Este artículo fue publicado originalmente en el número de primavera 2023 del NACLA Report, nuestra revista trimestral.
Al Qaeda. El Cartel Jalisco Nueva Generación. Colectivos feministas. Estudiantes de la Normal de Ayotzinapa.
Así se lee la lista de “grupos de riesgo” identificados por la Secretaría de Defensa Nacional para las operaciones del Aeropuerto Internacional Félipe Ángeles, el nuevo aeropuerto de la Ciudad de México. La lista fue filtrada por el colectivo de hackeo Guacamaya, y confirma lo que muchas ya sabíamos: las fuerzas represivas del estado tienen el movimiento feminista en la mira.
Nos tienen miedo.
No es exageración decir que la potencia feminista, que se manifiesta en las marchas del 8 de marzo (Día Internacional de las Mujeres), el 25 de noviembre (Día Internacional para Eliminar la Violencia contra la Mujer) y otros días más, es entre los movimientos más importantes en América Latina hoy día.
Las mujeres en México se están organizando y juntando fuerzas contra todas las violencias que enfrentamos, desde las casas hasta las calles, desde las escuelas hasta los hospitales y demás instituciones, y también en nuestros lugares de trabajo y los espacios mixtos. Más allá de nombrar y proteger a otras de la agresiones de hombres violentos, la unión y la presencia en las calles nos da herramientas para romper el pacto patriarcal, tan presente en la vida política y cotidiana.
Las feministas y las mujeres participamos en amplias luchas: contra el racismo, por la memoria, en búsqueda de las personas desaparecidas, en defensa del agua y del territorio, por los derechos laborales y la justicia, por el derecho al aborto libre, seguro y gratuito, a favor de les migrantes, por la legalización de la marihuana, contra la violencia, y por la paz.
A pesar de las esperanzas que generó la elección de Andrés Manuel López Obrador en el 2018, la combinación de la austeridad republicana (que ha llevado a cortes presupuestarios a muchas instituciones públicas) y el fortalecimiento del aparato represivo son extremadamente alarmantes. En gran parte las feministas han seguido críticas a la gira militarista y hondamente conservador del gobierno actual, la cual ha provocado que el presidente les tilde de reaccionarios que se oponen al cambio y la transformación.
Para entender la fuerza de las mujeres, personas trans y no binaries, y los intentos de desmovilizar y contenerla—durante la gestión de un gobierno que aparenta progresista y dice tener una “política exterior feminista”—hablé con Alicia Hopkins en la Ciudad de México, y Lirba Cano en Guadalajara, Jalisco.
Hopkins lleva años movilizando y luchando en colectivos mixtos, y desde el año 2019 empieza a sentar las bases para fundar la Comuna Lencha Trans, espacio dónde vive y trabaja junto con otres compañeres para construir autonomía en la ciudad.
Cano fundó Cuerpos Parlantes, un espacio en el centro de Guadalajara hace 10 años. Antes, vivió en Barcelona, donde militó en grupos antiracistas. De regreso a México trabajó con varios grupos y colectivos obreros e inspirados en el zapatismo.
Hablamos las tres por videollamada a principios de diciembre, y nuestra conversación ha sido ligeramente editada por claridad y extensión.
Dawn Marie Paley: Quisiera empezar preguntando sobre los espacios que ustedes han construido en sus respectivas ciudades. ¿Cuál es el propósito de sus proyectos, y cómo funcionan hoy?
Alicia Hopkins: La Comuna Lencha Trans inicia como un esfuerzo por sobrevivir en la Ciudad de México.
Empezamos con un comedor comunitario en enero del 2020, pero pues vino la pandemia, y todos los proyectos que teníamos—queríamos hacer una escuelita popular feminista—se quedaron en el aire.
Tuvimos que cerrar la casa y el comedor comunitario, abrimos de vuelta en mayo del 2021. Nunca cerramos por completo porque justo veníamos de un proceso de precarización muy fuerte, nos dedicamos a seguir trabajando en la cocina y en la venta ambulante en la calle y eso permitió más o menos sostener el proceso, sin que estuvieran pues así las puertas abiertas. Era sobre todo comida para llevar.
Ahora tenemos la cocina autogestiva de la comuna, hacemos ciclos de cine, tenemos un taller editorial y de serigrafía, un círculo de lectura, y un espacio terapéutico. Se dan cursos, se dan talleres, se hacen bazares también para compas que vienen también con sus propios proyectos. Los viernes, cada 15 días, tenemos el Lesbotanero, que es un momento más de gozo, de fiesta.
Ha significado una escuela de formación y organización muy importante para todas nosotras. Muchas de nosotras veníamos de experiencias de organización y de militancia, pero no necesariamente en la vivienda, no necesariamente en compartir la vida cotidiana. Eso implica un montón de dimensiones que van desde la dimensión material hasta la simbólica, pasando por la afectiva, en una apuesta que es ética y política para nosotras.
Lirba Cano: Decidimos abrir Cuerpos Parlantes con la intención de vincularnos con el movimiento feminista de Guadalajara frente a las violencias que sentíamos ya tan cerca, en particular por los altos índices de feminicidio y las desapariciones forzadas. Necesitamos tener esta vinculación también por sobrevivencia, por seguridad; para pensar colectivamente y entender lo que está pasando y sobre todo para tener un espacio dónde organizarnos. También frente a la gentrificación y el despojo urbano en el centro de la ciudad, que hemos documentado desde hace más de una década.
En Cuerpos Parlantes han tenido lugar muchas de las asambleas organizativas y espacios de trabajo para la jornada del 8 de marzo en Guadalajara, así como para las acciones del 25 de noviembre. Impulsamos la vinculación y el trabajo de la red feminista YoVoy8deMarzo desde su fundación en 2014, que ha permitido dar un proceso de continuidad a la organización de esas jornadas. Principalmente, convocamos a espacios de formación política desde los feminismos, como el Feminario, para entender las violencias que nos están atravesando, y tener una comprensión más profunda que nos permita llevar a cabo acciones más certeras.
Lo que nos ha dado el pensamiento feminista a lo largo de estos años es el reconocimiento de la necesidad de conectarnos con las personas que se están organizando. Abrir ese pensamiento a toda la comunidad nos posibilita generar una organización más profunda frente a los problemas que enfrentamos, a partir de la construcción de una percepción común de la situación.
DMP: Quisiera tratar de hilar entre esas experiencias muy concretas que tienen en los espacios que han construido a lo largo de los años, y felicidades Lirba, ¡que ya van a ser 10 años! ¿Cuál es su reflexión desde estas experiencias tan situadas y las movilizaciones feministas, las experiencias de estar en la calle, esa explosión violeta? ¿Cómo ha sido participar en esto, vivir esto?
LC: Ha sido un proceso muy enriquecedor e interesante. La organización en asamblea es como una aula donde hay una pedagogía muy concreta y aprendes muchas cosas. Aprendes a comunicar, aprendes a argumentar, aprendes a organizarte con mujeres muy diferentes.
Luego se materializa tomando las calles y sientes ese poder colectivo encarnado, un sentimiento tan potente, que las cosas pueden cambiar. ¡Tenemos el poder de cambiarlas! Las marchas y las concentraciones, las manifestaciones son muy poderosas, además de que se abre la posibilidad de comunicarnos con otras y con otres.
Ha habido un proceso de comunicación muy importante, una comunicación que hace que cada año la movilización sea más grande. Cuando empecé a organizarme fue hace nueve años, en el surgimiento de la red feminista YoVoy8deMarzo en el año 2014.
En aquel momento había una generación de compañeras feministas que ejercían de alguna manera su activismo dentro de las instituciones, pero había poco movimiento en la calle, había poco movimiento de jóvenes, había poco movimiento en las universidades.
Estaba algo enrarecido, porque por otro lado veíamos que los feminicidios iban en aumento, la crisis de personas desaparecidas iba en aumento y todo se quedaba muy guardadito y muy ordenado en las instituciones.
Sentíamos la necesidad de irrumpir ruidosamente en las calles, para que las paredes empezaran a hablar de que había un problema tremendo de violencia. En estos años, he visto como la materialización de las cuerpas en la calle también ha ido acompañada de movilizaciones dentro de las universidades y en muchos otros ámbitos de la vida cotidiana.
Las mujeres nos hemos atrevido alzar la voz porque estamos arropadas por un movimiento feminista que constantemente está tomando las calles.
AH: El 24 de abril del 2016 fue la salida a las calles por primera vez tan masiva en la historia de nuestro país en términos feministas. Fue un momento en donde las divisiones no estaban presentes, estábamos todes, estábamos hartas de la violencia.
Fue un momento de maravilla, de la potencia feminista en la ciudad y en el país. Del 2016 al 2020 veíamos que iba en incremento esta fuerza de movilización en la ciudad. Lo que sucedió en el 2019 con la protesta que se hizo, acá en la Glorieta de Insurgentes, derivada de cuatro casos de violación por parte de policías en la Ciudad de México. Fue un momento de un estallido de rebelión.
Raquel [Gutiérrez Aguilar] habla del despliegue de la ira. En algún momento fue la rabia pura, así el despliegue de un coraje, de una sensación de no más impotencia, de ya no nos vas no nos van a callar. Y ya no van a recibir las buenas formas de nuestra parte. Van a recibir toda la fuerza y el coraje y la rabia de la que somos capaces.
Fue hermoso. Fue hermoso darnos cuenta desde ese despliegue de fuerza que tenemos y de lo que somos capaces de hacer. En el 2020 el 8 de marzo fue la movilización más multitudinaria que ha existido en la historia del país.
Fue una movilización que además costó un montón de trabajo. Lograrla en términos organizativos, en términos asamblearios, que para mí también fue un gran logro porque logramos unirnos dos asambleas muy importantes en la ciudad que es la Asamblea Feminista Metropolitana, conformada por compañeras sindicalistas que forman parte de organizaciones mixtas, pero también compañeras socialistas, trotskistas y otras que se organizan en torno a demandas hacia el estado, y tiene ya años organizando el 8m y el 25 de noviembre. Y por otro lado la Asamblea Feminista Autónoma Independiente que justo surgió a partir de las protestas del 2019, es más ácrata, había compañeras más anarquistas organizadas en colectivas separatistas o en células del bloque negro. Era juntar dos mundos que no necesariamente se llevan muy bien dentro del feminismo. Y lo logramos, o sea, nos costó un montón.
Fue increíblemente potente el 8 de marzo del 2020, y días después se declaró la pandemia. Lo que se vino después también ha sido muy fuerte. Vino una ola de criminalización brutal.
Desde entonces hemos vivido un despliegue de la criminalización muy fuerte por parte del Estado, y tenemos mucha menos potencia para hacerle frente, nos sentimos más fragmentadas, más debilitadas.
Lo que trajo consigo la pandemia afectó un montón a nuestra capacidad de responder y nuestra capacidad de organizarnos acá en la ciudad. Ahora estamos enfrentando eso, las movilizaciones son más pequeñas, y hay más de 30 carpetas de investigación abiertas contra compañeras feministas.
DMP: Me podrían hablar un poco más de este proceso de debilitamiento de un movimiento tan masivo, tan enorme en las calles.
LC: Yo jamás me imaginé vivirlo. Pensé que eso había quedado en el siglo pasado, eso de estar otra vez en las discusiones de quién tiene el derecho a estar en las manifestaciones. ¿Quién tiene el derecho de estar en las asambleas feministas? ¿Quién es el sujeto político del feminismo?
De cuatro años para acá, se está discutiendo otra vez esto. Han habido unos ataques tremendos dentro del movimiento feminista, de colectivos feministas separatistas transfóbicas.
En los últimos tres años de movilización en asamblea se ha decidido que las familias de mujeres víctimas de feminicidio que buscan justicia por sus hijas, sus hermanas, sus compañeras asesinadas encabezaran la marcha y también las familias que buscan incansablemente a sus hijos e hijas desaparecidos.
Obviamente, se trata de contingentes mixtos. Entonces recibimos la acusación de desdibujar el objetivo primordial de la marcha del 8 de marzo, que es “las mujeres por las mujeres”, un sujeto limitado, un sujeto esencialista, que prácticamente apela a la biología.
Me parece que eso nos está debilitando de una manera tremenda. También la lectura que tenemos acá es que se trata de un lobby global, para fragmentar uno de los movimientos sociales globales más potentes de los últimos tiempos.
AH: En el 2016, el afán de la movilizaciones era decir que pare la violencia. Alto a todas las violencias.
Pero poco a poco se fue desmantelando esa potencia que era tan increíble, que ocupaba, además múltiples recursos de la lucha, desde el arte, desde el fuego, desde la alegría, el teatro, los talleres y la circulación de información en las redes.
Como comenta Lirba, uno de los pilares de este desmantelamiento ha sido la discusión del sujeto del feminismo. Me parece que es una larga discusión en todos los movimientos políticos sociales. Cuando los Marxistas discutían quién era el sujeto revolucionario, en nuestra discusión en Latinoamericana, decían que no podía ser el campesino porque tenía que ser el obrero, y que el campesino en realidad era propietario, era pequeño burgués.
Estas discusiones son muy propias de los de los movimientos sociales y ahora nos está tocando lidiar con eso también como movimiento feminista. A mí me parece terrible la manera en la que nos hemos debilitado.
Pero nos ha llevado a fortalecer otras redes a lo mejor más pequeñas, ya no en la magnitud que veíamos de la potencia feminista del 2016, pero sí redes que se van consolidando de compañeras y compañeres que estamos ya mucho más ciertas de hacia dónde vamos y cómo queremos ir juntas.
DMP: Quisiera preguntarles ahora de la relación que ustedes ven entre este feminismo que sigue mobilizado contra todas las violencias, un feminismo incluyente y no esencialista, y el estado, ahora supuestamente bajo un gobierno progresista.
AH: Hay 30 carpetas de investigación abiertas para compañeras en la Ciudad de México y del Estado de México. La represión que hubo en Chimalhuacán fue muy fuerte, compañeras violadas, golpeadas y torturadas y no logramos dar una respuesta cabal frente a este acto tan violento en su contra.
Tenemos dos compañeras ahorita, Carla Tello y Magda Soberanes, y ellas están presas. Son las primeras dos presas políticas feministas de la historia de nuestro país. Y no logramos articular una resistencia y una fuerza organizativa a la altura de las circunstancias.
Hoy no son los mismos policías que salieron en el 2019 a intentar contener la ira. Cada vez son policías con mayor adiestramiento y mejor entrenadas para pues para golpear sin dejar marcas, para robar, para amedrentar para ocupar gases y negarlo después, para todo el proceso de violación de derechos humanos que quedan impunes. Y estamos enfrentando ahora también este proceso de criminalización y de encarcelamiento.
Uno no quiere una relación con el Estado, pero no queda más que confrontarse con él. Estamos obligados porque tienen presas a nuestras compañeras, nos siguen torturando, nos siguen golpeando, violando, y desapareciendo.
Nos tienen a nosotras ahora como el enemigo público, la cantidad de policías que nos mandan a las calles cada vez que salimos es absurdo. Se está convirtiendo en una normalización de la represión de la protesta feminista. Nosotras publicamos y decimos, pero no estamos organizativamente dando una batalla como la que necesitamos para enfrentar lo que estamos viviendo.
Aunque en las calles no estemos dando una respuesta masiva, multitudinaria a lo que ocurre en nuestro país o frente al proceso de criminalización que hay en nuestra contra, es necesario que reconozcamos la fortaleza y los saberes comunes que hemos venido acumulando en nuestra lucha. Hemos fracturado el consenso patriarcal sobre la violencia hacia las mujeres y estamos constituyendo una nueva ética social en torno a nuestra dignidad y a nuestro sentido de justicia.
LC: En Guadalajara, nosotras estamos viviendo otra represión más velada—y más perversa me parece—porque es indirecta.
Están desapareciendo entre cuatro y siete personas al día en Jalisco, que es uno de los estados con más personas desaparecidas. Eso logra impactar en las formas en que nos organizamos en las calles. Aquí hemos tenido policías infiltrados, hemos tenido orejas, nos han metido las mujeres anti-derechos, las pro-vida, etcétera. Llegan a inocular un miedo importante a través de las desapariciones forzadas. Es otra forma que tiene el Estado de reprimir todo el tiempo.
Hace más de tres años, desaparecieron a la hermana de una compañera, Nayeli Herrera, en la zona centro de Guadalajara. Hemos tenido amenazas por la exigencia de aparición de Nayeli, y por protección hemos tenido que pausar también.
Es muy complejo lo que está pasando en México. Supuestamente está gobernando el partido de izquierda, y López Obrador es de izquierda, tiene su fama de venir de la izquierda, de los movimientos sociales, del “pueblo para el pueblo'' etcétera. Sin embargo, está militarizando el país como ningún otro presidente en la historia “democrática” de México lo había hecho. En su momento muchas personas vivieron su triunfo como algo esperanzador y fue emotiva la toma del zócalo. Pensar que las cosas van a cambiar, que este horror puede parar. Pero eso no ha ocurrido: la guerra del estado se ha recrudecido con la instauración de la Guardia Nacional, con la construcción de megaproyectos como el Tren Maya, que generan despojo, devastación y se institucionaliza la violencia.
Desde entonces, nos preocupó la legitimidad de este gobierno, porque temíamos que fuera a desarticular movimientos sociales importantes que estaban dando batalla desde el campo, desde las ciudades, desde los pueblos originarios, etcétera. Cuando gana López Obrador mucha de esta movilización se desanima, porque la gente confió. Se pensó que era una especie de tregua, porque es un gobierno de izquierda. Lo que ha pasado es que ha fracturado, desmovilizado y cooptado, para legitimar, por ejemplo, la militarización.
Y a la par vino también la fragmentación del movimiento feminista. Mientras la guerra se acentúa, ha cobrado relevancia una discusión transfóbica sobre la “legitimidad” de las identidades trans y su participación en el feminismo, un ataque que se articula muy bien con el auge de la ultraderecha en todo el mundo y que promueve la expulsión y eliminación de sectores de la población estigmatizados. Frente a eso, también hemos de seguir organizándonos.
Dawn Marie Paley es periodista de investigación y autora de los libros Drug War Capitalism y Guerra neoliberal: desaparición y búsqueda en el norte de México. Es miembro del comité editorial de NACLA.