Este artículo fue publicado originalmente en inglés en el NACLA Report, nuestra revista trimestral.
Desde el 22 de junio de 2018, el hashtag #SomosResistencia se plasmó en la página Facebook de Gustavo Petro. Pocos días antes, Petro quedó el perdedor de la segunda vuelta presidencial contra Iván Duque, considerado como un delfín —o títere— del ex mandatario Álvaro Uribe. El resultado señaló un retorno del “uribismo" y sus políticas, implementadas de 2002 al 2010, desde la combinación neoliberalismo/autoritarismo.
Petro, por su parte, resumía una firme apuesta. “[N]os levantamos en resistencia pacífica para garantizar un país humano y con justicia social”, declaró tras la derrota. “Las luchas por la paz, por la decencia, por la justicia social y por un equilibrio productivo con la naturaleza serán los ejes de la resistencia democrática”.
Los mas de ocho millones de votos sumados por Petro y la candidata vicepresidencial Ángela María Robledo representaron la más alta votación de la izquierda en la historia del país. En reacción, fue tomando forma un rechazo al presidente electo que se materializó rápidamente con carteleras y memes compartidos desde las carreteras del país y las redes sociales. Con estos se clamaba “#IvanDuquenoesmipresidente”. Y se insistía: “Hoy todos somos resistencia” y “#LaResistencia saldrá a las calles a defender de la paz”. “Re-Sis-Tencia” se volvió canto.
A su vez, el esquema de una oposición al gobierno nacional fue organizándose en el Congreso, desde el mes de julio. Petro asumió el liderazgo de una bancada que aglomeró varias fuerzas de la izquierda al lado de Los Verdes, de congresistas cercanos al expresidente Juan Manuel Santos y de organizaciones indígenas. Se inauguraba así una expresión de la resistencia desde el ámbito legislativo.
Cuatro años después, volvió a activarse el ciclo electoral. Las elecciones parlamentarias se realizaron el 13 de marzo; seguirán las elecciones presidenciales en mayo-junio. Con ello, se plantea un reto sin precedentes en el país, que se diseña tanto para la izquierda partidaria como para una ciudadanía progresista en busca de un modelo alternativo de sociedad: conquistar la presidencia desde lo que se ha constituido como un amplio movimiento de resistencia.
Entre polarización y centro(s)
Entre las opciones presidenciales, Petro, quien lidera en la intención de voto, se mantiene a la cabeza de una alianza denominada Pacto Histórico. Conformado desde inicios del 2021, reúne gran parte de la oposición, además de múltiples colectividades e independientes. El proyecto se erige contra el deterioro del país y aspira a proteger “los derechos perdidos, los derechos jamás conquistados, el derecho a tener derechos”. La propuesta es doble: asegurarse la mayoría dentro del Congreso, desde un frente común de orientaciones diversas para, con base en este, ganar la presidencia.
Sin sorpresa, Petro se convirtió en blanco de ataques. Antes de ser candidato presidencial, fue miembro de la guerrilla M-19, congresista y alcalde de Bogotá. Para sus adversarios, el paso de Petro por la izquierda armada deslegitima el paquete de reformas que preconiza. La retórica acerca del “castrochavismo”, fuertemente movilizada en su contra en el 2018 desde la orilla uribista, sigue presente. Esta vez, sin embargo, más bien se advierte, desde medios de comunicación y círculos académicos, sobre la tendencia “populista” del personaje —frecuentemente comparada a su equivalente derechista, personificada por Álvaro Uribe.
Por parte de este, las ofensivas hacia Petro —y la izquierda en general— aún están al orden del día. Fuera de asemejar Petro al “engaño” causado por Hugo Chávez en Venezuela, Uribe lo señala como “impostado y con una rabia que causa pánico”. Además, la sugerencia formulada por Petro, en octubre de 2021, de comprarle al expresidente sus extendidas tierras para volverlas productivas, fue tachada por este de “motivo de populismo electoral y de cobarde incitación a la violencia” en trasfondo de “odio comunista”. Vale recordar que, a pesar de haber demostrado un franco retroceso en las elecciones subnacionales de 2019, la influencia uribista perdura en el juego político-electoral. Uribe continuó como líder máximo del mal llamado partido del Centro Democrático, que él mismo fundó en vísperas de las presidenciales de 2014. De allí, no ha dejado de notificar sus consignas personales: a favor de Iván Duque en el 2018; de Oscar Iván Zuluaga en el 2014 y el 2022.
Frente a esta configuración que, para el 2022, opone la izquierda del Pacto Histórico a la derecha aún guiada por el poderoso expresidente, han venido constituyéndose coaliciones que se reivindican moderadas. Así, están peleándose legitimidad una Coalición Centro Esperanza, de centro (izquierda), y un Equipo por Colombia, de centro (derecha). Cada una de estas agrupaciones liga figuras destacadas de la vida política nacional, previamente ministrxs, alcaldes, senadorxs, vicepresidente y exaspirantes a la presidencia. Se ofrecen como respuestas a la “polarización de la sociedad”, desde “el centro” —una denominación genérica que, sin embargo, revela matices ideológicos y aproximaciones a extensos electorados, desde todo el espectro izquierda-derecha.
Entre presidencia y Congreso: el difícil equilibrio
Además de 934 candidatxs para Senado y 1.901 para Cámara, se censaron a finales de enero más de 20 aspirantes a la presidencia, de lxs cuales 17 se postularon dentro de las coaliciones. Desde allí, compitieron en un campo abarrotado en calidad de precandidatxs. El 13 de marzo, día de elección del Congreso, dichas coaliciones realizaron las llamadas consultas interpartidistas. En estas, cualquier votante podía expresar su sufragio a favor de unx u otrx de lxs precandidatxs inscritxs dentro de las coaliciones —sin necesidad de comprobar algún tipo de vínculo partidista. Lxs ganadorxs son quienes irán para la contienda presidencial, cuya primera vuelta se realizará el 29 de mayo.
Entre estos, lxs precandidatos del Pacto Histórico alcanzaron la primera posición, con 5.511.000 votos —de los cuales más del 80 por ciento se expresaron a favor de Petro. Lejos detrás de él, salieron vencedores dos ex alcaldes de Medellín: Federico Gutiérrez, por el Equipo por Colombia (2.161.686 votos), y Sergio Fajardo, por la Coalición Centro Esperanza (723.475 votos).
Fuera de discursos de unidad, la jugada por alianzas amplias ha podido suscitar divergencias internas. Lo reveló, por ejemplo, la cuestión de la eventual entrada del candidato del Centro Democrático al Equipo Colombia. También fue evidenciado por una pelea que surgió en la Coalición Centro Esperanza, en trasfondo de rivalidades personales, alrededor de la posición que se debe asumir desde la organización frente a respaldos externos debatidos: recibidos públicamente por parte de uno de sus miembros, pero rechazados por otrxs.
Dentro de este contexto de tensiones, el Pacto Histórico no ha sido excepción. En especial, las disputas se exteriorizaron cuando se divulgaron sus listas para el Congreso. Estas fueron “cerradas”, es decir que, contrario a lo que permite el uso del “voto preferente”, lxs electorxs votan por una lista completa y no por candidatxs específicxs. El orden de lxs aspirantes viene preestablecido y la repartición de las curules se hace según su ubicación dentro de la lista.
En esta ocasión, la distribución de los nombres provocó controversias y refutó la validez del colegio electoral a cargo de la tarea. Mientras figuras cercanas a Petro aparecían entre los primeros renglones, varixs candidatxs de fuerzas populares, campesinas y/o étnicas quedaron lejos en la lista. Entre estxs, trajó especial malestar el mal posicionamiento de líderes afrodescendientes de un colectivo que, dentro del agite electoral de los últimos meses, ganó un espacio considerable dentro del Pacto Histórico. Pues, si bien Petro aparece como figura emblemática de la organización, no es el único en encarnar la resistencia.
A su lado, sobresalió otra (pre)candidata presidencial dentro de la misma organización: Francia Márquez, mujer afrodescendiente y feminista, militante activa a favor de la paz y en contra del patriarcado, el racismo estructural y las marginalizaciones producidas por el capitalismo. Recién graduada de abogada, es conocida por su lucha contra la minería desde el departamento del Cauca, igualmente marcado por una larga historia de resistencia indígena. Y adquirió una visibilidad sin precedentes al liderar una lucha exitosa para parar la extracción ilegal de oro por empresas multinacionales en su territorio, que le valió el Goldman Environmental Prize.
Los resultados del 13 de marzo confirmaron su alto potencial de convocatoria. Francia Márquez no solo llegó en segunda posición en la consulta del Pacto Histórico. Con 785.215 votos, también superó ampliamente varixs competidorxs de las demás agrupaciones políticas. Con ello, el 23 de marzo, se oficializó su candidatura como fórmula vicepresidencial del Pacto Histórico, al lado de Petro.
“Soy Porque Somos”, es a la vez el lema que guía su acción y el nombre del movimiento que la apoya. Traducción de la palabra surafricana Ubuntu, la propuesta se inspira de la filosofía que esta refleja: una concepción ética de la política fundada en lo común más allá de lo individual. Prioriza la vida, la dignidad y la paz, desde el cuidado de los seres vivos en su diversidad. Partiendo de las poblaciones históricamente marginadas como las comunidades étnicas y campesinas, implica un renuevo del proyecto nacional, para la sociedad en su conjunto y contra las políticas de la muerte.
Por un tiempo, la situación de Soy Porque Somos dentro del Pacto Histórico se volvió precaria. A los vocerxs del movimiento les fueron asignados los puestos 27 y 30 dentro de la lista para el Congreso, brindándoles poca opción de salir elegidxs. Esto ocasionó preocupación frente al incumplimiento de Petro de compromisos previamente acordados para darles oportunidades a representantes de los pueblos afrodescendientes. A pesar de que él reconoció errores y ofreció cambios en las listas, el daño estaba hecho.
Se multiplicaron entonces los rechazos a Petro por su actitud calificada de misógina y racista, mientras le llegaron a Francia Márquez significativas marcas de respaldo: entre otros, una carta firmada por mas de 400 personalidades dentro y fuera de Colombia; y desde la lista al Senado de “Estamos Listas”, integrada por mujeres que quieren cambiar el país desde el feminismo.
Además de comunicar su descontento, la lideresa planteó su posible salida de la coalición —finalmente descartada desde una asamblea convocada el 15 de enero de 2022. Paralelamente, Soy Porque Somos confirmó la necesidad de permanecer en el Pacto Histórico para la transformación del país, como fruto de años de lucha y de resistencia. "Estamos construyendo un pacto que va más allá de una coyuntura electoral,” informó Soy Porque Somos. “Se trata de un pacto político que es el resultado de diálogos, reflexiones y un mandato de las comunidades por la paz, el planeta y la vida”.
2018-2022: resistencia reloaded
Entre el 2018 y el 2022, dicha resistencia se ha manifestado desde la calle. Pasado el episodio de movilización que rodeó las elecciones presidenciales de 2018, inició en noviembre de 2019 una serie de protestas, llevadas en el marco de un gran paro nacional. A este se sumó la reactivación de una Minga —la palabra designando un esfuerzo compartido para el bien común, desde un activismo cruzado entre variados grupos populares: indígenas y afrodescendientes, campesinos y sindicalistas, estudiantes y jóvenes en general, de mujeres y población LGBTQI+, entre otros. Temporalmente frenado por la Covid-19, estas acciones se reanudaron desde finales del 2020 y volvieron con especial fuerza, en abril del 2021.
Instigadas contra un proyecto gubernamental de reforma tributaria, las motivaciones del estallido social rebasaron dicha petición inicial, para demostrar inconformidades frente a los manejos gubernamentales y su modelo político-económico, las fuertes desigualdades y su agudización durante la pandemia, los abusos policiales y el número descontrolado de asesinatos de líderes sociales. Asimismo, exigieron el respeto de los acuerdos de paz y una mayor participación democrática. Una y otra vez, estas reivindicaciones fueron blandidas por jóvenes entre las primeras líneas, bajo el lema de “la resistencia” —ratificado desde espacios públicos apropiados y rebautizados por lxs manifestantes: por ejemplo, “Puerto Resistencia” y “Monumento a la Resistencia” desde la ciudad de Cali, epicentro de la protesta; “Portal de la Resistencia” en Bogotá.
Paralelo a esta efervescencia ciudadana, varias encuestas de opinión vienen reiterando percepciones de favorabilidad para Petro y éxito del Pacto Histórico, con él en el primer puesto. La victoria de Gabriel Boric en Chile pareció de buen augurio para la izquierda colombiana. Como para marcar la senda, de la resistencia expresada desde la calle, hacia una conquista a través del voto. Y, con ello, un posible triunfo presidencial.
Seguramente son de manejar con prudencia los pronósticos preelectorales —tal como se ha demostrado en múltiples oportunidades, de la elección de Donald Trump al Brexit, pasando por el “no” a la ratificación de los acuerdos de paz vía el plebiscito de 2016. Ciertamente, queda el interrogante de saber hasta qué punto la contestación multitudinaria se traducirá en votos.
Mientras tanto, Petro ha venido cementando alianzas, no solo en Colombia sino en el escenario internacional, para reafirmar su posición a favor de la paz, su lucha contra las desigualdades, su voluntad de abandonar las energías fósiles. Hoy, hacia la presidencia, con Francia Márquez, desde un pacto, indudablemente, histórico.
Virginie Laurent es profesora asociada del Departamento de Ciencia Política de la Universidad de los Andes (Colombia). Sus trabajos se centran en las movilizaciones indígenas en América Latina, así como en procesos de resistencia y expresiones de la política “desde la calle”.