Venezuela: la oposición en una encrucijada

Justo en los momentos de mayor debilidad electoral del presidente Nicolás Maduro, la oposición experimenta un choque de corrientes en su seno, lo que indica una tendencia hacia la disolución política.

February 23, 2020

Plaza Altamira, Caracas, Venezuela (Foto por Cristóbal Alvarado Minic/Flickr)

Desde hace tiempo la oposición venezolana vive en un laberinto. Pero lo nuevo es que su encrucijada, que parece definitiva, ya no es solo de la oposición, sino la del país todo. Los factores de poder que la controlan deben tomar una decisión cuyo resultado va a ser recordado históricamente: o participa en las legislativas del 2020 para conservar el único poder que ha arrebatado al oficialismo, o se impone su línea abstencionista y entregará en bandeja de plata la totalidad de la institucionalidad, lo que le llevará largos años recuperar.

Las legislativas deben efectuarse este año según mandato constitucional y el oficialismo puede convocarlas en cualquier momento para explotar la división opositora que no logra establecer una estrategia única.

De decidirse la oposición por el camino de la abstención, sería la primera vez que un país llega a la concreción del partido único sin el uso de la violencia política sino por el repliegue autoconvocado del adversario.

Justo en los momentos de mayor debilidad electoral del presidente Nicolás Maduro, la oposición experimenta un choque de corrientes en su seno, lo que indica una tendencia hacia la disolución política.

La oposición fracturada

La oposición a Maduro no está limitada el antichavismo. Está compuesta por diversas corrientes, desde el antichavismo radical hasta el chavismo disidente o descontento. En las parlamentarias de 2015, la oposición logró revertir por primera vez de manera contundente la correlación de fuerzas, imponiéndose con 56 por ciento (7.728.025 votos).  En esa ocasión el chavismo obtuvo 40 por ciento (5.625.248 votos) después de haber sacado 8.191.132 votos en la última presidencial de Chávez en 2012—una considerable merma de votos. De 167 escaños, la oposición consiguió 112 en 2015 y el chavismo 55. La primera barrida en 15 años de profunda diatriba.  Todo ello con el mismo “ventajismo oficial” que denuncia la oposición actualmente. 

Pero ese triunfo solo podía consolidarse si se mantenía la articulación de tres corrientes que hoy demuestran abiertamente una radical pugnacidad.

La primera corriente, la más poderosa aunque no la más votada, es el sector radical, proveniente de las élites históricas del país. Leopoldo López y María Corina Machado lideran esta corriente. Ambos, igual que las cúpulas de sus partidos, son hijos de lo que popularmente se conoce como “los amos del valle” para referirse al pequeño puñado de familias ricas provenientes de Europa desde tiempos coloniales. Estos sectores no habían participado activamente en la política hasta el advenimiento del chavismo, cuando crearon varios partidos políticos como Voluntad Popular de Leopoldo López, que en 2015 quedó con 14 de un total de 167 diputados, y Vente Venezuela de María Corina Machado, que apenas obtuvo un diputado.

Esta tendencia nunca ha sido exitosa electoralmente, ni siquiera en las internas opositoras. Pero tiene mucho poder económico y mediático. Tanto sus líderes como la mayoría de sus operadores y buena parte de sus bases ahora se encuentran establecidas en el exterior, especialmente en Estados Unidos. Manejan medios como Panampost (su dueño es primo de María Corina Machado Zuloaga), EVTV  y cientos de cuentas de redes e influencers cuyo impacto no resiente tanto al chavismo sino sobre todo a las otras corrientes opositoras cuando intentan salidas políticas o electorales y son duramente acusadas de “entreguistas” y  “colaboracionistas con el régimen.” Tienen una conexión histórica y directa con lobbies cubanos de Miami y el partido republicano estadoudinense. Son las principales ejecutoras e impulsoras de la rebelión de Juan Guaidó, quien se auto-proclamó presidente del pais hace más de un año.  

Este sector es abiertamente pro intervencionista, conservador y neoliberal. No solo está de acuerdo con una invasión directa de Estados Unidos y sus aliados sobre Venezuela sino que tienden a negar una salida electoral o política con las condiciones actuales. Para ellos, el chavismo es un problema patológico que hay que cortar de raíz y la abstención parece ser la única respuesta política para la coyuntura. Consideran que en el escenario electoral se impondría, de muchas maneras, el ventajismo oficial. En medio de una lucha política lenta van privilegiando, de manera casi exclusiva, el escenario internacional para forzar acciones rápidas y violentas contra el gobierno de Maduro.

La segunda corriente la representan los partidos tradicionales socialdemócratas—especialmente Acción Democratica (AD), que tiene 25 diputados, y Un Nuevo Tiempo (UNT), que tiene 18—,  quienes tienen fuerza electoral en las regiones y en los sectores populares de donde provienen. Son mucho más dispuestos a una salida política y al diálogo pero la presión política desde Estados Unidos y de los medios de la corriente radical no les ha permitido tomar la decisión de asumir la participación electoral en estas legislativas. Tienen cuatro gobernaciones de las 20 del país y peso electoral en sectores populares donde el chavismo mantuvo la hegemonía hasta 2015.

El partido Primero Justicia de Julio Borges y Henrique Capriles Radonski sacó 33 diputados en 2015 y se ubica entre las dos corrientes anteriores. Recientemente Capriles, excandidato presidencial y el líder de oposición que más cerca ha estado de derrotar al chavismo cuando en las presidenciales 2013 estuvo sorpresivamente a menos de dos puntos de Maduro, ha optado por reclamar a la oposición que participe en las elecciones. Esta decisión puede implicar una ruptura interna con Borges, quien es presidente del partido y actualmente se encuentra exiliado entre Estados Unidos y Colombia fungiendo como canciller de Guaidó. Borges mantiene una postura radicalmente abstencionista.

La tercera corriente chocó con las anteriores cuando participó en las presidenciales de 2018 donde eligieron a Maduro por segunda vez y en la que el grueso de la oposición decidió abstenerse. Algunos de sus miembros, y buena parte de sus votantes, provienen del chavismo. Henry Falcón fue el candidato y obtuvo 20.9 por ciento (1.927.387 votos). La postura de este sector es de diálogo con el Gobierno. De hecho, ya participan en una mesa de negociación con Maduro, y condenan los planes de intervención extranjera o los golpes militares como el intento fallido liderado por Guaidó el 30 de abril de 2019. En este sector podemos incluir al partido evangélico Nuvipa que llevó su propia tarjeta electoral,  sacó un poco más de 1 millón de votos pero viene creciendo de manera sostenida.

A esta tercera corriente  se le sumó a finales de 2019 un grupo de alrededor de 18 diputados que se han escindido de los partidos de oposición en algo que han llamado “la rebelión de las regiones” para reclamar democracia interna en esos partidos. A la vez, los partidos los han acusado y expulsado por presuntamente recibir sobornos del oficialismo.

Este grupo disidente, junto al voto oficialista, se hizo del control de la Asamblea Nacional el 5 de enero cuando se decidía, como en todos los comienzos de año, la junta directiva del poder legislativo según el voto interno de la cámara única. En 2019 había sido elegido Guaidó y en este 2020 intentaba reelegirse cuando fue juramentado Luis Parra, un diputado que proviene de Primero Justicia y que ha sido acusador y acusado de hechos de corrupción cuyas investigaciones aun no culminan.

Ese día ocurrió un repentino cambio de directiva debido a que no se conocían otros candidatos. De forma sorpresiva, se procedió al nombramiento de una nueva junta, compuesta por diputados disidentes de oposición. La oposición calificó este hecho como golpe de estado parlamentario debido a que no se habrían cumplido requisitos mínimos del Reglamento Interior de Debate y nunca quedó claro si cumplieron con el cuórum mínimo y el número de votos necesarios para proceder a la juramentación.

Desde muy temprano ese día, los accesos al palacio Legislativo estuvieron custodiados por la Guardia Nacional que impedía el paso a diputados de oposición que estuvieran “inhabilitados.” Mientras Guaidó forcejeaba con los militares para conseguir el paso de estos diputados, a lo interno del hemiciclo se producía atropelladamente la sesión en la que fue electa la nueva junta. El oficialismo denuncia, según un video que hicieron público, que Guaidó hizo un show internacional en las afueras de palacio y prefirió no entrar porque no contaba con los votos suficientes para su reelección. Dicho video muestra que un militar le permite pasar a Guaidó y este responde que no entraría hasta que no dejaran entrar a un diputado que le acompañaba y al que no permitían el paso. A los minutos Guaidó intentaba sin éxito saltar la cerca del palacio en una imagen ampliamente recogida por los medios internacionales.

Ya en la tarde de ese día, Guaidó convocó a una sesión parlamentaria en la sede de El Nacional, un histórico medio, donde concretó su reelección. Este hecho también fue cuestionado, incluso por opositores, debido a que tampoco se estableció con certeza el cuórum y la votación. En un minucioso artículo, el investigador y economista Francisco Rodríguez hace una descripción y análisis detallado de la correlación de fuerzas a lo interno del parlamento el día de la elección. Entre otras observaciones, apunta: “no basta con simplemente mirar las acciones de Maduro para explicar la gran disminución del apoyo de la oposición entre los legisladores…Mantener unida a una coalición es una tarea compleja, y hay evidencia que sugiere que algunas de las decisiones estratégicas tomadas por la administración Guaidó pueden haber contribuido a acelerar la tasa de pérdida de los legisladores.”

Estos sectores disidentes ahora piden al Tribunal Supremo de Justicia intervenir en partidos como Primero Justicia y Voluntad Popular para convocar elecciones internas, seguramente tuteladas desde el oficialismo

La inacción de la oposición debido a su postura abstencionista, la formación de este nuevo grupo disidente y el  manejo interesado del oficialismo pueden terminar barriendo al antichavismo del juego institucional debido a que se retirarían, por decisión propia, de la Asamblea Nacional, único poder que actualmente controlan. Y al no tener dicho poder, podrían ir perdiendo sus propios partidos políticos que están siendo disputados por sectores disidentes con el apoyo de las instituciones controladas por el oficialismo, como el Tribunal Supremo de Justicia y el Consejo Nacional Electoral.

Mientras tanto Guaidó

Es clave, para comprender la decisión final que debe tomar pronto la oposición, evaluar la última gira de Guaidó que buscaba oxígeno activando el apoyo internacional y volviendo a colocar a Venezuela en la agenda geopolítica. Luego de ser recibido por Trump en la Casa Blanca y ovacionado durante el discurso de la Unión, sigue sin quedar claro cuál será la hoja de ruta que va a trazar Guaidó.

Su problema central es que, más que un espaldarazo diplomático, necesita concretar acciones urgentes y creíbles para que su perfil no decaiga de manera definitiva. En cambio, Trump no fue lo suficientemente explícito en querer usar la fuerza militar y no repitió nuevamente esa frase varias veces utilizada en 2019 de que “todas las opciones están sobre la mesa” para dejar abierta la vía militar.

El corresponsal de la BBC Guillermo Olmo considera que la foto con Trump era muy necesaria pero se pregunta si será suficiente para “doblar el brazo de Maduro” y rápidamente concluye: “no ha sido el caso hasta ahora.”

Por su parte, Maduro se prepara para pasarle una aplanadora en las legislativas.

A partir del fracaso del intento de golpe militar del 30 de abril de 2019 en el que Elliott Abrams, representante de la Casa Blanca para asuntos sobre Venezuela, participó publicamente y de la destitución del consejero de seguridad John Bolton en septiembre pasado, el tema Venezuela había venido desapareciendo del interés de la administración Trump, hasta este encuentro en  febrero de 2020. 

Los sectores de oposición que apoyan a Guaidó, y que lucían asfixiados entre la impotencia política y la crítica de sus seguidores, están tomando oxígeno en el plano internacional a partir de la gira, pero aún no se sabe cómo van a usarlo para sumergirse en la realidad política venezolana.

Vuelta a Venezuela

Para sacar a Maduro de manera política y electoral, o al menos impedirle la hegemonía total, la oposición está obligada  a articular estas corrientes nuevamente, lo que hoy parece muy difícil. A menos que, los sectores radicales pero más políticos, Guaidó incluido, produzcan un golpe de timón y decidan la participación en las legislativas como manera de propinar otro golpe electoral a Maduro como el de 2015 y volver a meter la disputa en el carril político y electoral. 

Este giro implica producir una alianza entre sectores antichavistas y el chavismo descontento. Algo que resulta complejo después de que la rebelión de Guaidó llamara a acciones militares de Estados Unidos, Colombia y la aplicación del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca, siempre con un discurso elitista y antichavista, lo que hace dudar sobre las intenciones del círculo de Guaidó de perseguir y condenar a los sectores que provienen del chavismo o que considere que han cohabitado con él, incluidos los sectores socialdemócratas. A su vez, algunos sectores provenientes del chavismo, aunque contrarios a Maduro, no participarían en un proceso de subordinación a Estados Unidos. Es lógico que ante las amenazas norteamericanas y colombianas de invadir y sancionar, el chavismo vuelva a consolidarse y reúna en sus filas a detractores del gobierno de Maduro. Es lo que ha pasado con la rebelión de Guaidó durante 2019.

La decisión que tome la oposición en las próximas semanas va a repercutir en la política nacional los próximos tiempos. La presión que ejerce Estados Unidos sobre sus diversas corrientes será clave para la toma de esta decisión. Si el único discurso que se impone es el de radicalizar la postura y por ende no participar en las próximas elecciones, es probable que Maduro quede más deslegitimado pero seguro que se atornillará en el poder un buen tiempo. Si por el contrario, se interpela a la oposición toda para que se una y vuelva a dar una demostración de fuerza electoral, entonces se estará abriendo la posibilidad de un escenario de negociación y de unas posteriores presidenciales con un Consejo Nacional Electoral que genere confianza. Valga recordar que esta ruta está pre cocida por una comisión que diseñó la gestión de Guaidó y donde participan diputados opositores y oficialistas. 

No obstante, la ovación que dieron demócratas y republicanos a Guaidó durante el discurso de la Unión del 4 de febrero hace pensar que se puede imponer con Venezuela el mismo modelo de presión que con Cuba, un modelo que ofrece votos en la importante Miami, pero que termina solidificando en el poder a presidentes asediados: ¿se convertirá Maduro en un nuevo Castro para Estados Unidos? Este escenario obedece más a la política de Estados Unidos, que a las intenciones del gobierno venezolano.

Según se ha conocido, el único pedimento del obierno en la mesa de negociación que facilitó Noruega y que se dio a conocer a finales de mayo, después del encuentro entre las partes, es la eliminación de las sanciones impuestas por el gobierno de Estados Unidos—o al menos su condena por parte de los líderes opositores, algo que le produciría a los decisores de la oposición una avalancha de insultos y reclamos por parte de la corriente radical y toda su mediática, además del aislamiento financiero. Implicaría a la vez romper con sus aliados internacionales, especialmente los gobiernos de Colombia y los republicanos de los Estados Unidos que más han participado en el acecho a Venezuela. La situación actual de la oposición nos recuerda mucho a la de la izquierda venezolana de los años 60 y 70 cuando, después de haber sido derrotada la vía armada, cualquiera que decidiera volver al cauce electoral sería declarado traidor y entreguista, lo que les llevó más de 30 años para su recomposición política.

El principal obstáculo para la oposición es entonces, por ahora, la misma oposición. En los próximos días veremos si puede superar su situación o si se auto condena al fracaso durante los próximos años.


Ociel Alí López es analista político, profesor de la Universidad Central de Venezuela y colaborador en diversos medios de Venezuela, América latina y Europa. Con su libro Dale más Gasolina fue ganador del premio municipal de Literatura mención investigación social.

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