinoamericanas. Cabe resaltar que de Medio Oriente acudieron exactamente 14 delegaciones con un total de 44 comisarios, a los que se sumaron cuatro periodistas de la región y dos invitados especiales de la República Árabe Unida.
Finalmente, la conferencia dio lugar a la creación de la OSPAAAL, en la cual Cuba tendría un lugar protagónico. Durante la época dorada, la sede se encontró en la calle 11, nº 514, dirección en la que actualmente funciona el Equipo de Servicios de Traducción e Interprete.
Inicialmente, su localización en la isla iba a ser transitoria, pues durante su gestación se planteó que la secretaría general fuera rotativa entre los países integrantes. Con relación a ello, la OSPAAAL tuvo igualmente la tarea de preparar el terreno a la II Conferencia Tricontinental, cuya celebración estaba prevista en El Cairo en 1968, aunque una vez llegado ese año, el escenario político internacional ya no era el mismo, lo que llevó al presidente Gamal Abdel Nasser a cancelarlo. Por este motivo, junto a numerosas otras razones, como la fuerte inestabilidad política de la mayoría de los países miembros, así como las presiones realizadas tanto desde Washington como de otras cancillerías latinoamericanas para su contención, la OSPAAAL no tuvo otra elección que quedarse establecida definitivamente en La Habana.
Esta institución, al menos hasta mediados de la década de los años setenta, jugó un papel importante en la promoción de una política exterior cubana en África y en Asia, y estuvo organizada en dos secciones coordinadas por el secretario general, que fueron el departamento político, encargado de las relaciones exteriores de la organización con los MLN del mundo entero, y el departamento de propaganda, donde se preparaban los materiales de difusión como los afiches, las revistas y los boletines, entre otros. Su presupuesto fue proporcionado fundamentalmente por el Estado cubano, aunque de manera ocasional, organizaciones políticas de otros países, así como gobiernos aliados, hicieron algunos aportes en causas muy concretas o proyectos puntuales. Entre 1966 y los primeros años de la década de los setenta, la organización contó con un equipo internacional, aunque mayoritariamente compuesto por cubanos, los cuales acabaron después ocupando todos los puestos administrativos. Los únicos extranjeros fueron los representantes del Secretariado General, quienes se desempeñaban normalmente como diplomáticos de sus respectivas embajadas ante la República de Cuba.
Con el pasar de los años, una buena parte de las tareas políticas fueron pasando al Ministerio de Relaciones Exteriores y al Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos (ICAP), lo cual hizo reducir el primer departamento, mientras que el segundo mantuvo constante su producción hasta 1990, cuando la crisis que comenzó tras el derrumbe de la Unión Soviética tuvo que poner en pausa la publicación de la revista hasta 1995, año en el que comenzó de nuevo. Esa coyuntura fue la más difícil para la organización, puesto que el gobierno cubano barajó la posibilidad de clausurar la sede en la capital. Ante lo cual, el Secretariado General definió una estrategia comercial que permitiera conseguir recursos para mantener viva a la OSPAAAL, y así empezaron a ofrecerse en el mercado toda una línea de productos, que recuperaban el espíritu y la gráfica de los primeros años, como lo eran los propios afiches, discos, documentales, libros o las propias revistas en formato digital, entre otros. Desde ese momento, la OSPAAAL empezó a estar presente en distintas actividades culturales, y, sobre todo, ferias del libro de distintos países latinoamericanos. Gracias a ello, desde mediados la década de los años noventa hasta su cierre en junio de 2019, la organización recuperó una importante visibilidad internacional. Asimismo, por la acertada decisión de poner su archivo al servicio de los investigadores nacionales y extranjeros. Su memoria institucional y gráfica constituyó un recordatorio, tanto del alcance global de la política exterior cubana como de su compleja historia, la cual demuestra que dista mucho de un simple alineamiento con Moscú.
A lo largo de los 53 años de su historia, la OSPAAAL contó con un total de nueve secretarios generales designados por el Partido Comunista cubano, que, como se puede observar, en su mayoría permanecieron en el cargo por un largo periodo: Osmany Cienfuegos Gorriarán (1966-1980), Melba Hernández Rodríguez del Rey (1980-1983), René Anillo Capote (1984-1994), Ramón Pez Ferro (1994-2000), Juan Carretero Ibáñez (2000-2003), Humberto Hernández Reinoso (2003 a 2005), Alfredo León Álvarez (2005- 2006), Alfonso Fraga Pérez (2006- 2012), y Lourdes Cervantes Vázquez (2013-2019). Se trató mayoritariamente de grandes figuras de la lucha contra la dictadura de Fulgencio Batista, quienes se vincularon después a tareas políticas, culturales o diplomáticas. Juan Carretero, quien había acompañado al Che a varias de sus aventuras por el continente africano, y poco después le preparó el terreno en Bolivia en compañía de Tania Bunke, fue uno de los más activos. Sin embargo, la cara verdaderamente visible de la OSPAAAL fue Osmany Cienfuegos, figura central de sus quehaceres de los primeros años, y de la Conferencia Tricontinental. Entre los años 1974 y 1980, si bien mantuvo la posición de secretario general, otras dos personas fueron quienes se hicieron cargo de las cotidianas cuestiones administrativas, Iraida Montalvo (1974-1978) y Miriam Almánzar (1978-1980).
Las últimas voces de la OSPAAAL
Ante el inminente cierre, entrevistamos a los últimos funcionarios de la OSPAAAL—quienes finalmente fueron recolocados por el Partido Comunista en otros puestos de trabajo—para que hicieran una valoración final sobre su compromiso político internacionalista. Lourdes Cervantes Vázquez, nacida en La Habana en 1961, secretaria general, hizo un positivo balance de la organización que recuerda la tonalidad de los discursos de Fidel Castro:
El mejor legado es que hay que mantener viva la unidad, la solidaridad y el internacionalismo, porque esos principios y esos valores son hoy y serán siempre imprescindibles del lado de los pueblos, de los que se defienden en condiciones de una desigualdad absoluta frente a un poderío con el cual nunca nos podremos comprar la justicia, la razón y los derechos nacionales a los cuales no pueden renunciar.
Santiago Rony Feliú, nacido en La Habana en 1952, director de la revista Tricontinental, recordó que muchos jóvenes de Medio Oriente han estudiado en la OSPAAAL a través de los años. Destacando que un “trabajo sostenido” ha mantenido la revolución cubana, también apuntó la reivindicación por jóvenes árabes de la vía armada como estrategia de cambio:
Probablemente sea la juventud más politizada que haya en el mundo hoy, porque están viendo las barbaridades que hace el sionismo y los americanos allí. Inevitablemente les politiza. Y ellos sí creen en lucha armada, sí creen, porque se les están cerrando todas las vías. Como que las elecciones no van, porque se burlan de ellas. Yo te digo a ti que, de todas las áreas, de África, de América Latina, de África Subsahariana, del mundo asiático, en Medio Oriente, por el nivel de conflagración que hay ahí, de confrontación, de desconocimiento de todos los derechos, es quizás donde hay más jóvenes más preparados e ideologizados,—una palabrita que no se usa ya.
Eva Duménigo Sánchez, nacida en Placetas en 1956, comercial de la revista Tricontinental, contó que se había “enamorado del patrimonio cultural y documental” de la OSPAAAL y subrayó la importancia de la producción artística de la OSPAAAL a lo largo de su historia:
Aquí conocí a diseñadores que son gloria de este país, y aquí hay trabajos y carteles que son patrimonio. Es más, me atrevo a decirte que son patrimonio de la humanidad. Le doy esa clasificación porque aquí hay un verdadero tesoro gráfico. Y la revista [Tricontinental], en ella han escrito Ho Chi Ming, Gabriel García Márquez, el Comandante. También es un tesoro. También el Che, Salvador Allende…, muchos!
De Rafael Enríquez Vega, nacido en La Habana en 1947, el último de los diseñadores históricos de la OSPAAAL que todavía se mantenía activo, afirmó que los afiches de la OSPAAAL “marcan un hito que se diferencia de los demás carteles políticos” en la segunda mitad del siglo XX, lo cual logró alcanzar un impacto internacional:
No había una experiencia sobre cómo trabajar una misma propaganda para los tres continentes a la vez, y que se iba a producir de manera masiva. Es decir, utilizar una misma imagen icónica que sirviera para pueblos con religiones, sistemas sociales e idiomas tan distintas, pues dentro de estos continentes hay países con diferencias culturales enormes. Es decir, que el mismo cartel funcione para todas sus causas. Fue un verdadero desafío que logramos superar. Por eso que nuestro cartel tuvo una repercusión tremenda. Creo llegó a cambiar el gusto o influenciar en ese público en general del mundo. […] Los carteles de la OSPAAAL van a ser irrepetibles. El cartel, cuando no tiene una carga de arte, de calidad, muere poco tiempo después, a los pocos meses, a los pocos días, después que está lanzado. Podemos estar orgullosos que […] todavía hoy se conservan no solamente en la historia y sino la memoria, y son dignos de galerías, no solamente de museos, sino de galerías vivas, de exhibiciones […], y que creo que pueden decir muchas cosas a las nuevas generaciones.
Patricia Reyes Filgueira, nacida en La Habana en 1994, incorporada en la organización pocos meses antes de su cierre y dedicada principalmente a tareas de catalogación de libros y materiales, lamentó la clausura pero también compartió palabras de esperanza:
Es una pena y una lástima que se cierre. Esperemos que no se pierda todo el trabajo producido gracias a Lourdes y los otros compañeros, pues desde que estoy, han venido varios investigadores extranjeros. Espero que otras personas sigan el trabajo de la OSPAAAL.
Todos ellos señalaban que, a pesar de la clausura de la organización, las causas por las cuales se creó siguen vigentes en el mundo. Afirmaban que todavía persisten territorios coloniales en América, y que las políticas imperiales e intervencionistas continúan siendo las características centrales de las relaciones internacionales del siglo XXI. No obstante, los aliados de OSPAAAL no cuentan con la misma fuerza que tuvieron en el pasado. Además, la decisión tomada por el comité central de clausurar la organización se debe, por un lado, a la reorientación de su política exterior puesta en marcha por el nuevo ejecutivo del presidente Miguel Díaz-Canel, y, por otro lado, dada la necesidad de racionalizar recursos ante la mala coyuntura económica que se vive en este momento.
Actualmente, casi 30 años después del fin de la Guerra Fría, las lógicas de las relaciones internacionales no son las mismas que en el pasado. La OSPAAAL dejó de ser el gran modelo de resistencia, de lucha por la libertad y de dignidad de los pueblos a partir de la década siguiente a la Conferencia Tricontinental. En cambio, su calidad gráfica, su creatividad, así como su enorme sensibilidad por los problemas del mundo contemporáneo, la convirtieron mundialmente en un verdadero referente artístico de la Guerra Fría y de los procesos de descolonización que ha perdurado hasta la actualidad.
Sin embargo, hay que recordar que, si bien ahora resultan estéticamente agradables sus imágenes, durante sus años dorados, en varios países fueron prohibidas y censuradas. Y no únicamente durante las dictaduras militares de América Latina, pues de igual forma ocurrió en Europa, como en la propia República Francesa. Su memoria, como bien señaló Rafael Enríquez, es fundamentalmente visual, siendo los afiches los materiales más valorados. En este aspecto, cabe señalar que de un total de 308 producidos entre 1967 y 2002, 42 estuvieron dedicados a las causas del Mundo Islámico, lo cual supone alrededor de un 13 por ciento, y en una proporción similar, esta región también estuvo presente en las portadas de la revista y los boletines, así como en las temáticas de sus artículos. A modo de homenaje, durante el otoño de 2019 se organizaron dos grandes exhibiciones de sus afiches y revistas, concretamente en la Casa de la Ilustración de Londres (House of Ilustration) y en la galería James (the James Gallery) de la ciudad de Nueva York.
La OSPAAAL fue un lugar privilegiado de trabajo y de intercambio, de aprendizaje y descubrimiento de un capítulo central y, sin embargo, olvidado del internacionalismo tercermundista cubano, desde la década de los años sesenta en adelante. El material que se guardaba en sus instalaciones compuesto de afiches, revistas y boletines, así como de los documentos del archivo institucional, es de un enorme valor artístico y cultural, porque ahí, no sólo se encuentra una parte importantísima de la historia reciente de Cuba, sino también de Asia y África, y de los esfuerzos internacionalistas por expandir la revolución por todo el mundo de manera coordinada y bien planificada.
Ahora es el momento de recuperar su memoria con el fin de entender su auténtica dimensión dentro del contexto político de la época, ahondando en sus distintos aspectos, como lo fueron, a modo de ejemplo, las delegaciones de la OSPAAAL enviadas a lo largo de su historia, aunque con más frecuencia durante la década de los sesenta, a todos los continentes, para conocer de cerca los problemas del Tercer Mundo y las estructuras de los distintos MLN, en la búsqueda y establecimiento de nuevas alianzas. También para entender su proceso de evolución y transformación a lo largo del tiempo, así como el impacto y las reacciones que se generaron a escala global tras su creación. Su archivo histórico, para quienes hemos tenido la suerte y el privilegio de consultarlo, supone un verdadero tesoro documental que servirá para entender las verdaderas lógicas del escenario político de la Guerra Fría. Confiamos en que pronto vuelva a ser accesible para los académicos, y que la institución responsable de su mantenimiento cuente con los recursos suficientes para su protección, restauración, y buena conservación.
Fernando Camacho Padilla es investigador y docente de historia contemporánea en la Universidad Autónoma de Madrid (UAM). La mayoría de sus investigaciones se enfocan sobre los vínculos políticos entre Chile y Suecia (1964-1990) y los movimientos suecos de solidaridad con América Latina. Su ultimo libro es Una vida para Chile. La solidaridad y la comunidad chilena en Suecia, 1970-2010 (Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, 2011).
Eugenia Palieraki es profesora de Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Cergy-Pontoise en Francia. Sus intereses de investigación actuales se enfocan sobre los vínculos políticos y la circulación de ideas, practicas, y activistas revolucionarias entre América Latina y la cuenca mediterránea. Su ultimo monografía es ¡La revolución ya viene! El MIR chileno en los años sesenta (LOM Ediciones in Chile, 2014).