El sociólogo e historiador Immanuel Wallerstein afirmó que el capitalismo no duraría para siempre. Sostenía que el sistema sería reemplazado por algo más democrático y justo o por algo mucho más extractivista y autoritario. El desenlace, según él, dependería de cómo se organicen las luchas políticas en el mundo. La segunda vuelta electoral en Ecuador, que se llevará a cabo en abril luego del empate entre el presidente Daniel Noboa y la candidata Luisa González en la primera ronda del 9 de febrero, actualiza la predicción de Wallerstein en nuevo contexto.
Ecuador ha sido escenario de los proyectos políticos más democráticos y autoritarios de nuestro tiempo. En 2008, el país fue el primero en garantizar derechos constitucionales a la naturaleza. Desde entonces, el sistema judicial ha emitido varias sentencias sobre dichos derechos, las mismas que ahora abonan a la creciente jurisprudencia ambiental del país. En 2015, la comunidad Sarayaku llevó su propuesta del Kawsak Sacha, o el Bosque Viviente, a la COP21 de París, contribuyendo al debate global sobre los derechos de la naturaleza. En 2023, la ciudadanía ecuatoriana votó en un referéndum histórico para frenar la explotación petrolera en la Amazonía y restringir la minería en los bosques húmedos y montañosos de los Andes. Esa votación marcó un punto de inflexión en la gobernanza ambiental, ordenando el inmediato desmantelamiento de infraestructuras petroleras en el Parque Nacional Yasuní y la retirada de operaciones mineras en los territorios de la Reserva de la Biosfera del Chocó Andino.
Sin embargo, en el siglo XXI, Ecuador también se convirtió en enclave económico del narcotráfico, lo cual desencadenó un proceso en el que el poder político y el poder criminal cada vez se parecen más. La actual relación parasitaria entre instituciones estatales y organizaciones criminales tomó forma en el marco de la guerra contra las drogas liderada por Estados Unidos, la misma que desde los años ochenta ha definido la agenda de seguridad en la región. En Ecuador, la guerra contra las drogas ganó importancia política a finales de los noventa y principios del 2000, después de la firma de la paz con el Perú. En esa época ya existieron recurrentes casos de corrupción en las fuerzas de seguridad, autoridades locales y del sistema judicial. Pero, en los últimos años, la corrupción ha pasado de ser una anomalía para convertirse en la dinámica central del campo político y del funcionamiento estatal.
Esta contradicción se encuentra en la base de la actual disputa política por el futuro de la democracia. Las elecciones del 9 de febrero dejaron un país dividido, con el presidente Daniel Noboa y la ex asambleísta Luisa González acaparando el 88,14 por ciento de la votación. Noboa, quien asumió el cargo en 2023 tras ganar unas elecciones anticipadas, ha manejado su gobierno con un discurso bélico alimentado por una declaración de “Conflicto Armado Interno” que ha sido utilizada como comodín político para militarizar las calles y las cárceles, criminalizar la protesta, estigmatizar a sus adversarios electorales, incumplir el referéndum ambiental, y justificar la intervención de las fuerzas de seguridad en las negociaciones mineras. Su adversaria, González, es muy cercana al expresidente Rafael Correa y, por ello, es asociada tanto con sus éxitos como con su estilo autoritario. Más allá de la polarización interna, las elecciones ecuatorianas transcienden las fronteras del país. La elección es parte de una lucha política más amplia donde se disputa el futuro de la economía extractivista global y la rápida emergencia de una extrema derecha internacional.
Para la izquierda, está en juego concretar alianzas difíciles de sostener orgánicamente. González busca el respaldo de Leonidas Iza, líder indígena que obtuvo un 5,26 por ciento de la votación y quien representa un proyecto democrático radical anti-extractivista. En las próximas semanas, veremos como la disyuntiva entre democracia y el autoritarismo que alertaba Wallerstein, tomará forma en la segunda vuelta electoral.
Democracia más allá de las Elecciones
En su primera comparecencia con la prensa después de las elecciones, Leonidas Iza, líder del partido Pachakutik y tercer candidato más votado, centró su discurso de agradecimiento en el significado de la democracia. Afirmó que su apoyo no será el resultado de una negociación política personal, sino el producto de una deliberación colectiva con su electorado.
“La segunda vuelta no la va a definir el señor Iza, la va a definir el poder político colectivo… Vamos a demostrar al país que nosotros decidimos colectivamente y este país finalmente va a entender que en sociedad puede conjugar la democracia comunitaria, democracia directa y la democracia representativa”, declaró. Luego agregó, “Ya he escuchado que tengo invitaciones para conversar; listo, vamos a conversar, pero primero nos sentamos nosotros a discutirlo… no vamos a dar respaldo a nadie sin sostener una propuesta de país… conversaremos de manera pública y coherente con el colectivo. Mientras tanto van a tener que tener paciencia para entendernos y escucharnos y si tienen esperar más años, tendrán que esperarlo, así somos”.
Conviene detenerse en la idea de democracia que propone Iza. Primero, introduce la idea de paciencia como un valor democrático, que refleja la voluntad de escuchar y entender al adversario político. Esto desplaza el énfasis del habla a la escucha, de la competencia a la cooperación y, más importante aún en el caso ecuatoriano, de la guerra y el conflicto armado hacia la construcción de la paz. Lo que Iza llama "mientras tanto" es una forma de desacelerar la política electoral para generar espacios de deliberación pública y decisión colectiva. No es un detalle menor que Iza haya explicado en múltiples ocasiones que la política electoral es parte de una lucha popular más amplia, orientada a transformar el Estado y a la recuperación de soberanías indígenas desde los territorios.
En ese sentido, el apoyo de Iza a González dependerá de la capacidad de encontrar enfoques innovadores para distribuir más equitativamente el poder político. Se refiere sobre todo a cómo pueden coexistir de manera simbiótica la democracia comunitaria, la democracia directa y la democracia representativa, especialmente en lo que respecta al referéndum Yasuní-Chocó Andino y la expansión de la megaminería. En una entrevista con Iain Bruce previa a las elecciones, Iza resumió la agenda de Pachakutik: “Nuestro programa de gobierno no es producto de un escritorio, sino de la lucha popular. Es el resultado de lo que levantamos en 2019, de lo que llevó a las calles en 2022. Y eso quedó claro: alivio financiero para el pueblo, no a la minería en zonas de recarga hídrica y en áreas productivas, implementación real y profunda de la plurinacionalidad, y rechazo total a las privatizaciones”. Nada de esto será fácil de negociar, principalmente porque la visión del Estado que tiene González se alinea con lo que el economista Alberto Acosta llama neoextractivismo, un modelo en el que el control público de los recursos naturales sigue subordinando al poder que tienen los mercados financieros sobre la política ambiental.
El planteamiento de Iza sobre la segunda vuelta resuena más allá de Ecuador. Mientras escribo estas líneas, los líderes europeos siguen atónitos ante el discurso del vicepresidente de EE.UU., J.D. Vance, en la Conferencia de Seguridad de Múnich, donde afirmó: "En Gran Bretaña y en toda Europa, la libertad de expresión, me temo, está en retroceso". En su defensa del ascenso de la extrema derecha, desestimó las preocupaciones sobre posible interferencia rusa en procesos electorales, afirmando: "Si su democracia puede destruirse con unos pocos miles de dólares en publicidad digital desde un país extranjero, entonces no era muy fuerte inicialmente". Ante esto, el canciller alemán Olaf Scholz replicó rechazando la idea de Vance sobre la libertad de expresión y afirmando que la extrema derecha no tiene cabida en una democracia.
La insistencia de Iza en definir la democracia como forma de gobierno basada en la deliberación popular no puede entenderse en clave local. Hay que verla dentro de un contexto global en el que actores diversos, convergen en torno a una agenda autoritaria internacional —a pesar de sus diferencias. La práctica democrática—ya sea en forma de libertad de expresión, estado de derecho, separación de poderes, o toma de decisiones colectivas y comunitarias—no nace de decretos presidenciales ni de programas tecnocráticos; emerge desde la diversidad, la creatividad, y la necesidad. Es en ese sentido que la gestión de Noboa refleja la consolidación de una política autoritaria en Ecuador.
El Autoritarismo se Hace Viral
Ecuador ha sido históricamente un laboratorio de experimentos autoritarios, con prácticas antidemocráticas inundando todo el espectro político. Sin embargo, hoy en día la crueldad se ha normalizado en las redes sociales y es utilizada como herramienta de movilización política y construcción de redes electorales. El gobierno de Noboa ha generado su propia cultura visual autoritaria, donde la humillación y el desprecio se convierten en guiones de espectáculos políticos ultraviolentos diseñados para el consumo digital.
A sus 35 años, Noboa es la persona más joven en asumir la presidencia de Ecuador. Heredero de la fortuna más grande del país, que incluye plantaciones de banano, corporaciones de transporte y carga y una gigantesca cartera inmobiliaria. Si gana la reelección, su madre está proyectada para convertirse en presidenta de la Asamblea Nacional. De esta manera, un segundo mandato concentraría el poder económico y el control político en una sola familia en el país.
El estilo autoritario de Noboa se sostiene, en gran medida, gracias a las redes sociales. A diferencia de caudillos tradicionales, Noboa no logra proyectar una imagen de líder carismático. Su actitud distante y su escaso repertorio emocional son disimulados con técnicas de edición digital. Esto contrasta con la imagen de su esposa, Lavinia Valbonesi, quien se ha construido un espacio importante en la escena influencer del país, convirtiéndose en una sensación mediática y una cara familiar en noticieros y programas de farándula.
Junto a Valbonesi, encontramos un ejército de influencers de extrema derecha, resguardados por “troll centers” pagados por actores políticos. Esta dinámica ha convertido a las redes sociales en verdaderos campos de batalla electoral, donde la desinformación, violencia, y machismo se retroalimentan algorítmicamente. Más que amplificar la imagen de Noboa, las redes sociales han creado un presidente influencer que vende autoritarismo y viraliza contenidos que normalizan y celebran las violaciones a los derechos humanos.
En enero de 2024, Noboa decretó el estado de “Conflicto Armado Interno” para combatir a organizaciones criminales transnacionales vinculadas al narcotráfico, clasificando a 22 redes delictivas como grupos terroristas. Bajo el nombre de Plan Fénix, el gobierno lanzó una campaña en redes sociales mostrando sus políticas de "mano dura”. La estrategia incluyó una serie de videos cortos filmados por soldados, en los que se veía a jóvenes racializados y de sectores empobrecidos obligados a pintarse los labios, comer bananos y cantar; todo esto mientras los veíamos aguantar sin éxito llantos de miedo e indignación. Las imágenes, grabadas en primeros planos inestables y en una sola toma larga, sitúan al espectador en el lugar de la violencia, creando la ilusión de acceso in situ al poder estatal. En los audios se escuchan risas de militares que ridiculizan a los detenidos mientras los violentan y feminizan.
Más allá de esta coreografía de crueldad estatal, Noboa ha cultivado una audiencia digital que opera como una auténtica maquinaria de memes y que cada vez se asemeja más a lo que la antropóloga Cathrine Thorleifsson denomina ciberfascismo. Thorleifsson usa este término para describir comunidades virtuales que instrumentalizan el humor para producir odio y construir fantasías autoritarias centradas en la violencia de género y hacia las personas racializadas, deshumanizando a minorías, y sectores destituidos de la sociedad. En Ecuador, esta turba digital se autoconvoca en torno a la glorificación de la brutalidad policial y la tortura militar en cárceles, dirigiendo sus ataques principalmente contra el movimiento indígena, las organizaciones de derechos humanos, y los colectivos LGBTQ+.
Este espectáculo de crueldad sintetiza lo que me parece sería una segunda presidencia de Noboa: una versión del escenario distópico sugerido por Wallerstein sobre el fin de la democracia capitalista. Si prestamos atención a la constelación de memes fascistas que nos asfixian en redes sociales, vemos que su humor se basa en los abusos de poder de Noboa. Aquí, el futuro del país se asemeja inquietantemente al pasado reciente del caudillismo ecuatoriano. Sin embargo, también observamos que ese viejo caudillismo es ahora transnacional, descentralizado, y mucho más fluido.
Por un lado, Noboa encarna un autoritarismo de la soberanía hipermasculina dramatizada por León Febres Cordero en los años ochenta, donde el poder se imagina desde marcos heteronormativos de política y ética cívica. El antropólogo X Andrade sugiere que estas aspiraciones de soberanía recurren a la vulgaridad como un lenguaje compartido entre las élites y las masas, un discurso que, paradójicamente, tiende puentes entre ricos y pobres, mientras refuerza actitudes profundamente racistas, misóginas, y homofóbicas.
Por otro lado, Noboa ha sabido posicionarse como una figura nueva dentro de la ultraderecha latinoamericana, un político que busca un espacio en el círculo presidencial cercano a Elon Musk, junto a Donald Trump, Javier Milei, Nayib Bukele, Benjamin Netanyahu, Narendra Modi, y Viktor Orbán. Esta conexión transnacional es clave, porque, como advirtió Wallerstein, lo que venga después tendrá consecuencias globales. Y este grupo ya está modelando un orden mundial abiertamente antidemocrático.
Hacia una Democracia Reparadora
¿Y si gana González? La nueva presidenta deberá enfrentar la doble crisis democrática y ecológica. Sería un error asumir que su victoria resolverá automáticamente estos problemas. La mitad del país habrá votado por Noboa y por los valores que representa, un electorado que no podrá ignorar. La pregunta no es si González está preparada para gobernar; su experiencia y capacidad son innegables. La verdadera cuestión es si podrá romper con el pasado autoritario de su propio partido, y eso sigue siendo una incógnita.
Otro error sería tratar la avanzada del fascismo y la emergencia climática como crisis separadas, como si bastara con restaurar las instituciones liberales por un lado e imponer regulaciones ambientales más estrictas por otro. Como señala la teórica política Wendy Brown, la democracia liberal nunca ha sido capaz de contener las fuerzas destructivas del extractivismo. En lugar de intentar recomponer un sistema fracturado, su concepto de democracia reparativa propone una reconfiguración radical de la democracia que reconozca las historias coloniales y modernas de devastación socio-ecológica y que amplíe la noción de igualdad política más allá de lo humano.
El 13 de abril de 2025, los ecuatorianos volverán a las urnas. La contienda está tan reñida que nadie puede prever el desenlace. Lo que sí es seguro es que la elección no resolverá las contradicciones profundas del país. Gane González o gane Noboa, la democracia seguirá en serios problemas. Si Wallerstein tenía razón, y el capitalismo está a punto de ser reemplazado por algo mejor o por algo mucho peor, el próximo gobierno nos ofrecerá una muestra de lo que está por venir a escala global.
Jorge Núñez es profesor asistente en el Departamento de Antropología de la Universidad de Ámsterdam y cofundador de Kaleidos, grupo de investigación del Departamento de Espacio y Población (DIEP) de la Universidad de Cuenca, Ecuador.