El presidente Argentino Javier Milei ganó las elecciones blandiendo una motosierra que simbolizaba el brutal recorte al gasto público que prometía hacer. El presidente, que se define como el topo que asume la conducción del Estado para destruirlo desde adentro, llevó el ajuste fiscal a límites impensados. El recorte afecta a muchas de las funciones básicas del estado: 81 por ciento cayó la inversión pública en infraestructura, 50 por ciento de recorte del gasto nacional en salud, 48 por ciento en educación y 30 por ciento en los pagos a jubilados.
Todas estas decisiones generaron disputas en el congreso y en las calles, pero el recorte al gasto para las universidades nacionales fue el que desató una respuesta potente y sostenida en todo el país al gobierno de Milei.
En 2024 las 66 universidades nacionales sufrieron una reducción de sus ingresos del 68 por ciento. Esto llevó a que las mismas sufran riesgo de tener que cerrar sus puertas. La primera gran jornada de movilizaciones contra este recorte se realizó el 23 de abril, cuando cerca de un millón de personas se manifestaron reclamando por la mejora del presupuesto. Aunque el gobierno actualizó el gasto en mantenimiento, apenas el 10 por ciento del total de las erogaciones, quedó en evidencia que el ingreso de los docentes sufrió un notable deterioro. La pérdida del salario para docentes es del 30 por ciento en lo que va del año.
En septiembre, el congreso dictó una ley que garantizaba el financiamiento de las universidades nacionales. Milei vetó la ley, a pesar del clamor nacional en apoyo de la educación pública. Paralelamente, el gobierno presentó el presupuesto para el próximo año que contiene una nueva disminución del monto para las universidades nacionales, que se estima del 5,2 por ciento en promedio.
Desde entonces la crisis se agravó y la respuesta de los miembros de las universidades no se hizo esperar. Los docentes comenzaron con huelgas de una jornada, que se fue reiterando semana a semana. El pasado 10 de octubre, una vez conocido el veto a la ley, se produjo una movilización más importante que la de abril, para exigir que el gobierno aumente el monto asignado a las universidades y garantice su normal funcionamiento. Para hacer visible este reclamo, los estudiantes ocuparon 30 universidades en todo el país sin suspensión de las actividades académicas, organizando clases públicas en las calles y realizando acciones abiertas al resto de la comunidad.
El recorte financiero a las universidades impacta tanto en las condiciones de vida de los docentes como en el proceso educativo. Lucas Rozenmacher, docente e investigador en la Universidad Nacional de General Sarmiento, en la Licenciatura en Cultura, dijo que solo en este año, el alquiler se incrementó en un 70 por ciento y el transporte hacia la universidad multiplicó por 7 de su valor a comienzo de año, mientras su ingreso se mantenía con escaso aumento. “Lo que también noto con los estudiantes, es que les está costando mucho cubrir el costo del transporte sin conseguir trabajos informales para ganar algún dinero extra, porque resulta muy difícil llegar a fin de mes”.
Carlos Acha, doctor en física, profesor de la Universidad de Buenos Aires e investigador del CONICET, explicó el impacto de la reducción presupuestaria en su propia cátedra. “Somos docentes investigadores, la investigación que hacemos impacta en la calidad de las clases. Si hay menos dinero para docentes y personal de apoyo se achican los proyectos y nos impide incorporar jóvenes egresados. Muchos de ellos se están yendo al exterior porque en Argentina no les alcanza para vivir”.
El gobierno, lejos de reconocer esa pérdida de ingresos, ofreció apenas un aumento mínimo y el rechazo por parte de los docentes tensionó la situación. El gobierno acusó a las autoridades universitarias, también ellos docentes, de corruptos que utilizan los recursos para su beneficio personal y para hacer oposición política.
La historia de la resistencia universitaria
Las universidades nacionales, que son gratuitas y tienen ingreso irrestricto, han sido durante más de 100 años el escenario de importantes luchas políticas. En 1918 en la provincia de Córdoba tuvo lugar una gran lucha conocida como Reforma Universitaria, entre cuyos sus logros se pueden contar la autonomía universitaria, el cogobierno por docentes y estudiantes, la democratización del acceso, libertad de expresión y libertad de cátedra, entre otras.
El proceso político que llevó a la presidencia de Juan Perón en 1946 trajo la lucha por la democratización del acceso a la educación de los sectores populares. Así se proclamó la gratuidad de la universidad y la responsabilidad del Estado en el financiamiento de la misma.
En 1956, la dictadura que derrocó a Perón impulsó la creación de universidades privadas, promoviendo el interés de la iglesia católica en intervenir en la educación superior. La propuesta fue enfrentada por un gran sector de los alumnos, en un largo proceso conocido con el nombre de “Laica o libre” que incluyó enfrentamientos entre estudiantes, expulsión de opositores dentro de las facultades y luchas durante casi 3 años.
La dictadura instalada en 1966 intervino la Universidad de Buenos Aires, y ante la resistencia de docentes e investigadores, la policía ingresó violentamente en cinco facultades, en lo que se llamó “La noche de los bastones largos”. Este hecho, que tuvo como saldo 300 heridos y 400 detenidos, produjo el exilio de 700 de los más importantes científicos del país.
Durante la última dictadura, en 1981, se decidió el cobro de aranceles para los estudiantes universitarios, pero aún bajo un gobierno represor los alumnos se negaron a pagarla. La resistencia incluyó una quema pública de las libretas de pago, luego de lo cual el gobierno desistió del cobro.
En marzo de 2001, meses antes de la crisis que implicó la caída del gobierno, el ministro de economía Ricardo López Murphy anunció un plan que incluía un recorte del 5 por ciento al presupuesto universitario. Alumnos y docentes se manifestaron masivamente para resistir esa medida hasta que, apenas 15 días después, el nuevo funcionario presentó su renuncia.
Los embates contra los recursos y la libertad dentro de las universidades nacionales siempre tuvieron fuertes respuestas por parte de docentes, estudiantes y trabajadores. Para entender esas luchas no solo hay que mirar los indicadores económicos, sino también comprender el significado de la universidad pública y gratuita para los ciudadanos.
La universidad como símbolo
¿Por qué la defensa de la universidad pública ha tenido siempre mucho impacto político y gran apoyo de sectores que no están directamente vinculados a la misma? Para Alejandro Grimson, doctor en Antropología e investigador en culturas políticas e identidades, con la reforma Universitaria de 1918 se abre la universidad a un primer período de democratización, y a partir de que el peronismo la torna gratuita, se “instala la idea de que la igualdad de oportunidades está basada en el acceso a la educación superior. Allí radica el proyecto de la movilidad social ascendente, el proyecto de un país de clases medias. Por lo tanto, arrasar con la universidad pública es arrasar con ese sueño”.
Para Dora Barrancos, socióloga e historiadora feminista, “es enorme la importancia de la educación superior para los conjuntos de mujeres de los sectores populares y para las diversidades sexo genéricas”. Si bien la apertura a la incorporación amplia de las mujeres a la universidad se da en los años 60 del siglo pasado, esta alcanzó a las mujeres urbanas y de clase media fundamentalmente. “El salto gigante de admisibilidad de mujeres de los sectores populares ha sido en las últimas dos décadas gracias a la creación de centros universitarios en las provincias”, agregó. Actualmente en las universidades nacionales ingresan y egresan más mujeres que varones. Más del 30 por ciento de ellas llevan adelante la gestión doméstica y tienen hijos o personas a cargo. Cerrar o achicar las universidades es también impedir que esas mujeres puedan adquirir herramientas para mejorar la condición de vida en su hogar.
Brunella Traballoni, del centro de estudiantes de la universidad Nacional de la provincia de Río Negro, participante de las actividades de resistencia, contó “estamos invitando a que participen de estas clases a toda la sociedad, a amigos, a nuestras mamás, a nuestros papás, hermanos, porque sentimos que nos están tocando los sueños, nuestra historia y que nos están quitando derechos”.
Educación y pobreza
A fines de septiembre se conocieron los datos oficiales de pobreza en Argentina. Si bien hace 8 que la situación económica de las familias empeora, en el primer semestre de gobierno de Milei la caída tuvo una velocidad inédita en la historia argentina: la pobreza pasó del 41.7 por ciento al 52.9 por ciento de la población, siendo este el índice más alto desde la crisis económico social de 2001.
En ese marco se produjo el rechazo de Milei a la ley de financiamiento universitario. Para Grimson esta decisión va a tener consecuencias a largo plazo. “En el caso universitario se han equivocado por completo. En los estudios de opinión pública sobresale que esto es un ataque contra un núcleo de las aspiraciones de la sociedad, algo que está en el centro del imaginario de la identidad argentina”.
El presidente fue utilizando distintos argumentos a lo largo de su intento de desprestigiar la universidad pública. El más reciente es que a la universidad solo asisten jóvenes de los sectores más ricos del país, gracias a los impuestos que pagan los más humildes. Sin embargo, el 42 por ciento de los estudiantes universitarios pertenece a hogares que se encuentran bajo la línea de pobreza. La situación de pobreza, también asociada al empleo informal al que acceden la mayoría de los jóvenes, hace que las condiciones para el estudio sean por demás desfavorables. La reducción del financiamiento agrava la situación por la reducción en la cantidad y el monto de las becas destinadas a facilitar las posibilidades de estudio a los más necesitados.
A la vez existe un nuevo fenómeno en el vínculo de la universidad y la pobreza: la mayoría de los docentes de rangos intermedios, muchos de ellos con dedicación exclusiva a la docencia e investigación, cobran salarios por debajo de la línea de pobreza, por lo tanto buscan trabajo en universidades privadas o fuera del país. En lo que va del año la facultad de agronomía perdió 30 docentes, la de veterinaria 48 y los colegios preuniversitarios más de 50 profesores. Según el decano de la Facultad de Farmacia y Bioquímica, esa unidad perdió en 2024 el 20 por ciento de sus docentes.
Las universidades son espacios privilegiados de la investigación científica. Cuando su financiamiento está congelado —llegando al caso extremo de la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación que no gastó ni un peso de los fondos disponibles en lo que va del año 2024— esto impacta no solo en los ingresos de docentes investigadores, sino también en la posibilidad de sostener la enseñanza. “Tenemos un incremento en la cantidad de estudiantes y no tenemos presupuesto para el material necesario para las clases experimentales, fundamentales para que los estudiantes aprendan nuevas técnicas”, explicó Acha. Argentina es una referencia en materia de ciencia en América Latina. Egresados de las universidades nacionales son sus cinco premios nobel, tres de ellos en ciencias biomédicas y bioquímicas. Es uno de los pocos países con desarrollo atómico autónomo, uno de los 10 que poseen satélites propios y donde se creó el primer banco de datos genéticos del mundo.
La lucha se agudiza y el presidente Milei y su equipo ministerial responden solo con agresiones. La ministra de seguridad, Patricia Bullrich, afirmó: “Ellos quieren generar una revuelta al modelo chileno, cuando rompieron y destruyeron todo. Tenemos en claro que ellos atrás de esto van a ir con [bombas] molotovs”. Mientras tanto el jefe de gabinete de ministros, Guillermo Francos, asoció a los actuales estudiantes con los movimientos armados de los años 60 y el ministro de economía, sin decir quién ni cómo, aseguró que “sabemos que se afanan [roban] la plata”.
El gobierno, que espera a que finalicen las clases y eso calme la resistencia, aseguró que no hará cambios. Pero docentes y estudiantes sostienen la lucha. Para Grimson, Argentina tiene una tradición de luchas de largo aliento, como la de las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo, y es posible que los ataques a núcleos básicos de los intereses de las clases medias puedan seguir siendo resistidos. “Estos chicos y chicas que son los protagonistas de la lucha en defensa de la universidad pública, van a crear las mejores herramientas no solo para defenderla, sino para reinventarla, potenciarla y multiplicarla”.
En defensa a la educación
Cursé el secundario en un colegio universitario. Fui alumno, docente y no docente en la Universidad de Buenos Aires; representante de profesores durante una larga huelga en reclamo de salarios en 1986; soy graduado y hace pocos años cursé una maestría. Hace meses se cumplieron 40 años de habernos conocido con mi compañera de vida en el primer curso extracurricular que dicté. Mi vida está marcada por la universidad, pero hay algo más que simboliza el significado de la universidad en Argentina.
Mi único título de grado lo obtuve a los 46 años. Mis tres hermanos eran, hacía mucho tiempo, graduados y en mi familia no era una novedad. Pero esa noche, cuando llamé a mi padre para contarle que, después de tantos años y varios estudios, había obtenido la licenciatura, él sin decir palabra, se puso a llorar sin poder controlarlo. Estaba emocionado como nunca lo había sentido. Aunque había logrado desarrollarme sin un título universitario, esa noticia traía algo más importante: el orgullo de un hijo de inmigrantes, que trabajó desde muy pequeño, de tener un hijo que había finalizado una carrera. El valor simbólico del estudio es mucho más grande que la potencialidad del posible desarrollo económico. Creo que también por eso se lucha por estos días en Argentina.
Daniel Cholakian es sociólogo y periodista especializado en América Latina.