Alcaldesa de Lima, derrotada por ataques mediáticos

November 25, 2014

El presente artículo es la tercera de tres entregas dedicadas a analizar las próximas elecciones municipales en Lima. Lea la versión en inglés de este artículo aquí.

El pasado 5 de octubre de 2014, con un incontestable 50,6% de los votos, Luis Castañeda Lossio fue elegido para un tercer mandato como alcalde de Lima, Perú. Castañeda había servido previamente en la alcaldía limeña en el periodo 2003-2010.  La representante del relativamente nuevo partido—con una postura de centro-izquierda—Fuerza Social (FS), Susana Villarán, llegó del tercer lugar con un 10,7 % de los votos detrás del candidato de la APRA –partido más establecido y igualmente ubicado en la centro-izquierda, Enrique Cornejo, quien logró capturar 17,9% de los votos. A pesar de que estos resultados fueron más que previstos antes de la jornada electoral, gran parte de Lima permanece insatisfecha con la victoria de Castañeda.  En el 2006, el alcalde Castañeda ganó la reelección con 27 de los 43 distritos en la capital peruana, mientras que en la contienda electoral del este ano resultó vencedor únicamente en doce distritos.

Partiendo de nuestros previos artículos en torno a la administración y la campaña de Villarán, en esta oportunidad discutimos el pobre rendimiento de Villarán en las urnas electorales y su relevancia para los candidatos de izquierda en las metrópolis de América Latina. A pesar de que han surgido varias explicaciones post-elecciones, encontramos que el peso cumulativo de cuatro años de ataques mediáticos bien financiados impidieron la capacidad de Villarán de hacerse publicidad y tomar crédito de los logros de su administración. Agravada por la falta de una coalición metropolitana o nacional viable, la campaña de Villarán siempre enfrentó pronósticos adversos, sin embargo, su derrota puede resultar instructiva para candidatos de la izquierda y centro-izquierda en contextos urbanos donde la izquierda sigue siendo débil.

La derrota de Villarán recibió una gran cantidad de atención y análisis por parte de los medios de comunicación, quienes buscaban explicar el por qué de su fracaso el pasado 5 de octubre. Estas explicaciones abarcaron desde la falta de oportunidad de Villarán para desafiar directamente a Castañeda en un debate público, a la sucedida implementación del proyecto de tránsito Corredor Azul considerado por algunos como una oferta de publicidad en un año electoral. Villarán también fue objeto de críticas por no cumplir su promesa, hecha en febrero de 2013 durante la revocatoria, de no lanzarse a la reelección por un segundo mandato.  

No obstante, en nuestra opinión, su incapacidad para comunicar de manera efectiva sus logros tuvo un mayor peso en su derrota. Esto se explica en gran parte a los implacables e incesantes ataques de los medios dirigidos por la derecha, quienes tenían como objetivo destruir la administración de Villarán. Castañeda quería volver a la Municipalidad y habría rebatido contra cualquiera que ocupase el cargo de alcalde. Sin embargo, el regidor metropolitano Pablo Secada sostiene que los ataques de Castañeda contra Villarán fueron particularmente duros y constantes porque ésta se había atrevido a señalar en voz alta los fracasos de la administración de Castañeda y la corrupción que la caracterizaba.

Como Villarán no pudo comunicar sus logros, tuvo la más baja popularidad entre los sectores

C y D (el tercer y el cuarto quintil socioeconómico), los mismos sectores que más se beneficiaron de su programa de desarrollo urbano Barrio Mío. Anel Townsend—asesora de Villarán durante la revocatoria—comentó que Villarán expresó su convicción de mostrarse humilde y de no jactarse de sus éxitos, y que durante su primer año en el cargo la alcaldesa no publicitó ni uno de sus logros. Eduardo Zegarra Méndez, Investigador Principal del Grupo de Análisis para el Desarrollo (GRADE), va tan lejos como para argumentar que durante el primer año de Villarán, esta llevó a cabo más proyectos de los que Castañeda habría realizado en su primer año de gestión en el 2003.

Durante la campaña de la revocatoria, Villarán empezó a articular sus logros en Lima, pero este tipo de publicidad tuvo un costo político. Townsend señaló que con pocos aliados y una coalición de apoyo dispersa, la administración de Villarán sufrió los costos de hacer correr la voz acerca de sus logros. Por lo tanto, después de ganar la revocatoria Villarán volvió a su estilo de centrarse únicamente en el trabajo en lugar de preocuparse acerca de tomar crédito por ello. Este patrón puede haber alimentado a sus críticos ya que ella, más asertivamente, tomó crédito por sus logros cerca de la revocatoria y de la contienda electoral por la alcaldía en el 2014. Esto fue visto por algunos como proxenetismo político en tiempo de elecciones más que un reflejo de un programa exitoso.

Cuando Villarán se postuló a las elecciones de 2014, estando en una posición débil, era de esperarse su inminente derrota; entonces su fracaso no necesita explicación alguna. Pero como una de los recientes alcaldes metropolitanos de la izquierda más prominentes de América Latina, el hecho de que ella ni siquiera pudo lograse representarse como una amenaza creíble contra la candidatura de Castañeda plantea la cuestión de lo que significa la trayectoria de Villarán para otros alcaldes de la izquierda y centro-izquierda. 

Una lección puede ser que la polarización no le favoreció a Villarán.  En otros contextos metropolitanos donde la izquierda es débil, la polarización puede ser asimismo una estrategia para la derrota. Durante la campaña del 2014, Villarán se retrató como progresista y a Castañeda como retrógrado. Pero está claro que esta estrategia no le aseguró más votos. Aquellos que querían un cambio no recurrieron a uno de los muchos otros candidatos en la boleta electoral sino que retornaron al ex alcalde quien, tal vez era corrupto, pero que a la vista de muchos produjo resultados tangibles.

A su vez Villarán nunca consolidó un apoyo nacional, ni hizo frente a la hostilidad del gobierno aprista de Alan García ni al tibio apoyo de Ollanta Humala. Según una entrevista con la ex regidora de Lima, Marisa Glave, la falta de apoyo se tradujo en la falta de coordinación entre la Municipalidad y el gobierno nacional. Así Villarán terminó en una posición electoral similar a la de mediados de 2010, con el apoyo de artistas, periodistas, educadores progresistas, pero con el mínimo apoyo de las masas.  Algunos objetivos políticos—y carreras en tal caso—pueden ser servidos al dar una pelea a una batalla electoral y/o política, incluso cuando la derrota se avecina.  Sin embargo, el caso de la contienda por la alcaldía de Lima, sugiere que la agenda de Villarán habría sido mejor servida si esta se hubiese retirado de la elección y hubiese ofrecido su respaldo a otro candidato para así desafiar la presunta ascendencia de Castañeda.


Paul Dosh es profesor y investigador de ciencias políticas en Macalester College. Julia Smith es una becaria Fulbright y estudiante en el Instituto Tecnológico Autónomo de México. Ximena Rodríguez Medina cursa estudios internacionales en Macalester College.

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