Este artículo fue publicado por CounterPunch.
Fue en las calles de Ciudad de Guatemala, en 1987, cuando empecé a darme cuenta de la colaboración de Israel con Estados Unidos para facilitar el genocidio.
Hoy estamos “viendo” cómo se desarrolla un “genocidio” —una “condición genocida” acumulada durante décadas— como afirma la profesora israelí de Cultura Moderna y Medios de Comunicación Ariella Aisha Azoulay. Lo vemos en la embestida estadounidense/israelí contra Gaza. Mis recuerdos y conocimientos me llevan a reflexionar sobre la conexión de Israel con la práctica genocida, no sólo en Gaza, sino también en Guatemala.
En la Guatemala de los años ochenta, una contrainsurgencia de gobiernos militares respaldados por Estados Unidos masacró a indígenas mayas y a decenas de miles de otros disidentes y sospechosos. No había medios de comunicación social para cubrirlo. La mayoría de los ciudadanos estadounidenses no sabían nada de ello. La matanza de este periodo en Guatemala ha sido reconocida como "genocidio" por analistas oficiales y por un exhaustivo informe de investigación de 12 volúmenes. Este último trabajo dejó clara la idoneidad de la expresión "actos de genocidio" para denominar los crímenes de los militares guatemaltecos contra los mayas, a pesar de la afirmación de los militares de que carecían de "intención" de cometer genocidio, que sólo estaba motivado por cuestiones económicas, políticas o militares. Al igual que con Israel en Gaza de Palestina, con las élites guatemaltecas en relación con los indígenas mayas, es el registro histórico de décadas de asesinatos acumulativos, ocupación, traslado forzoso y deshumanización, lo que establece los actos y condiciones como los de genocidio.
Los estudios sobre el genocidio de Guatemala, como mostraré, revelan también el papel especial de Israel en esa matanza bajo la égida de los intereses imperiales de los EE.UU.
Apoyo al terrorismo de Estado en Guatemala
Estuve por primera vez en Guatemala en 1987 para entrevistar a educadores y activistas que fueron importantes para mi investigación sobre el papel de las creencias religiosas de los pueblos indígenas mayas en su resistencia a la continua represión. 1987 fue una fecha en la que la última serie de gobiernos militares de Guatemala acababa de ejercer la peor violencia masiva contra las comunidades mayas, la peor de las cuales tuvo lugar entre 1981 y 1983. Este periodo se conoce como "el holocausto oculto/silencioso", el "holocausto de Guatemala" o el "holocausto maya". Y éste es sólo un ejemplo de la participación de Israel en la violencia y el terrorismo de estado masivos en toda Latinoamérica. Había estado trabajando con guatemaltecos y otras personas en los EE.UU. para poner fin a la ayuda militar estadounidense a Guatemala.
Al mismo tiempo que hacía investigaciones, estuve en Guatemala para poner en marcha un programa para estudiantes que dirigí en el Seminario Teológico de Princeton durante casi 15 años. Situaba a nuestros estudiantes en Centroamérica, normalmente en Guatemala, durante 8 semanas de programas de aprendizaje de verano, no para misiones o proyectos de construcción, sino principalmente para acompañamiento, escucha y comprensión mutua. La creación de este programa a través de consultas con muchos guatemaltecos, y luego guiar a los estudiantes a través de este programa sigue siendo una de las más valiosas de mis experiencias en más de 40 años de enseñanza en Princeton.
Un día de 1987, mientras el polvo y la contaminación de la calle de Ciudad de Guatemala se arremolinaban a mi alrededor, conversaba con un amigo y mentor activista. Nos vimos interrumpidos, sobresaltados por una fuerte orden dada por un mando autoritario, proyectada por un altavoz que vibraba con fuerza. Un sonido a un volumen alto, parecido al de Darth Vader pero más nítido, un poco más agudo, más amenazante.
"¿Qué?" exclamé entre jadeos.
"Ah, sí", aclaró mi colega, "Mira nuestros nuevos vehículos policiales, cortesía del gobierno israelí".
"¿Israel en Guatemala?" Esto me inquietó e inició un hilo de pensamiento que persistió en mis investigaciones y escritos durante décadas. La destrucción por parte del Estado israelí de más de 400-500 aldeas en la Palestina de 1947/1948 se vincularía en mi mente durante las décadas siguientes con la destrucción de un número similar de aldeas en Guatemala a principios de la década de 1980. Mi pensamiento sobre esta parte de la enmarañada red de resultados del genocidio mundial se convirtió en una preocupación de por vida en mis investigaciones y publicaciones.
Conocía algo de la historia de guerra y represión de Israel en Palestina, pero no sabía entonces, en 1987, de sus conexiones con el suministro de equipamiento policial y militar, así como de asesores en tecnología y vigilancia a Guatemala. Las instituciones policiales del país estaban vinculadas a organismos militares y de vigilancia. Estos agentes armados del Estado se convirtieron en temibles amenazas para sus ciudadanos y en actores brutales, especialmente tras el golpe de estado orquestado por la CIA en 1954 contra el último gobierno democráticamente elegido de Guatemala.
Las peores masacres de pueblos mayas se produjeron durante grandes "redadas" militares en las tierras altas del norte y el oeste de Guatemala. El coronel estadounidense George Maynes le dijo al periodista Allan Nairn que él había colaborado con el general guatemalteco Benedicto Lucas García para desarrollar esta táctica de redada. Durante la presidencia del general pentecostal Efraín Ríos Montt, esta táctica de barrido se convirtió en marzo de 1982 en una estrategia sistemática contra los mayas, considerados el principal "enemigo interno" del estado guatemalteco. Nairn también informa de que el Boina Verde estadounidense, el capitán Jesse García fue aún más específico sobre cómo "estaba entrenando a soldados guatemaltecos en la técnica de cómo 'destruir pueblos'". Los indígenas mayas sufrieron más de 625 masacres y también, según admitió el propio gobierno, la destrucción casi total de más de 600 aldeas en las tierras altas rurales de Guatemala. 100.000 huyeron a México y más de un millón fueron desplazados dentro de Guatemala.
No sólo los indígenas mayas sufrieron tales atrocidades. Los disidentes o sospechosos urbanos no indígenas también fueron acorralados y a menudo interrogados, torturados y desaparecidos. Más de un millón de páginas de informes de los archivos policiales guatemaltecos —sí, más de un millón de páginas ahora recuperadas— lo confirman. En total, más de 200.000 personas murieron o desaparecieron en esta guerra en Guatemala entre 1960 y 1996.
En una visita más adelante, en 1988, con estudiantes del seminario y acompañado por mi familia y mis dos hijos pequeños, visité la unidad forense del Grupo de Apoyo Mutuo en un pequeño edificio de Ciudad de Guatemala dirigido por las madres de los desaparecidos del país. A la mañana siguiente, vimos en los periódicos que el edificio había sido bombardeado por las fuerzas policiales. Familias que buscaban a sus seres queridos desaparecidos (y lo hacían con el apoyo de delegaciones internacionales de las que yo formaba parte), todos en busca de información forense que pudiera desenmascarar a los culpables de los desaparecidos: esto era un crimen en la Guatemala de esos años. La omnipresencia de la violencia en Guatemala, y el papel de los Estados Unidos en sostenerla, fue para mi muy marcado en este hecho.
Tierra quemada y "palestinización"
La conexión de Israel con todo esto se ha investigado de forma exhaustiva. Israel se involucró mucho con el gobierno militar de Guatemala, especialmente cuando el presidente estadounidense Jimmy Carter cortó en 1977 la mayor parte de la ayuda militar estadounidense a Guatemala debido a su notorio historial de abusos contra los derechos humanos. El periodista de investigación George Black, escribiendo para NACLA, informó de que Israel sustituyó con entusiasmo a Estados Unidos, convirtiéndose en "el principal proveedor de Guatemala. En 1980, el ejército fue completamente reequipado con fusiles Galil [de fabricación israelí] a un coste de 6 millones de dólares". En años posteriores, las élites militares guatemaltecas se enorgullecían de haber sofocado la insurgencia en gran medida sin ayuda estadounidense. Israel había desempeñado un papel muy apreciado como sustituto de los proveedores militares estadounidenses.
En una infame masacre, una de tantas, la conexión israelí estuvo claramente presente. En el pueblo de Dos Erres, el 6 de diciembre de 1982. Comandos entrenados por Israel dejaron la aldea completamente calcinada, después de disparar, torturar y/o violar a más de 200 habitantes. Un equipo de investigación de la ONU informó: "Todas las pruebas balísticas recuperadas correspondían a fragmentos de bala de armas de fuego y vainas de fusiles Galil fabricados en Israel". Esto fue sólo en el pueblo de Dos Erres. La misma investigación en 12 volúmenes informa de que se utilizaron fusiles Galil de fabricación israelí en todo el altiplano, mientras que helicópteros de fabricación estadounidense transportaban tropas al altiplano para lo que el informe sostiene que fueron "actos de genocidio”.
Tardé demasiado en enterarme de cuántas otras maneras había estado implicado Israel en la masiva violencia estatal de Guatemala. El politólogo Bishara Bahbah, formado en Harvard, en su libro Israel and Latin America: The Military Connection calificó la ayuda militar israelí a Guatemala como "un caso especial" dentro de un conjunto más amplio de ventas de armamento de Israel a Latinoamérica a lo largo de décadas. Otros trabajos señalan puntos similares, como el estudio de Milton Jamail y Margo Gutiérrez, It's No Secret: Israel's Military Involvement in Central America.
Los académicos hoy siguen estudiando la contribución militar de Israel a la militarización del orden mundial actual. Israel es experto en promocionarse como proveedor de tecnología para la "pacificación" de los focos de conflicto del orden mundial. El antropólogo israelí Jeff Halper lo documenta ampliamente en su libro War Against the People: Israel, The Palestinians, and Global Pacification. Halper señala que en Guatemala, la ayuda y el entrenamiento militar de Israel fueron fundamentales para la creación de comunidades de reasentamiento forzoso, "readaptación", o "aldeas modelo" diseñadas para supervisar a los supervivientes de las masacres. Los oficiales militares guatemaltecos incluso se refirieron a ello como una "palestinización" de las tierras mayas de Guatemala tras la masacre, donde las campañas de conmoción y pavor y de tierra quemada dejaron un pueblo devastado. El periodista guatemalteco Víctor Perera describió el resultado como "una réplica distorsionada del Israel rural". Ian Almond, que relató la descripción de Perera, declaró que el coronel guatemalteco Eduardo Wohlers, formado en Israel y encargado del Plan de Asistencia a las Zonas en Conflicto, admitió: "El modelo del kibbutz y el moshav está firmemente plantado en nuestras mentes".
A continuación, algunas notas más sobre la conexión de Israel con Guatemala:
Ya en 1978, las discusiones conjuntas que tuvieron lugar en Israel, entre los ministros de defensa israelí y guatemalteco, se centraron en "el suministro de armas, municiones, equipo de comunicaciones militares (incluyendo un sistema informático, tanques y carros blindados, cocinas de campaña, otros artículos de seguridad e incluso el posible suministro del avión de combate avanzado, el Kfir. También se habló de enviar personal israelí... para entrenar y asesorar al ejército guatemalteco y a la policía de seguridad interna (conocida como G-2) en tácticas de contrainsurgencia".
Cuando comenzaban las barridas guatemaltecas contra los mayas, en noviembre de 1981, Estados Unidos e Israel firmaron el Memorando de Entendimiento sobre Cooperación Estratégica. Se centraba en sus esfuerzos conjuntos "fuera de la zona del Mediterráneo oriental".
Israel empezó a entregar sus aviones utilitarios Arava STOL en 1977, supuestamente sólo para transportar suministros no militares, pero según anuncian los israelíes los aviones se pueden "convertir de forma rápida" a otros fines, incluso a ser "un sustituto del helicóptero". Se utilizaron para actividades de contrainsurgencia en las tierras altas de Guatemala.
El General Benedicto Lucas García, Jefe del Estado Mayor del ejército guatemalteco y quien implementó las barridas genocidas, expresó su agradecimiento por "el asesoramiento y la transferencia de tecnología electrónica" de Israel: cuando hablaba en una ceremonia especial de inauguración de la Escuela de Transmisión y Electrónica del Ejército de Guatemala.
Según un amplio resumen del papel de Israel en "la guerra sucia de Guatemala", el periodista Gabriel Schivone escribió en The Electronic Intifada sobre cómo Israel desempeñó este rol de proxy para EE.UU. Un ministro de economía israelí, Yaakov Meridor, declaró: "Diremos a los estadounidenses: No compitan con nosotros en Taiwán; no compitan con nosotros en Sudáfrica; no compitan con nosotros en el Caribe o en otros lugares donde no puedan vender armas directamente. Dejen que lo hagamos nosotros. . . Israel será el intermediario de ustedes".
Pensemos en el general israelí Mattityalu Peled, que fue un combatiente entrenado para Israel con la primera élite paramilitar sionista Haganá, administrador militar de la Gaza ocupada a finales de la década de 1950 y también general durante la guerra de 1967. Peled dio una sincera explicación del papel de Israel en el mercado mundial de armas: "Israel ha dado a sus soldados formación práctica en el arte de la opresión y en métodos de castigo colectivo. No es de extrañar, pues, que tras su salida del ejército, algunos de esos oficiales opten por poner sus conocimientos al servicio de dictadores y que esos dictadores estén encantados de acoger a los expertos israelíes".
El golpe del Presidente Ríos Montt en 1982, como él mismo explicó a ABC News, triunfó porque "muchos de nuestros soldados fueron entrenados por los israelíes". El número de instructores y asesores israelíes, tanto para acciones militares como policiales, se estimaba entre 150 y 200, y algunos informes hablaban de 300. Cuando la matanza en el altiplano estaba en su apogeo, el jefe del Estado Mayor de Ríos Montt, el general Héctor López Fuentes, admitió: "Israel es nuestro principal proveedor de armas y el amigo número uno de Guatemala en el mundo".
Un asesor israelí que trabajó mucho en Guatemala, el teniente coronel Amatzia Shuali, se había tomado claramente a pecho el mensaje del gobierno israelí. Shuali mencionó a un colega israelí: "No me importa lo que los gentiles hagan con las armas. Lo principal es que los judíos se beneficien". El entrevistador añadió: "Shuali fue demasiado educado para hacer semejante comentario a un no israelí". La actitud de Shuali era similar a la que salía de los labios de un antiguo jefe del comité de relaciones exteriores de la Knesset. Sobre la relación de Israel con Guatemala, el miembro de la Knesset explicó: "Israel es un Estado paria, no podemos permitirnos hacer preguntas sobre ideología. El único tipo de régimen al que Israel no ayudaría sería uno anti-estadounidense".
Otro estratega israelí clave, Pesakh Ben Or, "tal vez el israelí más prominente en Guatemala" en la década de 1980, era un agente de Industrias Militares de Israel y de Tadiran (un grupo de telecomunicaciones israelí que prestaba servicios a las oficinas militares y de vigilancia del Palacio Nacional de Guatemala). También se las arregló para mantener "una villa cerca de Ramlah en Israel, completa con sirvientes guatemaltecos, piscina y establos para siete caballos de carreras".
Más allá de la asistencia militar
Gran parte de la ayuda militar de Israel forma parte de una red de asistencia que incluye ayuda agrícola. Un informe de NACLA realizado por el periodista de investigación George Black resumía desde Guatemala: ". . . hay un mosaico entrelazado de programas de asistencia: armas para ayudar al ejército guatemalteco a aplastar a la oposición y arrasar el campo, asesoramiento en seguridad e inteligencia para controlar a la población local y modelos de desarrollo agrario para construir sobre las cenizas del altiplano."
Según el Instituto Internacional de Estocolmo para la Investigación de la Paz, como resume Bahbah, "Con ayuda israelí, Guatemala incluso construyó una planta de municiones para fabricar balas para fusiles de asalto M-16 y Galil". Esta planta se abrió en la ciudad guatemalteca de Cobán, un lugar que mis estudiantes y yo habíamos visitado para entrevistar a activistas y líderes eclesiásticos.
Quince años de investigación y consultas con académicos más expertos que yo en Guatemala me han mantenido en sintonía con las conexiones militares entre los EE. UU., Israel y Guatemala. Hay más investigación sobre las conexiones durante los años del genocidio en Guatemala de la que puedo resumir aquí. He encontrado patrones similares de asociación entre Israel y los EE.UU. al visitar otros lugares de intervenciones militares estadounidenses, abiertas y encubiertas (en Perú, Colombia, Honduras, El Salvador, Nicaragua y Chiapas, México). Estos países también —pero especialmente y siempre Guatemala— me proporcionaron una primera visión de los EE.UU. e Israel como socios en el genocidio. Ahora, especialmente desde adentro, como ciudadano tengo que reconocer mi parte de responsabilidad en todo esto, dados los 3.800 millones de dólares anuales en ayuda militar que el país envía a Israel para preservar estas formas de violencia contra palestinos y guatemaltecos.
Nuestros movimientos propalestinos deben ponerse en pie para desafiar, de una vez por todas, esta asociación entre Estados Unidos e Israel en la condición genocida.
Este artículo fue traducido del inglés por NACLA. Consultar el artículo original en inglés para ver notas y citas adicionales del autor.
Mark Lewis Taylor es profesor Maxwell Upson de Teología y Cultura en el Seminario Teológico de Princeton.
Las imágenes en este artículo son cortesía de Festivales Solidarios (IG: @festivalesgt, TW: @festivalesgt), una organización guatemalteca sin ánimo de lucro, dirigida por comunicadores y periodistas que quieren servir de altavoz digital anticolonial para el pueblo.