El sionismo cristiano en El Salvador bajo Bukele

La formulación del presidente Nayib Bukele de la seguridad como una batalla espiritual entre el bien y el mal ayuda a explicar su popularidad y su apoyo a Israel.

October 9, 2024

El presidente de El Salvador, Nayib Bukele, junto a las banderas del país durante las celebraciones del Día de la Independencia el 15 de septiembre de 2024. (Flickr/PresidenciaSV/CC0 1.0)

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El 8 de octubre del año pasado, el presidente salvadoreño Nayib Bukele hizo una publicación en X en la que esbozaba su posición sobre Palestina. Escribió que, “Como salvadoreño con ascendencia palestina, estoy seguro de que lo mejor que le podría pasar al pueblo palestino es que Hamás desaparezca por completo. Esas bestias salvajes no representan a los palestinos”. Planteando un paralelismo entre Hamás y las pandillas de El Salvador, Bukele continuó: “Sería como si los salvadoreños nos hubiéramos puesto del lado de los terroristas de la MS13, solo porque compartimos ancestros o nacionalidad. Lo mejor que nos pasó como nación fue deshacernos de esos violadores y asesinos, y dejar que la gente buena prosperara”. Bukele cerró su publicación con un consejo, el cual tomó de su ofensiva contra las pandillas que lleva casi 30 meses y que continúa: “Los palestinos deberían hacer lo mismo: deshacerse de esos animales y dejar que la gente buena prospere”.

El paralelismo que traza Bukele entre Hamás y la MS13 es parte de una concepción cristiana evangélica de las amenazas “terroristas” a la seguridad como una contienda espiritual entre el bien y el mal. Bukele utiliza alegorías bíblicas, narraciones religiosas, declaraciones de devoción y propaganda visual que se vale de los símbolos sagrados para justificar las políticas de seguridad del país y para declarar el apoyo férreo del gobierno salvadoreño a Israel durante su genocidio contra el pueblo palestino.

Teología de la seguridad

Desde que se declaró el régimen de excepción por primera vez en marzo de 2022, la línea dura del régimen de Bukele contra las pandillas sigue siendo popular y la mayor parte de la población salvadoreña percibe un incremento en la seguridad pública, a pesar de la profundización de un récord de represión política, autoritarismo, detenciones arbitrarias, suspensión de los derechos constitucionales y abusos generalizados de los derechos humanos — incluyendo 265 muertes bajo custodia del Estado y tortura en las cárceles. El Salvador cuenta hoy en día con la tasa de encarcelamiento más alta del mundo. Según la formulación de Bukele, la gran batalla por el alma de las naciones exige una limpieza de las personas no civilizadas que viven entre las demás personas que sí son buenas. Las iteraciones recicladas del discurso de la seguridad, desde la guerra fría, la guerra contra el terrorismo y la actual “guerra contra las pandillas”, rearticulan un imaginario colonial afianzado por el sionismo cristiano.

Para celebrar su primera victoria presidencial en 2019 Bukele publicó una foto en Instagram donde aparece rezando en el Muro de los Lamentos en Jerusalén. En la foto, tomada durante una visita oficial a Israel en 2018, el entonces alcalde Bukele lleva su característica chaqueta de cuero y cierra los ojos en señal de devoción. La imagen remite a múltiples fuentes de influencia israelí en la política exterior salvadoreña que existen desde hace muchos años; explica por qué, después del 7 de octubre de 2023, el gobierno salvadoreño se negó a criticar el genocidio israelí contra el pueblo palestino, a pesar de que el país alberga una población considerable y políticamente consecuente de ascendencia palestina, incluyendo a Bukele. Además, la imagen ilustra un marco ideológico común que sustenta la política de seguridad salvadoreña e israelí. Dentro de este marco, denominado “teología de la seguridad“ por Nadera Shalhoub—Kevorkian, la propia seguridad se convierte en religión, entrelazada con relatos bíblicos.

Sionismo cristiano y “geopolíticas del espíritu”

En 2018, antes de ocupar la presidencia, Bukele viajó a Jerusalén por invitación del viceministro de Asuntos Exteriores, Tzipi Hotovely, y de Jack Rosen, presidente del Congreso Judío Estadounidense, para asistir a una conferencia de política urbana. En este tipo de conferencias, las personas encargadas de la formulación de políticas, consultoras y representantes de la industria tecnológica negocian acuerdos para iniciativas de seguridad. De hecho, poco después de su elección, Bukele anunció una donación de 3 millones de dólares de la Fundación Jerusalén, una entidad sin ánimo de lucro destinada a suministros médicos para la policía y el ejército salvadoreño. Desde que asumió la presidencia, Bukele también ha utilizado software de espionaje israelí de manera extendida para rastrear las actividades de periodistas independientes, personas defensoras de los derechos humanos e integrantes de partidos de oposición.

Las exportaciones israelíes a El Salvador han crecido a una tasa anual del 21.1 por ciento entre 2017 y 2022, y los principales productos son las armas cortas y las armas militares. Estas conexiones ponen de relieve la influencia material del complejo militar—industrial israelí y la continua dependencia salvadoreña de Israel en materia de seguridad, la cual comenzó con los regímenes militares sangrientos de la década de 1970. Israel suministró el 83 por ciento de las importaciones militares salvadoreñas entre 1975 y 1979, y estos acuerdos continuaron durante la guerra civil salvadoreña (1980—1992) mediante el suministro de napalm, armas, y tecnología y entrenamiento militar.

Soldados y oficiales se reúnen en las celebraciones del Día de la Independencia de El Salvador el 15 de septiembre de 2024. (Flickr/PresidenciaSV/CC0 1.0)

La participación de Bukele en la conferencia también le brindó la oportunidad de generar imágenes que demostraran su compromiso con los valores judeocristianos. La aprobación y el respaldo de los principales liderazgos judíos y cristianos evangélicos dan una poderosa legitimación en la política salvadoreña, y refuerzan el culto a la personalidad de Bukele entre las personas evangélicas salvadoreñas que creen que ha sido elegido por Dios para “limpiar” su país de la plaga de las pandillas. Su campaña y sus comunicados de prensa presidenciales demuestran cómo el sionismo cristiano genera no sólo apoyo a Israel, sino poder simbólico e ideológico para su liderazgo populista de derechas.

Como han señalado intelectuales como Amy Erica Smith y Taylor C. Boas, el cristianismo evangélico constituye una fuerza electoral en El Salvador y otros países de América Latina que respalda posturas conservadoras en cuestiones sociales como el aborto y los derechos de la comunidad LGBTQIA+. Aproximadamente el 35 por ciento de la población salvadoreña se identifica como cristiana evangélica y el 45 por ciento como católica. Sin embargo, más allá de la política de “guerra cultural” que anima los llamados por políticas basadas en la religión, el evangelismo genera marcos claves para la justificación y legitimación de las políticas de seguridad. Por ejemplo, el sionismo cristiano es una ideología basada en fuentes teológicas y bíblicas que justifica la acción coordinada en apoyo del control territorial y la expansión del Estado de Israel. Estos fundamentos incluyen ideas que equiparan la vitalidad del Estado de Israel con la providencia divina, por ejemplo “Dios bendice a los que bendicen a Israel“ e “Israel, pueblo de Dios“. Las tradiciones teológicas aliadas vinculan la religión con la acción a través de lo que William Girard denomina “geopolíticas del espíritu”: la cosmovisión dentro de los movimientos pentecostales que plantea que los agentes sobrenaturales como Dios y los demonios influyen en las acciones de los gobiernos nacionales y las autoridades políticas. Según esta cosmovisión, las fuerzas sobrenaturales están inmiscuidas en una batalla espiritual global que divide al mundo en dos campos: uno que apoya a Israel y es bendecido por Dios, y otro que no es de Dios y condena a Israel. Al visitar y apoyar a Israel y aludir con frecuencia a su comunicación directa con Dios, Bukele enmarca sus acciones de seguridad y la guerra contra las pandillas como maniobras en esta batalla espiritual.

Bukele hace referencia explícita a esta guerra espiritual. Por ejemplo, reconoció en una entrevista en junio con Tucker Carlson que la versión “oficial” de cómo salvó a El Salvador apunta al aumento del presupuesto militar y policial, que duplicó el tamaño del ejército para combatir a las pandillas y compró equipamiento militar como armas, vehículos y drones. Sin embargo, la explicación “real”, según Bukele, es que se trata de un “milagro”. Bukele le explicó a Carlson que “Hay una guerra espiritual y una guerra física. Si ganas la guerra espiritual se reflejará en la guerra física... nuestra impresionante victoria se debió a que ganamos la guerra espiritual”.

Más allá de la fe que profesa Bukele, el cristianismo evangélico es esencial para entender tanto el apoyo de El Salvador a Israel como las políticas de seguridad salvadoreñas internas. La ideología y la identidad cristiano-sionista ayudan a explicar el ascenso de Bukele al poder. Durante su campaña, Bukele cortejó cuidadosamente el apoyo de los liderazgos de las iglesias evangélicas salvadoreñas, que rezaron públicamente por su victoria. Una campaña de desprestigio que ponía en duda sus credenciales cristianos obligó al entonces candidato Bukele —quien se crió en un hogar musulmán— a defender explícitamente su identidad religiosa, declarándose discípulo de Jesucristo y compartiendo fotos suyas en múltiples lugares religiosos como muestra de su tolerancia y devoción. En su discurso de victoria tras ser reelegido en febrero, Bukele declaró: “A los ateos, a los agnósticos, los respetamos y somos sus amigos, pero déjenos creer en Dios y déjenos darle la gloria”.

El peligro espiritual de las pandillas

Fuera de la campaña electoral, Bukele justifica sus decisiones presidenciales con retórica religiosa y un marco maniqueo del bien y el mal. Como explica la historiadora Amy Fallas, Bukele llama repetidamente la atención sobre el “peligro espiritual de las pandillas”; en una publicación de Facebook del 3 de mayo de 2022, declaró que la guerra contra las pandillas es una contienda “entre el bien y el mal”. Bukele también ha sostenido que “a medida que [la MS13] creció se volvieron satánicos, comenzaron a hacer rituales satánicos.” El lenguaje religioso, que va desde versículos de la Biblia hasta la invocación del “propósito divino” para justificar sus acciones, constituye una fuente clave de popularidad para su gobierno.

En 2020, Bukele invocó a Dios cuando envió tropas fuertemente armadas a asaltar la Asamblea Legislativa salvadoreña después de que ésta se negara a aprobar un préstamo de 109 millones de dólares para comprar equipo militar para su “Plan de Control Territorial”. Una vez que los soldados rodearon la Asamblea Legislativa, Bukele juntó las manos delante de su cara agachada para rezar y más tarde dijo a la multitud fuera: “Yo le pregunté a Dios, y Dios me dijo: paciencia, paciencia, paciencia”. Más recientemente, Bukele se dirigió a la Confederación Iberoamericana de Comunicadores Cristianos y Medios de Comunicación (COICOM) y anunció que “el objetivo de Dios era decir a todas las naciones del mundo ‘pide, dame la gloria, y yo sanaré tu tierra’. Nada es imposible para Dios, todos lo sabemos, pero [en El Salvador] lo demostró una vez más”.

Al reiteradamente enmarcar sus acciones como dictadas por Dios y contrastar “la gente buena” con criminales y terroristas, Bukele retoma los marcos coloniales maniqueos. Propugna una forma civilizacional de sionismo cristiano que Paul Freston denomina “identificación cultural con Israel, visto como parte de la civilización occidental” que no depende de “la religión personal”.

El legado del imperialismo evangélico

Bukele no es el primero en emplear la retórica de la política sacralizada. Centroamérica es el escenario histórico de muchos proyectos políticos sacralizados, incluyendo la colonización española, el expansionismo de los Estados Unidos bajo la bandera del “destino manifiesto”, las cruzadas anticomunistas y el propio sionismo cristiano. Este último puede rastrearse a través de la guerra contra el terrorismo, la guerra fría y sus antecedentes cristianos en épocas anteriores de construcción del imperio en la región. Desde el siglo XIX, los gobiernos centroamericanos y las élites aliadas con los intereses imperiales de Estados Unidos han apoyado continuamente los esfuerzos de las misiones protestantes por convertir a la población latinoamericana del catolicismo y las espiritualidades indígenas y africanas al protestantismo. Virginia Garrad—Burnett ha demostrado cómo estos esfuerzos estaban motivados por la convicción de que “los misioneros inculcarían... el tipo de creencias, ética y valores que habían impulsado a Estados Unidos a la grandeza económica y política”. Como se ha documentado exhaustivamente, las personas cristianas evangélicas encargadas de la formulación de políticas y las mega iglesias radicadas en Estados Unidos apoyaron la violencia anticomunista y genocida en toda Centroamérica durante la guerra fría.

En última instancia, la creencia en la superioridad estadounidense dentro del cristianismo evangélico latinoamericano —y la idea de que esta superioridad puede transferirse emulando las prácticas culturales de los Estados Unidos— ha allanado el camino para la creencia equivalente y peligrosa en la superioridad israelí y su emulación. Como explicó en 2022 Elliott Abrams, un influyente legislador neoconservador de los Estados Unidos durante la guerra fría, la guerra contra el terrorismo y bajo la administración Trump, “el papel de Israel es servir de modelo.... un ejemplo en poderío militar, en innovación, en fomentar el parto”. Esta emulación e ideología forman la columna vertebral de la política exterior salvadoreña hacia Israel, la promoción de la teología de la seguridad salvadoreña y la capacidad de Bukele para reforzar su popularidad utilizando símbolos israelíes y judeocristianos.

El complejo militar—industrial israelí contribuye a la represión política y a la militarización en todo el continente americano. El papel de la teología de la seguridad, sin embargo, ayuda a explicar tanto el apoyo de Bukele a Israel como el auge de su proyecto populista autoritario en El Salvador. El sionismo cristiano —en su intersección con los marcos coloniales y el imperio estadounidense— legitima tanto su política de seguridad interior como su política exterior. Una comprensión más profunda de los fundamentos ideológicos del gobierno de Bukele y su relación simbólica con Israel puede fortalecer aún más las bases de la solidaridad entre el pueblo salvadoreño y el palestino. Esta teología de la seguridad supone una amenaza a la vida y la autonomía en Latinoamérica y Palestina; a su vez, seguir destacando las conexiones entre las luchas salvadoreña y palestina sirve para fortalecer a ambas.


Isabel Rikkers ha investigado la criminalización de la juventud y la resistencia comunitaria a este fenómeno en San Salvador, y el militarismo israelí en América Latina como parte de su activismo por la solidaridad con Palestina en Colombia.

Noelle Brigden, PhD, es profesora asociada de política en la Universidad de Marquette y autora de The Migrant Passage: Clandestine Journeys from Central America (Cornell University Press, 2018).

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