Read this article in English.
El pasado 22 de octubre la oposición venezolana realizó una consulta primaria para elegir al candidato que se enfrentará a Nicolás Maduro en las próximas elecciones presidenciales. La victoria avasallante de María Corina Machado (MCM), la figura más a la derecha del espectro político opositor, ha dado la vuelta al mundo. Inhabilitada política, otrora defensora del abstencionismo, disidente dentro de la oposición y ganadora de las primarias con más del 90 porciento de los votos, MCM está en el centro del debate político nacional.
A pesar de las amenazas, las polémicas internas y los desafíos logisticos, las primarias transcurrieron sin obstáculos significativos. Se dice que los acuerdos de Barbados, recientemente firmados entre el gobierno y la oposición con el aval de los Estados Unidos, permitieron un clima de cierta tolerancia gubernamental frente a este evento. En Barbados los Estados Unidos se comprometieron a levantar progresivamente sanciones petroleras sobre el país al tiempo que Maduro se comprometía a llevar a cabo elecciones libres en el año 2024.
Sin embargo, el gobierno venezolano ha sostenido que la inhabilitación de MCM no está en discusión y que por ningún motivo podrá participar en esas elecciones.
Los Estados Unidos insisten en que la buena salud de los acuerdos en Barbados dependen de la habilitación política de Machado e intentan presionar al gobierno en esa dirección. No obstante, ronda la duda de qué pasará si no se levanta la inhabilitación en la fecha de inscripción formal de los candidatos ante el Consejo Electoral. Por un lado, qué reacción tendrán los EEUU y si se revertirán los acuerdos en materia de levantamiento de sanciones. Por otro lado, si María Corina Machado optará nuevamente por el boicot electoral como en ocasiones anteriores o si apoyará a un candidato habilitado (esta última opción ha sido descartada por ella públicamente).
En este escenario también surge la duda de cómo el resto de la oposición redimensionará de ahora en adelante su relación con María Corina y las decisiones que ella tome frente a los dilemas mencionados.
Resaltamos que MCM tuvo una victoria fulminante en las primarias, el segundo candidato más votado, representante del partido socialdemócrata de más arraigo y trayectoria en Venezuela, sacó solo el 4,61 porciento de los votos y el resto de los candidatos no pudieron alcanzar el umbral del 1 porciento de los votos. De manera que si la relación entre los partidos políticos opositores y María Corina se había vuelto cada vez más “tirante”, este resultado complica las cosas.
Para dimensionar el meteorítico crecimiento del liderazgo de MCM basta recordar que en las primarias del año 2012 quedó en tercer lugar —bastante retirado del segundo lugar—, con tan solo 3,80 porciento de los votos. Para entonces era solo una figura mediática de la oposición, con un peso electoral marginal e incapaz de sentarse en la mesa de los cuatro partidos mas grandes de la oposición (AD, UNT, PJ y VP). Hoy, luego de que MCM ganara con más del 90 porciento de los votos, los partidos tradicionales van a tener que lidiar con un hiperliderazgo que, no solo no los reconoce, sino que en reiteradas oportunidades los ha desacreditado.
Es necesario recordar que desde el año 2006 hasta el 2015 la oposición experimentó un poderoso crecimiento electoral que tuvo como protagonista la unidad y estrecha coordinación de los partidos, más alla de las diferencias. No obstante, ya en el 2013, luego de la estrecha victoria electoral de Maduro, comenzaban a fisurarse los consensos y pactos unitarios. Para muchos opositores esas elecciones fueron fraudulentas y Capriles Radonski, candidato para ese entonces, no tuvo la voluntad de cobrar la victoria. Esto llevó a alimentar la tesis, defendida por Leopoldo López, segun la cual la salida electoral estaba clausurada y era necesario avanzar por la vía insurreccional.
La disputa entre Capriles y López, entre la vía electoral y la insurreccional, fue el primer eje de conflicto entre los partidos. Para muchos opositores de base que protestaban en la calle durante las jornadas del 2014 o el 2017, bajo una feroz represión gubernamental, los partidos que insistian en negociar con el gobierno y volver a las elecciones habían sido cooptados y estaban traicionando su lucha. Esto se profundizó luego de que la oposición ganara la Asamblea Nacional y el gobierno le quitara las competencias al parlamento de forma ilegal y obstruyera cualquier acción legislativa de la oposición.
Posteriormente, con la instalación del llamado “Gobierno Interino”, encabezado por el partido de López y respaldado por Trump, los sectores más extremos de la oposición acusaron a Juan Guaidó y a Voluntad Popular de obstruir la petición de una intervención militar para deponer a Maduro. Asi, Voluntad Popular y López fueron victimas del mismo radicalismo que promovieron y pasaron a engrosar las filas de “traidores” en las que ya se encontraban AD, UNT y PJ. Aunado a esto, los escándalos de corrupción debido al manejo de fondos públicos a los que accedió el “interinato” y que salpicaron a los cuatro grandes partidos opositores, terminaron de contribuir al descrédito de todos los partidos.
Mientras que esto ocurría, MCM no necesitó construir una gran “maquinaria” o ampliar sus estructuras organizativas. Simplemente se dedicó a cultivar una imagen cuidadosa de sí misma, como una figura coherente, totalmente antagónica al chavismo, intransigente, fuera de toda corrupción e indoblegable. El tono de su discurso político es siempre interpelador, logrando conectar con la frustración, la rabia y el sentimiento de impotencia de la base opositora. Hoy cosecha los resultados de esa terca y metódica determinación.
Asimismo, MCM ha alimentado una narrativa liberal según la cuál la oposición y el chavismo parten de la misma matriz “estatista”, “intervencionísta” y “rentísta”. Por tanto, un gobierno “liberal”, “pro-mercado” y privatizador representaría una verdadera ruptura con los modelos de desarrollo implementados y fracasados del pasado. Su equipo económico ha puesto sobre la mesa la privatización de PDVSA (empresa petrolera pública con el monopólio legal de la explotación y comercialización del petróleo), alegando que es una empresa quebrada por la corrupción e inviable por las deudas y estado de su infraestrucura. No obstante, su propuesta económica aún no ha sido presentada al público.
En otras palabras, este relato señala correctamente los vicios burocráticos y corruptos de un Petro-Estado que no depende de los impuestos de sus ciudadanos, sino de la liquidación en el mercado internacional de un capital natural (petróleo) y por tanto, se tiende a concentrar mucho poder, a clientelizar la política y a promover una débil economía de enclave,con pocos estímulos a la inversión productiva y muchas restricciones. Pero desconoce los logros educativos, sanitarios, de infraestructura y de desarrollo alcanzados gracias al empleo sistemático durante un siglo de la renta petrolera en asuntos vitales y urgentes para la sociedad. Esta otra visión, que revaloriza el rol del Estado, es hoy difícil de defender en Venezuela debido al manejo mafioso, autoritario y corrupto que ha hecho el gobierno actual. Aunque no deje de ser preocupante el auge del frenesí privatizador y de un añejo fundamentalismo de mercado que ha demostrado tener muchos problemas de implementación y no muy buenos resultados en la región.
María Corina tiene muchos obstáculos que sortear antes de acceder al poder. Maduro tiene un bajo respaldo social, pero concentra un gran poder y una capacidad de usarlo sin mayores escrúpulos constitucionales. Además, ha demostrado ser astuto y tener apoyo militar, por lo que posee un importante margen de maniobra. Las competencias de MCM para convertirse en un factor de articulación de fuerzas opositoras, ponerse por encima de sus propios dogmas ideológicos a la hora de pensar un programa social dirigido a los sectores más empobrecidos, desplegar una estrategia flexible y ágil, asi como enviar mensajes creíbles a actores fuera de la oposición (militares y base chavista) está por verse. No hay que olvidar que la soberbía ha sido el derrotero de los hiperliderazgos.
Damián Alifa es sociólogo, investigador social y articulista colaborador en Rebelión.org, Aporrea.com, Nodal y TalCual.