Este ensayo fotográfico fue publicado originalmente en NACLA Report, nuestra revista trimestral.
La violencia que las mujeres viven en México detonó la necesidad de reivindicar sus muertes y recordar sus vidas. Los hilos se volvieron herramienta de memoria contra la invisibilización y revictimización que Ministerios Públicos y medios de nota roja ejercen contra las mujeres asesinadas o desaparecidas. En un país donde se registran diez feminicidios al día en total impunidad, las mexicanas encontraron en el bordar un acto de resistencia y resiliencia.
Bordar la muerte en primera persona es lo que la colectiva Vivas en la Memoria hace cada quince días. Comenzaron cuatro en el 2015, ahora son diez bordadoras de distintas edades, la más pequeña tiene ocho años y las más grandes pasan de los cincuenta.
Frente al Palacio Municipal de Nezahualcóyotl, en el Estado de México, se juntan y con sus hilos le recuerdan a las autoridades que no están haciendo nada para parar la violencia hacia las mujeres. Su bordado es de denuncia y lo hacen por necesidad.
Han bordado más de doscientos pañuelos con historias de feminicidios. Se basan en las notas de la prensa y las editan. En lugar de contarlas con el amarillismo del periódico, las cuentan en primera persona. Haciendo suyo el dolor de una vida arrebatada por la violencia machista.
“Decidimos ser guardianas de estas mujeres, que su memoria persista,” cuenta Margarita Flores, integrante de Vivas en la Memoria. “Nos dimos cuenta que a través del tiempo las mujeres hemos cosido historias. Pensamos que era importante construir de esa manera el rostro de estas mujeres que incluso a algunas les fueron robados, porque a muchas las han encontrado con el rostro deshecho para que no las reconozcan. A veces no sabemos ni sus nombres pero escribimos como si fuéramos ellas.”
Por mucho tiempo el bordado fue catalogado como actividad de mujeres. Para las mujeres que bordan sobre feminicidios en lugares como Nezahualcóyotl, los pañuelos son una especie de catarsis colectiva, en los que los habitantes encuentran consuelo al leer sobre sus madres, hijas, hermanas y amigas.
Más que cifras, vidas que contar
El feminicidio de Lesvy Berlín Rivera Osorio dentro de las instalaciones de la Universidad Autónoma de México (UNAM) en 2017 sacudió con rabia los corazones de miles de mujeres jóvenes. Entre ellas estaban Las Siempre Vivas, estudiantes de distintas carreras de la UNAM que conformaron un grupo de acompañamiento para la familia de la joven asesinada.
El bordado es el medio que encontraron para recordarle al mundo que Lesvy tenía una vida y una historia. Desde entonces se dedicaron a acompañar con sus bordados otras búsquedas de justicia. Bordaron a Diana Velázquez Florencio, Ingrid Escamilla, Aideé Mendoza, Fátima Cecilia Aldrighett, Pamela Gallardo, Mariela Vanessa Díaz—víctimas de feminicidio y desaparición.
En sus mantas bordan sus rostros y plasman los sueños, hobbies y gustos de estas mujeres. Durante la realización hablan con las madres de las víctimas para conocer más sobre ellas y luego bordan de manera colectiva en momentos cruciales de los casos, frente a los juzgados, durante protestas en los ministerios públicos.
En las palabras de Las Siempre Vivas: “Nos han obligado a vivir sin sus rostros, sin sus nombres y sin dejarnos saber quiénes eran. Ellas, sus cuerpas y sus vidas no caben en los datos. Contar sus historias, bordarlas, cantarlas o escribirlas son un acto de resistencia para que sus vidas permanezcan en la memoria colectiva. Porque en contra del olvido, nosotras las nombramos.”
Los bordados incómodos de las mujeres
Puntadas Filosas es un espacio de encuentro virtual para mujeres que bordan. Surgió durante la pandemia como iniciativa de Galia Hilos, artivista feminista. Lo creó pensando en formas de continuar el bordar como acto colectivo y lo integran mujeres de distintos territorios.
Cecilia Orellana es parte de las integrantes. Tiene 58 años, vive en un pueblo en el centro del país, a las faldas del volcán Popocatépetl, donde el machismo es tanto que las mujeres piden permiso a sus maridos para salir. En el Día Internacional de la Mujer decidió protestar bordando. Bordó un mapa de México en forma de mujer que sangra.
Sintió importante colocar su bordado en el espacio público, pensó que colocar un bordado sería una manera pacífica de protestar. Hizo tres bordados iguales, se quedó con uno. Otro va en camino a República Dominicana, donde su hermana lo colocará en un espacio visible para que se sepa lo que pasa en México.
El tercero lo puso una tienda de abarrotes de su comunidad. Pero el bordado fue tan incómodo que fue agredida verbal y físicamente mientras lo colocaba. Cecilia regresó a su casa con la piel arañada y una premisa que hasta ese día pensaba imposible.
“Esa canción que dice soy la niña que subiste por la fuerza siempre me remite a que es una cosa espantosa pero que yo a mi edad, ya no me siento en edad robable,” cuenta Cecilia, citando la “Canción sin miedo” de Vivir Quintana, un himno de las protestas feministas en México que condena el feminicidio y nombra a varias mujeres asesinadas. “Con esta experiencia descubrí que de todos modos hay violencia hacia la mujer, aunque seas casi una “viejita”.
María Ruiz es una fotógrafa mexicana dedicada a temas de género, feminismos y derechos humanos. Estudió periodismo en la Escuela de Periodismo Carlos Septién. Actualmente trabaja en el medio digital Pie de Página. Forma parte de la Red de Periodistas de a Pie y del colectivo de fotógrafas feministas Violetas Taro. En Twitter: @maria_efemere