Chavismo: su fortaleza puede ser su mayor riesgo

Después de las elecciones, cuáles son los siguientes pasos para el gobierno y sus opositores dentro de sus rangos?

July 11, 2018

Una huelga de trabajadores a principios de este año (Twitter/@JauaMiranda)

Lea la versión en inglés de este artículo aquí.

Con el triunfo de Maduro en las últimas elecciones, se ha abierto en el chavismo un debate interno, que puede llevarlo a su fortalecimiento o, por el contrario, a una erosión definitiva.

Por un parte, el resultado electoral del 20 de mayo fortaleció al PSUV desde varias perspectivas. No solo porque lo llevó al triunfo sobre la oposición, sino también porque demostró ser el único partido de peso entre los aliados chavistas, aportando 5.267.109 votos, esto es el 85% de los votos para Maduro. Hoy el PSUV cuenta con 18 de las 23 gobernaciones, 306 de las 335 alcaldías y la totalidad de los curules de la Asamblea Nacional Constituyente. Este órgano debe redactar una nueva Constitución, probablemente este mismo año.

Sin embargo, en estos comicios el PSUV contaba, por primera vez, con un importante competidor interno del mismo chavismo, el movimiento Somos Venezuela, quien emergió con ingentes recursos publicitarios y fue relacionado explícitamente con la promesa de una bonificación directa a millones de personas, difundida por el gobierno durante la precampaña y la campaña. Este movimiento—dirigido por la actual presidenta de la Asamblea Nacional Constituyente, Delsy Rodríguez—obtuvo el 6% de los votos de Maduro. Ninguno de los demás partidos aliados llegó al 2%.

Aun así, hay varias perspectivas que han salido después de las elecciones desde voces diversas de la panorama chavista sobre los temas más importantes que enfrentan el pueblo venezolano, desde la pólitica económica hasta la gerencia de la industria petrolera. ¿Con estas ideas, puede encontrar soluciones, o simplemente crean una vía hacia más caos?

En el proceso de diálogo emprendido pocos días después de las presidenciales entre el gobierno y algunos sectores de oposición, se acordó la liberación de decenas de presos relacionados con la violencia de calle (guarimbas) de 2014 y 2017. En este marco Maripili Hernández, exministra de Chávez, solicitó que el debate se amplíe hacia los sectores del chavismo descontento: “Yo me pregunto, ¿cuándo Maduro va a llamar a los revolucionarios a conversar? Parece que él puede conversar con todo el mundo,” dijo. “Hablar inclusive con los sectores guarimberos de la oposición, pero no conversa con los revolucionarios, no conversa con el Polo Patriótico [un sector de Chavismo], no conversa con esos dos millones y medio de personas que eran voto duro chavista y ahora no están votando por él… ¿Cuándo es que va a escuchar a los sectores revolucionarios?”

No obstante, el debate interno del chavismo empezó apenas un día después del electoral, cuando un reconocido intelectual, Nestor Francia, calificó de “pírrica” la victoria de Maduro y prendió las alarmas sobre la merma de la votación chavista. Su alerta levantó una polvareda de señalamientos que demostraron que hay varias lecturas en relación al resultado electoral.

Otro intelectual, quizá el de mayor prestigio en la izquierda venezolana, Luis Britto García, ha escrito un texto sorprendente, “Felicitaciones nuevamente”, donde desarrolla una comparación entre al actual discurso económico de Maduro y el del expresidente Carlos Andrés Pérez, principal enemigo del chavismo, quien introdujo en 1989, después de un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, un paquete de ajuste económico que sumió al país en una profunda crisis, que llegó a su nivel más álgido con la explosión social conocida como el Caracazo.

Fuera de la comparación, una de las críticas más radicales ha sido elevada por el asesor del Banco Central de Venezuela y autoridad académica en el tema petrolero, Carlos Mendoza Potellá, quien sugiere un radical cambio de estrategia en la forma de planificar la explotación del crudo. Su análisis cuestiona la perspectiva petrolera de Chávez, perspectiva que tiene su centro de atención en la Faja Petrolífera del Orinoco, lo que para el académico no pasa de ser una mera “ilusión” debido a sus altísimos costos.

Y además, Elías Jaua, exvicepresidente de Chávez y actual ministro de Educación, ha hecho algunos planteamientos radicales relacionados con el partido de gobierno (Partido Socialista Unido de Venezuela). Primero, exigió elecciones internas en el partido, luego pidió a su directiva—incluido Maduro, su presidente—poner el cargo a la disposición de las bases.

Una nueva vía hacia adelante?

Para atajar estas críticas, el presidente Maduro llamó a un Congreso en el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), que deberá culminar el 24 de julio. Ha hecho especial énfasis en abrir un proceso de “crítica y autocrítica” proponiendo una “renovación” o “nuevo comienzo”. En un discurso efusivo ante la Asamblea Nacional Constituyente llegó a señalar: “no estamos haciendo lo suficiente ni lo estamos haciendo bien, hace falta una gran rectificación profunda, hace falta hacer las cosas de nuevo”. Días más tarde pidió una “reorganización total” del PSUV. Las últimas elecciones para elegir la directiva del PSUV fueron realizadas el 9 de marzo de 2008. No obstante, aún no ha respondido a las exigencias de sus compañeros de tolda, como el llamado a elecciones internas y la entrega de su cargo.

La baja cantidad de votos que Maduro logró (6.190.612 votos) en las presidenciales de mayo demostró que era un candidato derrotable, con una abstención que alcanzó el 54%. Esto en comparación a los votos obtenidos por la oposición en las legislativas de 2015, (7.726.066 votos) y tomando en cuenta los que perdió el chavismo en contraste con las anteriores presidenciales de 2012 con Chávez de candidato (8.191.132 votos), o con el mismo Maduro en 2013 (7.505.338 votos). Desde 2001, la abstención no había pasado de 25% en unas presidenciales.

No obstante, quien gana por forfait es vencedor y no hay ley o reglamento nacional que contemple atenuación o suspensión del resultado. De modo que la oposición deberá aguardar hasta 2024 para intentar nuevamente tomar el poder por vía electoral si no sucediera algún acontecimiento inesperado. Esta situación abre interrogantes sobre la efectividad de la estrategia opositora del boicot y la abstención, así como respecto a la “salida internacional.” Ninguna de ellas parece estar produciendo resultados.

Si bien Estados Unidos anunció sanciones que impiden a Venezuela la venta de activos en su territorio, este tipo de medidas parecen atornillar al gobierno venezolano al poder, quien necesita un enemigo de peso que sustituya a la oposición interna, que está derrotada y sin un proyecto político que la reanime. El chavismo se unifica en la confrontación con su adversario histórico, la ausencia de este adversario podría hacerle perder la brújula y detonar roces internos.

En tal sentido, las sanciones norteamericanas y las constantes declaraciones de otros presidentes contra Maduro—como las del colombiano Juan Manuel Santos y su sucesor, derechista Iván Duque—ocupan el vacío dejado por la oposición de clase media-alta, casi toda en el exterior, y permiten que el chavismo se mantenga activo en la lucha contra un enemigo de mayor rango. Mientras las acciones radicales que la oposición espera por parte de Estados Unidos sobre Venezuela no van al ritmo que desean.

La potencia del PSUV

Muchos se preguntan cómo es posible que el PSUV tenga tanto poder en la situación actual de crisis económica. La verdad es que el gobierno de Maduro ha sostenido políticas sociales de peso en la distribución de alimentos, construcción de viviendas, atención a la tercera edad, y mantiene muy bajos los precios de los servicios públicos. Mientras la oposición cataloga de “populistas” estas políticas, y cada cierto tiempo recurre a la violencia de calle en medio de llamados ideológicos de extrema derecha.

Ante este panorama es lógico que el sector más empobrecido se pregunte cómo actuaría un gobierno de oposición y termine impidiendo que llegue al poder. Aunque en esta oportunidad fue aún más determinante el “boicot” a las elecciones, como impidió que buena parte del electorado este sector acudió a las urnas y votó por Maduro.

Seguramente la alta abstención y la pérdida de votos del chavismo ha llevado a Maduro a plantear una “renovación” del chavismo. No es la primera vez que sucede algo así. En 2007 y 2010, Chávez pidió abrir un proceso de rectificación interna, algo que Maduro ha retomado en este 2018.

A partir de 2010, Chávez llamó que el PSUV debiera transformarse de un partido/maquinaria (pragmático y meramente electoral) a un partido/movimiento, basado en la relación directa con las necesidades de la gente, que busque empoderar y dar poder a los sectores subalternos y combatir la burocratización.

Estos cambios tardaron en llegar y Nicolás Maduro, a raíz de la muerte de Hugo Chávez (quien retomó la lucha contra la ineficiencia y la burocracia en sus últimas alocuciones) heredó la deuda de profundizar esta lógica. En mi libro, Dale más gasolina: chavismo, sifrinismo y burocracia, publicado en 2015, describo la encrucijada para chavismo. Tras emerger como un movimiento “salvaje” y contestatario contra las lógicas partidistas corruptas y excluyentes, el chavismo fue sufriendo un proceso de burocratización, similar a otros procesos revolucionarios, lo que le ha reducido el espectro electoral que puede mantener por su férreo control de la institucionalidad—pero sobre todo por las incongruencias de la oposición.

De mantenerse esta tendencia, pudiera imponerse el escenario de una perpetuación indefinida, parecida a la del Partido Institucional Mexicano, en el poder desde 1929 (salvo pequeñas interrupciones entre 2000 y 2012). Esto si no estalla la pugna entre sus corrientes internas y si la oposición y Estados Unidos siguen estableciendo estrategias de choque a la institucionalidad, lo cual facilita al chavismo mantener su poder.


Ociel Alí López es sociólogo, analista político y profesor de la Universidad Central de Venezuela. Ha ganado premios con su libro Dale más gasolina: chavismo, sifrinismo y burocracia (2015), y el Premio Internacional Clacso/Asdi para jóvenes investigadores (2004)

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