Porcicultura Industrial Pace a sus Anchas en México

Por su territorio extenso, riqueza hídrica y puerto de salida hacia los mercados de Estados Unidos y Asia, el sudoriental estado de Yucatán se ha convertido en el foco de expansión de la industria porcícola.

September 8, 2020

El sudoriental estado de Yucatán se ha convertido en el foco de expansión de la industria porcícola.Una vista aérea de un criadero (Foto: Courtesía de Greenpeace México).

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El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), entre Canadá, Estados Unidos y México y que rigió desde 1994 hasta julio último, posibilitó el crecimiento de la producción industrial de proteína animal en México.

Con su sustituto, el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (TMEC), que entró en vigor en julio, y el crecimiento de mercados como el de China, la industria porcícola ha hallado nuevos umbrales de progresión, con impactos sociales y ambientales.

Y en esa expansión, el sudoriental estado de Yucatán se ha vuelto el epicentro, por su ubicación estratégica de salida hacia Estados Unidos y Asia, desde el puerto de Progreso, y la abundancia de insumos, como agua y soja transgénica.

Alberto Rodríguez, presidente del no gubernamental Consejo Maya del Poniente de Yucatán “Chikin Há”, dice que el imán de las plantas ha sido el agua en la región. “Como hay mucha agua, llegan las granjas porcícolas, eso las atrajo. Para criar cerdos, lo que se necesita es un montón de agua, porque los animales no viven sin ella”.

Rodríguez, campesino y pescador que por la pandemia pinta también casas, vive en el ejido Kinchil–adjudicación de tierra pública a una comunidad para su explotación–parte del municipio homónimo de Yucatán, a unos 1300 kilómetros de la Ciudad de México. De hecho, la localidad es asentamiento de una granja que hospeda a 12,000 cerdos, propiedad de la corporación Grupo Porcícola Mexicano –conocida popularmente como Kekén (cerdo, en maya) y una de las principales exportadoras a China y Corea del Sur–.

En julio último, el país produjo 136,000 toneladas de carne, 3,5 por ciento más que el mismo mes del año pasado. Yucatán se ha convertido en polo de fomento a esos criaderos industriales, al grado de convertirse en el cuarto estado más importante del ramo. A marzo último, el mayor estado productor fue Jalisco, con 83,979 toneladas de carne porcina producida, seguido por Sonora –78,684 toneladas–; Puebla, 42,801, y Yucatán –36,733–.

Desde 2014, la ingesta de carne porcina ha aumentado, al pasar de 14.1 kilos por persona en 2010 a 18.2 en 2019, hábito que incide en la salud ambiental del país, pues un kilo de carne de cerdo requiere de 6,000 litros de agua y 3.5 kilos de granos.

El TLCAN facilitó la transformación de la dieta mexicana, al fomentar el incremento del consumo de alimentos procesados, la siembra de insumos para esa producción y de proteína animal proveniente de granjas industriales. Estados Unidos innovó con ese modelo y lo exportó a todo el mundo, especialmente a sus vecinos y socios comerciales, basado en la integración vertical de la cadena productiva.

Además, impulsó la exportación de vientres estadounidenses al mercado mexicano, que como veremos más adelante, pudo haber propiciado la aparición de la pandemia de gripe porcina en México.

Expansión de la Industria Porcina

La industria ha crecido, a pesar de afectaciones a la salud pública. En 2009, la pandemia de influenza tipo H1N1 surgió en la población rural de La Gloria –en el sudoriental estado de Veracruz– y cercana a una instalación porcícola de Granjas Carroll, de la empresa Smithfield Foods, y la mexicana Agroindustrias Unidas de México, y que mató globalmente a más de 280,000 personas. El TLCAN de 1994 facilitó la entrada a México de empresas como Smithfield Foods, y devastó las granjas de puercos de pequeña escala.

La crianza industrial de cerdos y aves constituyen un medio idóneo para la aparición y transmisión de patógenos, como la influenza porcina, al estar arracimados miles de animales en espacios físicos estrechos. En particular, los cerdos poseen la capacidad de incubar virus de influenza, al ser susceptibles de contagio de cepas avícolas y humanas y de también retransmitirlas.

En 2013, la china WH Group Ltd, con sede en Hong Kong, adquirió Smithfield Foods, la mayor productora y procesadora porcina del mundo. En 2015, Granjas Carroll, que posee una capacidad instalada de unos 90,000 puercos, inició un proceso de expansión en el cual inauguró en 2019 una planta cuya meta a 2021 es el sacrificio de 10,000 cabezas diarias.

Al reproducir las condiciones del TLCAN, el T-MEC puede mantener ese modelo industrial, estimular su crecimiento y alimentar la búsqueda de más mercados de carne porcina, si bien la pandemia de Covid-19 puede imponer límites a esa expansión, regular mejor el funcionamiento de las granjas industriales y mejorar las prácticas de producción.

Hoy en día en México operan al menos 1,176 rastros, de los cuales 119 son Tipo Inspección Federal TIF – que deben cumplir con las más estrictas normas de seguridad e higiene y certificados para exportar–, 904 municipales y 153 privados, con una capacidad instalada mensual total de 89.38 millones cabezas –de ellas, 1.76 millones de cerdos–.

El ramo porcícola posee la segunda mayor capacidad usada –casi 92 por ciento, detrás del avícola –con sobreexplotación, casi 110 por ciento–.

De hecho, Jalisco alberga a 11 establecimientos tipo TIF, con una capacidad instalada mensual de 78,082 marranos y una capacidad efectiva de 90 por ciento. Por su parte, Sonora posee 10 ranchos TIF, para 320,019 animales y una sobreexplotación de 160 por ciento.

La industria porcícola mexicana planea proseguir con el crecimiento de la capacidad instalada y la producción, alimentada por la apertura de nuevos mercados, como el de China (Foto: Courtesía de Greenpeace México).

Mientras, Puebla aloja cinco instalaciones TIF, para 7,040 puercos y una capacidad efectiva de 54,5 por ciento. Finalmente, Yucatán acoge cuatro granjas de ese tipo, para 48,000 animales y una capacidad rebasada de 101 por ciento.

En casos como el de Puebla, ese estado ha sido históricamente el corazón de la crianza porcina y Jalisco posee una fuerte tradición cárnica, como Sonora, cuya cercanía con Estados Unidos facilita la exportación de la proteína. Mientras, Yucatán se ha convertido en el nuevo polo de atracción, por contar con territorios amplios para ese fin y su logística hacia los mercados estadounidenses y asiáticos.

Ese crecimiento apuntala el consumo interno y exportación creciente de carne porcina, especialmente a China. El país asiático ha incrementado sus importaciones debido a los efectos de la epidemia de peste porcina africana en ese país asiático, que ha diezmado a su producción doméstica, y la pandemia de Covid-19.

Mientras, las exportaciones de carne de cerdo se han duplicado en los últimos años, al incrementar de 97,000 toneladas en 2015 a 176,000 en 2019.

En 2016 inició la venta de cerdo azteca a China. A junio último, esos envíos totalizaron 47,714 toneladas, más 66.67 toneladas comercializadas a Hong Kong. En 2019, esas cargas sumaron 29,132 y 325 toneladas, respectivamente. A abril último, las ventas sumaron 78,000 toneladas, por encima de las 49,000 de abril de 2019.

Todos estas cifras hacen de México el noveno productor mundial de cerdo, el tercer importador y el quinto exportador.

Viridiana Lázaro, especialista en Agricultura y Cambio Climático de la no gubernamental Greenpeace México, resalta que la industria ha crecido exponencialmente, como lo ilustra el caso de la Península de Yucatán, asiento de 14 por ciento de las granjas mexicanas y donde la producción porcina aumentó 36 por ciento entre 2006 y 2018.

“Están fortaleciendo mucho (la crianza), están en tratos con China para aumentar la exportación. China se vio muy afectada por el coronavirus y la peste porcina, ofrece una oportunidad para aumentar exportaciones” y la industria explora nuevos mercados, señala.

La industria local en Yucatán crece anualmente 4.5 por ciento, a un ritmo superior que en Sonora y Jalisco –2.6 y 1.7 por ciento, respectivamente–.

Cerdos en un Oasis Selvático

La industrialización de la crianza porcina ha provocado la desaparición progresiva de los porcicultores familiares. Además, la obtención de eficiencias ha repercutido en el impacto ambiental y sanitario de las granjas en las comunidades.

Así lo revelan dos informes recientes. El primero de ello, de mayo último y elaborado por Greenpeace México, concluyó que los criadores en la Península de Yucatán, integrada por los estados de Campeche, Quintana Roo y Yucatán, contaminan el agua, el aire, emiten gases de efecto invernadero –responsables del aumento de la temperatura planetaria– y amenazan la salud de la población local.

El reporte ¿Qué hay detrás de la industria porcícola en la península de Yucatán? halló que esa región, geológicamente muy sensible por su tipo de suelo absorbente y de gran importancia biológica en México por sus ecosistemas, acoge 257 granjas porcinas registradas, de las cuales 86 por ciento–222 instalaciones–se localiza en Yucatán, 21 en Quintana Roo y 14 en Campeche.

 En México, el incremento del consumo de proteína animal y la apertura de nuevos mercados, como el chino, han impulsado la expansión de granjas porcícolas industriales, como ha sucedido en el occidental estado de Jalisco (Foto: Igualdad Animal).

En el occidental estado de Jalisco, la no gubernamental Igualdad Animal encontró una situación parecida reflejada en su informe de julio El enemigo del planeta, que revela “las condiciones extremas en las que viven los animales en las granjas intensivas para abaratar el costo de la producción a costa de su bienestar” en dos granjas que crían 89,097 animales.

Pero las empresas propietarias de las granjas niegan esos señalamientos.

Hasta ahora, los esfuerzos de organizaciones y comunidades afectadas han obtenido resultados mixtos. Igualdad Animal presentó cuatro denuncias por las granjas en Jalisco y las autoridades ambientales ordenaron el cierre parcial temporal de una de ellas.

La Secretaría de Medio Ambiente ya rechazó la instalación de siete granjas porcícolas en Yucatán por sus impactos ambientales potenciales.

En febrero de 2019, un grupo de habitantes de Kinchil interpuso una demanda colectiva en contra de una granja porcícola, que aún sigue su trámite legal.

“Las demandas están atoradas. Hemos denunciado y protestado y creímos que las autoridades iban a actuar, pero no ha sido así," denuncia Rodríguez de Kinchil, Yucatán. "A quienes hemos levantado la voz, nos han amenazado".

Para Lázaro, es urgente el freno a las granjas industriales. “No ha habido consulta a los pueblos indígenas, no se respeta el derecho a un ambiente sano y a la salud. Antes había pequeñas granjas para autoconsumo y producción familiar. Todo ese se desmanteló, porque llegaron las granjas con miles de cerdos y desplazaron a los pequeños productores, se convirtieron en mano de obra” para las plantas industriales, señala.

Ahora, la Península de Yucatán enfrenta otras amenazas, como la construcción del Tren Maya, el megaproyecto más importante del gobierno del presidente izquierdista Andrés Manuel López Obrador, que supone un puntal para la agroindustria, pues facilitará la salida de carne porcina y la entrada de insumos, como soja transgénica y sorgo, a las granjas.

“Lo que pesa es el billete que trae la inversión, están acabando con nuestros recursos,” dice Rodríguez. “Esas granjas están bien chuecas, sigue el despojo de tierras, protegido por las autoridades.”


Emilio Godoy es periodista de investigación. Radicado en México, escribe sobre ambiente, desarrollo sostenible y la crisis climática. Sus artículos han sido publicados por medios de México, América Central, Estados Unidos, Bélgica y España, y han sido citados en libros y revistas especializadas. En 2012 ganó el Premio al Periodismo sobre Economía Verde y Desarrollo Sostenible y en 2017 el Premio al Reportaje de Fondo del Séptimo Reconocimiento al Trabajo Periodístico sobre Energía.

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