El chavismo en el mundo

La Revolución Bolivariana sacudió el mapa geopolítico. El mayor desafío de Venezuela en materia de política exterior es reconstruir sus relaciones dañadas en el hemisferio.

March 11, 2022

Discurso de Hugo Chávez en las Naciones Unidas, 2009. (UN Photo / Erin Siegal)


Una versión de este texto fue publicado originalmente en el ejemplar de primavera 2022 del NACLA Report, nuestra revista trimestral.


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La presidencia de Hugo Chávez significó un cambio estratégico en la política exterior venezolana. En esta conversación, Angelo Rivero Santos y Juan Antonio Hernández, ex diplomáticos venezolanos, reflexionan sobre el impacto del golpe de estado del 11 de abril del 2002 en la evolución de la política exterior de Venezuela.

Entre 2006 y 2013, Rivero Santos se desempeñó como ministro consejero de asuntos políticos y económicos y como jefe de misión adjunto de la Republica Bolivariana de Venezuela en Washington, DC. Durante la mitad de su servicio, fue designado por la administración de Chávez encargado de negocios interino ante la Casa Blanca. Entre 2009 y 2018, Hernández fue embajador de Venezuela ante Qatar, Egipto y la Liga árabe. La conversación, realizada por Zoom, ha sido editada de la original por su extensión y claridad.


Angelo Rivero Santos: ¿Cuál es tu apreciación sobre la evolución de la política exterior venezolana después de abril del 2002?

Juan Antonio Hernández: Desde un punto de vista positivo, el énfasis dado por el presidente Chávez a la creación de mecanismos regionales en América del Sur, en América Latina, y en América en general. Todo eso recibe un impulso importante. Pero creo que en definitiva el daño que le hizo el golpe a las relaciones con los Estados Unidos nunca se pudo superar en todos estos años. Tenemos veinte años dentro de una relación bilateral que se fue deteriorando al punto de que ya no existe. Creo que es importante ver un poco también cuales son los factores que en torno a esa relación distorsionan las miradas. Creo que en Estados Unidos, evidentemente, hay un agenda interna a la que le importan más los intereses electorales, por ejemplo, en el sur de Florida.

Voy al tema del 11 de abril. La manera tan evidente como los Estados Unidos participó en el golpe, junto con lo que significó toda la ideología neoconservadora de la política exterior de EEUU, y los eventos en Irak y Afganistán, impactaron fuertemente la visión estratégica de Chávez quien ya tenía una mirada muy anclada en el bolivarianismo histórico, de crear de crear una gran confederación o una alianza regional que sirviera como contrapeso a los Estados Unidos. Pero creo que hubo un momento previo en la relación bilateral, pudimos verlo, por ejemplo, en el caso de cuando era embajador en Caracas John Maisto, que planteaba una visión más pragmática, más de acercamiento. Esa visión desapareció. Se polarizó. Se radicalizó la situación.

Viéndolo desde Venezuela, desde el chavismo, evidentemente, no había mucho que hacer después de que el presidente George W. Bush reconoce al presidente interino Pedro Carmona Estanga. Y de manera obvia participa en toda la planificación previa al golpe y el paro petrolero. No había mucho que salvar de la relación con ese gobierno. Con Obama se abrió una posibilidad, pero esa posibilidad se perdió. Infiero que un factor ligado a los distintos lobbies conservadores, esos sectores que influyen en la política externa de los Estados Unidos, terminó por imponer su agenda en la administración de Obama. Y por supuesto vinieron los cuatro años de Trump, los cuales, como decimos los venezolanos, fueron “la tapa del frasco”, lo peor de lo peor. Un momento, digamos, de destrucción de cualquier posibilidad de diálogo. Esa mirada proviene de un sector muy radicalizado del partido republicano de Estados Unidos. Por otra parte, creo que Biden abre otra posibilidad.

ARS: Estoy totalmente de acuerdo contigo. El obvio intento de derrocar a Chávez en 2002 fue enorme. Por tres años, Chávez había tiempo intentando trabajar por una relación normal con los Estados Unidos. Y acuérdate que ese sábado de abril del 2002, el que era el director de prensa de la Casa Bush, Ari Fleischer, le echa la culpa al presidente Chávez. Él dice que Chávez buscó el golpe. Esto en un país que a partir de los años ‘90 con la administración Clinton había tenido como puntos cardinales su política exterior la supuesta promoción de la democracia. Eso tuvo mucho que ver con la estrategia del presidente Chávez en materia de política exterior y sobre todo el hemisferio.

Y como tú dices después del paro petrolero, era obvio de que había fuerzas que querían que esto no funcionara porque querían de alguna u otra manera descarrilar el gobierno que había comenzado en Venezuela. Desde mi punto de vista como internacionalista esto fue un claro ejemplo de intentar promover una hegemonía, lo que se conoce como la estabilidad hegemónica del sistema liberal internacional. Y es obvio que el proceso venezolano y el liderazgo del presidente Chávez fueron clave en el hemisferio para promover una concepción distinta a eso; lo que se llama ahora en la literatura el regionalismo post hegemónico que nos lleva a una política exterior y a procesos de integración en donde no es solamente la lógica económica lo que predomina sino la lógica política que planteaba Chávez y que plantea la revolución bolivariana hacia la integración. Chávez era el llanero solitario hasta que comenzaron a llegar líderes como Lula, como Correa, como Evo.

JA: Exactamente. Y por eso mismo Chávez se convirtió en una especie de emblema que había que destruir o acabar para un sector radicalizado del partido republicano con Bush.

ARS: Y Venezuela se convirtió pues en ese país que lideró muchos de estos procesos y en el blanco de los ataques. Y luego, una vez que ocurren las invasiones de Irak y Afganistán, un mes después del 11 de septiembre, observamos la “securitización” de la política exterior estadounidense. Todo eso tiene un gran impacto porque hay fuerzas en América Latina que empiezan a jugar el mismo juego que los Estados Unidos para securizar sus problemas internos.

JA: Pienso en el caso de Álvaro Uribe en Colombia. Ahora, ¿Hasta qué punto todo esto de Bush y los neoconservadores en Venezuela, toda esa etapa, estamos hablando del 2002, 2003, hasta qué punto se convierte en una especie de profecía autocumplida? El Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) surge en el 2007. Yo que participé, como estudiante universitario, en los años ‘90 en el movimiento bolivariano y después en todo lo que vino antes del golpe de estado en el 2002. En esos años, lo que predominaba era una gran alianza muy diversa ideológicamente, pero articulada en torno a lo patriótico, lo nacionalista, lo latinoamericano. Y la parte si tú quieres más radicalizada hacia la izquierda —el socialismo, la visión ligada a lo que fue el modelo soviético en Cuba— todo esto estaba en un segundo plano. Y te pregunto si esto no es una especie de profecía autocumplida. Producto de empujar al otro hasta un punto que el otro se radicalice. Hay un automatismo funcionando, una especie de mecanismo perverso que habría que desmontar.

ARS: Eso ha sido una constante en la política exterior estadounidense independientemente de los partidos. Extrema presión. Esa fue la política de Bush. Esa fue la política de Obama. Esa fue la política de Trump. Y esa es la política de Biden. Estados Unidos ha visto todo este proceso como una amenaza a su hegemonía ideológica, no hablemos de lo militar, a su hegemonía ideológica sobre el continente. Los resultados electorales en América Latina durante este siglo no le han dado a Washington los resultados que ellos esperaban después del intento de crear un orden neoliberal. Ven lo que ha ocurrido en países como Venezuela como una amenaza, no como un reto de ideas.

JA: O como una posibilidad.

ARS: Correcto. Caen en esas profecías autocumplidas. Tienden a responder más a intereses internos, los cuales los llevan a cometer errores en política exterior que, a mi parecer, terminan afectando sus propios intereses en la región.

JA: Así es. Es algo interesante. Se infligen a sí mismos daños a partir de una visión ideologizada. Y es curioso porque si algo caracteriza al liberalismo, es una cierta desideologización.

Nicolás Maduro, el entonces canciller de Venezuela, habla en una reunión de las Organizaciones de Estados Americanos, Washington, DC, el 24 de agosto 2012. (Juan Manuel Herrera / OAS)

ARS: Uno observa que la falta de capacidad que ha tenido Washington para corregir algunas de sus acciones es, en parte, debido a que la información que se maneja a través del cabildeo. Yo siempre pongo el ejemplo de Irak. Aquí llegó un hombre antes de la invasión de Irak, un caballero de nombre Ahmed Chalabi que convenció a Cheney que íbamos a ser recibidos como libertadores. Bueno yo te tengo que decir que en esta ciudad pasan elites latinoamericanas de todos los países que son los que saben el lenguaje de Washington. Saben cómo funciona Washington. Saben cómo manipular el sistema en Washington. Que venden una realidad latinoamericana que puede ser parcialmente cierta, pero no es la realidad que ha llevado a procesos de transformación que se han intentado en países como Venezuela, Bolivia, Nicaragua, México, Argentina. Hay una falta de comprensión social y política de la región. Es una política exterior que responde a crisis, que no pareciera tener un norte estratégico y últimamente obsesionada con la influencia china en la región. Esa es la próxima obsesión. Antes era el terrorismo. Ahora es la obsesión con China.

JA: China y Rusia. Es curioso el Atlantic Council haya formado el Venezuela Working liderado por un experto en el sector militar ruso. Entiendo que tú quieras saber lo que pasa con los norteamericanos, los rusos y todo eso, pero del punto de vista de la mirada integral, de una mirada, digamos, de otra índole, que no nos meta en temas específicamente militares. Me parece que eso es una distorsión. Un intento de encajonar las cosas por el lado de la seguridad y defensa.

ARS: En el caso venezolano lamentablemente se perdió el debate que existió hasta el año 2012, un debate muy interesante sobre Venezuela y la región. La administración Biden tiene un gran reto en tratar de tener coherencia en su política exterior y en el trato de la región. Porque obviamente en los últimos veinte años después de lo ocurrió en Venezuela en el 2002, y todas las experiencias que hemos tenido nosotros con los Estados Unidos que tú describiste muy bien, después de todo eso, ellos tienen el gran reto en tratar de entender estos procesos de cambio sin verlos como una amenaza.

JA: Basado en mi formación como latinoamericanista, se me ocurre que hay dos grandes modelos expplicativos que pueden funcionar con respecto a Venezuela, dos modelos de aproximación a las relaciones de Estados Unidos con gobiernos latinoamericanos con los que mantiene un conflicto de carácter político. Uno obviamente es el cubano. También en Venezuela estamos metidos un poco en ese impasse generado después del ‘59 por los Estados Unidos. Los lentes que se ponen para ver a Venezuela tiene mucho que ver con la forma de abordar a Cuba. Pero fíjate que el otro modelo para observar a Venezuela sería Argentina y Juan Perón. Si tú ves, por ejemplo, el Perón de los años ‘50 polarizado con el embajador norteamericano, planteando que la opción era entre Perón o los Estados Unidos, observas una gran polarización. Y luego, después del retorno a la democracia en Argentina, tenemos a un peronismo tratado desde Estados Unidos como una fuerza política normal, una fuerza política que tiene una legitimidad social. Creo que allí está la clave con respecto al chavismo. Estados Unidos no puede seguir pensando que tiene que acabar con el chavismo como se acaba con un terrorista o un criminal.

ARS: Estamos de acuerdo en eso. Pero creo que ese también ha sido el esfuerzo de muchos actores políticos en la región. El intentar extirpar todos estos movimientos progresistas que intentan promover un concepto distinto no solamente de sus respectivas sociedades sino en lo hemisférico. Y uno aquí ha visto pasar una cantidad de líderes políticos latinoamericanos que juegan a eso. El Grupo de Lima fue una expresión de eso, también la política exterior de Uribe, que se basó en el intento de ellos de frenar al chavismo, de frenar el impacto de Venezuela, Bolivia y otros países en Sudamérica en el hemisferio. El secreto peor guardado del congreso estadounidense entre los años 2005 y 2009 era de que el esfuerzo de Uribe para lograr pasar su tratado de libre comercio. Uno de los argumentos semanales era que eso, bueno, era un esfuerzo para tratar de frenar al bolivarianismo. Sin hablar del componente militar que vino después de que se securitizó la política exterior estadounidense, que Colombia securitiza su política exterior. Y todas las secuelas que eso trajo.

JA: Fíjate de lo peligroso de eso. Esa política que militariza las relaciones exteriores termina siendo un gran negocio creando intereses que básicamente no les conviene la normalización de relaciones con Venezuela. Porque tienen sus negocios montados con la idea de que hay una polaridad.

ARS: Así es. Juan Antonio, vamos a salir un poquitico del continente. ¿Cual fue el impacto del golpe del 2002 sobre la política exterior venezolana hacia el Medio Oriente?

JA: Chávez llega al poder y comienza el tema de reflotar la OPEP. Eso es muy conocido, el esfuerzo que él hizo. Están las fotos muy emblemáticas de él manejando el carro, Saddam Hussein a un lado. Ese tipo de cosas. La OPEP estaba muy golpeada, muy disminuida. Y además a partir de allí surgen sus otras iniciativas como el Foro de Países exportadores de gas, que está en Qatar. Chávez impactó mucho en el Medio Oriente porque él no hablaba solamente con la gente de la élite, sino también con la gente común. Siempre hizo el esfuerzo para tener contacto digamos con la gente de la calle. La gente que se podía conseguir, sea un estudiante o un comerciante en la calle, un taxista, lo que fuese. Había la idea de que Chávez era una especie de Gamal Nasser, una figura importantísima que representó la posibilidad de una nación árabe unida sobre la base de valores seculares. Chávez conectó muy muy fuertemente con eso.

Yo llegué al Medio Oriente en el 2009, un momento muy importante porque las posiciones anti-imperialistas de Chavez impactaron mucho a la opinión pública árabe, a través de Al-Jazeera, por ejemplo, un fenómeno fundamental. Y Chávez capitalizó mucho eso desde el punto de vista de la denuncia. Por supuesto que al deteriorarse los vínculos con los Estados Unidos Chávez comienza también a buscar otros mercados, otras formas de capitalizar lo petrolero. Y allí empiezan a aparecer proyectos importantes como la cumbre países de América del Sur con los países árabes (ASPA). Eso tuvo un gran impulso con varios jefes de estado de esa época: era Lula, era Chávez, era Kirchner. Era el emir de Qatar y los distintos líderes del mundo árabe. Y fue un momento muy interesante. Yo estuve en varias de esas cumbres. Y no era solamente el aspecto petrolero o energético sino también existían proyectos culturales. Creo que también hubo la posibilidad de armar proyectos de inversión en el sector gasífero de Venezuela. Y eso se vulneró en parte por dinámicas propias del Medio Oriente. Pero Chávez sigue siendo un referente importante en el mundo árabe. Él logró conectar muy bien con una corriente política propia del mundo árabe que Nasser encarnó en el pasado.

Se levantan la bandera de Venezuela y una foto de Hugo Chávez en una manifestación en Ramallah, Palestina, 2009. (Issam Rimawi)

ARS: Hablemos sobre la política exterior venezolana a través de PetroCaribe. Estados Unidos intentó, incluso la administración de Obama, poner presión en el Caribe para que no participara en el PetroCaribe. Incluso en EEUU, Venezuela tenía el programa de combustible para la calefacción, que en sus años de existencia le dio combustible a descuento a más de 2 millones de familias y a más de 240 comunidades indígenas, más de 270 albergues para la gente sin hogar (los “homeless shelters”).  

JA: Eso se ha olvidado rápidamente, ¿no?

ARS: Esa memoria es muy corta. Aquí la gente pareciera no recordar nada de eso. Esa visión petrolera tuvo un gran impacto a través de los programas de CITGO, la subsidiaria de PDVSA en ese momento. Desde tu punto de vista, ¿qué hemos aprendido en términos de la evolución de la política exterior nuestra en los últimos años? ¿Cuáles son algunas de las lecciones que a futuro debemos aprender como país líder sudamericano? Porque es una pregunta que yo me he hecho mucho.

JA: Yo creo que hay varias cosas. Por una parte, Venezuela con Chávez ha creado conciencia de que es un país geopolíticamente importante en América Latina ya que es una especie de bisagra. Articula el caribe, articula el Amazonas, articula el mundo andino. Lo que haga Venezuela impacta a toda la región. Chávez tiene un mérito histórico en haberlo reactualizado, porque realmente la historia nuestra siempre ha sido así. Pero digamos que Chávez volvió otra vez a colocar eso en un primer plano.  Al mismo tiempo, desde un punto de vista más critico, creo que hubo un voluntarismo muy fuerte, muy arraigado en la propia personalidad de Chávez como un líder político que muchas veces sobreestimada la propia voluntad. Dicha voluntad a veces no tomó en cuenta las mezquindades, los intereses particulares, etcétera, en muchos lugares.

Ese voluntarismo muchas veces chocaba con realidades nacionales y regionales. Lo que se impone a partir de ahora es una política exterior más sobria, más ligada a los temas regionales en América Latina y a recomponer la relación con los Estados Unidos. Eso es lo que esencialmente avizoro para en el futuro. Porque evidentemente estamos en una especie de interregno global. La disputa por la hegemonía global no se ha resuelto y no se va a resolver por varias décadas. Todas las predicciones de que China va a desplazar a Estados Unidos o Estados Unidos va a tener una guerra con China y todo esto, hay que relativizarlo. Todavía hay un lapso de tiempo histórico que permite pensar la política exterior venezolana como una política que tiene que tratar de equilibrar distintos poderes globales.

ARS: De acuerdo. Y eso necesita no solo liderazgo sino también conocimiento.

JA: Sí. El otro aspecto es que el servicio venezolano tiene que reformularse definitivamente.

ARS: Totalmente. Para enfrentar los retos de hoy necesitamos un servicio exterior que construya sobre lo que tenemos, pero que pueda también enfrentar los grandes retos de este mundo del siglo XXI, ya en su tercera década, que no son los mismos de los años ‘90, incluso los del principio del siglo. Y tenemos que desarrollar esa capacidad de adaptarnos a ese reconocimiento.

JA: Sí, porque hay una gran aceleración del tiempo histórico. Yo creo que el servicio exterior nuestro está sobre extendido. Hay montones embajadas que habría que pensar en una fórmula para consolidarlas. Tratar de llevar relaciones con muchos países que no tienen embajadas en Venezuela no tiene mucho sentido. Mediante un buen sistema de concurrencias se pueden redirigir recursos hacia buenas embajadas en países de peso regional y que tengan embajadas en Caracas. Como hacen la gran mayoría de países.

Y desde el punto de vista de la formación interna yo creo que hay que hacer un gran esfuerzo para reprofesionalizar el servicio exterior. ¿En qué sentido? En que no sea posible, fuera del ámbito de América Latina, tener diplomáticos que no hablan otro lenguaje que no sea el español.  Sin subestimar a nadie, porque hay gente muy bien preparada. Pero ese núcleo, entre los cuales por cierto incluyo al canciller actual Félix Plascencia, ese núcleo es minoritario dentro del servicio exterior. Creo que hace falta elevar el nivel del diplomático promedio. Tratar de homogeneizar un poco la formación de todos los que vayan al servicio exterior, al menos como generalistas. Yo creo que hay revalorizar el conocimiento de las regiones, los idiomas, las culturas y que la supuesta “claridad” política o ideológica no sea una excusa para no tener una formación sólida en idiomas, culturas o regiones.

ARS: Exacto. Y eso le permite al diplomático desarrollar la habilidad cognitiva de entender al otro en su propia instancia. Eso es indispensable.


Angelo Rivero Santos es profesor titular y director de asuntos académicos en el Centro de Estudios Latinoamericanos de Georgetown University. Se desempeñó como diplomatico venezolano entre 2006 y 2013.

Juan Antonio Hernández es académico, novelista y diplomático. Ha sido profesor en la Universidad de Kentucky, Cornell y en la Universidad Simón Bolívar de Venezuela. Fue embajador de Venezuela ante Qatar, Egipto y la Liga árabe entre 2009 y 2018.

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