“Un pasado pesado latente”: El cineasta Patricio Guzmán, a 50 años del golpe de Estado en Chile

El cineasta que documentó el gobierno de Allende y los hechos del año 1973 reflexiona que si hiciera una película sobre Chile hoy, "sería una película de interrogaciones."

September 10, 2023

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Al cumplirse cinco décadas del golpe de Estado que cambió la vida social y política de Chile, Patricio Guzmán (1941), realizador que ha registrado en sus filmes los hitos más trascendentales de esa nación, señala que “Chile tiene un pasado pesado que continúa estando latente”. Define a su país como un territorio “rodeado de recuerdos que le impiden avanzar, como una especie de pasado que pesa y no pasa”.

Su comentario no es fortuito, pues además de documentar esta historia convulsa, Guzmán es responsable, junto a otros artistas, de la conformación, circulación y transmisión de la memoria cultural del dramático periodo que Chile conmemora este 11 de septiembre. Una obra por la que recientemente le fue concedido el Premio Nacional de Artes de la Representación y Audiovisuales 2023.

Sobre el momento actual de Chile y las formas de reflejar el pasado, reflexiona acá el cineasta radicado en Francia. Hablamos por Zoom el 24 de agosto de 2023. Nuestra conversación ha sido ligeramente editada.


Manuela Badilla: ¿Cómo ve a Chile y su pueblo ante la conmemoración de los 50 años del golpe de Estado?

Patricio Guzmán: No sé qué eco tiene hoy día el gobierno de Allende en Santiago. Lo sabía hace dos o tres años, porque ocurrieron cosas en Chile que a todos nos llamaron la atención. Los miles de personas manifestándose fue un aviso extraño de que el país tenía memoria, y esa gran manifestación no fue organizada por los partidos políticos, ni por ninguna institución. Era como mágico, era una cosa extraña de internet y de coordinación para poder llegar a esa enorme cantidad de personas y esto continuó como un mes más después.

Filmé una parte de ese proceso y con eso hice mi última película, Mi país imaginario, y estaba contento. Pero poco a poco, en la medida en que pasaba el tiempo, te ibas dando cuenta que no es tan fácil, que el pueblo hace mucho tiempo que ha estado conducido e influido por personas que no tienen nada que ver con Allende y entonces la cosa se fue desinflando.

Mi País Imaginario (Courtesy of Icarus Films)

MB: ¿Y por qué cree que fue ese el derrotero?

PG: Pienso que, como no hay estructura partidaria, esa manifestación social se fue anulando casi por completo, o que al menos nos ha colocado ante la posibilidad de que se pueda repetir, pero dentro de mucho tiempo. O sea, de nuevo estamos ante plazos interminables, largos, como después del golpe de Estado. Sentimos que aquí no pasa nada, que el país continúa viviendo la inercia de los tiempos y eso le gana al entusiasmo de algunos. Y finalmente ahora estamos de nuevo esperando que pase algo, tal como hemos estado durante mucho tiempo.

Entonces he vivido todo eso, que seguramente has vivido tú y tanta gente, con una mezcla de entusiasmo, de escepticismo y de paciencia, porque hay que tener paciencia para que llegue el momento real. Lo que sí está claro es que el país no está contento. Hay una corriente en contra de lo que pasa, es gigantesco, millones de personas que no comparten la vida que nos han obligado a vivir, y eso va a continuar porque el gobierno no creo que haga ningún reajuste verdadero. Es un periodo de impasse, y me parece muy interesante. A mí me encanta, porque de ese tipo de cosas yo hago cine.

MB: En estas semanas hemos observado la aparición en la esfera pública de una memoria que hasta ahora había avanzado más subterránea. La memoria de la derecha que apoyó el golpe de Estado y en los casos más extremos de la derecha que también apoyó y hoy sigue justificando los crímenes de la dictadura. ¿Cómo ve la emergencia de esta memoria conservadora?

PG: Es una lástima que esto esté ocurriendo, es una mala noticia para la democracia. Yo creo que los ánimos de cierta derecha son de rabia, de indignación, de restituir una historia que creen que no fue así, de restituir su papel contra el “caos” de la Unidad Popular, de hacer algo contra las contradicciones que Allende tuvo.

En fin, hay un resentimiento, una herida que no está cerrada. Yo pensaba que eso era nada más que de la izquierda, pero es de los dos bandos. Y eso coloca a todo el mundo en una cierta desorientación, en un cierto pasado que no pasa, en un pasado pesado que continúa estando latente en vez de estar, ya medio siglo después, superado ese hecho.

Pero mientras continúe el golpe de Estado como eje del recuerdo, tanto de un lado como del otro, el país va a estar siempre en tensión por este hecho que no logra tranquilizar a todo el mundo, si no que al revés. Es dramático que Pinochet siga estando presente en un país que ya lleva décadas en un régimen democrático, pero que no acaba de borrar la figura de Pinochet, ni de la dictadura. Lo siento mucho.

MB: ¿Cómo se explica la persistencia de esta figura del dictador por todos estos años? ¿Qué es lo que debiese pasar en este país para que logremos, al menos en ese plano, dejarlo a un lado?

PG: Que la política siga avanzando lo que más pueda, y que esa política futura instruya a muchas capas medias que no saben qué hacer, o pasan indiferentes ante estas situaciones. No hay otra. No creo que en Perú, en Ecuador, en Venezuela sea distinto: el continente entero está envuelto en un fascismo tremendo, con deudas que no se pagan, con una corrupción que se multiplica.

Entonces, realmente, América Latina está en el peor lugar de la tierra hoy día. En otras partes hay guerra civil, hay conflictos feroces, pero por lo menos estos se han definido: si hay guerra, bueno, que haya guerra, pero esta se declara. En cambio, en Chile todo es oculto, todo viene por debajo. Se supone que el periodismo es muy serio, y que la Universidad de Chile es seria, y la Universidad Católica también, pero hay una especie de desconfianza en las instituciones, porque estas no se mueven, no agitan, se han quedado estancadas detrás de los edificios. Entonces, estamos más solos que nunca. 

MB: En su última película, Mi país imaginario (2022), los jóvenes de Chile son protagonistas, en especial las mujeres jóvenes. ¿Cómo ve usted hoy a los jóvenes de Chile que han sido en diferentes momentos de nuestra historia el foco de su cinematografía?

PG: Chile es un país rodeado de recuerdos que le impiden avanzar, una especie de pasado que pesa y no pasa, de un pasado que no se acaba de aclarar y continúa cercándonos. Y en eso influye mucho la opinión pública, la actitud de la universidad, de los estudiantes. Entonces hay una sensación de estancamiento, de que se ha quedado todo parado. Y mientras tanto, qué va a ser de nosotros. Estamos vivos y luchamos porque el escenario cambie, pero nadie nos da bola.

Mi País Imaginario (Courtesy of Icarus Films)

MB: Las jóvenes que fueron protagonistas de Mi país imaginario están viviendo ahora un momento distinto, de poca energía, de desazón. ¿Cómo los percibe en este nuevo escenario post-estallido social, más conservador, con el avance de la ultraderecha no solo en Chile, sino que en América Latina?

PG: Creo que hay que esperar con paciencia que venga un espacio más libre y la gente se introduzca de nuevo en un movimiento que no sabemos cómo va a ser. No sabemos si sucederá este año o en 20 años más.

Si hiciera una película mañana, sería una película de interrogaciones: ¿por qué crees que pasa esto? ¿Por qué te has quedado encerrado en lugar de salir a la manifestación? ¿Por qué no confías en nadie? ¿Quién es el que te ha hecho más daño? Interrogaría a la gente para ver qué conclusión saca. Yo no tengo idea de lo que saldría, pero es apasionante hacerlo así. Y es que es necesaria una película que interrogue ahora, aquí. "Fin", se llamaría "Fin" la película. Porque es el último fotograma de algo que vivimos, pero donde no hay ninguna proposición para nuevos títulos y nueva trama. Es muy complicado.

MB: En su película Salvador Allende (2004), confiesa: “No sería el que soy si Allende no hubiese encarnado esa utopía”. Este 11 de septiembre, cuando se cumplen 50 años de la muerte de Allende, ¿cómo ve a esta figura histórica? ¿Cree que ha tenido en Chile el reconocimiento o el lugar que le corresponde?

PG: Yo creo que no, porque Allende es un revolucionario y lo que pasó después es que vino el gobierno más derechista que ha tenido el país. Para muchos Allende sólo se mira con respeto por resguardar las formas, pero lo odian, lo detestan. Y a veces ni lo mencionan, pasan por encima de la Unidad Popular.

Salvador Allende (Courtesy of Icarus Films)

Pienso que es un mito nacional que va a continuar creciendo y que es un mito positivo para nosotros, porque antes de él no teníamos un líder tan amplio. La generación de políticos que ha venido después es muy interesante. Bueno, a mí me gustan y me entusiasman, pero no es lo mismo que había antes. Hay una especie de ruptura de la estructura de Chile como país, como nación, como Estado.

MB: Después del golpe de Estado sale de Chile y nunca vuelve a vivir a este país. Sin embargo gran parte de su trabajo y reflexiones tienen que ver con las cosas que han estado sucediendo acá. Estos 50 años de conmemoración del golpe son también 50 años del trabajo que ha venido realizando. ¿Cómo está su relación con Chile a cinco décadas de haberse marchado?

PG: Es muy simple. Antes de Allende estuve cinco años y medio en Madrid donde me titulé de director cine. Cuando Allende es electo, mi mujer y yo dijimos "tenemos que volver". Era lo más lógico. Mientras tanto, en mi estancia en España me fui ideologizando. Y en esos cinco años en la escuela de cine y en el ambiente español, en un momento de respuesta de un pueblo contra un dictador y asesino, que era Franco, un momento en que comenzó a haber huelgas en las escuelas universitarias, huelgas en los sindicatos, en el transporte, en todas partes. Ese fue el momento en que me politicé realmente.

El año '71 volví a Santiago y una semana después me dirigí a la Escuela de Artes de la Comunicación de la Universidad Católica y pedí películas. Les dije: lo que está pasando es tan extraordinario, es tan único, tan diferente, que hay que filmar. Entonces ahí les propuse hacer El primer año (1972), una película con imágenes del primer año de la Unidad Popular, que se va a estrenar el próximo mes en Chile por primera vez. Hicimos una restauración como si la película hubiese sido hecha ayer.

Ver la película con el sonido perfecto y con las imágenes impecables es muy interesante. Es una visión de la Unidad Popular en plena alegría, porque no había oposición, la derecha se enmudeció durante un año después de que Allende asumió la presidencia. Había, por lo tanto, un entusiasmo sin contragolpes: toda la izquierda desplegada desfilando por Santiago en todos lados, y no solamente en Santiago, en todo Chile. Después de la realización de esa película lo lógico era hacer La Batalla de Chile. Y desde entonces nunca me cuestioné si era correcto o no, o si era adecuado, porque me parecía lo más lógico seguir filmando.

No me aburre hacer películas sobre Chile, si no que, por el contrario, me apasiona y no haría películas de otro país.


Manuela Badilla recibió su Doctorado (2019) y Máster (2013) en Sociología de The New School for Social Research. Actualmente es profesora asistente de la Escuela de Psicología de la Universidad Católica de Chile e investigadora en el Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social.

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