La violencia de la ausencia

La desaparición atraviesa las sociedades de las Américas. El número del NACLA Report "¿Dónde están?" aborda el dolor profunda, la pena y la vida emocional de las luchas dignas en la región por la justicia.

September 16, 2024

Arte de portada por Leonardo Aranda Brito and Dora Ytzell Bartilotti


Este artículo fue publicado en inglés en la edición de verano de 2024 de nuestra revista trimestral NACLA Report.


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Como se suele decir, “Si no hay cuerpo, no hay delito.” Pensar en la cruda impunidad de nuestra región, mientras la guerra y el conflicto arrasan en todo el mundo, hizo escribir esta nota bastante difícil. El genocidio de los palestinos y las guerras en Ucrania, el Sudán y en otros lugares están generando formas de desintegración social que se sienten a nivel mundial: violencia, desaparición, trauma y muerte indiscriminada. Las Américas, envueltas en sus propios conflictos regionales, siguen vinculadas a las convulsiones del mundo mientras decenas de miles de migrantes se mueven y mueren en lugares como el Darién o el Desierto de Sonora. La falta de información sobre el paradero de las personas desaparecidas produce un abismo de significado que quizás nunca volveremos a rellenar.

Mientras tanto, las violaciones de derechos humanos en las Américas continúan. La dignidad de las personas es pisoteada habitualmente, y en muchos lugares, los ciudadanos son arrebatados de sus lugares de estudio, ocio y trabajo. Más allá de la desaparición de migrantes, el fenómeno de la desaparición se dimensiona en el feminicidio, el exterminio de las formas de vida indígenas, o en las luchas de los defensores de tierras, gente racializada y activada en defensa de sus vidas y contra las extracciones del capital. En las Américas, la desaparición es cancerosa: se extiende, acelera y muta, volviéndose más difícil de rastrear.

A medida de que el autoritarismo sumerge a las sociedades en un caos político y social, esta edición del NACLA Report examina cómo la desaparición ha resurgido—o persistido—como una técnica de terror, control social y revisionismo. En toda la región, las sociedades que hoy enfrentan una erosión de sus derechos humanos son las mismas que permanecen marcadas por episodios pasados de represión militar. Este número también explora estos legados—la vida posterior de la desaparición—desde las formas continuas de desaparición que impiden la verdad y la justicia, hasta las maneras en que las familias y los defensores continúan resistiendo la eliminación.

Esta edición subraya que la desaparición toca a toda la región. Al igual que los efectos duraderos del colonialismo, que une a la región a pesar de las particularidades nacionales, la desaparición atraviesa las sociedades de las Américas, explicando mucho sobre el dolor profunda, la pena y la vida emocional de las luchas dignas en la región por la justicia. Nuestras formas confiables de hacer cuento, a través del lenguaje, las estadísticas, la metodología científica, e incluso el arte, son esfuerzos complementarios que intentan capturar la escala de la atrocidad. En su forma multivalente y destructora, como si tuviera un efecto de bomba de racimo, la desaparición es más que un mero fenómeno: tiene un poder estructurante que es simultáneamente espectral y profundamente material, vacilando entre lo forense y lo abstracto.

Entre la vida y la muerte

Las Américas permanecen atrapadas en un ciclo de violencia donde la desaparición ha operado como una válvula de escape para eliminar problemas sociales y políticos. Desde la creación violenta de las Américas modernas hasta la era de la Guerra Fría sobre centros de tortura clandestinos, masacres anticomunistas y de “subversivos” arrojados al mar, la larga lista de asesinatos sociales ha definido las vidas psíquicas y emocionales de generaciones enteras. Incluso hoy, el mismo espanto de la violencia racial, política y cotidiana reverbera en la necropolítica de la guerra contra las drogas que la periodista Dawn Paley denomina como “desaparición neoliberal”. Aun así, los líderes estatales y militares niegan responsabilidad, y estos problemas no resueltos se siguen acumulando. La desaparición, entonces, también es una forma de desgaste, produciendo desconfianza en las autoridades y condicionando las relaciones de las personas en contextos donde pandillas, paramilitares y cárteles definen, junto con el estado, los parámetros de la vida y muerte.

En distintos contextos, el objetivo de la desaparición sigue siendo el mismo: destruir el tejido social y preservar el “orden” sumiendo a las comunidades en un trauma inmovilizador. Desde una condición compartida de pérdida, reflexionar sobre la vida, practicar la esperanza, y actuar con solidaridad se vuelven casi ornamentales—distracciones del frenesí de sobrevivir el día a día.

Intentando abarcar esta amplitud, este número captura las diversas prácticas de contabilizar, definir y localizar a los desaparecidos. Con enfoque multidisciplinario y transnacional, reunimos las perspectivas de individuos, colectivos, investigadores, artistas y expertos forenses. El número muestra cómo los fenómenos interrelacionados a esta violencia no solo establecen formas de vivir y morir, sino que también estimulan una multiplicidad de respuestas que desafían la crisis de desaparición y vislumbran nuevos esfuerzos en la búsqueda de la verdad y la justicia.

A representar la crisis

Los artículos del número ofrecen una muestra representativa de la crisis de desaparición en las Américas, agrupados por puntos críticos en la región. Históricamente y en la actualidad, se dimensiona México, Centroamérica, Colombia y el Cono Sur entre las zonas más impactadas.

Desde México, el arquitecto y activista Sergio Beltrán-García aborda de frente la crisis de representación, discutiendo un proyecto único que responde a las limitaciones de los datos y estadísticas oficiales para capturar la complejidad de la desaparición. Beltrán-García muestra cómo el trabajo de memoria colectiva con las familias afectadas es necesario para apoyar la justicia transicional. De manera similar, los artistas-investigadores Leonardo Aranda Brito y Dora Ytzell Bartilotti Bigurra discuten estrategias estéticas para examinar la desaparición, la pérdida y el olvido. Desde la confección de prendas hasta la búsqueda como performance, las obras que exploran contrarrestan las narrativas oficiales y ofrecen nuevas formas de involucrarse con el impacto de la ausencia.

Profundizando más, en las secciones que siguen, yo hablo con el antropólogo Jason De León sobre la política de estudiar a los desaparecidos, la migración actual, y la necesidad de la investigación interdisciplinaria. Para De León, no podemos entender la región sin ensuciarnos las manos, pensar experimentalmente, y establecer una relación ética con los sujetos que estudiamos.

Llegando a Centroamérica, el periodista Kenny Castillo y el historiador Cristian Padilla Romero examinan el caso de cuatro hombres garífunas desaparecidos dentro de la larga lucha de la esta comunidad contra el desplazamiento y exterminio selectivo en la costa caribeña de Honduras. Desde Guatemala, Román Gressier del periódico digital El Faro relata la historia del Diario Militar, un expediente filtrado que detalla la desaparición sistemática de casi 200 objetivos durante el apogeo del conflicto interno. Mientras los funcionarios retirados ahora están siendo juzgados, Gressier nos explica los límites estructurales de la justicia y la obstrucción sistemática del derecho de la sociedad guatemalteca a la verdad.

En una mesa redonda, yo hablo con representantes de grupos de defensoría y políticos en El Salvador. Yaneth Martínez de la organización Cristosal y Ana Julia Escalante de Pro-Búsqueda hablan sobre la desaparición en tiempos de guerra civil, fenómenos como la adopción transnacional y la detención arbitraria; Jaime López y Pablo Benítez, militantes de Escuela Política Para Un Nuevo Proyecto, evalúan cómo el presente régimen de excepción de Nayib Bukele impacta el desarrollo de movimientos y trunca las alternativas políticas.

En una pieza autobiográfica, el autor Nelson De Witt/Roberto Cotto reflexiona sobre su experiencia como uno de “los desaparecidos”, un niño que fue adoptado internacionalmente durante la guerra civil salvadoreña. Tejiendo una historia transnacional de su adopción, De Witt/Cotto relata cómo tomó conciencia de su identidad dentro del torbellino de la historia entre Estados Unidos y América Central. En una pieza complementaria exclusiva para la página web de NACLA, Nathan Rossi explora cómo los adoptados transnacionales de Centroamérica dan sentido a sus vidas a través de la narración multimedia, utilizando el cine, la fotografía y el arte para ayudar a sanar y “des-silenciar” a los desaparecidos.

En Colombia, Oscar Pedraza, el asociado con la agencia investigativa Forensic Architecture, narra los métodos de investigación utilizados para explicar el asedio al Palacio de Justicia de Bogotá en 1985. Combinando análisis forense, modelando y pensando con el concepto de “espacio negativo”, Pedraza usa esto para obtener nueva información sobre un sitio clave de actividad militar que se había pasado por alto. El activista Jhon León y la académica Anna Wherry informan sobre cómo los excombatientes colombianos ahora se prestan a las familias para ayudar buscar a sus desaparecidos. Más allá de localizar restos, esta búsqueda colaborativa descubre historias que representan más plenamente las vidas de los desaparecidos en su completa humanidad.

En un ensayo fotográfico exclusivamente en línea, la periodista y curadora Angélica Cuevas-Guarnizo relata las experiencias de las Madres de Soacha, personas quienes colectivamente revelaron el escándalo de los “falsos positivos” en Colombia al llamar la atención a los asesinatos extrajudiciales de jóvenes locales. Exponiendo los límites de la reparación estatal, Cuevas-Guarnizo muestra cómo el arte corporal, los memoriales y otras prácticas de presencia permiten a las madres de Soacha intervenir en el espacio público y desafiar la impunidad. Ampliando las comprensiones de la desaparición, el trabajo de la artista y académica Hannah Meszaros Martin nos explica cómo el uso de herbicidas y las campañas de fumigación reconfigura la naturaleza hacia ser terreno de la desaparición, subrayando cómo “el medio ambiente se convierte tanto en el objetivo como en el medio a través del cual se lleva a cabo la violencia”. Meszaros Martin ilustra que la desaparición no se centra únicamente en los humanos, sino que también produce la pérdida de especies y ambientes.

A lo largo de las Américas, la violencia de género sigue siendo una forma dominante de “hacer” la desaparición. En Perú, la antropóloga María Eugenia Ulfe explica poderosamente que los cuerpos de las mujeres son un archivo de violencia cuya veracidad es rutinariamente negada, silenciada y vaciada de posibilidades de reparación. Desde el conflicto armado peruano hasta el presente, las mujeres indígenas de zonas rurales soportan la mayor parte de los efectos de la violencia, tanto como posibles víctimas ellas mismas y como buscadoras de sus familiares desaparecidos.

Llegando al Cono Sur, un par de exclusivos digitales presentan dos sitios para entender la lucha por la memoria local de los desaparecidos. En Chile, Constanza Dalla Porta narra el escándalo nacional de Patio 29, un sitio de fosas comunes de la era del dictador Augusto Pinochet en donde los cuerpos fueron mal identificados que llevó a las familias a velar los restos equivocados. En Paraguay, Marco Castillo conecta la desaparición de innumerables “enemigos” del dictador Alfredo Stroessner durante su largo reinado con la lógica eliminatoria transnacional de la Operación Cóndor respaldada por Estados Unidos. Juntas, estas dos piezas subrayan la interminable búsqueda de claridad, la verdad histórica, y el reconocimiento para poder superar los terrores del pasado.

Desde Argentina, el periodista Gary Nunn nos informa sobre Tehuel de la Torre, un hombre trans desaparecido dentro del largo arco de la violencia anti-trans que genera echo a la dictadura militar. Nunn examina cómo Argentina corre el riesgo de invisibilizar aún más el transfeminicidio y el travesticidio si el actual presidente Javier Milei revierte las victorias sociales que han sido claves para la igualdad de género y la sexualidad. Contra el negacionismo de Milei, las investigadoras Malena Nijensohn y Luciana Serrano tejen una historia intergeneracional de las políticas públicas lideradas por mujeres que vincula la legendaria lucha de las Madres y Abuelas de la Plaza de Mayo con los movimientos feministas masivos, asambleístas, de hoy.

Finalmente, tenemos una sección de poesía que contiene obras conmovedoras de Maryam Ivette Parhizkar, Ojo Taiye y Daniel Borzutzky que abordan la pérdida, el testimonio y la política de la vida y la muerte.

Luchas vitales

En conjunto, esta edición de NACLA presenta la desaparición como una crisis abarcadora que impacta la vida de múltiples maneras, desde los ámbitos institucionales hasta las profundidades de lo íntimo. Estos casos, de los cuales hay innumerables más, nos recuerdan que tenemos que recalibrar nuestros horizontes de justicia y asegurarnos de mantenernos íntegros para participar efectivamente en las luchas vitales que transformarán nuestros dolores y nuestro duelo en fuentes de fuerza y convicción.

A lo largo de las ciudades, campos, selvas y desiertos de las Américas, los colectivos continúan obstinadamente buscando a su gente y directamente rechazan ser convertidos en lo que la gran pensadora latinoamericanista Jean Franco llamó “vida desechable”. A través de una política popular de presencia, estas búsquedas de justicia desafían la impunidad y poderosamente reclaman a los desaparecidos del abismo de lo desconocido. En fin, espero que les guste el número, que genere inquietudes, que precipite pensamiento crítico, y que les ayude a entender más sobre esta gran problemática en todo América Latina.


Jorge E. Cuéllar es un académico que estudia la política, la cultura y la vida cuotidiana en Centroamérica. Es profesor asistente de Estudios Latinoamericanos, Latinos y Caribes en Dartmouth College y miembro de la Junta Editorial de NACLA.

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