Rompiendo la polarización por los derechos LGBTQI

En Venezuela, los movimientos que luchan contra la homofobia y transfobia han logrado unir fuerzas de manera transversal, superando diferencias ideológicas y partidistas.

March 11, 2022

"Tengo derechos como tú." Activistas manifestan por los derechos LGBTQI en Caracas, Venezuela, el 28 de noviembre 2021. (Edgloris Marys / Shutterstock)


Una versión de este texto fue publicado originalmente en el ejemplar de primavera 2022 del NACLA Report, nuestra revista trimestral.


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Fue un jueves. Hasta allí llega, quizás, el consenso sobre lo ocurrido aquel 11 de abril 2002. La pantalla dividida a las 3:45 de la tarde, cuando los medios emitieron imagines de lo que ocurría en la calle de forma simultanea con la cadena nacional de Hugo Chávez, era la metáfora de un país. Chávez se había consolidado como el referente principal, en torno a quien se desataría una polarización extrema que definiría los próximos veinte años de la historia de Venezuela. En el altar de esta polarización extrema se sacrificaron la participación, la soberanía, el pluralismo. El disenso se hizo traición. La rendición de cuentas dio paso a las solidaridades automáticas. El clasismo halló, también, domicilio en la polarización y en la lucha descarnada por el poder que desató entre sus elites. Por doquier se sentiría la presencia de dos países enfrentados. De allí no hemos salido.

Por todo esto es que resulta extraordinario lo que han logrado los movimientos feministas y los movimientos por los derechos de la población LGBTI en Venezuela. A punta de activismo, de poner los temas sobre la mesa, han sido los únicos que han logrado romper, en algo, esta guerra permanente y levantar, hombro a hombro, sus banderas con gente del “otro bando”. Es en este contexto que conversé con Richelle Briceño, activista trans, militante del partido REDES y ex candidata a la Asamblea Nacional, y con Yendri Velásquez, coordinador de la organización SOMOS en Caracas y activista LGBTI. Lo que sigue es la historia de una lucha brazo a brazo, todavía lejos de alcanzar sus objetivos. Nuestra conversación, realizada por Zoom, ha sido editada por su claridad y extensión.


Daniel Fermín: Estamos por cumplir 20 años del 11 de abril. ¿Qué recuerdos tienen de ese día?

Richelle Briceño: Yo estaba rezando en una capilla en San Antonio de los Altos. Antes de ser una mujer trans, en aquella época, era seminarista. Yo pertenecía a la congregación Salesiana Don Bosco y estaba totalmente prohibido hablar de política. Llegaban las informaciones, pero no teníamos acceso a lo que estaba ocurriendo en el país.

Yendri Velásquez: Yo tenía 10, 11 años y no entendía nada de lo que estaba pasando. Mi papá militaba en el Movimiento al Socialismo y yo crecí yendo a la casa del MAS, crecí con Teodoro Petkoff, con Puchi. En ese momento, mi papá era opositor al gobierno de Chávez, que en principio había apoyado. Y me acuerdo que después había mucha tensión en casa de mi abuela, porque mi familia por parte de mi mamá era muy chavista. Era todo muy incomodo. A veces mi papa ni siquiera entraba al comedor, se quedaba afuera con algunos de mis tíos. Sí recuerdo ese ambiente muy tenso.

RB: Mi mamá era chavista también. Y yo la llamé precisamente para medio burlarme…El día siguiente, me devuelve la llamada para burlarse de mí porque Chávez había vuelto.

DF: Uno de los signos de esos tiempos, y de estos tiempos también, ha sido precisamente esa intensa división que hemos vivido como sociedad, que permea a la familia, lugares de trabajo, relaciones. ¿Cómo ha afectado ese clima a su activismo y su actividad por la defensa de los derechos?

RB: Yo me uní al trabajo de activismo después de haber iniciado mi transición y notaba una separación importantísima entre activistas que se hacían llamar de izquierda o chavistas y activistas que se hacían llamar de oposición. Poco a poco, entre 2015 y 2017, esa pugna se agudizó, se agravó, entre los activistas. Porque ya no se podían ni siquiera ver. Ya no se podían ni siquiera hablar.

Yo les decía “compañeros y compañeras, cuando a nosotros nos van a discriminar, no nos preguntan si somos chavistas, si somos opositores, si vivimos en el Country [Club], si vivimos en [la barriada popular de] La Vega”. Eso no importa. Porque a la hora que nos van a discriminar, nos van a discriminar por nuestra orientación sexual y nuestra identidad de género. Y es ahí que tiene que estar enfocada nuestra lucha.

YV: Además, y esto lo digo como opositor, había y hay todavía esta idea de que vamos a lograr cambio de gobierno inmediatamente. Que esta gente no va a estar por mucho. Y esta idea te hace a ti funcionar bajo una lógica de que no los necesitas, porque no van a estar. Y creo que es mucho de lo que esta pasando. Una de las cosas que he asumido es que, si bien no soy seguidor del chavismo ni de quienes están hoy en las instituciones, sé que van a estar un tiempo más. Y eso me hace a mí abandonar esa tesis o estas lógicas de que no los necesitamos, porque van a estar ahí. Están ocupando las instituciones y están ejerciendo el poder. Si, como activista, desconozco a quienes están en el poder, ¿qué hago? Porque, chévere, yo puedo seguir haciendo grupos de apoyo y teniendo un impacto positivo. Pero son diez personas semanales, comparadas con la cantidad de personas con necesidades en todo el país, más aun en contexto humanitario, en contexto de pandemia.

Este cambio en la lógica nos obliga a reconocer a los actores que están. Tenemos que entender que los que están en estos espacios son los que pueden generar cambios, positivos o negativos. Y desconocerlos por algunas posturas individuales, no hacer la incidencia necesaria, sería también traicionar cualquier principio del activismo que busca el bienestar para toda la población.

Es necesario reconstruir el tejido social. Yo tengo limitaciones para sentarme con quienes son autoritarios. No necesariamente con quienes son chavistas. Tengo familia que es chavista, no voy a decir, “no me siento con ellos, no les hablo más nunca”.

Al final, debemos evaluar cuáles son los asuntos en los que coincidimos y podemos avanzar, cuáles son los puntos que son irreconciliables. Creo que es fundamental tenerlo claro, porque yo me puedo sentar hoy con un grupo de gente, pero si me dicen, “mañana vas a tener que sentarte con Maduro”, mira, no. Yo puedo apostar al encuentro entre ciertos actores políticos. Yo puedo apostar a construir soluciones. Pero yo, particularmente, tengo mis limitaciones con quien es acusado de delitos de lesa humanidad. Para mí eso es una línea roja y estoy convencido, tristemente, de que bajo el gobierno del PSUV no van a ser muchos los avances.

DF: Richelle, ¿Tu te sentarías con Maduro si implicara un avance en la lucha de la comunidad?

RB: Sí, yo me sentaría con quien tenga que sentarme. Hasta con el diablo. Porque si le puedo dar con eso un poquito de felicidad a alguien, lo voy a hacer. Si eso ayuda a evitar en algún grado que las generaciones que vienen, cuando tengan 14, 15 años, digan “me voy a suicidar porque mi familia no me quiere, porque mi familia no me acepta, porque no tengo derechos, porque nadie me comprende, porque nadie me respeta”, sí. Si yo me tengo que sentar con Maduro, si me tengo que sentar con Diosdado, con quien me tenga que sentar, lo voy a hacer. Así me digan chavista, me digan lo que quieran. Yo tengo un foco, lo que yo deseo es que Venezuela avance en temas de derechos humanos.

Yo estuve sentada en la Asamblea Nacional Constituyente en 2017. Todo el mundo habla de la ilegitimidad de la constituyente. Pero si a mí se me llamó como activista para decirme, “¿Puedes redactar un anteproyecto de ley integral para la comunidad LGBTI?”, ¿Por qué no lo voy a hacer? Hoy en la Asamblea Nacional está creada la subcomisión para asuntos LGBTI dentro de la comisión de desarrollo social integral, y la ley está siendo circulada porque va a ser presentada.

Yo también tengo mi línea roja, y es en cuanto a sentarme con personas anti-derechos, con quienes promueven terapias de conversión, con quienes se declaran contrarios al matrimonio igualitario o quienes pretenden gobernar a Venezuela desde la Biblia o desde la religión.

"No más crimenes de odio." Activistas manifestan por los derechos LGBTQI en Caracas, Venezuela, el 28 de noviembre 2021. (Edgloris Marys / Shutterstock)

DF: Hoy logran coincidir en algunos espacios activistas LGBTI chavistas, opositores e independientes. ¿Ha sido fácil? ¿Cómo han logrado ustedes lo que no han logrado ni los sindicatos, ni las asociaciones campesinas, ni los educadores, ni los estudiantes? ¿Cómo han logrado romper un poco con esta polarización y qué lecciones creen que deja para otros movimientos?

YV: No ha sido fácil. A veces toca tragar grueso para poder construir, para poder incidir positivamente, porque al final, y lo decía Richelle, hay mucho de dejar posturas personales fuera de la mesa, sin abandonar los principios, pero entendiendo que esto va mas allá de ti. La verdad, ¿Yo quisiera sentarme con la gente de Primero Justicia? No. Pero ¿Eso puede ser positivo y necesario para avanzar un tema de derechos humanos? Sí. Entonces, no es fácil, pero es necesario.

No quiero minimizar el conflicto político que existe en el país, pero hay veces que se ha promovido tanto la deshumanización del otro y tratar todo desde la otredad, que eso termina deshumanizando la gente cuando somos prácticamente iguales. Al final, entre los activistas LGBTIQ vinculados al chavismo y los que no estamos vinculados al chavismo, la única diferencia es que ellos tienen demasiada esperanza en el chavismo y nosotros no tanto. Pero en otros aspectos, estamos prácticamente en acuerdo en la agenda LGBTIQ. Obviamente, siempre con sus discrepancias.

DF: ¿Cómo han logrado ese mayor encuentro que no han podido lograr otros grupos? ¿Cuál crees que ha sido el éxito?

RB: Reconocernos. Reconocernos. Reconocernos. Ahora, ¿Ha sido sencillo? No. Por haberme sentado en 2017 en la Constituyente, me etiquetaron de chavista. Y por haber participado en las elecciones parlamentarias de 2020, el ataque fue mayor, fue más fuerte. Entre los extremos, no cabe la concepción de que algunas personas no estemos polarizadas. Te quieren llevar a la polarización. ¿Estás conmigo o estás con ellos? Eso ha venido superándose porque nos hemos reconocido. Ese reconocimiento de que el otro también es necesario para darle dinamismo a la lucha ha permitido que nos sentemos todos en un mismo espacio.

DF: Ahora, lo positivo de este encuentro también resalta los retos que tiene el movimiento por delante. Hay un rezago importante en términos de derechos respecto a otros países de la región. ¿Por qué un gobierno socialista no ha legislado en favor de las reivindicaciones de la comunidad LGBTI? Y ¿Por qué tampoco ha estado en la agenda de la oposición o de las oposiciones? ¿Qué está pasando?

YV: Hay una lógica mantenerse en el poder que sobrepasa cualquier compromiso ideológico.

DF: ¿Tú crees que adelantar una agenda de inclusión atenta contra su permanencia en el poder?

YV: No necesariamente atenta, pero no le suma a mantenerse. Tiene otras prioridades. Otro factor ha sido que los costos políticos y sociales de ser homofóbico son relativamente nuevos. Hubo una época en que casi no se hablaba del tema LGBTIQ. Las organizaciones vuelvan a agarrar fuerza en un ambiente muchísimo más polarizado y entran ya a ajustarse a la polarización. Y esa misma polarización hizo complicar la incidencia publica, la incidencia en las instituciones. Entonces te das cuenta de que hay organizaciones nuevas que no tienen idea de qué va la incidencia publica en las instituciones. La idea de la incidencia es nada más protestar y ya. No hay trabajo con los políticos, con los que toman decisiones directamente.

Si bien la elite de chavismo tiene o tuvo una narrativa muy socialista, muy de izquierda, la verdad es que las banderas de lucha ideológica en el país yo las siento muy difusas. No hay espacios de discusión de bases en los partidos. A pesar de la narrativa y el discurso del poder, su compromiso con banderas como la de lucha LGBTI y el feminismo no son reales.

RB: Coincido con Yendri. Y agregaría que desde el gobierno no se ha avanzado, pero tampoco desde la oposición. Mientras el gobierno se dedicó a afianzarse en el poder, el sector opositor se dedicó a buscar la forma de deponerlo. Estos últimos cinco años transcurrieron en esta dinámica. Los temas sociales, los derechos humanos de la población LGBTI y de las mujeres quedaron relegados a segundo plano.

DF: Tamara Adrían fue electa como la primera diputada trans en Venezuela, y la segunda en Latinoamérica, en 2015. Luego de su paso por el parlamento, ¿por qué no logró Tamara avanzar en toda esta materia pendiente?

RB: El parlamento se dedicó a tumbar el gobierno. En sus cinco años, es la verdad.

YV: Este tema es un poco incomodo para mí porque Tamara Adrían y el activista Edgar Baptista básicamente me enseñaron todo lo que sé. La oposición y el gobierno no han asumido el tema LGBTI y en eso tienen mucha influencia también las iglesias. Por un lado, la iglesia católica y por otro lado las iglesias evangélicas. Además, desde el lado del gobierno, el tema militar.

Cuando militaba todavía en Voluntad Popular, recuerdo que, cuando postularon a Tamara, el cardenal Urosa Savino (Arzobispo de Caracas) llamó a la Sra. Antonieta (madre del Coordinador Nacional del partido, Leopoldo López) para reclamarle que el partido de Leopoldo había postulado a Tamara. También otras personas y liderazgos de la iglesia estaban llamando a directivos del partido para hacer presión, e incluso en la campana Tomás Guanipa (Secretario General del conservador Primero Justicia y compañero de fórmula de Tamara Adrián) nunca se tomó una foto con Tamara. Y Primero Justicia tuvo una línea de asumir posturas menos de frente con el tema LGBTIQ.

¿Por qué Tamara no hizo más? Yo creo que hay varias cosas. Una es la lógica bajo la que estaban manejando la Asamblea Nacional, que como decía Richelle, se dedicó al cambio del gobierno y no a legislar. Quienes asumieron las diputaciones nunca asumieron que eran diputados de un poder electo, que eran poder del Estado. Y eso le puso limitaciones a ellos mismos y a ellas mismas. Y por otro lado, ya Tamara tiene una agenda distinta. Y creo que la visión del activismo, la visión de organizar el tejido ya pasó para ella.

"No más discriminación." Activistas manifestan por los derechos LGBTQI en Caracas, Venezuela, el 28 de noviembre 2021. (Edgloris Marys / Shutterstock)

Lamentablemente, esta visión de hacer política de lo LGBTIQ, de reconstruir dentro de lo LGBTIQ no la tuvo. ¿Por qué? No sé. Incluso más que las leyes, entendiendo el escenario de conflicto entre poderes que había, creo que esto es el saldo mas negativo que tiene la diputación de Tamara. Y de Rosmit Mantilla (activista y ex diputado). Porque no hay que olvidarse que si bien Rosmit estuvo preso y obviamente esa una limitación importante, cuando salió tampoco se dedicó a esto.

No quiero sonar a que estoy quejándome de ellos, para nada. Pero soy un ciudadano, hice campaña por ellos, los apoyé, estuve ahí, hice propuestas, no estaba ajeno del escenario de la Asamblea Nacional, estaba participando activamente. Al final, una de las sensaciones que nos deja la diputación de Tamara es el inexistente apoyo de los factores que se dicen ser democráticos a la agenda LGBTIQ.

DF: ¿Qué ha cambiado en estos 20 años en materia de activismo LGBTI? ¿Qué no ha cambiado? ¿Qué queda del 11 de abril en el 2022, que hay que superar en ese sentido?

RB: Han cambiado los rostros. Creo que se ha dado el paso a que el activismo sea liderado por nuevas personas y nuevas generaciones. Ha cambiado el proceso de visibilización de los derechos LGBTI en el país. Han cambiado los espacios que hemos ocupado. No existía en toda Latinoamérica una diputada trans hasta la elección de Tamara Adrián a la Asamblea Nacional en 2015.

¿Qué persiste? Obviamente, la resistencia a los cambios. Todavía tenemos muros de contención a los derechos LGBTIQ y al derecho de las mujeres a decidir sobre su propio cuerpo.

YV: Hay algo importantísimo, que creo que incluso es consecuencia del 11 de abril, que tiene que ver, más allá de los partidos, con la sociedad civil, los movimientos sociales y la participación de la gente a nivel local. Esto es clave para la redemocratización de la sociedad venezolana porque promueve la construcción de redes y tejido social. Organizaciones como COFAVIC hoy tienen muchas mas capacidades que nunca y también están cubriendo a otras organizaciones, están apoyando para generar mayor capacidad. Se está haciendo una construcción colectiva. Y creo que eso es muy poderoso y que a lo mejor no lo vamos a ver en lo inmediato, pero es una apuesta al futuro importante.

DF: ¿Cuáles son las principales deudas del Estado a la comunidad LGBTI en 2022?

RB: El estado venezolano tiene que pedirnos, en principio, perdón a todos los miembros de la población LGBTI, que hemos sido condenadas y condenados por un sistema de justicia totalmente desigual y discriminatorio. En los años 80, la acción policial en contra de la población LBGTI en las calles de Caracas la denominaban profilaxis. Profilaxis de homosexuales. Profilaxis del cáncer gay. Profilaxis en contra de todos aquellos que atentaban contra la moral y las buenos costumbres. El Estado debe pedirnos perdón por el abuso que históricamente ha sufrido nuestra población. Eso desde la perspectiva de la dignidad humana.

Ahora, está todo lo relacionado con nuestros derechos. Porque, aunque el derecho a la no discriminación se ha ido afianzando a lo largo de estos 20 años, y eso hay que reconocerlo, o que esté garantizado en la constitución y en algunas leyes y decretos recientes, como el que declara a Venezuela territorio libre de homofobia y transfobia, no tenemos matrimonio civil igualitario, ni siquiera uniones civiles, ni siquiera tenemos reconocimiento de uniones estables de hecho. Ninguna de estas tres figuras existe en nuestro ordenamiento jurídico. Por otro lado, el reconocimiento de las familias homoparentales, a pesar de que existe una sentencia del Tribunal Supremo de Justicia, que data de 2016. A la fecha, los registros civiles y el Consejo Nacional Electoral (que maneja los registros) se niegan a reconocer a los hijos nacidos de familias homoparentales. Así continúa la deuda histórica. El tema del derecho a la identidad de género. Sin identidad no existimos. Yo he planteado en la subcomisión de género de la Asamblea Nacional que la primera ley que tenemos que trabajar tiene que ser la ley de identidad de género. Tampoco se ha creado una ley para erradicar las distintas formas de violencia contra las personas LGBTI.

YV:. ¡El estado nos debe todas más una! Nos debe reconocernos como personas titulares de derechos. Nuestra orientación sexual, identidad de género, expresión de género, no son razón para negarnos derechos. Es importante que el Estado, sus funcionarios y la sociedad entiendan que todos nacemos iguales en dignidad y derecho. Estamos en un estado de desprotección total. Si bien existen unas dimensiones en la ley, no hay mecanismos efectivos para que se hagan realidad, no hay políticas públicas que estén orientadas hacia la erradicación de violencia basada en la transfobia y la homofobia. No hay ninguna política que busque garantizar la vida de las personas LGBTIQ, su dignidad y sus derechos humanos.

DF: ¿Creen ustedes que pueden las fuerzas democráticas de izquierda presionar juntas para lograr estas reivindicaciones de la comunidad LGBTI y de otras comunidades vulnerables, más allá de las militancias políticas que están enfrentadas? Y la pregunta de seguimiento: ¿Hay espacio para la lucha por los derechos de la comunidad LGBTI en la derecha venezolana?

YV: La verdad es creo que para responderse a esa preguntar, hay que increpar a los partidos no solo de la izquierda sino también de la derecha a repensarse para que puedan tener espacios estas agendas, con una visión de futuro. Hoy no hay partidos, tanto como hay personas que militan en partidos. Parece lo mismo, pero no lo es. No hay esa noción institucional.

La verdad es que aquí tampoco hay partidos de derecha serios. Aquí hay partidos que se dicen y incluso dirigentes que se reconocen de derecha, solo por una reacción a no ser chavistas. Sí hay reaccionarios, pero detrás de esas posturas no hay nada. Creo que también hay que hacer un llamado a replantearse la discusión en un escenario no necesariamente de discrepancia entre derecha/izquierda, que obviamente tiene su espacio, tiene su momento, sino también hablarnos en el sentido de ser demócratas o no. ¿Cómo construimos oposiciones que sean democráticas y planteamientos que vayan más allá de no ser chavistas? Porque “no ser chavistas” no es nada. ¿Cómo te identificas? ¿Cuáles son tus banderas? ¿Cuáles son las cosas que defiendes y las que adversas? Allí incluso tú ves una incongruencia en partidos como Primero Justicia y políticos como Julio Borges, por ejemplo: denuncian al chavismo porque son violadores de derechos humanos, pero también tienen una agenda anti-derechos LGBTIQ, anti-derechos de las mujeres.

RB: Si hay movimientos realmente de izquierda son los movimientos feministas y el movimiento LGBTI en este país. Estamos intentando romper todo el status quo impuesto desde el sistema patriarcal, desde un sistema de valores machistas y misóginos que se nos ha impuesto. Entonces, si pudiéramos definir actores de la izquierda venezolana, creo que deberíamos estar enfocados en mujeres y en población LGBTI. Sería una contradicción pensar ser de izquierda y negar estos temas. Entonces no eres de izquierda nada. Eres izquierda de la boca para afuera, pero a lo interno no lo eres, porque estas negando parte de lo que es la esencia de ser de izquierda.


Daniel Fermín es sociólogo, estudiante de PhD en The New School for Social Research, y activista de Soluciones para Venezuela.

Richelle Briceño es activista trans, abogada, educadora, militante del partido REDES y ex candidata a la Asamblea Nacional.

Yendri Velásquez es coordinador de la organización SOMOS en Caracas y activista LGBTI.

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