Hacer el arte dentro del bochinche

Para una artista venezolana, la fotografía ofrece un medio democrático de expresión y experimentación desde distintas disidencias.

March 19, 2022

La Organización Nelson Garrido es un espacio cultural en Caracas, Venezuela. (LaONG)


Este artículo forma parte del ejemplar de primavera 2022 del NACLA Report, nuestra revista trimestral.


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Para varios conocidos, Caracas es una ciudad partida en dos. El oeste, donde el desarrollo de sus primeras urbanizaciones comenzó, hoy azotado sobre todo por la falta de seguridad y servicios, se contrapone con el este, en general un sector más aburguesado, foco del antichavismo que tanto se expandió la década pasada. No obstante, varias zonas se escapan de esta lógica binaria. Zonas como Las Acacias, originalmente pensada como residencia estudiantil de quienes asisten a la Universidad Central de Venezuela. Allí, bajo la sombra del árbol de ceiba, podemos escuchar los rugidos contra los clichés de la Organización Nelson Garrido.

Concretamente, LaONG es un espacio cultural alternativo, independiente. En contraste con los centros culturales asociados al Estado (el Centro de Estudios Latinoamericanos "Rómulo Gallegos" o el Teatro Teresa Carreño), no recibe financiamiento público ni promueven textos que defienden las políticas o los preceptos del chavismo. Y en contraste con otros espacios privados (el Teatro de Chacao o el Trasnocho), no reciben financiamiento de bancos o empresas multinacionales, ni se han prestado como plataforma para voceros de la oposición. Desde sus talleres y exposiciones, donde lo grotesco y lo sombrío reflejan la belleza que nos queda, la disidencia más cruda se entrevé en las artes de la ciudad.

El nombre viene de Nelson Garrido, su fundador, un artista visual que se declara “terrorista poético.” Su primera serie relevante consistió en fotografías a perros atropellados en las calles, en la autopista. Composiciones suyas como La autocrucifixión y Pensamiento único causan controversia hasta el hoy. Famosamente, fue el primer fotógrafo en ganar el Premio Nacional de Artes Plásticas. Si bien ha sido cara de lo punk en el país, hoy se le reconoce como una autoridad —en relación a la estética de lo feo, lo kitsch, la cámara. Y esa autoridad ha sido justificada con LaONG.

En el presente, en su dirección, está Gala Garrido de treinta y cinco años. Es hija de Nelson y también artista visual. En su fotografía la feminidad y sus dolencias en Venezuela, los límites de lo bello y la trascendencia de nuestros símbolos se exploran hermosamente. Además de varios espacios icónicos del país, ha expuesto su trabajo en Ecuador, Francia y España. Cuesta no tenerla como referente para pensar a profundidad los cambios en la cultura venezolana desde las crisis que se han vivido durante el siglo veintiuno. Así pues, conversamos a fondo sobre distintas facetas de su trabajo, así como de la historia de LaONG, para dar luz a imágenes que muchas veces se ensombrecen por los medios.


Carlos Egaña: Desde LaONG, ¿cómo perciben la polarización en Venezuela en relación a la creación y la difusión del arte? ¿Puede ser política la producción cultural sin que tome partido?

Gala Garrido: En el caso particular de nosotros en Venezuela, en nuestro panorama súper local, para nosotros es importante no estar parados en ninguna de las dos aceras. No porque no haya una postura política, por supuesto que la hay: este es un espacio que nace en medio de una coyuntura política muy específica. Pero no nos interesa el poder, nosotros estamos desde la resistencia. Los partidos políticos se manejan desde y para el poder. No es que va a llegar una gente al gobierno, sean estos opositores, los chavistas u otros, y diremos, “Ay, estos son los nuestros, nos representan.” Va a ser imposible que alguien nos represente, entonces nos paramos desde otro lugar.

En LaONG no todos pensamos igual, a diferencia de lo que puede ser un partido político. Aquí hay disidencia, esa podría ser la única línea transversal. Pero hay muchas disidencias, no una sola. Creo que esto es importante en nuestro contexto político, en Venezuela, porque todo se ha transformado en blanco o en negro. No puede ser que haya solo dos visiones del mundo. Yo sé que estamos en un momento muy complicado, pero nosotros desde el arte no nos tenemos que parar al lado de los políticos.

Entonces, nuestro espacio es un espacio para distintas disidencias, conviviendo. Creo que es un ejercicio muy bello, porque así también se hace país, aunque suene un poquito cursi. Pero es desde allí que se construye realmente una sociedad civil activa, pensante y crítica: a través del acceso a la educación, a través del acceso a un espacio donde nadie te va a juzgar, de amplitud. Entonces partimos de lo político, pero también partimos de nuestras búsquedas individuales como artistas.

El espacio de la Organización Nelson Garrido, Caracas. (LaONG)

CE: Una de las iniciativas de LaONG ha sido La Cucaracha Ilustrada, un sello editorial que distribuyó textos como El ano solar de George Bataille y Carta a los poderes de Antonin Artaud libremente en forma de fanzines. ¿Por qué se enfocaron en ensayos teóricos, y no en escritos de otra índole? ¿Por qué se detuvo este proyecto?

GG: Esa colección en particular se llamaba Textos Piratas, eran textos que nosotros considerábamos fundamentales. Y yo quería que mis alumnos tuvieran acceso a eso. Yo creo que el mundo ha cambiado. Toda esa colección salió en el 2010, yo me compré una impresora láser para poder imprimirlos y además yo los regalaba. En la biblioteca sencillamente siempre teníamos y la gente los agarraba. Como todo por la situación país, el gasto fue mayor y mayor hasta que fue imposible seguirlo sosteniendo. Ahí fue cuando decidí subirlos a Internet, a la página web.

Eran ensayos fundamentales y cortos, con un foco antipoder. Importante que fueran textos cortos. Puede que suene pretencioso, pero creo que la mayoría de la gente no se va a acercar fácilmente a un texto de Bataille de quinientas páginas. Pero de repente los puedes conquistar con El ano solar, que es cortico. Y estos textos que son unas bombas, así no te leyeras otros libros de los autores, por lo menos ya te explotaban la mente. Esa era la intención: generar curiosidad.

CE: En una de tus series fotográficas, encarnas a María Lionza, figura fundamental de la religiosidad popular en Venezuela. Cuenta la leyenda que fue hija de un cacique indígena en tiempos coloniales, y encabeza un culto sincrético de raíces tanto criollas como africanas; se suele invocar junto a santos, próceres u otras figuras de la tradición venezolana para purificar el alma y despojar sus perversidades. Hasta Marcos Pérez Jiménez, el dictador que favoreció la inmigració nde extranjeros europeos para “mejorar la raza,” la volvió parte esencial de nuestra ciudad en forma de estatua. Dada su importancia en nuestra tradición, ¿cuál crees que sea la relación entre los mitos, la superstición y la magia, y la cultura venezolana? ¿Somos un pueblo fundamentalmente religioso?

GG: Creo que somos religiosos dentro del bochinche. Lo nuestro siempre es así: es una dictadura, pero bochinchera. Es una dictadura que no sabes por dónde va salir, y así también creo que nos acercamos a la espiritualidad y a la religión.

Yo no separo la cultura popular del arte contemporáneo. A veces tendemos a hacer contraposiciones como, “Ahí está lo naif, lo folclórico, y aquí estamos los artistas.” Y para mí todos somos artistas con canales distintos de expresión o con referentes distintos. Pero al final, se mezclan, se tocan.

Para mí María Lionza es sobre todo importante porque tiene que ver con la maternidad. Ese trabajo nace a partir de un viaje que hice a México. Me impresionó mucho la relación de la gente con la Guadalupe. No importa si eres un malandro —un poco como con los Santos Malandros aquí, ¿no?, la Corte Calé— te la tatuabas y te daba una protección. Entonces pensé cuál podría ser la imagen nuestra más parecida. En el caso de ellos es una Virgen; nosotros tenemos algunas Vírgenes que son muy importantes con un culto fuerte, como pueden ser la Chiquinquirá o la Pastora o la Coromoto. Pero yo siento que María Lionza representa mucho más a nivel nacional, va más allá de lo regional. Además que tiene una cosa como artemisal. Entonces se relaciona con estas imágenes femeninas que son muy salvajes —desde un buen punto de vista, siempre defenderé lo salvaje—, pero maternales al final. Es la madre colectiva.

Estatua de María Lionza en Caracas, 2006. (Alicolmenares / Wikimedia / CC BY-SA 4.0)

Nosotros podemos mezclar todo sin pensar que está contradiciendo. Tal vez en otros países, pero nosotros no. Y yo creo que eso es una parte muy bella de nuestra relación con lo espiritual o lo religioso. 

CE: Otra de tus series se titula Prótesis, y nace de tus impresiones de que “el canon de belleza ideal son cuerpos alterados quirúrgicamente con prótesis de tamaños tan exagerados que rayan en lo caricaturesco.” Sospecho que esto va ligado a nuestra obsesión por los concursos de belleza —obsesión que ha resultado en el cliché de que exportamos petróleo y mujeres bellas. ¿Qué contrastes existen entre el día a día de la mujer venezolana y las formas en que suele representar en nuestros medios?

GG: Nosotros claramente estamos obsesionados con ese ideal de belleza. Creo que eso viene desde la entrada de Venezuela a la modernidad, en ese momento nos transformamos en nuevos ricos. De repente nos transformamos en unos grandes exportadores de estas mujeres, las misses. Eso es uno de los grandes orgullos de nuestro país, y es tan anacrónico y está tan metido en nuestro subconsciente. Y anacrónico, digo, porque estamos en este momento histórico, en pleno #MeToo.

Ahora, ¿cómo convive eso con la cotidianidad, en la calle? Mira, creo que no importa la clase social o el contexto intelectual, se ha normalizado muchísimo el tema de las operaciones. Mi abuela se operaba, se hacía retoques. Nos lo tomamos con mucha ligereza, la relación estética. Yo veo que en otros países no es tan así. Me parece que todo el mundo debe hacer lo que quiera, pero vulneras el cuerpo en pro de adaptarlo a un canon. Lo vulneras, es violento.

Está normalizado a tal punto que ves a todo el mundo operado, y a la gente le parece normal a edades muy jóvenes. Nunca olvidaré una vez que vi a un tipo en la calle promocionando una rifa de un banco, Banesco. Era una rifa para que me pusiera las tetas: “Si te abres una cuenta y entras en esta rifa, te pagamos las tetas.” ¡Banesco, hay que verles la cara!

CE: Un tema recurrente en tus obras es el erotismo, muchas veces en homenaje a artistas extranjeros: Toshio Saeki, Balthus, Man Ray. ¿De qué manera tus experiencias en Venezuela han influido en esta exploración? ¿Cómo piensas que lo venezolano y lo erótico se han vinculado en nuestra historia, sobre todo en este último siglo?

GG: El erotismo es el centro de mi trabajo. El poder y el erotismo desde lo femenino. La representación del cuerpo femenino y del juego de lo erótico en la historia del arte es una cosa que me interesa mucho. En relación a la cultura popular, hay reflexiones muy locales: una mujer como mujer enfrentándose a este papel que te toca jugar.

Ahora, ¿por qué lo extranjero? Para mí, estas imágenes en particular tienen que ver con mi propio universo erótico. Claro, muchos autores de estos estuvieron accesibles a mí desde siempre. Estaba mi papá, su biblioteca; mi abuelo era coleccionista de arte. Entonces todas estas imágenes estaban para mi acceso directo desde muy pequeña.

Al principio yo utilizo mucho mi propio cuerpo —mi propio cuerpo en contraposición a estos cuerpos de mujeres blancas, hermosas, altas desde lo latino. Pero también en contraposición a lo latino, porque tampoco soy un cuerpo que representa este ideal de belleza de exportación de misses: yo mido 150 cm [risas], no cumplo con ninguna de las expectativas.

Actualmente, trabajo con otros cuerpos. Al principio para mí era muy importante el tema de que fuera yo misma. Luego esa urgencia se fue diluyendo y empecé a trabajar con cuerpos de otras personas, que se escapan de los estereotipos de belleza que solemos ver. Son mujeres hermosas, pero son otras bellezas.

CE: Hemos mencionado a varios artistas y pensadores que se ensalzan en tu trabajo y el de LaONG, extranjeros todos. ¿Por qué enfatizar a estos personajes y no a otros más locales? ¿Cómo ha sido nuestra producción cultural en relación a países como Francia, Japón, los Estados Unidos, en relación al resto del globo?

GG: Primero, no había tantos problemas de derechos de autor, eso hay que decirlo. Ponerse a piratear en fanzines a un contemporáneo aquí hubiera sido demasiado fuerte.

Mira, yo no separo tanto los referentes del país con los extranjeros. Esto, en cuanto a mi propio trabajo. Cuando doy clases, me enfoco muchísimo en visibilizar a artistas venezolanos o latinoamericanos, sobre todo a mujeres. Pero para mis análisis, donde no me puedo parar desde lo políticamente correcto, me puedo parar nada más desde lo que me mueve desde adentro. Claro, yo lo traduzco, lo localizo, eso es masticar el contenido. Pero hay imágenes que habitan en mí por circunstancias de la vida, son las que voy trabajando.

El espacio de la Organización Nelson Garrido, Caracas. (LaONG)

Ahora, cada vez más en Venezuela vemos a una Déborah Castillo, una Érika Ordosgoitti, una Elisabetta Balasso o una Mafe Izaguirre, mujeres que están trabajando el erotismo. José Joaquín Figueroa es otra persona que trabaja el erotismo desde lo queer, que pone su propio cuerpo. Creo que esa reflexión es una cosa que nos ha tocado como generación. Si vemos la generación anterior a la nuestra, de los que ahora tienen setenta años, la producción hacia lo erótico no estaba desde aquí: ni desde lo queer ni desde lo femenino ni desde esta disidencia. Era otra cosa. Eran otros lenguajes.

Creo que nosotros como tal no teníamos tanta referencia con respecto a los cuerpos, el erotismo y lo feminino. Creo que eso era algo que estaba sucediendo afuera, pero no estaba sucediendo tanto localmente, aquí. Esa puede ser la reflexión en cuanto a los referentes.

Ahora, en cuanto a la producción de nosotros dialogando con el mundo exterior actualmente, a pesar de las circunstancias horrendas en donde estamos, en donde no hay apoyo, no hay medios y todo es lo que es, yo creo que los artistas hemos conseguido espacios importantes internacionalmente. Sobre todo en los últimos diez años, tal vez incluso antes. Como consecuencia de toda esta tragedia, sí, pero como nos hemos obligado a esparcirnos, creo que tenemos más visibilidad como país. Hasta con cierto lenguaje y ciertos temas: hay cosas urgentes que nos están tocando a todos y nos están uniendo.

CE: Para finalizar, queda claro que la Organización Nelson Garrido se enfoca sobre todo en la fotografía: sus talleres y exposiciones suelen ser de esta disciplina. Si bien tus series incorporan la confección, la pintura, la escultura, se presentan normalmente como series fotográficas. ¿Por qué el énfasis en la cámara? ¿Por qué ese énfasis hoy?

GG: En principio, este espacio era el taller de mi papá. Luego, mi papá formaba gente, daba talleres y tenía asistentes. Entonces, poco a poco, fuimos organizando cada vez más talleres, sobre todo de fotografía porque era lo de él. Pero bueno, por la urgencia política y la circunstancia venezolana, LaONG fue una taller de artistas que terminó siendo una escuela y luego terminó funcionando como un espacio cultural.

Y la fotografía es la especialidad de la casa. El fuerte de la biblioteca es la fotografía contemporánea. Es el lenguaje con el que nacimos, de alguna manera. Pero en la práctica, LaONG tiene al menos diez años trabajando con todo tipo de artistas. De hecho, desde entonces, la mayoría de nuestras exposiciones no han sido de fotógrafos. Tenemos talleres de serigrafía, de cine experimental, de escritura, de filosofía de la imagen. Entonces creo que nos fuimos desvinculando, no en el mal sentido; nos fuimos ampliando.

Igual LaONG siempre ha funcionado de una manera orgánica, muy orgánica. Y la gente que la habita va planteando cuáles son las necesidades. Ha habido talleres de arte sonoro, de grabación de discos. Al principio el vínculo con la fotografía era muy fuerte, pero creo que de unos años para acá no tanto.

Ahora, sobre por qué la fotografía ahorita. Pues creo que da una facilidad para expresarse bastante democrática. Además, nosotros nos acercamos a la fotografía desde un lugar muy particular, que es lo experimental. Nos interesa el arte como un medio de expresión, de experimentación del lenguaje propio y sobre todo del discurso personal y lo que necesitas decir. Entonces la fotografía tiene eso: tú, siendo una persona que de repente no es un gran artista, puedes activar y mover cosas en el interior, transformarte a ti con esperanza de transformar al que te ve luego.

Hoy tenemos los teléfonos. No tienes que tener un equipo tan caro, tal vez en los años ochenta o noventa implicaba una inversión. Pero de un tiempo para acá, con la llegada de lo digital, la fotografía funciona. Funciona de una manera más democrática que otras herramientas.


Carlos Egaña estudia la maestría en Escritura Creativa en Español de la Universidad de Nueva York. También ha sido profesor en la Universidad Católica Andrés Bello. Ha escrito tres poemarios: antología de la pintura venezolana, hacer daño y Los Palos Grandes. Escribe sobre arte, política y cultura pop en varios medios venezolanos.

Gala Garrido es artista visual y poeta venezolana radicada en Caracas. El eje central de su trabajo son el poder y el erotismo desde lo femenino. Su investigación gira en torno a la representación fotográfica desde la tensión ficción-realidad y las identidades desde una perspectiva de género.

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